Para mi tía Míriam por el obsequio de esta conmovedora lectura
Liliana Rivera Garza, un nombre. Una mujer entre tantas. 302 páginas después, Lili se vuelve parte de ti y de forma incomprensible la extrañas. No la conociste, pero irremediablemente te duele su ausencia.
Murió hace 32 años, un hombre, su exnovio, le arrebató la vida. No está más… pero en cada pasada de página de El invencible verano de Liliana la sientes viva. Es el homenaje que la escritora mexicana Cristina Rivera Garza le hace a su hermana menor, un grito literario de amor y de dolor.
Editado por Random House y publicado en abril del 2021, el libro de Cristina aterriza en la realidad de un país, en el que, en promedio, se mata a 10 mujeres por día; en el que la impunidad reina sobre casos que jamás son esclarecidos, y en los que incluso, se responsabiliza a la víctima por ser ella la que provocó su propia muerte.
Cristina Rivera Garza callaba. En un tiempo ofrecía una respuesta concreta ante la pregunta de terceros de que si tenía hermanos: no. Antes solía decir “tuve una”, pero esas dos palabras la desgarraban por dentro. Por eso optó por el silencio.
Pero hace dos años, la escritora mexicana decidió abrir las cajas donde permanecían quietas las pertenencias de su hermana. En ellas encontró su voz. La escuchó fuerte entre diarios, apuntes, cartas, notas, dibujos. Liliana era una entusiasta de la palabra escrita. Cristina lo ha declarado en varias ocasiones “ella era la verdadera escritora”.
“El invencible verano de Liliana es una excavación en la vida de una mujer brillante y audaz que careció, como nosotros mismos, como todos los demás, del lenguaje necesario para identificar, denunciar y luchar contra la violencia sexista y el terrorismo de pareja que caracteriza a tantas relaciones patriarcales. Este libro es para celebrar su paso por la tierra y para decirle que, claro que sí, lo vamos a tirar. Al patriarcado lo vamos a tirar”, escribe la autora en la cuarta de forros del libro cuya portada es ilustrada con una fotografía de Lili, la hermana que le fue amputada por un demonio disfrazado de Ángel, nombre del femenicida.
FORMA
El libro está conformado por 11 capítulos, en los que Cristina intenta reconstruir la vida de Liliana. La autora echa mano de lo que nombra como el “archivo meticuloso de sí misma” de su hermana.
“Este libro se basa en los cuadernos, notas, apuntes, recortes, planos, cartas, cassetes y agendas que se encontraron entre sus pertenencias que nadie había tocado en treinta años”, escribe la autora en las notas finales del compendio. Fueron documentos del pasado que le hablaron en presente.
Asimismo se dio a la tarea de localizar a los amigos más cercanos con los que convivía y estudiaba arquitectura en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Azcapotzalco. Conocieron a su hermana de jóvenes, ahora, entendía que ya eran adultos. Pero Cristina intuyó que en sus memorias habitaban imágenes, algunas palabras, algunos gestos de los que ella no podía disponer y de los que no fue parte porque durante la época universitaria de Liliana, la escritora vivía en Houston.
Cristina se encontraba a más de 900 millas de distancia cuando un hombre penetró en el lugar donde vivía su hermana y usando una almohada le cortó, a esta, la respiración.
“¿Qué pasó esa madrugada en Mimosas 658 después de que Ángel entrara, subrepticiamente, sin ser esperado, sin que se le abriera la puerta y sólo después de haber ofrecido 3,000 pesos a un drogadito, al espacio de Liliana? Nadie lo puede decir a ciencia cierta. Todo son conjeturas en ese punto. Eso es algo que sólo el asesino sabe y que ha decidido guardar para sí desde el verano de 1990 cuando se dio a la fuga”. A pesar de que Ángel González Ramos fue identificado como el responsable de la muerte de la joven estudiante de arquitectura, hasta la fecha el hecho permanece impune.
El médico forense estableció las 5:00 de la madrugada del 16 de julio de 1990 como la hora oficial de la muerte de Liliana Rivera Garza, una joven de 20 años de edad que, según relata Cristina en el libro, había descubierto que en lo más profundo del invierno aprendió que dentro de ella habitaba un invencible verano y estaba dispuesta a vivir.
FONDO
La carpintería que utilizó Cristina Rivera para redactar el libro queda en segundo plano. La metodología es aplastada por el sentimiento profundo de alguien que después de 30 años utiliza su oficio para hablar, incluso con ella misma, sobre un pasaje tenebroso que le generó una herida de por vida.
Rivera Garza escribe en primera persona del calvario burocrático con el que se topó cuando intentó rescatar el expediente del asesinato de su hermana. También describe algunas de las rutas que caminó en busca de las huellas de Lili. Recorrió calles, trasbordó trasportes públicos y caminó por los rincones de la UAM. Rutas y rincones en los que supuso había transitado la más pequeña de la familia.
Le pareció verla dibujando planos. Intentó respirar el aire y captar las imágenes que representaron un cotidiano para su hermana. “Ahí va Liliana” se dijo a sí misma en varios momentos de la exploración de una vida que en el plano terrenal ya era polvo, pero que en su corazón mora como una bella nostalgia que nunca la deja sola. Porque en alguna parte de la obra, Cristina asevera que aquel que vive un duelo siempre está acompañado.
LLAMAR A LAS COSAS POR SU NOMBRE
Aparte del trabajo de reconstrucción de los últimos meses con vida de su hermana, Cristina Rivera realiza una comparación en cuanto a tiempos. Liliana fue asesinada en un momento en el que en México aún no se tipificaba al feminicidio, no es que no los hubiera, ocurrían, pero eran llamados crímenes de pasión
“Se le llamó andaba en malos pasos. Se le llamó ¿para que se viste así? Se le llamó una mujer siempre tiene que darse su lugar. Se le llamó algo debió haber hecho para acabar de esta forma”, asevera la autora, quien también manifiesta que la falta de lenguaje “nos maniata, nos sofoca, nos estrangula, nos dispara, nos desuella, nos cercena, nos condena”.
Cristina está segura que Liliana, su hermana, revolvió el mundo para encontrar el lenguaje que la ayudara a nombrar la violencia que por años le respiró en la nuca y de la que, la autora está convencida, valientemente quiso salir, pero que desgraciadamente una madrugada de 1990 la tomó desprevenida.
¿El invencible verano de Liliana es un libro de denuncia? Sí, pero al acariciar la última página, el lector se dará cuenta que el amor es el sentimiento que prepondera en la obra. El cuidado narrativo de la autora es sobresaliente, pero también lo es su dolor.
Al repasar las líneas de este libro, los lectores nos volvemos amigos, familia de Liliana. Le colocamos una voz y nos adherimos irremediablemente a ella. Podemos hacerlo porque con una gracia respetuosa, Cristina nos da acceso a la intimidad de una joven que asumía con intensidad las tonalidades de estar viva, que reconocía su integridad y la defendía. Sobre todo y que a pesar de las circunstancias que la rodeaban, sabía con seguridad absoluta que dentro de ella vivía un verano, un invencible verano.
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