Padres sin hijos
Nuestro mundo

Padres sin hijos

Los cuentos que conforman el libro de Hiram Ruvalcaba son tragedias que pueden ocurrirle a cualquiera.

Si realmente hay un fantasma, ese es el del padre, que siempre traemos en el hombro como perico de pirata”, sostiene Federico Campbell en Padre y Memoria. Para confirmarlo basta leer Los hermanos Karamazov, Beber un cáliz o La invención de la soledad porque de Franz Kafka a Juan Rulfo, de Fiódor Dostoievski a Paul Auster, la relación entre padres e hijos ha sido un tema esencial en la literatura. Es comprensible: de muchas formas la presencia —o ausencia— del padre determina nuestra visión del mundo, tal vez por eso existen muchos más libros narrados desde la perspectiva del hijo que desde el punto de vista del padre. He tenido presente esta idea mientras leía Padres sin hijos de Hiram Ruvalcaba, ganador del Premio Nacional de Cuento José Alvarado 2020 y publicado hace unos meses por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).

De acuerdo con la solapa del libro, Ruvalcaba nació en 1988 en Zapotlán El Grande y es narrador, periodista y profesor de literatura. Además del galardón ya mencionado, ha recibido el Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2018 y el Nacional de Crónica Joven Ricardo Garibay en 2020. Es Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y Maestro en Estudios de Asia y África por El Colegio de México.Otros de sus libros son El espectador (2013), Me negarás tres veces (2017) y La noche sin nombre (2018).

Padres sin hijos es un libro poderoso que destaca, en primer lugar, por la malicia literaria de su autor, pues Ruvalcaba aprovecha los conflictos propios de la paternidad para forjar un libro de muy alto voltaje. De este modo logra un catálogo de pesadillas cotidianas: padres criminales que buscan el perdón de sus hijos. Padres que no se reconcilian con la idea de serlo. Padres que se internan en el bosque a seguirle los pasos a la muerte. Padres que buscan a sus hijos desaparecidos. Padres abrumados por cumplir con el papel que la sociedad impone.

Así, la mayoría de los ocho cuentos que conforman el volumen son tragedias que pueden ocurrirle a cualquiera. Ejemplo de ello es el relato “Elefantes marinos”, una historia de terror que por desgracia sucede con frecuencia: extenuado por los cuidados que su bebé demanda, un papá olvida dejar al infante en la guardería y conduce directo a la oficina. El pequeño queda abandonado en el asiento trasero del coche, expuesto a altísimas temperaturas. La pesadilla inicia cuando, horas después, el protagonista se da cuenta de su error. Basta citar una frase para darse una idea de la tensión que alcanzan los relatos de Hiram: “Abrazado a su niño inerte, Santiago sintió el silencio de Dios”.

Por supuesto, no todo en este libro es pesadumbre: “Tiempo de calidad” demuestra que incluso la más oscura de las situaciones puede acercar a un padre con su hijo adolescente; mientras que “La flor del aire” nos enfrenta con una paternidad s bien simbólica, al consignar los esfuerzos de un burócrata por rescatar un colibrí perdido en un edificio de oficinas.

En el plano formal destaca la habilidad de Ruvalcaba para establecer atmósferas y trazar escenarios con un par de frases, a la manera en que en su momento lo hicieran autores como Juan Rulfo y Ernest Hemingway. La mención de este último resulta de especial importancia, pues las historias están trazadas siguiendo aquello que el norteamericano llamaba “teoría del iceberg”, donde buena parte de la historia queda bajo la superficie. De este modo los relatos comienzan en momentos tensos, cuando los hechos están muy cerca de alcanzar el clímax, y eso obliga a los lectores a permanecer alerta para comprender qué ocurre. Así, el libro acusa de una carpintería muy bien planeada, con puntos de vista elegidos con precisión, diálogos ágiles, profusión de verbos activos y un uso certero de elementos simbólicos.

En suma, Padres sin hijos es un libro redondo y contundente que combina con fortuna la precisión técnica con la rabiosa víscera de quien, contándolas, trata de exorcizar nuestras peores pesadillas.

Comentarios