Carmen Ávila y su poesía de la experiencia
Entrevista

Carmen Ávila y su poesía de la experiencia

Léon Daudet, escritor y periodista francés, lo dijo a mediados del siglo XX: “Los poetas son hombres que han conservado sus ojos de niño”. Hoy, en el siglo XXI, la poeta saltillense Carmen Ávila navega con esa idea. Con esos mismos ojos, a Carmen la sorprenden los paisajes, los lugares, el amor. Escribe de lo que vive con el asombro de quien se somete a algo por primera vez. Ella dibuja con palabras. Se expresa a metáfora suelta.

Sus líneas nunca son las mismas, su búsqueda es eterna. La poesía de Carmen también se manifiesta en los momentos menos insospechados. Ella habita el mundo con una filosofía simple: vive y escribe. Así como la enfermedad y el invierno fueron la materia prima que explotó en el libro El virus de Munch; los viajes son el resultado de sus golpeteos en el teclado que se tradujeron en Postales del exilio.

La saltillense escribió el primero cuando enfermó durante un viaje a Noruega en épocas invernales. La angustia, la desesperación y la ansiedad se le colaron en los versos y a través del lápiz gritó su dolor. Para ello una muestra: “Mi madre me pasó un huevo por el cuerpo para quitarme ese mal escandinavo de fiebre/ cuando lo quebró salió un ojo cocido/ eran los huevos de mi cara/ que siempre duelen de las visiones de calentura/ de la profética ceguera afiebrada”.

Por otro lado, en Gobelino Medieval la inspiró el amor.

Hasta aquí parece justo mencionar que su conexión con la literatura se remonta a su niñez. En la escuela participó en varios talleres de escritura de cuentos, a partir de ahí, la pequeña Carmen narró, narró, narró... género que aún disfruta escribir, sólo que por ahora la mantiene cautiva la poesía, misma que la ha hecho merecedora de galardones como el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa en el 2010 y el premio Dolores Castro de Poesía Escrita por Mujeres 2017. Así mismo, recientemente fue la ganadora de los Juegos Florales Ramón López Velarde 2019, justamente con Gobelino Medieval.

Y aunque hay una Carmen que se liga con la administración pública, carrera de la que se graduó del Tecnológico de Monterrey, hay otra Carmen que no tiene remedio, que sabe que escribirá siempre, de qué: pues de lo que vea, sienta, toque, huela, pruebe y sienta.

¿Cómo te introdujiste al mundo de la poesía?

Más que nada fue siendo narradora. Porque yo empecé a los 18 años, más o menos, a escribir cuentos, y todo porque estuve en el Tec de Monterrey y generalmente en esa institución hacían concursos de creación literaria a nivel preparatoria y luego a nivel campus, pero también hacen uno a nivel nacional […] entonces empecé a ganar concursos. Pero era narradora. Después uno de mis talleristas me dijo 'es que tienes que estudiar poesía', como que es la madre de todo y es lo mejor. Entonces comencé a escribir poesía y después ensayos. Lo único que no he escrito es dramaturgia, pero todo lo demás sí.

Foto: Cortesía Carmen Ávila

Pero más la poesía, ¿no?

Pues fíjate que es lo que más he publicado y es lo que más me han premiado. Pero me gusta mucho también escribir narrativa y como lectora me gusta mucho la novela, yo creo que es el género que más leo. Pero definitivamente la poesía es lo que más me gusta escribir.

Entonces ¿Cuál ha sido tu preparación, tienes una carrera, qué estudiaste?

Estudié comercio internacional en el Tec de Monterrey y después una maestría en Administración Pública. También tengo un doctorado en Política Pública. O sea, nada que ver con la literatura.

¿Pero por qué te orillaste a la literatura? ¿alguna influencia familiar?

En primero de primaria hubo un programa piloto, no sé si solamente sería en mi zona escolar o en Saltillo o en todo el estado o en el país. Nunca supe bien, pero era para hacer que los niños escribieran. Ya había tenido la experiencia de asistir a un taller de cuento […] Ahí escribí uno y después lo publicaron en un periódico local de Saltillo, junto al de otros niños. Yo creo que fui la única que siguió escribiendo, pero escribía cositas, cuentos, hacía revistas, me entretenía en eso y jugaba a que yo algún día tendría una editorial. De mi familia sí hay lectores, mi mamá y mi papá eran lectores, no muy buenos, pero nadie es un escritor profesional ni consumado. A mí me llamó mucho más la atención la literatura, ya para dedicarme a eso en mi vida, cuando era adolescente. Lo tomé un poco más en serio cuando empecé a publicar y ganar concursos de creación literaria.

En el mundo literario ¿quiénes han sido tus mayores influencias?

