Una de las razones por las que Andrés Manuel López Obrador logró ser electo a la Presidencia de la República es porque convenció a los ciudadanos que representaba una opción favorable a los pobres. Si bien el propio mandatario ha descalificado a las clases medias, a las que considera aspiracionales y egoístas, esas mismas clases medias lo respaldaron en buena medida en 2018 porque, como la mayoría de los ciudadanos, se sienten incómodas por vivir en un país de pobreza.
Por eso es tan lamentable que en los primeros años de este gobierno el país haya sufrido un incremento notable en el número de pobres. A pesar de las afirmaciones del presidente de que a los gobiernos anteriores no les importaban los pobres, los datos señalan otra cosa. Desde que el gobierno de México empezó sus reformas liberales en los años noventa, se registró un descenso gradual de la pobreza y también de la desigualdad. A partir de 2018, sin embargo, se ha revertido el proceso. No sólo hay un aumento en el número de pobres, sino que además los programas sociales han reducido su apoyo a los pobres para aumentar los que reciben las clases medias e incluso los ricos, como lo ha señalado el extitular del Coneval, Gonzalo Hernández Licona.
El desplome económico de 2020, producto de la pandemia de COVID-19, ha sido la principal razón del aumento en la pobreza. La enfermedad no fue culpa del gobierno, claro, pero la contracción económica empezó antes, al comenzar el actual gobierno, y fue producto de una caída importante de la inversión productiva. La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, los cambios de reglas en la inversión en petróleo y en electricidad, y la cancelación de la nueva planta cervecera de Constellation Brands fueron los principales golpes que llevaron a una disminución de las inversiones.
Los especialistas en el combate a la pobreza descubrieron hace tiempo que los programas gubernamentales por sí solos no pueden reducir la pobreza. A lo mucho, ayudan a mantenerla estable. En el caso de los programas sociales de nuestro país, su eficacia ha disminuido por su pérdida de focalización: por no concentrarse ya en las clases más marginadas de la población. Sin embargo, la única manera de reducir realmente la pobreza en el mediano o largo plazo es generar inversión y riqueza. En este rubro se ha registrado el peor fracaso de este gobierno. Sus acciones han estado hechas más para ahuyentar la inversión que para atraerla.
Hay que tener cuidado con lo que se quiere, no sea que uno lo logre. Si un gobierno se dedica a demonizar a los empresarios, es muy probable que estos se lo crean. Algunos seguirán invirtiendo, porque el mercado mexicano es el más importante o el único que tienen, pero otros preferirán buscar opciones en que los empresarios no sean vistos como enemigos de la sociedad.
Una lucha eficaz contra la pobreza obliga a tener buenas políticas públicas. Apoyar a los más marginados a escapar de la trampa de la pobreza es indispensable para la sociedad, pero también generar las condiciones para que los inversionistas privados generen más prosperidad. De momento el gobierno está fallando en los dos frentes. Los programas sociales de hoy han sido menos eficaces que los de antes. Pero la caída de la inversión ha sido el factor crucial. Sin inversión, no puede haber prosperidad.
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