Un demonio sangriento, troglodita, mujeriego y la personificación ideal del México salvaje de inicios del siglo XX; Pancho Villa también es considerado por muchos como un idealista noble, redentor de los menos favorecidos, un héroe incomprendido o hasta un santo digno de ocupar los altares populares; la imagen de Villa, uno de los más grandes caudillos de la historia de América Latina, es también la imagen del contraste social, producto de la desigualdad y del misticismo mexicano, ese que es capaz de crear héroes o villanos a conveniencia y que generan debates interminables.
La historia de Pancho Villa es, de muchas maneras, la historia de México y del caudillismo en América Latina, sería imposible tratar de explicarla desde una sola óptica y adoptando juicios totalitarios respecto a su papel en la Revolución Mexicana, al igual que casi todos los grandes personajes de la historia, su influencia toca diariamente la actualidad y moldea nuevas opiniones, es una presencia constante y a la vez etérea en el discurso de cientos de políticos, novelistas, historiadores, cineastas y docentes, ejemplo de todo lo que debe y no debe ser el redentor de un pueblo oprimido.
Para intentar explicar la imagen en torno a Pancho Villa (Doroteo Arango Arámbula, 1878) habría que remontarse a la pregunta, casi filosófica, que planteó alguna vez el doctor en Historia Sergio Antonio Corona Páez (f), providencial autor de estudios históricos y cronista radicado gran parte de su vida en el norte de México; debatiendo en un salón de clases lanzó a sus estudiantes una pregunta seca al analizar el legado de Pancho Villa: “¿Cómo defines a una persona que jamás se definió a sí misma?”.
Villa no solamente era una de las caras más visibles de la Revolución Mexicana, sino que se convirtió en su propia leyenda desde mucho antes de ser asesinado, si no existieran pruebas documentales sobre sus andanzas sería muy difícil de creer que vivió como agricultor, bandido, carnicero, líder de guerrillas, jefe militar, político, estrella de cine, regulador de servicios civiles, espía, hombre de familia y una larga lista de oficios que solo serían posibles para la mayoría de los seres humanos en al menos cinco vidas.
Entre historiadores y especialistas existen de forma permanente conflictos respecto a su origen y sus primeros años, aunque el consenso general define que nació en el pueblo de San Juan del Río, Durango, en el año de 1878. Siendo hijo de pobres rápidamente tuvo que verse inmerso en la dinámica de la explotación laboral de las haciendas del México del siglo XIX, mismas en las que grandes terratenientes hacían fortunas impulsados por la mano de obra injustamente pagada de la clase baja, además del favor de la clase política porfiriana y que buscaba la modernidad sin justicia social, un auténtico caldo de cultivo para la inminente explosión social que fue la Revolución Mexicana.
Si bien su nombre real (o de casi consenso histórico) fue Doroteo Arango Arámbula, fue cambiado por él mismo durante su adolescencia por Francisco Villa o su hipocorístico “Pancho” Villa, las versiones que justifican esa cambio de identidad son variadas y en muchos casos se adornan con la mística digna de una historia de Hollywood, en parte porque así fue cuando se realizó la primera película sobre él en 1914, esto a cargo de la Mutual Film Company de Estados Unidos, empresa con la que el llamado Centauro del Norte firmó un contrato para grabarse en batalla y así hacerse de recursos y fama para seguir su lucha.
Dentro de la trama, estelarizada por el actor Raoul Walsh, se narraba (mediante dramatizaciones románticas y blanqueadas) que el joven Villa había escapado de la hacienda en la que trabajaba luego de una trágica pelea contra un capataz, mismo que había abusado de su hermana y que lo obligó a reaccionar de manera violenta, quitándole la vida y escapando rumbo a una vida de lucha social contra las injusticias, se le mostraba pues como una especie de Robin Hood mexicano que buscaba la redención de los menos favorecidos, quitándole a los poderosos para alimentar a los hambrientos, a su propia clase.
La realidad es que la juventud de Villa sí pudo estar marcada por algún evento violento pero lejano al heroísmo de la defensa de algún familiar en problemas, entre no pocos especialistas se coincide que el bandidaje era una alternativa atractiva a la explotación laboral de las haciendas, de forma que representó una salida para el joven Doroteo y que pronto tuvo que cambiar su nombre para evitar ser identificado, Francisco Villa o “Pancho Villa” bien pudo ser el nombre de su padrino, del líder de la banda criminal en la que se inició y que luego lideró, los registros documentales al respecto son escasos, siendo ese vacío llenado por la mística y el imaginario popular durante su ascenso como jefe militar.
