Su padre y sus dos abuelos varones nacieron en España; su madre y sus dos abuelas en México. Metafóricamente, desde su nacimiento Juan Villoro es una especie de híbrido, y no sólo porque en su sangre se mezcle la esencia de dos continentes, también porque dos oficios le administran su tiempo: la literatura y el periodismo.
Es mediados de agosto, un conato de lluvia abraza a la acelerada Ciudad de México. 5:30 en punto de la tarde, en media hora, una de las voces literarias más importantes y multifacéticas del país dará la conferencia Rousseau: El atrevimiento de educar, en el Colegio Nacional, institución fundada en 1943 por decreto del ex presidente Manuel Ávila Camacho. Juan Villoro es miembro del área de literatura desde el año 2014. Enfundado con saco y camisa de tono verde aceitunado, jeens y tenis, él mismo, con evidente entusiasmo, ofrece un tour por el edificio mientras comparte datos históricos. Las afirmaciones leídas en los diarios y de colegas periodistas cuando se referían al autor de El testigo se han cumplido: a Juan le comienzas a aprender desde el minuto uno. No se da cuenta pero alecciona en una simple charla de bienvenida. El reloj juega en contra. Todo está listo para transmitir por Facebook el discurso que el escritor preparó sobre el ilustrado Rousseau.
Una cámara lo apunta, dos oyentes y la gente del staff son suficiente presencia humana para que el hombre de barba cerrada y destellos de canas se valore alentado. Antes de arrancar, recuerda a Luis Villoro, su padre filósofo, que dice, vivió con marcadas predilecciones por la época de la Ilustración, a él dedica la conferencia que por bondades del Internet encontrará un eco infinito.
Custodiado por una escultura de un águila sosteniendo con sus garras la frase “Libertad por el saber” (lema de el Colegio Nacional), Villoro hace de dos horas un tiempo virtuoso para el conocimiento. Luego de despejar dudas y atender comentarios de su público internauta, se despide de la transmisión. Baja del estrado, regala un libro dedicado y se dice dispuesto para otorgar una entrevista a este medio al día siguiente. La cita es en su casa ubicada en el corazón de Coyoacán. Agradece la presencia y dice adiós. La noche trascurre.
Segundo día. El celular indica que hemos llegado. Una casa de un amarillo pálido nos recibe. La imaginación vuela ¿Qué nos espera detrás del portón grisáceo metálico marcado con el número 166? Ahí, habita el híbrido, que a sus 64 años contabiliza un vasto arsenal de obra, que por su condición heterogénea se nutre de: novela, cuento, teatro, ensayo, literatura infantil, crónica narrativa…
Se abre la puerta. Accedemos a la sala de espera. Se escuchan pisadas que bajan unas escaleras de duela de madera, “está bien aquí, o prefieres en mi estudio”, él mismo sentencia el espacio: su estudio. Todo está decretado. Un vaso de agua y la garganta de la que hará las preguntas se aclara. Estamos en el hábitat literario del híbrido. Afuera, las calles adoquinadas de uno de los barrios intelectuales y bohemios de la capital mexicana más asediados son delineadas por los pasos de quien visita el lugar en busca de asombro. Adentro, Juan y una grabadora Olympus son los protagonistas de un diálogo que será el registro de un tiempo. El interés, es la visión que el autor tiene sobre la cultura, el periodismo y la literatura actual en México, temas que, sin darnos cuenta, como sociedad nos definen. Villoro, un testigo excepcional de la vida contemporánea, escucha la primera pregunta y el diálogo se eterniza…
Mencionaste en una entrevista “Todo buen periodismo es cultural en la medida en que la cultura es la representación de la realidad, es la manera en que nosotros aprendemos a ver el mundo y a descifrarlo”. Actualmente, crees que falta esa mirada en la manera de hacer periodismo cultural en México.
