Testigo de historias que se entrelazan por sus callejuelas y retumban en sus muros, el casco colonial de Quito es un museo viviente con miles de piezas arquitectónicas, arqueológicas, bibliográficas y artísticas, muchas de ellas exhibidas en imponentes edificaciones pero, otras, en pequeños reductos.
"Quito es una gran muestra al aire libre de la historia del arte y la arquitectura universal", asegura Fabián Amores, director general del colectivo Mediarte, sobre la amalgama de estilos que reflejan los diferentes momentos históricos y artísticos de esta ciudad milenaria conocida como Luz de América.
Una muestra visible a través de toda la arquitectura del casco colonial, pero también en sus museos, muchos de los cuales están integrados en imponentes complejos arquitectónicos, mientras pequeñas puertas de otros abren al visitante un recorrido por su pasado más desconocido.
ARTE, RELIGIÓN Y ARQUITECTURA
Si bien Quito comenzó su andadura mucho antes de la llegada de los españoles, su arte se vio impulsado a partir del siglo XVI por sucesivas corrientes e influencias europeas que alentaron una pujante creatividad local.
El Museo de San Francisco, dentro del convento homónimo y que contiene una de las mejores colecciones de arte religioso colonial, es quizás uno de sus ejemplos más emblemáticos junto con la Iglesia de la Compañía de Jesús. Sus obras, de los siglos XVII al XIX, pertenecen a la famosa Escuela Quiteña de artistas como Miguel de Santiago, Manuel Chili "Caspicara" o Bernardo de Legarda.
A este último corresponde su icono artístico, la Virgen inmaculada de Quito (1734), en el altar mayor de la iglesia de este complejo arquitectónico de 3.5 hectáreas, cuya construcción tardó algo más de cien años.
Con tres galerías y ocho salas de exposición, se pueden recorrer también los dos claustros principales del convento, el coro, las torres del campanario y su antigua cervecería.
"Somos un museo vivo. El turista no sólo tiene la experiencia de visitar espacios museísticos, también puede percibir la vivencia cotidiana de los frailes", indica su director, Pablo Rodríguez.
Foto: EFE/ José Jácome
CONVENTO, CLAUSTRO Y MUSEO
A unas cuadras está el Museo del Carmen Alto, de la comunidad de Carmelitas Descalzas, que custodia unos 3 mil bienes patrimoniales entre pinturas, esculturas, textiles, documentos, libros e instrumentos musicales.
La dormición de la Virgen, uno de sus conjuntos escultóricos más afamados, está formado por 17 figuras de siglo XVIII que representan a la Virgen, los doce apóstoles, dos ángeles y dos primas de la Virgen, explica Nataly Albán, supervisora de guías del Museo, abierto al público en 2013 después de cuatro siglos de vida recluida.
Envuelto en un silencio casi absoluto pese a estar enquistado en el corazón mismo del concurrido casco colonial, el museo tiene más de veinte salas de exposición.
EL PEQUEÑO VERSALLES
A los pies de la icónica Virgen del Panecillo, el símbolo más reconocible de la ciudad andina, se encuentran también el Museo de Arte Colonial, el del Pasillo, y el de la Casa de Sucre, memoria del héroe independentista latinoamericano.
A escasos cinco minutos a pie, el Museo de Arte e Historia Alberto Mena Caamaño recrea en cera el evento que dio alas al proceso independentista en Ecuador y, quizás, de toda Latinoamérica: la masacre de los patriotas del 2 de agosto de 1810.
También está el Museo de la Ciudad, que durante 400 años funcionó como hospital; además del Antiguo Círculo Militar, con descomunales salones y construido alrededor de 1917.
Una pequeña muestra de ese rico pasado que cobra vida con cada paso por las estrechas y empinadas callejuelas del Quito colonial.
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