Muerte prenatal
Sexualidad

Muerte prenatal

Un hecho trágico del que hay que hablar para sanar

En inglés se le conoce como stillbirth, pero en español no hay un término que pueda amortiguar el dolor de dar a luz a un niño que ha muerto en el vientre. Se pensaría que con lo avanzada que está la medicina cada vez hay menos casos de muerte prenatal, sin embargo, aún le ocurre a muchas mujeres y las razones no se conocen al cien por ciento.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que se producen más de 3,2 millones de nacimientos de bebés sin vida en todo el mundo, el 98 por ciento de ellos en países en desarrollo. Este organismo lo define como el alumbramiento de bebés muertos de más de 500 gramos y de entre 38 a 42 semanas.

Aunque médicamente hablando se le conoce como muerte fetal a la pérdida del feto después de las 20 semanas de gestación, mientras que se considera aborto espontáneo antes de este periodo, la pérdida de un embarazo deseado duele igual ya sea la primer semana o la última.

EL PARTO

Los médicos dicen que habitualmente las mujeres acuden a consulta porque no han sentido que su bebé se mueve; intuición materna, suponen. Algunos otros síntomas son dolores menstruales o sangrado vaginal. Después se realiza una ecografía y si, por desgracia, no hay latido fetal se tiene que inducir el parto, o practicar cesárea, normalmente a la brevedad para evitar cualquier tipo de complicaciones. Lo triste es que se sigue tratando de un parto normal con contracciones, dolor físico y psicológico, pero sin el consuelo de saber que todo eso quedará atrás cuando la madre sostenga a su hijo en brazos.

La opción para el parto depende de qué tan desarrollado se encuentre el embarazo, de la condición médica de la madre y de lo que se considere mejor para ella. Si no se quiere un parto inducido existe la opción de esperar a dar a luz naturalmente, pero hay riesgo de que se formen coágulos de sangre peligrosos. Además, existe la opción de la dilatación y evacuación y la cesárea.

"Les duele tanto el alma que se quejan poco de los dolores del cuerpo", menciona una doctora en el portal elmundo.es.

Se supone que los padres tienen derecho a estar con su hijo a solas por algunos minutos y despedirse de él antes de comenzar con todos los procesos rutinarios que agravan aún más el dolor de ambos.

LOS TRÁMITES

La autopsia no es obligatoria, pero sí es recomendable para saber la causa de muerte; aunque según la OMS en el 70 por ciento de los casos es imposible saber qué fue lo que ocurrió. Algunas de las causas más frecuentes de muerte fetal son los defectos cromosómicos del feto, el desprendimiento de la placenta, la rotura uterina, una infección, problemas con el cordón umbilical o alguna patología crónica de la madre mal controlada durante el embarazo.

Claro que se puede autorizar o no este proceso, pero es una buena forma de conocer qué fue lo que pasó durante este embarazo para, si se desea, prevenirlo en uno futuro. Además, se puede analizar la sangre de la madre y la placenta.

Tristemente en algunos países sólo pueden ingresarse al registro civil los bebés que sobrevivieron al menos veinticuatro horas después del parto; evidentemente para los padres, él o ella tiene identidad desde que llegó a sus vidas. La terminología legal puede ser muy dolorosa.

SUPERAR LA PÉRDIDA

Ciertamente no hay ningún manual que guíe durante el duelo por la pérdida de un hijo, ni tampoco se trata de un proceso lineal o algo a lo que se le pueda dar vuelta de página. Se dice que lo recomendable es buscar ayuda psicológica y tanatológica, y apoyarse de amigos y familiares, pero claramente todas estas palabras suenan muy ajenas y distantes para alguien que se encuentra en esta situación. Vivir el duelo resulta indiscutible pero la sanación se siente muy lejana.

Fuera de los consejos de cajón, quizá lo imprescindible para afrontar la pérdida es ver al bebé, tomarlo en brazos y despedirse de él o ella, ya sea en el hospital o antes del entierro. Ese bebé siempre será tu hijo y no hay nada ni nadie que puede cambiarlo.

Luego se entra un poco en conflicto con la licencia de maternidad, y es que evidentemente el hecho de que el bebé haya nacido muerto o muera durante el parto, no borra el hecho de que sus padres sean eso: mamá o papá. ¿Es mejor ir a trabajar y seguir con la rutina diaria o quedarse en casa para afrontar el duelo? Decisión completamente personal.

Claro que hablar en grupo de apoyo o con padres que han pasado lo mismo puede ayudar, pero al final de cuentas se trata de un proceso individual y solamente los padres saben cómo y cuándo encontrarán paz.

Por otra parte, siempre está la posibilidad de tener un bebé arcoíris que venga a iluminar la vida de ambos. “Vienen a simbolizar que, tras el terror y la oscuridad que deja una tormenta, viene algo bonito con luz y color. Su existencia va íntimamente ligada a la lluvia. No hay arcoíris sin que previamente no haya habido lluvia”. Explica Sabina del Río, psicóloga especialista en maternidad para el portal ABC.

De ninguna manera eso significa dar por cerrado lo que pasó. De aquí que la palabra “superar” no parezca tan adecuada; no se supera la muerte, se aprende a recordar y mantener cerca a la persona de otras maneras. El bebé que ha muerto es parte de la familia porque, aunque no haya llegado a nacer, siempre será un hijo para sus padres.

Antes, cuando la muerte prenatal era aún más común, las mujeres no hablaban de los embarazos perdidos e incluso, quizás en época de nuestras abuelas y bisabuelas, se acostumbraba a nombrar al siguiente hijo como su hermano muerto; además los embarazos eran inmediatamente después de la pérdida.

Aquí es decisión personal, pero el nuevo bebé tiene su propia identidad e historia, al igual que su hermano; ninguno es más importante que el otro, ni el segundo viene a sustituir al primero. Lo ideal sería que el nuevo bebé venga libre de cargas.

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