Me refería sobre todo al periodismo escrito que tiene que ver evidentemente con el lenguaje, creo que no siempre se le da suficiente importancia a la manera de escribir los textos. El lector no está en contacto con la realidad de manera directa, sino que llega a ella a través de una representación que hacemos nosotros (los periodistas) por medio de las palabras. Por lo tanto, una noticia, un reportaje, un artículo son tan buenos como la forma en que están escritos y no siempre se repara en esto. Me parece que deberíamos tener mucho más respeto y gusto por el lenguaje para escribir mejor. Eso es parte del truco del oficio, sin embargo, con frecuencia, se piensa que lo más importante es la exclusiva, la noticia, la declaración de alguien, y no la manera en que esto se comunica, porque si lo puedes hacer a modo de una buena historia, eso siempre tendrá mayor impacto.
¿Cuál sería tu diagnóstico sobre el periodismo que se hace actualmente?
El periodismo ha perdido cierta confianza en sus propios recursos, ante el advenimiento de las plataformas digitales, parecería que toda información debe ser muy breve e instantánea. Los reportajes y las crónicas que toman más tiempo de ser escritos y que requieren de más espacio en los medios, en estos momentos no cuentan con mucho apoyo y ahí veo muy debilitado al periodismo, lo cual es una paradoja, porque yo creo que el periodismo escrito de calidad debería enfatizar lo que sólo él puede hacer, de la misma manera en que la pintura, cuando surgió la fotografía, entendió que podía hacer cosas que para la fotografía están prohibidas, por ejemplo el arte abstracto, el impresionismo, el cubismo, todas estas experiencias pictóricas, surgieron después de la invención de la fotografía demostrando desde los lienzos que se pueden hacer cosas muy distintas a lo que hace una imagen que te retrata perfectamente la realidad, pero que no puede tener las capacidades que siempre tendrá un buen pintor. El secreto de cualquier medio expresivo es enfatizar sus recursos. Y los recursos del periodismo tienen que ver con la capacidad de investigar noticias y de contarlas bien, para eso se necesita tiempo y espacio. Ahora el momento es crítico. [...] tenemos un gran déficit de verdad. Y si queremos sobrevivir como civilización, vamos a necesitar relatos confiables de nosotros mismos y eso sólo se puede dar con buen periodismo.
¿Crees que los periodistas actuales tengan esa resistencia ante esta dinámica?
Es una situación compleja porque los periódicos como modelo de negocio están en entredicho, hoy en día el periódico que mejor sobrevive, es el que tiene otras empresas que lo apoyan, por lo tanto puede tener otros intereses y otros compromisos. En cambio, el periódico que sólo vive de sí mismo, pasa por un momento difícil, creo que deberíamos tratar convencer a los lectores de que deben tener un papel prácticamente de activistas, es decir, que si ellos quieren conocer la verdad y quieren leer cosas buenas tienen que apoyar a los periódicos, la idea de que la información debe ser gratuita y que no debes pagara nada por ella y que no debes apoyar a los medios es una idea de que yo creo que se debe superar, con esto no quiero decir de que la gente tenga que pagar fortunas, pero en la medida de sus posibilidades que la gente haga donaciones, apoye, recomiendes, es decir, que se convierta en brigadista de la verdad, es un proceso cultural que, creo, no hemos sabido comunicar lo suficiente a quienes leen periódicos ya sea digital o impresos.
Escribes en el libro La vida que se escribe: El periodismo cultural de José Emilio Pacheco “La realidad del periodismo no está en los hechos, sino en la manera de contarlos”. ¿Cómo visualizas lo que se está contando actualmente?
