¿Son tan limpias las energías verdes?
Reportaje

¿Son tan limpias las energías verdes?

Claroscuros de una producción alternativa

En el tema de las energías alternativas difícilmente se ponen en duda sus beneficios. Cuando se abordan en un contexto político, como el vigente en México donde el gobierno federal intenta priorizar el uso de combustibles fósiles, los impulsores de las energías verdes y los adversarios políticos del presidente en turno subrayan con mayor énfasis las ventajas de aprovechar el sol, el viento, el agua y la vegetación para generar electricidad y combustibles, descartando los claroscuros derivados. ¿Son del todo limpias las energías alternativas? Probablemente por su incipiente desarrollo plasmen en el horizonte una tenue huella adversa para el ambiente y la sociedad; borrarla por completo será el reto a resolver en un mundo que continuará moviéndose con carburantes fósiles.

Sin duda las ventajas de las energías renovables destacan. Prueba de ello es la reducción en la emisión de gases de efecto invernadero al captar los rayos del sol, o al girar las hélices con el fuerte viento, pero, ¿qué hay de los procesos de producción de los componentes necesarios para el desarrollo de esa tecnología? ¿Qué ocurre con el desmonte de las tierras para cambiar su uso de suelo? Afirmar que la producción de energías alternativas no emite impactos negativos al medio ambiente no es del todo cierto.

Las celdas solares, las baterías y demás implementos requeridos en el caso de la energía fotovoltaica, sí contaminan al momento de fabricarlos. Incluso en su proceso de elaboración se mantiene el uso de hidrocarburos y otros compuestos tóxicos.

Los paneles a base de sílice cristalino requieren principalmente de triclorosilano, así como de oxicloruro de fósforo y de ácido clorhídrico, tres fórmulas de alto riesgo cuando se les expone al calor y que también reaccionan al agua. El ácido clorhídrico (HCl) es altamente corrosivo.

Si la celda está hecha con sílice amorfo, los componentes son igualmente dañinos, como la fosfina que se enciende espontáneamente al contacto con el aire; en caso de reacción química está considerada como nociva. Se requiere también de diaborano en la fabricación de las celdas, compuesto químico resultante de la combinación de boro e hidrógeno, gas incoloro que se mezcla con facilidad con el aire y puede explotar.

Existen otro tipo de celdas fabricadas con cadmio y con hidruro de selenio. El primero es un metal pesado dañino, relacionado con la aparición de cáncer; el segundo es un compuesto que también forma mezclas explosivas en el aire y es extremadamente venenoso.

Para encapsular los paneles solares, se emplea como protección una película plástica hecha de etileno acetato de vinilo, EVA por sus siglas, polímero derivado de hidrocarburos.

La dependencia de otros recursos derivados de los combustibles fósiles, de la minería y de procesos químicos de alto riesgo, empañan la transparencia de los nuevos procesos de producción energética.

Algunos materiales empleados en las celdas solares son tóxicos, otros generan contaminación en su producción. Foto: Freepik

Los riesgos químicos se sitúan en la producción de las celdas fotovoltaicas, sobre todo cuando se hace circular gas neutro en el cloruro de fosforilo (POCl3) a través de los emisores de las células, con la finalidad de modificar sus propiedades eléctricas; es un proceso conocido como dopaje, en el cual se aprovechan las impurezas del semiconductor. El cloruro de fosforilo es tóxico y corrosivo.

Otro momento de riesgo en la producción de células solares comienza con los baños de ácido fluorhídrico (HF) para incrustar el silicio y darle una textura lisa; asimismo se agrega sosa (NaOH) y otros ácidos como el nítrico (HN03) y el clorhídrico (HCl) para tener mejor acabado en la superficie.