Ahora, la forma en la que llegó a ser jefe militar de la que en su momento se consideró, una de las principales organizaciones militares de América, la División del Norte, es también digna de numerosos estudios, novelas y películas, es la historia del bandido transformado en un insurgente, en estratega militar y brazo transformador de la nueva ideología política en el México de 1910, la transición a la sociedad democrática y la no reelección que enarbolaba Francisco I. Madero.
Madero era un joven acaudalado del Norte de México y con estudios en el extranjero, fundó el Partido Antireeleccionista que buscaba la salida de Porfirio Díaz de la Presidencia de México, quien a su vez llevaba más de 30 años en ese cargo y parecía no retirarse pese a su avanzada edad; Madero pronto se hizo de amistades y simpatías con políticos, intelectuales y líderes sociales en su propio país y Estados Unidos, lugar desde el que se empezaba a ver con recelo a Díaz por su negativa a realizar elecciones libres y por impulsar a empresas que veían en México mejores condiciones para establecerse.
Una de las simpatías que había generado Francisco I. Madero en México fue la del entonces gobernador de Chihuahua, Abraham González, quien simpatizaba con la causa antireeleccionista y desde un inicio buscó los medios necesarios para apoyar a Madero en caso de un levantamiento armado y como finalmente ocurrió; llegado el momento, un nombre recurrente y mencionado en casi todas las esferas sociales se le cruzó al gobernador González, se trataba del afamado bandido y líder social Pancho Villa, conocido entre campesinos, clase media y hacendados debido a su facilidad para aparecer y desaparecer en medio del extenso terreno del norte del país.
Convencer a Villa de unirse a la lucha antireeleccionista significó al maderismo contar no solamente con un gran conocedor del campo de batalla, sino de un líder carismático, espontáneo y con arraigo entre la población, de forma que en pocos años pasó de coordinar cuadrillas de pocos sublevados a ser jefe de la División del Norte con unos 20 mil efectivos, un tren que hacía las veces de cuartel general móvil y con estrategias que le permitieron ser el único mexicano en invadir los Estados Unidos mediante un ataque armado.
Pero más allá del mérito político y militar, Villa se fue haciendo especialista en alimentar leyendas en torno a su figura, lo que rápidamente le dotó de un aura mística, casi fantasmal y redentora cuando se escuchaba sobre su llegada a cualquier ciudad que buscaba arrancar del dominio de las fuerzas federales.
Pese a su vida bandida era un hombre convencido de la causa revolucionaria para acabar con la desigualdad, por lo que al llegar a cada lugar castigaba con pena de muerte saqueos, violaciones y cualquier otro tipo de abuso hacia la población, por otro lado azotaba a la clase rica, empresarios y hacendados con impuestos forzosos o préstamos a la causa, lo que le daba ese aire de Robin Hood, de la misma forma se ganaba fama por apadrinar o adoptar, literalmente hablando, a los menores huérfanos de la lucha revolucionaria, las tomas ejecutadas por sus tropas rápidamente fueron vistas como una especie de liberación y su habilidad para esconderse del enemigo sólo acrecentaba su imagen pública.
ESTRELLA DE HOLLYWOOD
Lo anterior fue tratado de aprovechar sin gran éxito por la Mutual Film Company, cuando el ya jefe de la División del Norte firmó el contrato para interpretarse en una película de Hollywood, esto a cambio del 20 por ciento de las ganancias de la taquilla; además serviría para hacerse todavía más popular entre el público extranjero y así poder obtener un mayor acceso a las armas, parque y otros insumos necesarios para la guerra.
Sin saber una sola palabra de inglés, tosco, impaciente y con una revolución encima, fue que Villa accedió a modificar toda su estrategia de batalla para poder obtener “buenas tomas” de cine y sacar su película adelante, en lugar de pelar de noche cambió al día, atacaba objetivos con menor velocidad y de menor importancia, aun así la producción no pudo obtener más que tomas lejanas de cañonazos y que no reflejaban la emoción requerida.
En algún momento y según narraciones de los propios integrantes de la compañía fílmica estadounidense, se pidió en no pocas ocasiones al general Villa que cabalgara en dirección a la cámara para grabar planos cercanos, la emoción y el entusiasmo del jefe revolucionario era tan grande que fue prácticamente imposible obtener imágenes con la velocidad adecuada y en la que se observara su rostro claramente:“Despacio, despacio. Slow, señor, please”, son palabras que se le atribuyen al actor Raoul Walsh, quien interpretaba a Villa fuera del campo de batalla y que suplicaba por la colaboración del general revolucionario en temas técnicos.