México tiene magníficos cronistas, algunos de ellos que han corrido el riesgo de morir para informar. Estamos en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, sino es que el más peligroso y gente que yo conocí y aprecié mucho como Javier Valdés Cárdenas, dieron su vida por cubrir las noticias, es una situación muy grave, pero al mismo tiempo los periodistas no han cerrado los ojos y han tenido una valentía excepcional para documentar hechos, pero no solamente han tenido el valor de hacerlo sino que lo han hecho muy bien, estamos en un país con grandes cronistas, con informadores de primera fila que no siempre encuentran espacio en los periódicos, las revistas, los diarios, porque se han adelgazado mucho y en ocasiones se expresan sus mejores reportajes a través de libros, pero creo que ahí hay un gran talento en México para contar la realidad y digamos, quizá, no tenemos un sólo gran periódico, pero podríamos hacer un Frankeisten magnífico recortando secciones y colaboradores de distintos periódicos
¿Es el libro, entonces, un refugio?
Lo ha sido desde hace mucho, por ejemplo las principales noticias del 68, no se dieron en los periódicos porque había una gran censura y mucho menos en los medios electrónicos, sino que se dieron en libros como La noche de Tlalelolco de Elena Poniatowska a la cabeza, y mucho otros textos que salieron después.
¿Crees que el periodismo cultural vive de la circunstancia?
Todo periodismo vive de la circunstancia, la gran paradoja en la cultura, es que su circunstancia puede venir de muy lejos, podemos encontrar hoy un manuscrito de Sor Juana y eso es una noticia porque se encontró hoy, pero también porque nos está iluminando la época de la Nueva España, entonces algunas de las grandes noticias que podemos dar de la cultura tienen que ver con el pasado, por ejemplo comparar cómo fue la epidemia de la peste en tiempos de Boccaccio cuando escribe El Decameron con la pandemia que estamos viviendo nosotros, o comparar el año del Diario del año de la peste de Daniel Defoe, una obra maestra del periodismo, escrita en el siglo XVII con lo que ahora estamos sintiendo y padeciendo. La cultura tiene la ventaja de que su contingencia puede venir de tiempos remotos […] La cultura tiene que ver con el presente pero también con cosas que vienen de muy lejos, no debemos olvidarlo. Uno de los vicios del periodismo cultural es justamente el presentismo, en ser esclavo de la cartelera. No debemos ser esclavos ni de la cartelera, ni de la mesa de novedades porque la cultura es muchísimo más amplía.
Depende del periodista….
El periodista mientras más curiosidades dispersas tenga y más posibilidades de conectar ciertas curiosidades más rico será su trabajo. Si un periodista sabe algo de historia, de antropología, de teología, de psicología, de economía, podrá hacer conexiones muy significativas. Con esto no quiero decir que deba hacer un experto en todos estos campos, ni un erudito, simplemente tiene que ser una persona con una curiosidad abierta.
Has pronunciado en algunas ocasiones que la cultura es la principal válvula de seguridad de una sociedad, ¿cuál crees que sea el papel que cumple la prensa en torno a esta idea?
Es un papel muy importante porque la prensa es un reflejo de lo que vivimos, es nuestro espejo diario, como diría López Velarde, respecto a la patria misma, “sé siempre igual, fiel a tu espejo diario”. El periodismo es muy importante para entendernos a nosotros, y para construir un sentido de la realidad, el mundo no tiene ningún propósito evidente y la vida tampoco, solamente nosotros a través de la cultura podemos darle un destino a nuestras acciones, podemos darle un significado a lo que hacemos. El significado es algo que se construye. El significado de nuestra época tiene que ver con la cultura, qué sentido tiene todo lo que pasa, cuáles son los valores de este momento, a dónde nos lleva lo que estamos haciendo, todo eso pertenece al mundo de la cultura y debe ser reflejado, analizado, criticado en los periódicos. El buen periodismo hace que este espejo se mantenga a través del tiempo.
¿Cómo definirías al nuevo periodismo mexicano?