Por otra parte, el rezago de la tecnología para obtener energías verdes eleva el costo para el consumidor final; también dependen todavía de métodos y procesos de respaldo para su almacenamiento como los acumuladores a base de plomo y plástico. Además, las energías alternativas están completamente ligadas a la presencia de los recursos naturales, sin duda, de tal forma que no puede generarse electricidad si deja de soplar el viento o si está nublado, aunque ya se diseñan complejos de captación solar donde la sal es el elemento principal que se funde con el calor reflejado por espejos para continuar produciendo electricidad durante la noche.

Los desequilibrios se presentan porque las energías renovables requieren de amplias extensiones para la colocación de celdas y aerogeneradores, de manera que se alteran los nichos ecológicos al expulsar miles de especies de flora y fauna de los sitios donde se realiza el cambio de uso de suelo. Los impactos señalados anteriormente son “áreas de oportunidad”, como se les llama a las fallas derivadas de un nuevo modelo de producción.

INSECTOS, LAS PRIMERAS VÍCTIMAS

Los paneles solares, considerados como uno de los dispositivos más efectivos para generar energía renovable, pueden llegar a provocar la desaparición de comunidades enteras de insectos acuáticos”, escribió la agencia londinense BBC en su sección Ciencia y Tecnología, en referencia a un estudio desarrollado por investigadores norteamericanos y húngaros, quienes destacaron uno de los problemas derivados de la generación de energía limpia.

El descubrimiento de la mortalidad de insectos por la presencia de celdas solares es de los más hostiles debido a que las poblaciones de polinizadores han descendido drásticamente en el mundo a causa del uso de potentes agroquímicos; ahora se agregan los campos de captación de energía fotovoltaica.

Los insectos acuáticos son el primer eslabón en la cadena alimenticia de aquel nicho, su exterminio abatiría poblaciones de peces y demás seres vivos del agua. De acuerdo al informe de los investigadores citados por la BBC, los insectos acuáticos confunden la superficie de los paneles solares con lagunas o lagos. Por su superficie lisa y brillante donde se refleja el cielo, aparenta falsos cuerpos de agua; a este efecto se le conoce como “trampa ecológica”. Entonces las libélulas, los caballitos del diablo y las efímeras acuden a esta superficie con la expectativa de reproducirse y depositar sus huevecillos, pero al ser un elemento tecnológico caliente y rígido, los insectos alados perecen.

Los paneles solares son una amenaza para las poblaciones de insectos acuáticos. Foto: Behance / Wenyi Geng

La atracción es tan fuerte hacia los paneles solares que son incapaces de escapar de su influencia”, declaró Bruce Robertson a la BBC. Robertson es ecologista del Departamento de Energía de los Grandes Lagos, en Michigan, y participante en la elaboración del estudio que confirma el abatimiento de los insectos frente a las tecnologías verdes.

Los paneles, como el agua, reflejan la luz polarizada de forma horizontal “y los insectos utilizan vibraciones de estas ondas lumínicas para detectar agua”, se publicó en el portal londinense, donde también se expresa la duda: ¿Cómo es posible que una vez que entran en contacto con el panel solar no se dan cuenta de que no es un lago? “Es sorprendente, pero es así. Como el único elemento natural en el mundo que polariza la luz es el agua, estos insectos evolucionaron de forma tal que la única información que utilizan para reconocerla es la luz polarizada”, responde el investigador norteamericano.

Para confirmar el estudio, los investigadores colocaron diversos paneles solares en el bosque húngaro. El fenómeno de la trampa ecológica se repitió, y al mismo tiempo encontraron la solución al dividir la celda insertando líneas blancas para atenuar los efectos, de tal forma que fragmentaron el lago artificial en pequeños charcos desdeñados por los insectos.

Si bien este estudio revela algunos de los efectos que producen los paneles solares en los animales acuáticos, nada se sabe sobre el impacto que puedan llegar a tener sobre insectos o animales terrestres, sobre todo en las zonas desérticas, que son el escenario principal de la mayor parte de los proyectos de energías limpias basadas en tecnología solar”, concluyó la nota informativa como si fuera una franca alusión a los campos de captación de energía solar que se instalan en el desierto del centro norte de México, donde surgió el mayor de los parques solares de América.

