No hay tapados. Yo soy el destapador
Y mi corcholata favorita
va a ser el pueblo, esa es la regla.
Traiciones, zancadillas, corrupción, mentiras, ataques, descalificaciones, desconfianza, miedo; eso es lo que ofrece nuestra actual situación política. Insultar, humillar, acusar, señalar, especialmente a los ciudadanos que como usted, respetable canciller Ebrard, tienen licenciatura, son ambiciosos, aspiracionistas, trepadores y odiados por el Destapador. Ante el corcholatazo y su inmediato reconocimiento de candidatearse para la presidencia, la intención de esta nota es recomendarle que no coma ansias, aplíquese a lo suyo y mantenga bajo el perfil. No haga ruido, no destaque ni haga sombra al Destapador, tenga siempre presente que es envidioso y vengativo. Tal vez conviene recordarle que, con muchas posibilidades de éxito, aspiró usted a la candidatura presidencial de la coalición PRD-PT-MC para las elecciones de 2012, y por lealtad dejó el espacio a MALO, quien prometió que de ganar la contienda lo haría su secretario de Gobernación. Amor con amor se paga, y ahí está usted ahora, dirigiendo la Cancillería; pero no olvide que el susodicho es caprichoso y en una vuelta de tuerca puede cambiar de opinión. Quién mejor que usted conoce sus ocurrencias. También me parece saludable recordarle la amarga experiencia de aquella mañana del 7 de diciembre del 2004 en que el presidente Fox decidió removerlo de su cargo: “La conmoción causada en México por el linchamiento de dos policías, el pasado 23 de noviembre, determinó que el presidente mexicano, Vicente Fox, ordenara ayer la destitución de Marcelo Ebrard, secretario de Seguridad Pública de la capital, gobernada por el opositor y presidenciable alcalde Andrés Manuel López Obrador, con quien sostiene un prolongado enfrentamiento”.
“Creo que fue una decisión política arrebatada”, expresó usted en aquel momento. Tenga siempre presente que para decisiones arrebatas, nadie supera a su Destapador. En fin, que la vida política –la de usted, señor Ebrard– ha estado envuelta en escándalos. El más reciente es la desgracia de la línea 12 del Metro, construida durante su administración como jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, durante la presidencia de Felipe Calderón. Aún así no sería usted un mal candidato. Cadáveres mas apestosos hemos visto resucitar en la política mexicana. Lo que le sugiero es paciencia. Después de tantos años, bien puede esperar un poco más. Cumpla de la mejor manera con su trabajo en la Cancillería, y en lugar de embarcarse en una campaña anticipada, prepare una estrategia convincente y asertiva. No se arroje al ruedo político con las manos vacías. No se exponga al ridículo, aléjese de la diarrea verbal, inane y vulgar de su Destapador, ¡fuchi caca! Dé la cara, la sociedad necesita funcionarios que actúen con honestidad, no que nomás la cacareen. No acuse, no generalice ni señale sin pruebas. Nada de “ya chole”; escuche y atienda los reclamos feministas. No se burle de la gente y no pierda el tiempo peleando contra molinos de viento. No busque culpables sino soluciones, porque ese será su trabajo. En caso de tragedias como la del Metro, aparezca el primero para acompañar, para ayudar. Que los ciudadanos sientan su apoyo. De preferencia no tenga hermanos incómodos. Rodéese de gente capaz, preparada e insumisa. Gente que aspire a un país más justo con desarrollo y futuro para todos. Apóyese en esa clase media que tanto molesta a su jefe porque estudia, se informa, construye el país con su trabajo, y aspira a ser y vivir mejor. No fracture más a una ciudadanía alterada y rijosa por la irresponsable verborrea del Destapador. No nos ofrezca más pobreza ni ignorancia. Unificar y pacificar al país requerirá de un gran talento político. Visto lo visto, usted no sería un mal candidato.
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