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Estrategia financiera de los medios para la subsistencia

La pandemia ha sido un desafío económico supremamente disruptivo para las corporaciones del mundo; desde las locales más pequeñas hasta los corporativos multinacionales. Sin embargo, a dos años de la llegada del Coronavirus, empresas en crisis ya no es noticia nueva, pero las tendencias empresariales y económicas que provienen de ella siempre pueden ir de muy satisfactorias a alarmantes. Un ejemplo muy útil para hoy vive en los reportes de ingresos mensuales de los medios de comunicación, cuyos ingresos publicitarios (aquellos de los que tradicionalmente se han alimentado) se están cayendo, impulsando simultáneamente la suscripción a la información digital, quizá garantizando el despegue de un modelo de negocio que garantice la viabilidad de un sector conformado por gente que desea información de calidad, pudiendo pagar el privilegio de no ver molestos, despreciables, visualmente horrendos anuncios.

La prensa escrita ha sobrevivido mientras realiza una travesía a través del desierto en busca de un modelo de negocio sostenible dentro de la economía, que cada segundo es más digital. Hay una cantidad infernal de información en las redes sociales, que, no tan cierto como parecería, soporta una cultura donde informarse, comunicarse y entretenerse es completamente gratis, cultura que ha imperado en Internet tradicionalmente, y la intensificación de la lucha encarnizada por los ingresos publicitarios, a la que se incorporaron las grandes plataformas online, pusieron en jaque la lógica de funcionamiento y financiación de los medios de comunicación.

En países como España, donde suscribirse a un diario con reputación internacional es cada vez más común, la penetración de lectores de la prensa en papel ha llevado a cabo una caída continua, desde el 42 por ciento que suponía en 2008, hasta un escaso 18 por ciento de 2020, de acuerdo con información de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación. Un informe de la consultora Evoca cuantifica esta caída en 8,6 millones de lectores. El fenómeno se puede comparar en todo el mundo, con mayor precisión en las áreas urbanas donde, por supuesto, se concentra una mayor cantidad de lectores de noticias y se perciben salarios superiores.

REDUCCIÓN

El confinamiento no hizo sino agravar la situación financiera. Un estudio de PwC estima que durante este periodo la inversión publicitaria en este segmento ha bajado hasta los 1,390 millones de dólares, un descenso del 10.2 por ciento respecto al mismo periodo de 2020, y que tomando en cuenta sólo el mes de marzo, la caída habría sido del 27.8 por ciento. De cualquier forma, excluyendo el efecto de la crisis sanitaria, el declive es sostenido, especialmente para grandes medios masivos del mundo hispanohablante, donde la tradición de estar suscrito a un periódico no es tan arraigada como en la esfera anglo. El País, ABC, La Vanguardia, El Universal o Reforma, distribuyeron entre el 1 y el 15 de marzo de 2020 un promedio de 63,691 copias menos que en mismo periodo de 2019, una reducción del 13,5 por ciento.

Los ingresos basados en publicidad se calcula que al cierre de 2020 cayeron un 9 por ciento respecto a la cifra registrada en 2019, y aunque se calcula que el CARG de este concepto creció un 2.2 por ciento en 2021, el modelo de pago por acceder a los contenidos, sea a través de una suscripción o bien mediante otros formatos, se erige como una fórmula alternativa para garantizar los ingresos al sector.

La misma fuente predice un ritmo de disminución de la tasa de crecimiento anual compuesto de esta actividad (CARG) del siete por ciento para próximos años, de forma que pasaría de 538 millones en 2019 a 374 en 2024.

SUPERVIVENCIA DIGITAL

Las crisis siempre despiertan el hambre colectiva por la información, y la COVID-19 ha aumentado del interés del público por la información ofrecida por los medios de comunicación tradicionales, tanto la televisión como por aquellos online, y la sobreinformación, por su parte, aumenta el ansia por confiar en alguien.

Los inversionistas están de acuerdo en que el modelo de pago por contenidos o reader revenue es la apuesta para sobrevivir en un mundo digital de buena parte de los grandes medios desde hace algunos años, cuando quedó demostrado que el sistema basado en la publicidad digital es inestable y está sujeto a frenazos en la inversión, así como a variaciones de los precios, como indica Pepe Cerezo en un reciente informe de Evoca.

Aunque durante la crisis sanitaria se ha manifestado en diversos países una tendencia a pagar por los contenidos informativos de calidad, la agencia de noticias británica Reuters destaca Estados Unidos y Noruega por encima de todos. Resulta necesario tratar con cautela los datos, puesto que, a medio plazo, los efectos de la crisis económica pueden limitar y truncar esta propensión del público a gastar en este concepto. Con todo, se trata de un fenómeno que, aunque parece prometedor para el futuro del sector de periodismo que actualmente recibe mayor inversión y exposición global, resulta todavía incipiente (quizá solamente se trate de un efecto COVID-19), y no se sabe si alcanzará el volumen masivo que haría falta para convertirse en un modelo de negocio robusto y sostenible a largo plazo.

Las cifras de pago por contenidos desde 2020 hasta finales del 2021 en diversos países estudiados van desde el 20 por ciento de Estados Unidos y el 26 por ciento de media de la población de los países escandinavos, al 14 por ciento de Países Bajos y Australia. Aunque la necesidad de recibir información de calidad sobre la crisis sanitaria puede haber impulsado las suscripciones a medios de comunicación digitales, algunos medios (El País y The New York Times, entre ellos) eliminaron temporalmente el paywall como una estrategia de relaciones públicas sostenida a base de informar a toda la sociedad sobre la evolución de la crisis.

HAMBRE DE CALIDAD

La calidad del contenido puede ser el principal factor que lleva a una persona a pagar por un medio de comunicación, pues se asocia este modelo con las cabeceras que apuestan por ofrecer una información serie y veraz. Aún con eso, prevalece un elevado volumen de población que se muestra satisfecha con la información que recibe de forma gratuita, y que nada les llevaría a pagar por informarse. Situación que también ha dado lugar a debates sobre el derecho al acceso a la información, donde se suelen vociferar conceptos asociados a la libertad, el capitalismo o al valor artístico y social del periodismo.

Las suscripciones se concentran en unas pocas cabeceras que, de alguna forma, aglutinan el mercado de la prensa generalista online, aunque también destacan en importancia las web´s de los medios locales, por su valor como fuentes de información de las noticias de proximidad. No obstante, las redes sociales, en concreto Facebook y afiliadas, se empiezan a convertir en lugares dónde informarse sobre temas locales para una enorme cantidad de ciudadanos, lo que debe suponer un factor de alerta para medios locales, que se deben adaptar al flujo de información que corre veloz por las pantallas de los smartphones de usuarios que leen noticias en el camión urbano o en la cena.

Con todo, en relación con el grado de confianza de las fuentes informativas durante la pandemia, Reuters informa que casi el 60 por ciento de la población que participaron en su estudio destacó como fiable la información de las organizaciones del sector periodístico, frente a un escaso 26 por ciento que deposita su confianza en la que ofrecen las redes sociales.

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