TARDE NUBLADA

De acuerdo al portal CienciaUNAM, de la Universidad Nacional Autónoma de México, en menos de un siglo alrededor del 50 por ciento de la energía que se aproveche en el mundo provendrá del sol. Aún falta tiempo.

Para el investigador Mauro Valdés Barrón, responsable del Observatorio de Radiación Solar del Instituto de Geofísica de la institución pública, estima que una superficie de 50 kilómetros cuadrados “podría recibir durante el año la suficiente energía solar para satisfacer las necesidades de una población de 120 millones de habitantes”; el conocedor se refiere a momentos de alta sofisticación y rendimiento de las nuevas tecnologías, lo que todavía no ocurre. A pesar de ello, Valdés Barrón plantea que sólo la mitad de la energía necesaria provendría de fuentes solares, no más, acaso por motivos políticos y por la fuerte presión de las multinacionales que emplean combustibles tradicionales.

De acuerdo a las Estadísticas clave de energía mundial 2020, en 1973 la humanidad producía electricidad usando principalmente petróleo (46.2 por ciento), le seguía el carbón mineral (24.5 por ciento) y el gas natural (16 por ciento), mientras que la energía nuclear aportaba el 0.9 por ciento.

Las energías alternativas presentan un crecimiento lento y están lejos de abastecer a la mayor parte de la población. Foto: Freepik

Respecto a las energías alternativas, la hidrotermal representaba el 1.8 por ciento y los biocombustibles producidos con aceites vegetales y materia orgánica aportaban el 12.3 por ciento. La energía del sol y eólica se agrupaban en “otras”, que significaron el 0.1 por ciento del suministro total en aquel entonces.

Casi medio siglo después, en 2018, las fuentes básicas de abastecimiento continuaron siendo el petróleo, el carbón mineral y el gas natural. Aunque el petróleo tuvo una caída significativa de casi el 15 por ciento, no fueron las energías renovables las sustitutas, sino el gas natural (también fósil), el cual tuvo un crecimiento de 6.8 puntos porcentuales en aquel periodo. También el uso del carbón mineral se incrementó, no en México, sino en todo el mundo: de 24.5 por ciento pasó a generar el 26.9 por ciento de la energía en el planeta.

La utilización del gas natural, que se obtiene mediante la técnica de la fracturación del subsuelo (altamente cuestionada por su impacto negativo a los acuíferos) fue el que mayor incremento tuvo: poco menos del siete por ciento. Le siguió la energía nuclear, con un aumento de cuatro puntos porcentuales en su uso.

Las fuentes hidrotermales subieron en su aporte menos de un punto porcentual (0.7) en el periodo citado, en cambio los biocombustibles descendieron 1.2 por ciento. Se reitera: la caída de 14.6 puntos porcentuales en el uso del petróleo, no fue sustituida por fuentes alternativas o verdes, sino por el gas natural, el carbón y la energía nuclear. Sin embargo, no hay que despreciar el crecimiento de 1.9 por ciento de las fuentes renovables como el sol y el viento.

Entre 2005 y 2018 la producción de electricidad a partir del viento se disparó de 104 teravatios/hora (TWh) a 1,273 TWh, mientras que la generación con energía solar creció de solo 4 TWh en 2005 a 554 TWh en 2018. Cifras impresionantes pero del todo insuficientes atendiendo a la necesidad imperativa de frenar las emisiones de CO2 para hacer frente al calentamiento global”, señaló el portal Energías Renovables al analizar la estadística de energía global.

TRAMPAS ECOLÓGICAS

Entre los desiertos donde la luz solar tiene mayor duración se encuentra el norte de América y el desierto del Sahara central y oriental; se suma a la lista el noroeste de México. En estos territorios destaca la ciudad de Yuma, en Arizona, donde se tienen más de cuatro mil horas de sol que corresponden al 91 por ciento del tiempo de luz de día. Pese a ello, la empresa Enel Green Powel optó por otra región para colocar su campo solar. En uno de los municipios aislados de Coahuila, el ejido San Juan de Villanueva, en el municipio de Viesca, construyó el mayor campo de captación de energía solar de Norteamérica.

