Putin y el síndrome de Aquiles
Reportaje

Putin y el síndrome de Aquiles

Un nacionalista ferviente que teme no pasar a la historia

Justo cuando el temor generado por la pandemia mundial iniciada en 2019 comienza a disminuir, a la par que lo hacen, lenta pero constantemente, los números de contagios, hace su aparición un nuevo problema que hasta el momento no se tenía contemplado como un suceso con la capacidad de extenderse a un punto tal de llegar a considerarle el potencial inicio de una “Tercera Guerra Mundial”. Recientemente, las cámaras centraron su atención en el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, un conflicto que venía incubándose y anunciándose desde hace ya bastante tiempo (en algunos casos se considera que su origen puede ligarse, o incluso forma parte, de la llamada Guerra ruso-ucraniana remontándolo a 2014) y que hasta la redacción de este documento cumple catorce días, catorce días han transcurrido ya desde que el ejército ruso comenzó su invasión y avance por territorio ucraniano tras la orden dada por el presidente Vladimir Putin quién puso en marcha éstas acciones esgrimiendo una extraña y eufemística justificación oficial: “He tomado la decisión de llevar a cabo una operación militar especial. Su objetivo será defender al pueblo que durante ocho años ha sufrido persecución y genocidio por parte del régimen de Kiev. Para ello, apuntaremos a la desmilitarización y desnazificación de Ucrania", controversiales acusaciones que carecen de pruebas que las sustenten.

Sin embargo, con todo lo que ocurre existen aspectos que ignoramos desde esta parte del continente, se trata de aspectos de los que quizá no éramos conscientes hasta que el conflicto realmente estalló, provocando así su cobertura internacional, lo que, desde luego, generó multiplicidad de opiniones, como es habitual en estos casos, de todo tipo y de todo origen, desde expertos en relaciones internacionales hasta expertos en teorías de la conspiración.

El presente documento pretende funcionar como un resumen biográfico que permita vislumbrar el recorrido que ha seguido el presidente Vladimir Putin hasta llegar a la presente contienda y su desarrollo.

El hombre fuerte de Europa del Este

Éste y otros apelativos similares como “El hombre fuerte de Rusia” o “El hombre fuerte del Kremlin” son comunes de encontrar unidos al nombre del presidente ruso. Incluso ha sido nombrado en varias ocasiones como “El hombre más poderoso del mundo”, dicho título se le ha otorgado según distintos rankings entre los que destaca el realizado por la revista Forbes y que consiste en una recopilación entre jefes de estado, financieros y filántropos que mueven al mundo. Puede que dichas etiquetas se deban en parte al nacionalismo que ha promocionado, de manera exitosa a través de los años en Rusia. Otro dato que suele mencionarse sobre él es que, después de la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, no había existido una figura que fuera tan representativa a nivel interno y externo y que tuviera la capacidad de levantar el orgullo de la nación. Allá por 2015, Forbes le consideraba “uno de los pocos hombres en el mundo suficientemente poderoso para hacer lo que quiera y salirse con la suya” y en seguida mencionaba lo poco que habían afectado directamente al presidente las sanciones impuestas a su país como consecuencia por sus acciones en Crimea y Ucrania.

BBC News, en una nota del 2018, menciona una serie de factores que contribuyeron a que lograra su reconocimiento y posicionamiento dentro y fuera de Rusia, entre ellos: una gran ambición, que finalmente le permitió alcanzar la presidencia por primera vez en marzo del año 2000, oportunidad que rápidamente, durante los primeros meses de su mandato, aprovechó para tomar el control de los medios de comunicación, y procurar que toda la información que se transmitiera, especialmente la que concerniente a cuestiones políticas, esté bajo estricta vigilancia y en consonancia con la línea oficial: “Actualmente (2018) hay tres mil emisoras de televisión en el país. La mayoría de ellas no cubren noticias políticas y, cuando lo hacen, son sometidas a un estricto control del gobierno”. Parece ser que esto formaba parte de una serie de estrategias cuya implementación tenía como objetivo final comenzar a reducir las probabilidades de futuros movimientos, que pusieran en riesgo el régimen que comenzaba a establecerse.