Es un periodismo que tiene límites y desafíos muy concretos, tiene que encontrar nuevas formas de expresión ante la inmediatez de los medios, tiene que atrapar la atención de manera más rápida, está compitiendo con muchas formas de información, empezando con las alertas que recibimos en nuestros teléfonos celulares […] En este mundo de la inmediatez tenemos que reaccionar de manera muy rápida, con una capacidad de establecer sentido en forma muy concisa, pero al mismo tiempo tratando de lograr un relato duradero de esto, es decir, ser suficientemente veloz para reaccionar, pero construir algo que dure más allá de la inmediatez, yo creo que ese es un gran desafío en el periodismo actual.
Hacer periodismo desde una óptica literaria, ¿es una una acción que invita a la dignificación del oficio?
Yo creo que sí. Me molesta mucho que se piense que los periodistas son seres inferiores, respecto, por ejemplo, a los novelistas. […] Hay una consideración social del escritor por encima del periodista, como si estuviéramos en una relación parecida a la del albañil y el arquitecto, y creo que es algo totalmente equivocado. El periodismo es tan valioso como la literatura. Y depende de la calidad del periodista, muchas veces es superior que el escritor. Sobran los nombres de grandes autores como García Marquez, Martín Luis Guzmán, José Martí, y otros tantos a la cabeza que están ligados al oficio, a los dos oficios, entonces, creo que el buen periodismo, lo he dicho muchas veces, es literatura bajo presión. Es algo que haces en un espacio restringido, con un tiempo limitado, pero que puede perdurar con más fuerza que muchas novelas. Yo creo que sí, entender al periodismo ligado a la literatura significa dignificarlo.
Cómo afinar los sentidos para que las buenas historias no se escabullan.
El gran aliado de un escritor ya sea de ficción o de no ficción es la curiosidad. Yo creo que la curiosidad es el nombre plebeyo de la inspiración. A veces se habla de las musas y de la inspiración y parece que alguien escribe en estado de gracia o recibiendo un dictado del más allá: iluminado. Es posible que esto ocurra, no lo descartemos, pero la manera más normal de acercarte a esta sensación, es ser curioso, ser entrometido, estar buscando las cosas que nadie busca, si tienes una curiosidad por todo lo que ocurre en el mundo y puedes conectarlo, yo creo que vas a encontrar un relato único, vas a sustraerte de la marea de la normalidad para crear algo que sólo tú puedes decir.
¿Las historias están latentes?
Sí pero hay que saber encontrarlas. Por ejemplo Jimmy Breslin, fue uno de los grandes periodistas norteamericanos, llegó a ser un columnista que incluso hacía anuncios de televisión de tan famoso que era, escribía en Nueva York, era un hombre (reportero) de la calle. La mayoría de los grandes periodistas no han estudiado, la profesión de periodista académico es una bastante reciente. Casi todos los periodistas se hicieron en la práctica y Jimmy Breslin pertenecía a esa tradición. El buscaba la noticia pero con una mirada particular. Por ejemplo fue a cubrir el entierro de John F. Kenedy. Había tres mil periodistas en el lugar y casi todos estaban en el desfile, en el cortejo, pero él fue a buscar al tipo que lo había enterrado y entrevistó al enterrador, luego narró ese acto. […] Hay que saber dónde está el ángulo diferente y eso es lo que caracteriza a un gran periodista.
“La mirada es el prólogo de apetito”, escribes en Vértigo Horizontal, la vista depende de nuestra primera aproximación al mundo. ¿Cómo hacer énfasis en la mirada?
Hay cosas que se pueden entrenar y cosas que no. Yo creo que la curiosidad para ver y el enfoque particular tiene que ver con una naturaleza peculiar de alguien que podemos apreciar en los niños. Hay niños que miran de un modo y niños que miran de otro modo, hay niños que se fijan mucho en las hormigas y probablemente serán biólogos en el futuro y niños que se fijan mucho en las niñas y probablemente serán don juanes (risas). Ahí, hay predisposiciones de la mirada. Creo que una de las grandes enseñanzas de la fotografía es que capta lo que todo el mundo ve, pero lo capta de manera diferente, según el talento del fotógrafo, […] También aprende a enfocar la realidad, a seleccionarla, a jugar con las luces. […] ese adiestramiento tiene que ver con una educación cultural, lo mismo ocurre con la mirada del cronista, del reportero, si nosotros vemos la realidad con curiosidad, también tenemos que estar buscando los detalles significantes que nos permita narrarla, hacer las preguntas que nadie hace, ver los detalles que pueden ser importantes para definir una personalidad o establecer un carácter.