La porción seleccionada por la empresa productora de energía fotovoltaica fue el fondo de una laguna, la de Mayrán, donde desembocaba hasta hace ocho décadas el río Nazas. Con la construcción de las presas Lázaro Cárdenas a mediados del siglo pasado y la de Francisco Zarco en los sesenta, el flujo de las aguas del Nazas se frenó. La extensa laguna se secó, dando paso a un nuevo nicho para las plantas y animales del semidesierto.

El mayor campo solar de Norteamérica se ubica en Viesca, Coahuila. Foto: gob.mx

Sobre una superficie cercana a las tres mil hectáreas, la empresa multinacional, de origen italiano y cuya sede de operación se encuentra en Roma, construyó lo que se considera el más grande de los parques solares de América del Norte, donde pretende generar 1,700 giga watts por hora (Gwh), energía suficiente para proveer a un millón de hogares, de acuerdo a la información oficial de la empresa.

Para lograrlo, las tres fases del proyecto incluyeron la colocación de dos millones 300 mil paneles solares en una superficie de dos mil 400 hectáreas, equivalentes al dos por ciento de la superficie de la ciudad de Roma. Esta acción implicó el desmonte a profundidad, expulsando de la zona a la fauna y removiendo la flora local.

El Manifiesto de Impacto Ambiental que por ley debe presentar la empresa, confirma el trabajo realizado para la “esterilización” del suelo donde colocó las celdas fotovoltaicas: Para el desmonte y el despalme (como se le llama a la extracción de raíz de toda planta) “Se remueve la vegetación arbórea, arbustiva y herbácea en las áreas para obras temporales y permanentes del Proyecto (desmonte). Posteriormente, se procede a la remoción de la capa de suelo (despalme), remoción y disposición de los troncos y raíces mayores a cinco centímetros de diámetro, así como todas las raíces enredadas de cualquier tamaño a una profundidad mínima de 10 centímetros, con la ayuda de tractores de oruga con cargador frontal. El material producto de esta actividad se almacenará temporalmente en el sitio del proyecto, en áreas destinadas para ello. En esta actividad también se incluye el retiro de maleza, arbustos, tocones, rocas y piedras de tamaño grande, entre otros. El desmonte y despalme se deben realizar en forma gradual y unidireccional para permitir el desplazamiento de la fauna hacia zonas menos perturbadas”, se lee en el manifiesto.

Las leyes mexicanas obligan a contemplar medidas de remediación y manejo de los especímenes que puedan ser recuperados, para lo cual la firma destinó 215 hectáreas (alrededor del nueve por ciento de la superficie total desmontada) donde replantó algunos de los ejemplares de flora; los animales, como lo indicó en el Manifiesto de Impacto Ambiental, fueron desplazados del sitio.

Más adelante, en el mismo documento, se resalta otro de los impactos: la “modificación importante al paisaje, debido al retiro de la vegetación y por la inclusión de los generadores o paneles fotovoltaicos que pudieran producir un efecto de espejo de agua para la fauna, especialmente de algunas aves, impacto evaluado en el presente documento; sin embargo, el sitio será cercado y se acondicionarán estructuras antipercheo, como parte de las medidas de mitigación, para evitar que ingresen y que se desplacen por lo tanto a los paisajes similares que se encuentran alrededor y donde existen remanentes de vegetación similar a la del sitio del Proyecto”, recalca el manifiesto. Habrá que evaluar si la medida resulta eficaz para prevenir la caída en las poblaciones de aves.