Las vicisitudes de las grabaciones de la película The Life of General Villa de la Mutual Film no pasaron desapercibidas pronto por periódicos como The New York Times, desde el que se lanzaron críticas por no saber aprovechar al personaje en términos de producción, además de no poder obtener las imágenes necesarias para destacar la vida de Pancho Villa en su ámbito natural, en términos generales se le consideraba incluso “demasiado real” para poderle hacer un documental; en su lugar se realizaron dramatizaciones con Raoul Walsh, la película final fue recibida con tibieza aunque precedió a otras más que trataron de hacerle “justicia” a la polémica imagen de Villa en décadas posteriores.
Entre la filmografía con temática villista se encuentran luego La Sombra de Pancho Villa (Miguel Contreras, 1932); Viva Villa (MGM, 1934); ¡Vámonos con Pancho Villa! ( Fernando de las Fuentes, 1935); El Tesoro de Pancho Villa (Versiones de 1935, 1955 y 1957); Pancho Villa Vuelve (Miguel Contreras, 1949); Así era Pancho Villa, Pancho Villa y la Valentina y Cuando ¡Viva Villa! es la muerte (Trilogía de Ismael Rodríguez, 1957, 1958 y 1958); además de otras más recientes como And Starring Pancho Villa as Himself con Antonio Banderas (Bruce Beresford, 2003).
Villa, su personalidad y el mundo en el que vivía terminó siendo “demasiado” para cámaras de gran peso y poca movilidad, sin grandes lentes de acercamientos y baja resolución, solamente queda imaginar lo que habría sido para el jefe revolucionario ser retratado con avances tecnológicos como los actuales, con el alcance y promoción que dan las redes sociales y al natural, como siempre lo fue.
Pero la popularidad del Centauro del Norte no hizo más que seguir creciendo, su aventura cinematográfica por Hollywood fue sólo un elemento de su lista de situaciones inimaginables en torno a su imagen, la cual terminaría de concretar su aura fantasmal en 1916, luego de una invasión a Columbus, Nuevo México, con la que buscaba represalias contra comerciantes de armas con los que había tenido problemas de abasto y en su lucha contra las fuerzas carrancistas.
Villa ideó un plan que, hasta antes del 11 de septiembre de 2001 y de parte de grupos terroristas de Oriente Medio, no se había repetido, perpetrar un ataque armado en territorio estadounidense; acompañado de unos 500 hombres el general Villa atacó la ciudad de Columbus bajo convencimiento de que el gobierno norteamericano había pactado intervenciones con Venustiano Carranza y en contra de los revolucionarios, de tal forma que junto con sus hombres destruyó instalaciones militares, robó una cantidad menor de parque y generó pánico entre la población civil.
Posteriormente se convirtió en el enemigo número uno de la opinión pública de Estados Unidos, se hicieron circular carteles y letreros en los que se ofrecía recompensa por Villa o su ubicación, de la misma forma se pidió autorización a Venustiano Carranza para arrestarlo en territorio mexicano mediante una expedición punitiva; lo anterior se concretó cuando unos cinco mil soldados bien armados y equipados, al mando del destacado general John Pershing, ingresaron al país para detener a Pancho Villa.
El resultado no pudo ser peor para los Estados Unidos, no solamente no encontraron rastro de Villa en territorio nacional, sino que el imaginario y la opinión de la población local jugaba siempre en favor del líder de la División del Norte, lugar al que llegaba la expedición de Pershing era garantía de que se encontrarían versiones distorsionadas sobre Villa, fue visto en cierto punto, luego en otro, vistiendo de una forma y luego de otra.
Dentro de narraciones extraordinarias que llegaban a territorio norteamericano circulaban rumores que incluso Villa pudo robar aeronaves y vehículos de los expedicionarios, pasando luego por encima de las tropas estadounidenses y burlándose desde los aires sobre su fracaso, sin duda una pesadilla táctica y operativa para Pershing que había tenido éxito en la guerra filipino-estadounidense, Pancho Villa se había convertido en su mayor derrota.
Eventualmente las tropas estadounidenses no tuvieron otro remedio que regresar y cesar definitivamente su búsqueda, el sentimiento de exaltación nacional y pertenencia giró en torno a la imagen de Villa y su destreza para evitar ser detenido. Sus años como bandolero bien le pudieron servir para internarse en terrenos inaccesibles y prácticamente desaparecer a los ojos del enemigo, se confirmaba su naturaleza fantasmal y ventajosa frente al invasor “todopoderoso” del Norte, cada paso que daba lo hacía más invencible.
Ya para la época había gente que lo consideraba sobrenatural en muchos aspectos, las historias en las que se le veía en varios puntos del país al mismo tiempo, así como sus precauciones al dormir en un lugar y despertar en otro, le brindaron un velo de invisibilidad y sorpresa en cada uno de sus recorridos, además empleaba estrategias de recorrido ecuestre en las que trasladaba a sus tropas en línea, evitaba que sus adversarios tuvieran estimaciones de su fuerza, armamento y demás detalles.