Ana Teresa Gutiérrez de Cid, profesora del área de Política Internacional de la Universidad Autónoma Metropolitana en su artículo El ascenso de Vladimir Putin y la consecución del interés nacional de Rusia (2010) agrega que la labor que desarrolló Putin al interior desde el principio se apoyaba en torno a dos rubros: “procurar la seguridad nacional y combatir la corrupción que reinaba durante la época de Boris Yeltsin, presidente inmediatamente anterior a Putin, de 1991 hasta su renuncia en 1999, para así racionalizar la economía, reglamentarla y atraer al capital extranjero”, se menciona también que su entrada a Rusia trajo una serie de cambios apresurados que no se han visto en lo que va del siglo con otra nación. También dentro del documento de la doctora Gutiérrez se cita un artículo de Karl Baltuj del año 2000, en el que ya se hablaba de las intenciones de Vladimir Putin para con Rusia: “Putin intenta consolidar su proyecto de nación. Su estrategia consiste en modernizar a Rusia, acercándola a Occidente en este rubro para lograr adoptar las nuevas tecnologías en Rusia. Para Putin, el primer objetivo, elevado a objetivo de seguridad nacional era el fortalecimiento de la economía para lograr el renacimiento de Rusia”.

Es posible que esta intención por aumentar los sentimientos nacionalistas de la población hunda su raíz en el surgimiento, auge y caída de la Unión Soviética y el posicionamiento cada vez mayor de los Estados Unidos como gran potencia mundial, mismo que supondría también la imposición de un marcado unilateralismo en las relaciones internacionales y un sistema unipolar al que Rusia intentó negarse con desiguales resultados por años, hasta la llegada de este hombre. De acuerdo al especialista en relaciones internacionales Diego Leiva Van de Maele en su artículo de 2017, titulado Rusia is back: análisis de la evolución de la política exterior rusa en la “era Putin”, éste era consciente de que Rusia había dejado atrás su posición histórica como consecuencia de un deterioro catastrófico de sus capacidades, situación que busca revertir a partir de un proceso de reconstrucción con miras a recuperar y restablecer el sueño de la “Gran Rusia”, regresándole su estatus de potencia mundial mediante la dura implementación de reformas políticas, económicas y militares.

Orígenes y pasado como espía

Vladimir Vladimirovich Putin nació el 7 de octubre de 1952, en la entonces ciudad de Leningrado, hoy llamada San Petersburgo, en una familia de bajos recursos durante la posguerra. Su padre inicialmente trabajó en una fábrica, aunque después combatió como miembro del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD, el antecedente directo de la KGB), mientras que su madre realizó trabajos de limpieza y como dependienta.

Es cristiano ortodoxo, divorciado y abogado; mide 1.70 m y pesa alrededor de 80 kilos. Es practicante de judo y sambo, un estilo de combate y defensa personal propio de la Unión Soviética. Tiene dos perros, es aficionado al ajedrez, la pesca, la naturaleza y otras actividades al aire libre. Con frecuencia exhibe estas aficiones procurando proyectar esa imagen de macho y hombre fuerte de la que tanto se habla y que parece complacer y captar a un grupo importante de sus connacionales. Al mismo tiempo que explota sus cualidades físicas suele hacer múltiples alardes de su fervor religioso. Así, es frecuente ver imágenes del presidente realizando distintas actividades físicas, frecuentemente con el torso desnudo, desde pesca, montando a caballo, en ala delta, pero también en actitud devocional durante los servicios religiosos o sumergiéndose en el agua helada como parte del ritual para conmemorar la Epifanía de acuerdo con el ritual de la Iglesia Ortodoxa.

Tras su egreso, en 1975, de la facultad de Derecho en la Universidad de Leningrado, fue reclutado por el Comité para la Seguridad del Estado de Rusia, (KGB), es decir, la agencia encargada de obtener y analizar la información de inteligencia de la nación. Javier Morales Hernández, doctor en Relaciones Internacionales en un artículo titulado Los servicios de Seguridad e Inteligencia en la Rusia de Putin, publicado en 2003 recuerda que la KGB constituía una gran maquinaria burocrática, que reunía competencias como la inteligencia y contrainteligencia, la disidencia política, protección de fronteras, arsenal nuclear, lucha contra el crimen organizado, etcétera, es decir, el papel que jugó durante el desarrollo histórico tuvo gran relevancia con el grupo de espías que lo conformaban, algunos actuando fuera y dentro del país con la intención de poder prever los movimientos y conocer las estrategias del enemigo. Vladimir Putin inicialmente fue designado al Segundo Directorio Principal, encargado de la seguridad interior y el control policial en el ámbito civil, aunque rápidamente fue asignado al Primer Directorio Principal, responsable de las operaciones de la inteligencia extranjera.