El tema no es menor, a tal grado que a mediados del año pasado el laboratorio Argonne del Departamento de Energía de los Estados Unidos invirtió un millón 300 mil dólares para investigar la interacción entre las aves y los paneles solares: “El estudio de Argonne publicado en 2016 estimó, basándose en los limitados datos disponibles, que las colisiones con los paneles fotovoltaicos en las instalaciones solares a escala de central eléctrica de Estados Unidos, matan entre 37 mil 800 y 138 mil 600 aves al año. Si bien es una cifra baja en comparación con las colisiones contra edificios y vehículos, que hacen caer a cientos de millones de aves anualmente, saber más sobre cómo y cuándo se producen esas muertes podría ayudar a prevenirlas”, señala el informe elaborado por Leroy J. Walson Jr y su equipo del laboratorio citado.

Las aves también corren riesgo en las zonas con celdas fotovoltáicas. Foto: Behance / Karolis Strautniekas

En Estados Unidos el avance de las fuentes de energía renovable ha crecido 14 por ciento desde el 2004, confirma el estudio de Walson, y reconoce que “a pesar de los beneficios de la reducción de las emisiones tóxicas y de carbono de un recurso energético perpetuo, existe la posibilidad de impactos ambientales negativos como resultado del desarrollo solar a escala de servicios públicos”, entre éstos la huella espacial, donde la relación es de entre 1.4 y 6.2 hectáreas para producir un megawatt de energía. Con ello se requerirán grandes extensiones para la instalación de las plantas solares, las cuales han ocasionado dos tipos conocidos de mortalidad en la avifauna: la relacionada con la colisión contra las estructuras y la causada por el flujo solar; esta última significa la muerte por los efectos de quemarse con la exposición de la luz solar concentrada.

La mortalidad puede resultar de manera directa, chamuscado de las plumas que provocan la pérdida de la capacidad de vuelo y causan el impacto con otros objetos, o deterioro de la capacidad de vuelo para reducir la posibilidad de alimentarse o evitar los depredadores, lo que da como resultado la inanición o la depredación del individuo”; la descripción de la muerte lenta y dolorosa la realiza el análisis.

MEDIDAS INCIPIENTES DE REMEDIACIÓN

La empresa multinacional Enel Green Power reconoce que existen especies prioritarias que fueron afectadas con la instalación del parque solar de Viesca, Coahuila. Conforme a la legislación nacional se exigió la identificación de especies de flora y fauna en peligro de extinción, amenazadas, o sujetas a protección especial.

Entre los ejemplares sobresalientes se identificaron a las cactáceas cuyo nombre científico es Echinocactus horizonthalonius, biznaga que sólo crece en el sur de Estados Unidos y norte de México; otra biznaga singular afectada es la Ferocactus hamatacanthus, que es exclusiva de esta porción de América. Una más, endémica de una región más estrecha (Coahuila, Durango y Chihuahua) es la cactácea Mammillaria lasiacantha, que fue retirada de su nicho, así como la nativa de nuestro país Mammillaria pottsii, y la muy mexicana Ferocactus histrix. Ninguna de ellas crece en otras partes del mundo, tampoco lo hará bajo los paneles.

Respecto a la fauna, en la categoría de “peligro de extinción” se halla el alicante, Pituophis deppei, serpiente acosada desde tiempo atrás por los habitantes del desierto quienes le atribuyen males ocasionados al ganado. Lo cierto es que esta víbora controla las poblaciones de plagas. La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad indica sobre el alicante: “A pesar de que tiene un amplio rango de distribución, no se tiene una certeza sobre el tamaño de las poblaciones de esta especie; esto aunado a su carácter de endémica de México y su estatus de amenazada por ser constantemente perseguida, ocasionándole la muerte o para uso comercial y sobre todo por la serie de mitos que se tienen sobre esta especie, hacen que sea prioritaria su conservación”.

Las lagartijas Uma Exsul y Sceloporus grammicus, la tortuga de casquito o de pantano Kinostemon integrum y la serpiente de cascabel Crotalus molossus fueron desplazadas de su hábitat utilizando potentes trascabos.

