El sistema inmunológico es, básicamente, un conjunto de mecanismos que se activan para proteger al ser humano contra agentes nocivos.
Está compuesto por moléculas, células, tejidos y órganos que colaboran para eliminar tanto amenazas externas (virus o bacterias que provocan infecciones) como internas (células cancerosas, por ejemplo). También ejerce control sobre órganos del cuerpo, así evita que surjan males autoinmunes, tumores o cánceres.
En condiciones normales, y con la alimentación adecuada, las defensas del organismo cumplen su función con eficiencia. Pero existen cientos de enfermedades cuyo común denominador es una actuación deficiente del sistema inmune. Eso se traduce en que las personas enferman con más frecuencia y las afecciones que padecen son más prolongadas y severas. Además, responden mal a los tratamientos probados y suelen ser víctimas de microbios que son inofensivos para individuos cuyas defensas están sanas.
DEFECTOS
Inmunodeficiencia primaria es el nombre que recibe un grupo de más de 300 defectos congénitos que causan una mayor predisposición a sufrir infecciones. Cada uno de ellos facilita que se produzcan problemas de salud.
¿Cómo funciona esto? Sucede que muchas personas nacen con carencia de algunas defensas o simplemente sus protecciones no marchan como deben.
Algunos trastornos son tan leves que pasan desapercibidos durante años. Muchos aparecen cuando se acaban las defensas (inmunoglobulinas) que pasaron de la madre al niño durante el embarazo, es decir, de cuatro a seis meses después del nacimiento. Otros son tan graves que comienzan a dar problemas desde los primeros días de vida.
Muchos tipos de inmunodeficiencia primaria son heredados, es decir, llegan al hijo provenientes de uno o de ambos padres.
Cabe mencionar que el tratamiento de estos males es un terreno donde la ciencia médica obtiene progresos constantes. Cada vez existen mejores opciones para elevar la calidad de vida de las personas diagnosticadas con inmunodeficiencia primaria.
SÍNTOMAS
Las señales de que algo anda mal con el aparato inmunológico varían de acuerdo con el tipo de falla que se padece y las características del paciente.
Entre los signos más comunes se encuentran: Diagnósticos frecuentes de neumonía o bronquitis; constantes infecciones de senos paranasales y de oído; padecer meningitis; infecciones de la piel; conteos bajos de plaquetas o anemia; problemas digestivos como cólicos, diarrea o náuseas; inflamación e infección de órganos internos; llevar al menos un par de meses tomando antibióticos sin registrar mejora.
Conviene buscar algún trastorno del aparato protector cuando uno es víctima habitual de infecciones, tanto ligeras como graves, o cuando la respuesta al tratamiento no es la deseada. El diagnóstico precoz y la respuesta temprana a la inmunodeficiencia primaria previene complicaciones de salud a largo plazo.
CLASIFICADOS
Los trastornos de inmunodeficiencia primaria se clasifican en seis grupos con base en la parte del sistema defensivo que no cumple con su función.
a) Deficiencia de linfocitos B (anticuerpos).
b) Deficiencia de linfocitos T.
c) Deficiencias combinadas de linfocitos B y T.
d) Fagocitos defectuosos.
e) Deficiencias del complemento (el sistema de complemento es uno de los componentes fundamentales de la respuesta inmunitaria).
f) Desconocidos (idiopáticos, es decir, existe cierto grado de conocimiento de los mecanismos que los producen, pero su origen es incierto).
Complicaciones comunes de estas alteraciones del aparato defensivo son: trastornos autoinmunitarios; daño a órganos (corazón o pulmones) o al tubo digestivo o al sistema nervioso; retraso del crecimiento; mayor riesgo de cáncer; y defunción a causa de infección grave.
El único factor de riesgo conocido es el historial familiar, es decir, antecedentes de inmunodeficiencia en los progenitores. Puesto que es producto de defectos genéticos, no hay forma de prevenir la inmunodeficiencia primaria. Los diagnosticados que desean formar una familia deben consultar a especialistas médicos antes de aventurarse a fecundar.
TRATAMIENTO
Las formas leves de este grupo de fallas del aparato inmune pueden no necesitar de un tratamiento específico, pero sí reclaman atención y seguimiento.
Hay varias opciones para los trastornos que se manifiestan con más fuerza: inmunoglobulinas sustitutivas, antibióticos, antimicrobianos, inmunomoduladores, vacunas para el paciente y sus familiares y fisioterapia respiratoria. A la hora de controlar los síntomas y prevenir enfermedades también es de ayuda la nutrición clínica. Además, los aquejados por fallas en sus protecciones de fábrica llegan a necesitar antibióticos intravenosos para eliminar infecciones.
PRECAUCIÓN
Una persona con sistema inmune debilitado debe forjar una disciplina dirigida a prevenir infecciones. Son fundamentales medidas de higiene básicas: lavarse las manos con jabón neutro después de ir al baño y antes de comer, así como cepillarse los dientes al menos dos veces al día.
Adoptar una alimentación con criterios de nutrición clínica aporta vitaminas, minerales y aminoácidos que suministran materiales para el bienestar.
Ejercitarse de forma regular y descansar lo suficiente, durmiendo la misma cantidad de horas todas las noches y levantándose a la misma hora todos los días, también contribuye a controlar el trastorno.
Varios estudios sugieren que la tensión puede afectar el sistema inmune, por tanto, conviene instruirse en maneras de manejar el estrés. En este sentido son útiles recursos como masajes, meditación o yoga.
Otra medida irrenunciable es evitar la exposición a agentes nocivos, esto se traduce como mantenerse alejado de personas con resfriados y males transmisibles.
Además, el individuo con inmunodeficiencia primaria debe consultar al médico sobre las vacunas que puede recibir.
Como puede inferirse con facilidad, no es nada fácil vivir con una inmunodeficiencia encima. Sin embargo, la ciencia médica ofrece cada vez más respuestas para que los aquejados no se vean amenazados por ella a cada instante.
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