Depende de la época, cuando era adolescente y empezaba a escribir creo que era García Márquez. Lo conocí debido a que estudié en el Tec gracias a una beca, porque mi familia es de escasos recursos. Nunca jamás en mi vida habría podido estudiar en esa escuela porque es privada […] Entonces el Tec en su sesenta aniversario lo invitó (a García Márquez) a que fuera a dar una charla a los estudiantes. Entre los que iban a tener una plática con él (aproximadamente treinta) era quien ganara un concurso de creación literaria sobre su obra. Escribí un ensayo, […] ganó el primer lugar. Los jurados eran maestros de la carrera de literatura, entonces eso me dio la oportunidad de conocer a Gabriel García Márquez y eso fue algo muy grande para mí. Tienes un ídolo de la juventud y tú dices 'algún día lo voy a conocer' y resulta que lo puedes conocer en tu escuela.

Ser lectora ya como escritora, que es como parte del oficio para nutrirte, te hace ser un poco o mucho muy crítico. Ahora, si me preguntaras quién es mi influencia, la verdad leo los textos con otros ojos. Hay algunas cosas que me gustan de algunos escritores y hay otras cosas que de plano cuando las leo digo 'esto lo quisiera cambiar', entonces no sé quién podría ser algún ídolo en mi segunda juventud o de mi vejez porque ya casi estoy en los cuarenta años.

Foto: Cortesía Carmen Ávila

Háblame de los reconocimientos que has obtenido en las últimas fechas o ¿cuál es el primero que te dieron?

Ya dedicándome a esto el primero fue el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa que gané en el 2010, si mal no recuerdo. Ese fue el primer reconocimiento ya establecido. Los otros que había ganado eran premios estatales de ensayo o premios no tan visibles a nivel nacional. El de Enriqueta Ochoa fue con un libro que la verdad es uno de los que más me costó escribir, en cuestión emocional. Se trata de unos poemas que escribí mientras vivía en el extranjero, el libro se llama Postales del exilio. Es uno de los que más quiero. Afortunadamente recibió un premio y puedo decir que me consolidó un poco como poeta.

Ya después vinieron otros premios. En el 2013 obtuve el Premio Nacional de Cuento de Rafael Ramírez en Tampico y después en el 2017 gané el Premio Dolores Castro Poesía Escrita por Mujeres.

¿Te acaban de dar uno en este año, no?

Sí, se me había olvidado, es el Premio Nacional de Juegos Florales Ramón López Velarde 2019.

Carmen, ¿Qué define un buen poema?

Sabes, yo ahí tengo problema porque creo que uno puede escribir sobre lo que sea y como sea, pero sí hay una gran diferencia entre la narrativa y la poesía. La poesía es la economía, la economía de las palabras y la economía de las ideas y sorprenderte por ver con ojos de niño algo que no ves en un ensayo literario. En este último puedes buscar la argumentación, pero en un poema es sorprenderte de ver el mundo. Cuando quiero escribir un poema se me hacen muy difíciles tres cosas: el principio, porque creo que debes iniciar con una frase que deslumbre al lector; […] después lo versos que le siguen, pues también deben llevar buenas metáforas, buenas imágenes y comparaciones, y por último el ritmo, todo lo que debe llevar un poema.

Lo que me cuesta mucho con mi poesía es el final, que debe ser ese regalo que le das al lector. Creo que un buen poema debe tener un principio que lo deslumbre y lo haga poner atención, y después un final que cierre como dando el knockout final al lector o hacerlo que realmente diga 'Ah, sí es cierto lo que me estás diciendo, no lo había pensado, pero creo que tú ya me abriste una puerta o una ventanita a un mundo que yo no conocía'.

¿Cómo defines tu poesía? ¿Cómo definirías tu estilo?

No tengo un estilo definido. En cada uno de los libros que escribo es una constante búsqueda, búsqueda del lenguaje apropiado, de las cosas que quiero decir, de la metáfora exacta, de la idea exacta. Muchos de mis colegas, desde que empezaron a escribir, ya tenían un estilo que los caracterizaba, pero yo todavía sigo en esa eterna búsqueda de cómo decir las cosas que veo, las cosas que pienso o las cosas que oigo, porque no me he quedado conforme con una sola postura estética.

Foto: Cortesía Carmen Ávila

¿En qué te inspiras?

Las cosas en las que más me he inspirado para escribir, han sido los viajes que he hecho. La verdad, y lo he dicho en varias entrevistas, una de mis más grandes inspiraciones han sido los viajes. Anteriormente fueron las cosas de la experiencia, porque yo creo que la poesía contemporánea está muy enfocada en lo que vives, lo que te pasa el día a día, lo que observas en la calle, pero la otra parte de lo que yo tomo mayor inspiración es de los viajes. Estar en otros contextos, en otros lugares, en lo que a mí respecta, me ha dado una mayor facilidad de decirle al lector ´Mira lo que estoy viendo, tú no lo puedes ver porque estás en otro lugar diferente, pero mira aquí quiero dejar plasmado lo que vi y lo que sentí en este momento y lo que a lo mejor a ti, algún día, te puede llegar a interesar sentir o querer, a través de lo que yo estoy escribiendo'.