El interés de Putin sobre esta agencia fue directo, como menciona el diplomático Roberto Toscano en KGB y nostalgia. ¿Quién es Vladimir Putin? el hecho de que su padre, Vladimir Spiridonovich Putin, formara parte del NKVD puede dar a entender entonces que parte del interés del joven Vladimir por ingresar a estos servicios le vino de familia y está acompañado de una idea de nacionalismo sembrada por la misma; como elemento extra se agrega la situación complicada que tuvo desde su infancia hasta la etapa adulta, donde aprendió que tenía que sobrevivir y se competente para triunfar. En su texto, Toscano cita unas reveladoras palabras del ahora presidente sobre su infancia: “Me di cuenta de que, en cualquier situación, tanto si tenía razón como si no, tenía que ser fuerte. […] Aprendí sencillamente que tenía que estar siempre preparado para responder a una ofensa o un insulto de inmediato. […] Entendí, ni más ni menos que, si se quiere ganar, en cada pelea hay que luchar hasta el final, como si fuese la batalla última y decisiva; es necesario aceptar que no hay retirada y que hay que luchar hasta el final. En principio es una regla conocida que más tarde me enseñaron en el KGB, pero yo la aprendí mucho antes, en las peleas de mi infancia”. Como complemento Javier Morales menciona que además de los antecedentes familiares se encuentra el contexto en que creció, un ambiente donde la heroica imagen de la propaganda soviética de posguerra que presentaba a los agentes de inteligencia en la lucha contra el enemigo invasor era una constante. El mismo Toscano redondea su apreciación de Putin con el siguiente comentario: “Estos orígenes duros y desfavorecidos explican no sólo lo que se ha definido como un carácter "de superviviente", sino también el lenguaje popular y a menudo crudo que emplea (para deleite del ruso corriente, aunque no siempre entusiasme a los intelectuales), y la pose, basada en sus raíces y en sus instintos auténticos, pero utilizada conscientemente de una manera demagógica y populista, que adopta para su exhibicionista imagen de macho”.

De esta manera es posible contextualizar la visión bajo la que se forjó y cuáles fueron sus influencias para elegir el camino de la política, sin duda, el tiempo que pasó en la KGB complementaría la manera en que ejercería el poder.

Carrera política

Se cree que alrededor de 1990 abandonó el servicio de inteligencia, para 1994 ya había comenzado, discretamente, su incursión en el ámbito político, por entonces ejercía como consejero de asuntos exteriores para el alcalde de San Petersburgo. En agosto de 1999 el presidente Boris Yeltsin lo convirtió en su primer ministro y el 31 de diciembre anunció su dimisión, de esta manera Putin se convirtió en presidente interino, para en seguida ganar las elecciones en marzo del 2000, así llegó al poder quien hasta el momento se ha convertido en el líder político ruso que más tiempo ha gobernado después de la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Putin ha ocupado la presidencia en cuatro ocasiones: su primer periodo oficial cubrió del 2000 al 2004, un segundo mandato de 2004 a 2008; ya que la constitución rusa prohibía tres mandatos constitutivos, fue primer ministro de nuevo entre 2008 y 2012, momento en que asumió la presidencia su delfín Dmitri Medvédev, durante este periodo además se aprobó una modificación constitucional que extendía el mandato presidencial de 4 a 6 años y le permitía volver a ser reelegido. Así resultó ganador en nuevos comicios y obtuvo su tercer periodo de 2012 a 2018, su mandato actual comenzó en 2018 y terminaría en 2024, tentativamente, esto porque en 2020 propuso una ley, misma que fue aprobada en abril de 2021, que le permitiría extender su gobierno durante dos periodos más, es decir que podría llegar a permanecer en el poder hasta el 2036.

Según mencionó el periódico El País en nota de 2017, a manera de resumen, a lo largo de sus primeros ocho años de mandato se inició la llamada “democracia dirigida”, más adelante denominada “democracia soberana”, que logró reducir a los oligarcas, controlar los medios de comunicación y devolver al Estado el control de grandes empresas energéticas.

Su gobierno, puntos positivos y negativos

El gobierno de Vladimir Putin ha sido uno de los más acertados en los últimos años, con la capacidad de generar avances en su nación en un periodo relativamente corto de tiempo, bajo el ideal de reforzar a su país y evitar que se vuelva una zona vulnerable donde la delincuencia, la pobreza, la falta de educación y otros aspectos negativos se multipliquen y le estrangulen.