¿Es tema de voluntad?
Sí, es un tema de voluntad y de adiestramiento. Yo creo que es importante que nosotros veamos por ejemplo una persona llega un funeral y tiene un calcetín de un color, y otro calcetín de otro color, eso quiere decir o que es muy descuidado, o muy excéntrico, o que se vistió de prisa, pero...¿por qué se vistió con esa urgencia? ¿qué expresa eso de él? Es un detalle caracterológico, el periodista no puede emitir estos pequeños detalles, el color de los calcetines, ese tipo de circunstancias marcan mucho al gran periodista. Por ejemplo Gabriel García Márquez cuando estaba entrevistando al náufrago para hacer su relato maestro (Relato de un náufrago), en un momento dado le dijo: “oye, llevo tres días entrevistándote y no me has dicho en que momento hacías pipí”. Qué pasa, lo fuerza a decir algo que él obviamente no quería decir, por intimidad, pero a veces eso le da significado para entender a esta persona en la soledad.
La necesidad de contar historias y la verdad es cada vez más urgente ¿cuáles, según tu óptica, serían las nuevas maneras de hacerlo?
Primero tenemos que verificar las noticias, eso es algo que se ha perdido, [...] la verificación de datos es muy importante para el periodismo, y por supuesto también tenemos que tener verificadores de los verificadores, entonces el periodista no está solo, el periodista debe formar parte de un medio en donde la propia información sea puesta a prueba. A mí me molesta mucho, por ejemplo, cuando he publicado, en medios de Estados Unidos, son terribles ellos para la comprobación de los detalles y eso me irrita mucho como autor, pero debo reconocer que es importante para que tenga sentido lo que estoy diciendo y para que esté respaldado y nos hace falta eso, si nosotros queremos hacer de un periodismo que busque la verdad, tenemos que respaldarlo, por supuesto no suponer demasiado las cosas es responsabilidad del periodista, no es legítimo escribir desde el desconocimiento. Es legítimo escribir “pregunté a siete personas y ninguna me supo decir tal cosa”, o “recibí informaciones encontradas”, o “no estoy muy seguro de que eso haya sucedido”, la duda, la vacilación, la incertidumbre son recursos también del periodista. Pero una vez que afirmas algo, eso debe de estar verificado por ti mismo pero también por otros periodistas, yo creo que en ese sentido necesitamos fomentar una cultura de la veracidad.
Cómo la frase “si tu mamá dice que te quiere, verifícalo”…
(Risas) Exactamente...
Ahora, la entrevista hoy en día es un género que se pierde entre otros géneros, sin embargo, se trata de uno al que incluso se puede dignificar como un arte ¿Qué me puedes comentar al respecto?
La entrevista es muy importante en el periodismo, hay un libro estupendo de Rosa Montero, que es una gran entrevistadora española, que se llama El oponente. Ella considera que un entrevistado es un adversario, […] No se refiere al oponente como un enemigo que hay que vencer, sino como alguien que te obliga a ti a ser mejor, y a tratar de sacar de esa persona lo mejor que puede dar, en las circunstancias en las que tú estás con él o con ella, porque toda persona tiene derecho a no decirlo todo, tiene derecho a suspender la entrevista y tiene derecho a no darla, tenemos que ganarnos la confianza y a través de esa confianza establecer cierta empatía. Una vez que logramos eso, procurar que la persona que está ante nosotros de lo mejor de sí misma. Es algo que tiene que ver con una cierta tensión de desafío a veces con una pregunta incómoda, o una pregunta inesperada. La entrevista puede ser profundamente reveladora.