¿Cómo te definirías a ti misma?

Me gusta ser un poco payasa, irónica. Un poco lloricona también. Y eso se refleja mucho en la poesía, uno de mis poemas lo lees y parece que estoy llorando, lamentándome, y luego cambia la página y estoy riéndome de alguna situación o en otra puedo estar un poco filosófica, pero creo que sí me gusta tener sentido del humor. El sentido del humor es cultural, momentáneo. Voy a poner el ejemplo de Kafka, porque dicen que cuando empezaba a leer La metamorfosis se tiraba al suelo y reía a carcajadas y ya no lo terminaba de leer cuando lo estaba haciendo frente a sus amigos. Ahora un lector contemporáneo lee el mismo libro y le entra angustia. Entonces creo que a lo mejor un lector dentro de 100 años encuentra por ahí uno de mis libros y no sé si vaya a tomar lo que yo escribí con otro sentido del humor muy diferente al que yo estaba pensando cuando lo escribí.

¿Es un reto escribir poesía en un país donde parece haber más poetas que lectores del género?

Sí, es un reto muy grande la escritura de la poesía. Hay reconocimiento para mis colegas que son muy valientes porque en este país la verdad es un reto, tienes pocos lectores y el chiste es que te lean. Hay más público para los cuentos y la novela que para los poemas. A veces no sé si es la manera que a nosotros nos enseñan la poesía desde que somos niños en la escuela. No te enseñan a disfrutarla, te la enseñan como una cuestión que tiene que ser aprendida sin siquiera digerir las palabras, y no te explican el significado, ni siquiera te explican el sentido del poema. Tal vez de grande ya tienes un vocabulario más amplio o un contexto más grande para entenderla, pero cuando eres niño y te ponen poemas del siglo pasado, entonces es difícil la comprensión. Desde la educación inicial que te enseñan el teatro clásico, a los poetas o a recitar, tiene mucho que ver cómo vas a apreciar la poesía cuando seas grande. Cuando yo estaba en la escuela nunca nos enseñaron nada de eso, si acaso en la secundaria veíamos algún cuento de Quiroga o de algún escritor mexicano. Pero de ahí en fuera no hay ni una preparación que se les dé a los niños y a los jóvenes para que puedan apreciar después la poesía.

Foto: Archivo Siglo Nuevo

¿El lenguaje rebuscado y lleno de abstracciones complica que la gente lea poesía?

Yo creo que sí. A veces algunos poetas escriben casi trabalenguas, podría criticar y podría decir que escribir eso no está bien porque la gente no entiende, pero no. La verdad es que es muy respetada la postura que ellos ofrecen porque también para ellos es una búsqueda de lenguaje y el lenguaje tiene que evolucionar, las ideas evolucionan y desgraciadamente no es culpa de los poetas que el lector no entienda.

No hay una preparación del lector desde que es niño para apreciar el lenguaje y creo que va más allá de la escuela, también viene de la familia. Si tú eres un buen lector es porque empiezas viendo leer a tus padres o a tu hermano, o porque te leen cuentos de chiquito. Así que no sólo es falla de la escuela, sino de todos como sociedad por cómo contribuimos al lenguaje, cómo contribuimos a que un niño lo desarrolle, lo aprecie y lo pueda entender. Lejos de ser pedagoga o psicóloga, lo estoy diciendo en mi humilde opinión de como veo las cosas, pero sí creo que tiene que ver con la preparación de las generaciones para ser buenos lectores.

¿Qué opinas de la voz femenina que aborda la poesía en México?

Estoy muy emocionada de las nuevas generaciones de poetas que hay en el país y la verdad es que le tengo mucha admiración y respeto a toda la poesía femenina que está surgiendo. Tiene que ver también con las nuevas olas del feminismo, que las mujeres ya no creemos si los escritores nos dicen que no podemos escribir […] Hay propuestas muy sólidas, muy buenas, incluso en el estado (Coahuila) tenemos grandes poetas como Mercedes Luna, Claudia Luna y Ester García. La poesía escrita por mujeres no le pide nada a la escrita por un hombre, tiene mucha calidad y está surgiendo en una época donde el país va a seguir dando batalla.

¿Cómo ves a La Laguna como plaza literaria?

Yo la veo muy bien, porque han surgido muy buenos escritores como Carlos Velazquéz, Reyes Ávila o Vicente Alfonso, y en el caso de Monclova también está Antonio Sonora. Creo que todos los escritores coahuilenses estamos haciendo muy buena literatura en el país. En el caso de La Laguna, compite en calidad y en cantidad con los escritores de Saltillo. Yo sí veo un panorama literario muy bueno en todo Coahuila.

¿Se puede vivir de ser poeta?

Sí, esto si logras establecerte y tener reconocimiento, básicamente de los lectores.

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