Los campos solares suelen instalarse en desiertos, donde la vegetación y la fauna deben ser removidas o desplazadas de cientos de hectáreas de terreno. Foto: Behance / Vincent Mahé

Para la firma trasnacional el balance de los impactos es positivo, porque se reducen las emisiones de gases efecto invernadero; se propicia una derrama económica en los poseedores de las tierras, los ejidatarios, con lo cual se incrementan sus ingresos y se obtienen beneficios en la calidad de vida; se ofertaron empleos temporales durante la construcción y para la vigilancia del lugar; asimismo se contribuyó en el logro de las metas de los gobiernos en materia ambiental.

En cuanto a los impactos negativos, Enel Green reconoce al cambio de uso de suelo que podría extenderse por cuarenta años. También el cambio en el paisaje es un impacto negativo que desde su valoración será irreversible, según lo muestra la propia organización en el documento Evaluación de Impacto Social del proyecto Parque Solar Villanueva Tres, elaborado en julio de 2016.

En cuanto al surgimiento o cambio de liderazgos sociales y políticos a nivel local y regional, ante la presencia de la planta, lo contempla como un impacto negativo “ligeramente grave”.

CEREALES PARA LA COMBUSTIÓN INTERNA

Cuando el ingeniero Rudolf Christina Karl Diesel diseñó el motor de combustión de alto rendimiento, utilizó aceite de cacahuate para echarlo a andar. Con la creación de la máquina que revolucionó el mundo también nació el biocombustible, en mala hora, porque al mismo tiempo la industria del petróleo cobraba protagonismo como el combustible básico.

El biodiesel ha brindado mayor rendimiento y potencia a los motores, eliminando las emisiones de bióxido de carbono. Su obtención es simple, a partir del aceite vegetal; sin embargo, para producir este aceite se han destinado miles de hectáreas al cultivo de cereales, como la soya, sacrificando selvas y bosques.

El informe Biocombustibles: perspectivas, riesgos y oportunidades, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (ONUAA), más conocida como FAO, reconoce la importancia de la agricultura como proveedora de la materia prima para crear biodiesel y etanol, otro eficiente combustible elaborado a partir de la caña de azúcar. “La bioenergía moderna constituye una nueva fuente de demanda de productos agrícolas (…). Al mismo tiempo genera una competencia cada vez más fuerte por los recursos naturales, particularmente la tierra y el agua a corto plazo. La competencia por la tierra se convierte en un problema cuando algunos de los cultivos, por ejemplo el maíz, el aceite de palma y la soya, que actualmente se cosechan para producir alimentos, se destinan a la producciones de biocombustibles”.

El etanol representa el 85 por ciento de los biocombustibles que se producen en el mundo. Los mayores productores son Brasil y Estados Unidos, quienes aportan el 90 por ciento; también contribuyen Canadá, China y la Unión Europea con el restante diez por ciento. En cuanto al biodiesel, su elaboración se concentra en Europa.

Los plantíos de soya para la producción de biocombustible han provocado deforestación severa. Foto: Pixabay

Debido a la eficiencia de los biocombustibles, han aumentado las áreas de cultivo propiciando el desmonte: “Los cambios en el uso de la tierra asociados con el auge de la producción de biocombustibles pueden tener repercusiones considerables. Por ejemplo, la conversión de terrenos forestales en tierras de cultivos destinados a la producción de biocombustibles o de cultivos agrícolas desplazados de otras tierras por materias primas para biocombustibles, puede liberar grandes cantidades de carbono que tomaría años recuperar mediante la reducción de las emisiones que resulten de la sustitución de biocombustibles por combustibles fósiles”, una paradoja.