El sentido de competencia también es algo que se ha visto reflejado y se ha notado en mayor medida con la Unión Europea, como señalan las investigadoras Mercedes Guinea y Victoria Rodríguez en Rusia y la UE: en el vecindario común: entre la cooperación y la competencia (2012), en su papel de principales potencias del continente europeo sus relaciones nunca han sido cordiales y constructivas, para iniciar, debemos entender esta competencia a partir de los antecedentes históricos donde se entiende que la UE y Rusia están conformadas por Estados que pertenecieron a la Unión Soviética pero que por todo el movimiento generado, ha terminado por plantear visiones diferentes entre ambas potencias. “Rusia pretende extender su control a los antiguos “vasallos” del imperio zarista y soviético; la UE busca ejercer influencia a través de lo que algunos autores han calificado como “imperialismo suave”, tratando de alinear estos Estados con los valores y principios europeos y vincularlos económicamente a la Unión, de forma que se alcance una mayor prosperidad y estabilicen sus fronteras exteriores”.

Esta necesidad de competir, de defender lo que “le pertenece” puede tomarse tanto como un punto positivo o uno negativo según el lado del que nos encontremos, es un punto positivo porque la actitud que toma frente a otras naciones puede generar seguridad en los habitantes y brindarles ese patriotismo necesario para que en conjunto comiencen a generar cambios en las estructuras, pero negativo por la concepción que manifiesta sobre la autonomía y derechos de las otras naciones. En general se suele considerar que al menos de manera interna los aciertos han sido muchos, por ejemplo, Rocío Berardo considera que tras el mandato de Yeltsin se habían implementado reformas que debilitaron al estado llegando al punto en que numerosas regiones y repúblicas rusas poseían su propia legislación, que a veces contradecía a las instituciones federales, y agrega que “Las privatizaciones llevadas adelante por Yeltsin dieron origen a diversos mecanismos de evasión de impuestos y tasas por parte de las grandes empresas. Ante esto, muchos rusos consideraban que su país estaba en riesgo: o de estallar, o de no poder recuperarse de las consecuencias de la disolución de la URSS y las radicales reformas que sobrevinieron de la mano de Yeltsin”.

Los aciertos fueron suficientes para levantar a un país que estaba por caer tras la disolución de la URSS y demás aspectos que fueron descuidados, razón por la que Putin al llegar al poder comenzaría a reestructurarlo todo, aunque tal vez no de la manera en que a Occidente le agradaría, el cambio se presentó de manera autoritaria y estratégica, ejemplo de esto, como ya se ha mencionado anteriormente, el hacerse de los medios de comunicación para poder controlar lo que está permitido informar y de esta manera reforzar el nacionalismo, un nacionalismo que, según planteó el politólogo y analista Luke March en textos de 2009, se divide en tres aspectos: Nacionalismo oficial, cultural y político. El primero de ellos, representa los enfoques del Estado, los discursos, la ideología delimitada por el Kremlin, la dirección presidencial y las doctrinas de política exterior. El nacionalismo cultural busca la defensa y la activación de la comunidad histórica, por tanto, los símbolos refuerzan los aspectos históricos, morales y sociales para la construcción de un sentido de solidaridad nacional; por último, el nacionalismo político centra su objetivo en la conquista de las instituciones políticas para la "nación", es decir, la movilización electoral y social en torno a motivos nacionalistas.

Desde luego, no todo es bueno en la Gran Rusia, resulta innegable, la existencia de grupos de oposición dentro de la nación que aseguran fraudes electorales, igualmente es criticable la actitud que ha tomado Putin frente a naciones extranjeras, misma que provoca reacciones como el evidente rechazo y la animadversión internacional ante la invasión a Ucrania, un evento que ha tomado relevancia recientemente a pesar de que el ambiente de tensión llevara años ahí, este acto es visto como una muestra más de las ansias de poder de Putin.

Imagen pública en el interior y el exterior

La imagen pública que Vladímir Putin exhibe hacia el exterior suele resultar un tanto amenazante y poco abierta al cambio, ya entendimos que uno de sus principales objetivos es forjarle, y mantener, una peculiar identidad a Rusia, una identidad que sea “ajena” a los comportamientos de Occidente.

La corresponsal en Moscú de El País, María R. Sahuquillo, apenas el 12 de febrero del presente año realizó una descripción que parece acorde con la visión internacional: Durante años, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha tratado de resucitar el papel de Rusia como una superpotencia global. Bajo el influjo del síndrome del imperio perdido, enfurecido por el orden surgido tras la Guerra Fría y el derrumbe de la Unión Soviética, Putin ha maniobrado para dejar en su legado un país poderoso en el tablero geopolítico mundial. Y también, un Estado temido, que ya no está de rodillas tras el colapso de la URSS.

