Pobres por naturaleza
Opinión

Pobres por naturaleza

Jaque Mate

La humanidad siempre ha sido pobre. Según el evangelista Mateo, Jesús de Nazaret lo expresó así: “A los pobres siempre los tendréis…” Thomas Hobbes, el filósofo inglés, escribió en el Leviatán, su obra fundamental, que en la condición natural la existencia del ser humano era “solitaria, pobre, cruel, brutal y corta”. Ya en el siglo XX, el economista austriaco Ludwig von Mises argumentó que “el ‘estado natural’ que los reformistas y utopistas describieron como paradisíaco era en realidad un estado de pobreza extrema y angustia”.

Durante milenios nadie se preocupó por mantener estadísticas sobre la pobreza porque se daba por hecho que la enorme mayoría de la humanidad vivía y viviría siempre en la miseria. Las familias tenían muchos hijos para que algunos sobrevivieran el hambre y las enfermedades. Los ricos eran simplemente aquellos que conseguían suficiente alimento para nutrir a sus familias o que tenían alguna propiedad. La gran masa apenas tenía qué comer.

Las primeras mediciones serías sobre la pobreza se produjeron a principios del siglo XIX y fueron producto de un hecho inédito en la historia. Por primera vez un grupo importante de la población del mundo estaba empezando a vivir fuera de la pobreza. Esto fue producto del inicio del sistema económico de libre empresa, el cual surgió en la Inglaterra de fines del siglo XVIII y principios del XIX junto con la revolución industrial.

Según Our World in Data, portal de internet que se nutre de las investigaciones de Max Roser y un grupo de académicos que recopilan la información estadística más confiable del mundo, el 94 por ciento de la humanidad vivía en pobreza en 1820 y el 84 por ciento en pobreza extrema. Para 2015, sin embargo, ya menos del 10 por ciento de la población del mundo sufría pobreza extrema. En los últimos 200 años se ha generado un verdadero milagro en el mundo: esa miseria que impide que las familias tengan siquiera lo necesario para alimentarse, y que fue la condición de virtualmente toda la humanidad desde el principio de la historia, se ha convertido en un problema que afecta sólo a una pequeña parte de la población del orbe.

¿Hay un responsable de este avance? Sí, el sistema de libre empresa que ha liberado la economía del control asfixiante de reyes, iglesias y nobles y que ha generado un mercado con competencia que al final nos ha beneficiado a todos. Esta responsabilidad queda muy clara cuando vemos el caso de China, uno de los países más pobres del mundo hasta la muerte del dirigente comunista Mao Zedong en 1976, que tuvo un despegue económico espectacular a partir de 1978, cuando Deng Xiaoping introdujo las reformas de mercado que permitieron la actividad económica privada.

La pobreza extrema ya no puede aceptarse como condición natural de la humanidad. Hoy sabemos que, con las políticas adecuadas, cualquier país puede generar el crecimiento y los empleos que permitirán desterrar parcial o totalmente la miseria. También sabemos, sin embargo, que los países pueden tener involuciones que los llevan a perder terreno y empobrecerse. Es el caso, por ejemplo, de Argentina, Venezuela y Cuba, que en distintos momentos se han encontrado entre los países más prósperos de América Latina o incluso del mundo. Al imponer restricciones a la libertad económica, los tres han empobrecido a sus poblaciones de forma importante. Las políticas económicas, si son acertadas, pueden enriquecer, pero si son erróneas llevan inevitablemente al empobrecimiento de la población.

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