El trigo, el arroz, el maíz, el sorgo, la caña de azúcar, la yuca y la remolacha azucarera se han convertido en materia prima para los biocombustibles. El estudio World Energy Outlook 2006 de la Agencia Internacional de Energía pronostica un aumento en las áreas cultivables a nivel mundial dedicadas a la producción de biocombustibles: del uno por ciento destinado en 2004 al 3.8 por ciento en 2030. La cara adversa en este aspecto es la devastación de suelos, la deforestación de bosques y selvas para la producción de cereales que no serán alimento para los humanos.

De acuerdo a Greenpeace (ONG ambientalista internacional) en 2018 se deforestaron en Argentina 113 mil hectáreas en cuatro provincias, incluso en zonas restringidas, para el cultivo de soya con fines de producción de biocombustibles.

En la Amazonia se intensifican los incendios provocados para la reconversión de la tierra. Las organizaciones ambientalistas Ecologistas en Acción y Rainforest Foundation Norway, subrayan el incremento de los incendios ilegales y la violencia contra las comunidades locales, el acaparamiento de las tierras y la contaminación de suelo y agua por el uso de agroquímicos. “La exportación de los granos de soya a la Unión Europea de enero a julio de 2020 ha aumentado un 75 por ciento en comparación con el mismo periodo del 2019”, señalaron ambas agrupaciones.

Otros informes reportan el crecimiento exponencial de los cultivos de soya en el estado Mato Grosso en la Amazonia brasileña, arrasando los bosques tropicales: en 1991 había 1.2 millones de hectáreas cultivadas, en 2010 fueron 6.2 millones y en 2016 se elevaron a 9.4 millones de hectáreas desmontadas para destinarlas a la producción del cereal, una parte aprovechada en la producción de combustible.

La muerte de millones de árboles despide a la atmósfera bióxido de carbono, el mismo que disparan los motores de los automóviles que usan gasolina derivada del petróleo.

El uso de la soya para producir biocombustibles ha resultado tan devastador como el empleo del aceite de palma. “Se ha calculado que por cada hectárea de cultivo de soya se pierden entre 16 y 30 toneladas de suelo”, demuestra el análisis Soja ¿la nueva palma de los biocombustibles? de Ecologistas en Acción.

Los incendios en las selvas aumentan mientras se dispara la producción de biocombustibles. Foto: EFE / Fernando Bizerra JR

Los biocombustibles incluso están relacionados con la aparición de las pandemias: “Los impactos del monocultivo de la soya van mucho más allá del cambio climático. La deforestación implica la pérdida de biodiversidad y la alteración de ecosistemas (…) que incrementan la aparición y rápida expansión de enfermedades zoonóticas como la COVID-19”, destaca el documento.

DESDE LAS ENTRAÑAS DE LA TIERRA

La energía geotérmica también tiene su lado oscuro: pueden liberarse a la atmósfera ácido sulfhídrico y bióxido de carbono; asimismo pueden presentarse derrames de arsénico o amoniaco en cuerpos de agua limpia. Por sus características es una energía que no puede transportarse, por lo que solo ha de consumirse en sitios aledaños. Se transforma el paisaje y su disponibilidad es limitada. En la actualidad su aprovechamiento es reducido.

En cuanto a la energía eólica se consideran como desventajas, además de la lógica que resulta de su dependencia de las corrientes del viento, la velocidad de las corrientes, las cuales si resultan demasiado fuertes pueden causar daños en las turbinas; para transportar la energía también es necesaria la construcción de líneas de alta tensión, como ocurre con la energía obtenida por fuentes tradicionales. La instalación de parques eólicos impacta a la avifauna y manifiesta un impacto visual sobre los paisajes, aunque los diseños de los aerogeneradores han sido más estéticos. Así como los parques solares, los eólicos requieren de amplias superficies para lograr generar energía suficiente que pueda abatir los costos de producción.

A pesar de esta lista de inconvenientes, vale la pena continuar con el desarrollo de las tecnologías alternativas, con el propósito de frenar los daños causados hasta el momento. Aunque cada exhalación humana, con o sin combustible verde, deje un halo de destrucción en el planeta.

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