¿Puede una entrevista no sólo hablar de un personaje sino de todo un contexto?
La entrevista te puede dar todo un mundo. Poesía y verdad. Johann Wolfgang Goethe, es una entrevista, y es uno de los mejores libros que retratan la época de la Ilustración Alemana. Es una entrevista de Eckermann con su maestro Goathe. Hay libros dialogados que se han convertido en clásicos de la humanidad, el diálogo, la conversación, te pueden dar todo un mundo. Es muy significativo y las grandes entrevistas tienen que ver con esto.
¿Cómo visualizas a la literatura que se escribe hoy en día?
No hay una respuesta para eso porque una característica de la literatura es que es sumamente variada. Salvo algún tema como la violencia, por ejemplo, que es un tema unificador de prácticamente toda la literatura contemporánea. Hay respuestas muy distintas y hay escritores que hacen novela histórica, otros fantásticos, otros intimistas, otros realistas, etcétera. Hay una gran variedad de registros, pero creo que, quizá, ese hilo conductor dramático es la violencia.
¿Y la voz femenina?
Ha sido una de las cosas más importantes que han pasado en los últimos tiempos y no sólo en México, sino en otros países. Si nosotros hablamos de los principales escritores de lengua hispana hoy en día tenemos que hablar de escritoras argentinas como Mariana Enriquez, Samanta Sweblin, de escritoras mexicanas como Fernanda Melchor, o Valeria Luiselli, Guadalupe Netel, de escritoras chilenas como Carolina Meruane, de españolas como Sara Meza. Realmente hay esplendidas escritoras en todos lados que están marcando una tendencia distinta y en cierta forma renovando la tradición, acudiendo a modelos del pasado que fueron muy importantes, pero quizá no suficientemente atendidos como la escritura fragmentaria de Nelly Campobello, el realismo mágico de Elena Garro, la escritura fantástica excéntrica esquinada de Silvina Ocampo; creo que estos registros estaban en la literatura pero aparentemente no habían construido su propia tradición, ahora están encontrando un eco formidable en las autoras actuales.
Roland Barthes decía que la persona que firma un texto no es la misma que lo cuenta. En tu caso, cómo defines al Villoro narrador y al Villoro autor.
Esa es una frase muy importante porque nosotros construimos personajes y uno de los personajes que construimos es el propio autor de un libro, y eso no primordialmente es la persona cívica que así se llama. Cuando escribes una novela de pronto puedes asumir distintas posturas, en ocasiones a través de tus personajes, eso es un desdoblamiento muy obvio, es decir, un personaje tuyo puede ser un comunista recalcitrante o un católico furibundo o un integrista islámico y tú puedes no profesar ninguna de estas convicciones y sin embargo escribir de ellas en la piel de tus personajes, ese desdoblamiento es bastante franco y fácil de advertirlo, por ejemplo cuando yo he escrito en primera persona con voz de una mujer, evidentemente hay un desdoblamiento hacía un otro o en este caso una otra que no soy yo, pero más complicado es entender que esa voz narrativa es una construcción hasta cierto punto ficticia, es decir, no es necesariamente la persona que vive en esta casa, que se relaciona con sus hijos, con su mujer, con sus amigos; hay la construcción de un autor y eso me parece que es muy interesante porque la construcción de un autor es una máscara, pero es una máscara de libertad, […] en la literatura construyes esta máscara, es una paradoja porque es una máscara de sinceridad y esta también es una construcción cultural y sobre todo la sinceridad significante, la que quiere decir algo, no la sinceridad que simplemente es un desahogo o un exabrupto sino una necesidad que construye un sentido, y eso es el narrador.
Y como definirías al Villoro humano
(Risas) Como un sujeto profundamente neurótico qué no sabe qué hace en la Tierra...
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