VILLA, EL SANTO
Esa naturaleza sobrenatural se ve reflejada incluso en la actualidad en mercados populares y altares de colonias en diversos puntos del país, especialmente en ciudades que fueron tomadas por las fuerzas de la División del Norte como Chihuahua, Ciudad Juárez, Torreón, Zacatecas y la Ciudad de México.
En hierberías y santerías no es inusual encontrar imágenes de Villa para ser colocadas en altares, sus fotos en veladoras o incluso existen panfletos con oraciones para pedir la intercesión del Centauro del Norte ante Dios padre o la Virgen María, en el Mercado Juárez de Torreón hay una oración que versa lo siguiente:
“En el nombre de Dios Padre todopoderoso, solicito ante los espíritus tu protección para que puedas acudir en mi ayuda, de la misma manera en la que ayudaste en el mundo terrenal a todos los que lo necesitaban. Tú que lograste vencer a los más poderosos, haciendo retroceder a todos tus enemigos, imploro que me protejas espiritualmente, para que me libres de todo lo malo y de todo peligro, otorgándome el ánimo que necesito junto con gran valor para enfrentarme a las situaciones más difíciles que en estos momentos están presentes en mi vida. Amén”.
Según Genoveva López, trabajadora en el mercado y comerciante de artículos esotéricos, la gente recurre a personajes como Pancho Villa al verlos como defensores de los menos favorecidos, surgidos desde la humildad y con rasgos de autosacrificio, señala que “sí hay mucha gente que lleva sus veladoras del general, le rezan para que los cuiden de gente mala, para conseguir trabajo, le piden que los libre de las envidias… Saben que estuvo en Torreón muchas veces, lo ven como si fuera un familiar creo, hoy día ve uno puro sinvergüenza en la política, puro ratero, él no era así”.
El paralelismo de Villa con otros personajes de guerrilla en América Latina es obvio cuando surgen otros nombres, en Colombia con Pablo Escobar, mientras que en México destaca el de Joaquín El Chapo Guzmán; ambos surgidos de la clase baja, buscando salir adelante y haciendo frente al poder establecido.
Pese a que los capos de la droga contemporáneos tuvieron historias diametralmente diferentes, parecen compartir algunas similitudes, ambos han sido encumbrados en popularidad por su carisma, por su aparente invencibilidad y por ser objeto de deseo de producciones cinematográficas, televisivas y de medios sociales.
LA CABEZA DESAPARECIDA
Para el año de 1920 Pancho Villa había decidido retirarse de toda batalla y establecerse pacíficamente en la Hacienda de Canutillo, Durango, lejos de toda barbarie y fantasía que le rodeaba buscó forjarse una vida en el campo, criando ganado y haciendo memoria de sus decenas de hijos y su veintena de esposas, un retiro digno de jefe de estado.
Sin embargo, el gobierno del presidente Álvaro Obregón veía con incomodidad que Villa seguía gozando de popularidad, pero sobretodo, de poder de convocatoria y que significaría disturbios en caso de alguna inconformidad social de su parte.
Versiones oficialistas apuntan a que el Gobierno Mexicano ordenó un ataque contra Villa en julio de 1923, justo cuando se dirigía a un bautizo por una calle de Parral, Chihuahua.
La emboscada fue brutal, a Villa lo impactaron al menos 13 balas en áreas como el cráneo, tórax y extremidades y que no le dieron un segundo para reaccionar, manejaba su automóvil Dodge modelo 1922 y que se detuvo un par de metros luego de que se disipara el humo de las pistolas y fusiles.
Como de extraordinaria fue su vida lo fue también su entierro, su cuerpo fue depositado en el cementerio de Parral donde, apenas tres años después, en 1926, el velador del lugar informó a las autoridades locales que “la tumba del general Villa” había sido profanada, al analizar la situación se descubrió que su cabeza había desaparecido.
Entonces comenzó una búsqueda infructuosa que ha dado lugar a las más descabelladas teorías, entre las que se encuentran que fue a parar a una sociedad secreta de estudiantes en Yale, Estados Unidos; que fue exhibida en espectáculos circenses de los Ringling Brohers en Estados Unidos entre 1930 y 1933; que fue robada por órdenes del propio Álvaro Obregón; entre otras.
Lo cierto es que al final poco se supo de tan inusual acontecimiento, dejando a Villa para la eternidad dentro de una polémica, entre la realidad y el misticismo, al final el Centauro del Norte interpreta diversas personalidades según se le invoque, el general Villa sigue siendo un fantasma sin descanso en la memoria de millones de mexicanos.
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