Una cuestión que se repite en los análisis es que el objetivo de Rusia ha sido volver a posicionarse tras su caída y desde la visión extranjera lo ha ido logrando a base de discursos intimidatorios o cuando menos retadores hacia otras naciones, esta postura tan comprometida sin duda ha influido en la toma de decisiones de los habitantes pues no ha sido electo cuatro veces por nada, y es que, a pesar de todo, al parecer sabe de qué manera liderar, cómo y cuándo dialogar, y cuándo y por qué no hacerlo. Se trata de una persona estratégica que tampoco ha dudado en echar mano de aspectos emocionales para sus movimientos.

Uso del miedo

Es posible que parte del miedo que busca infundir Rusia sea resultado de su conformación geográfica, de acuerdo con María Luisa Pastor Gómez, del Instituto Español de estudios Estratégicos, la percepción alarmista de Rusia para con el mundo tiene antecedentes desde la caída de la Unión Soviética, pero lo que les preocupa no es la supervivencia del territorio en sí sino la pérdida de su identidad o concepción de sí misma, y es de aquí donde podemos partir. Como ya se mencionó en un punto anterior, la idea del nacionalismo ruso es muy marcada y preguntarnos ¿qué ocurre cuando este nacionalismo llega reforzado por alguien que creció en un ambiente lleno de propaganda soviética? La respuesta podría ser que esta idea de proteger la identidad de la nación rusa se potencia, siguiendo aún a Pastor: “Putin no dejará escapar la oportunidad para construir una narrativa según la cual Occidente quiere imponer sus valores ante la tradición genuina rusa. Occidente es en realidad “el otro”, la comparación que el “ego” de Rusia necesita para reafirmar su propia identidad. Putin se centra en la defensa de la “inmunidad cultural rusa” contra las invasiones extranjeras”.

Putin en sus años de mandato ha tomado a Occidente, personificándolo como un enemigo para la nación y logró que la nación interiorice esta idea a través de los principales medios de comunicación del país, esgrimiendo estas ideas se ha lanzado a tratar de anexar territorios que antes pertenecieron a la Unión Soviética, pues aún después de su independencia parte del discurso ruso consiste en reforzar la percepción de Ucrania y Bielorrusia como naciones hermanas, pero hermanas menos, a conveniencia.

Los discursos y amenazas que el presidente ha dado tras la invasión a Rusia se han “viralizado” por lo fuertes que resultan y los medios de comunicación en Occidente han enfatizado los puntos más alarmantes, como el aumento del enfrentamiento armado al punto de necesitar la intervención de otros países, lo que abriría la puerta a que se desate la tan temida Tercera Guerra Mundial. Algunos ejemplos de estos titulares alarmantes serían: La escritora ucraniana Oskana Zabuzko: “Ya estamos en una guerra mundial” SWI (2022), “Rusia y Ucrania: el amenazante discurso de Putin en el que puso en duda la soberanía del país vecino” BBC News Mundo (2022), “El lenguaje no verbal de Putin: No tiene miedo a la muerte, sino a no pasar a la historia” Fernández (2022) y la difusión de uno de los discursos más inquietantes, que ha sido publicado y expuesto en diferentes sitios: Discurso de Putin: “La respuesta de Rusia será inmediata para quien intente ponernos obstáculos” Euronews (2022), esto último es un ejemplo claro de la utilización del miedo y la intimidación a que intenta recurrir Putin para evitar que alguien se una a Ucrania en contra de la invasión y reafirmando que aquel que no se una al conflicto a favor de Rusia, será considerado directamente como enemigo.

Pretextos para la invasión

El camino que llevó hasta los enfrentamientos actuales, se construye desde hace años, lo que generó una de las mayores crisis de seguridad en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, y aunque los motivos aducidos para la invasión fueron muchos, la mayoría resultan tener poco o nada de sustento que los confirmara.

Sarah Müller de Bloomberg y a través de El Financiero resaltó una entrevista en la que Putin mencionó que había actuado para proteger del ejército ucraniano a los civiles de regiones separatistas, a pesar de que en ningún momento hubo ninguna evidencia o señales de que se encontraran en riesgo, esta excusa de alguna manera no sorprendió a las naciones pues desde hacía meses se especulaba que Moscú no tardaría en crear una justificación falsa para la guerra.

Un punto clave es el interés de Ucrania por unirse a la OTAN y el consiguiente rechazo tajante de Rusia a que esto suceda; el argumento es la seguridad nacional, ya que de hacerlo, Rusia se encontraría rodeada de armamento militar.

Joscha Weber, Matthias von Hein y Andrea Grunau realizaron para Deutsche Welle (la cadena informativa de Alemania para el extranjero) en su sección DW Verifica, un análisis desmontando las justificaciones para la invasión; en él, se hace referencia, por ejemplo, a la declaración de Putin sobre la expansión de la OTAN en torno a Rusia, incluyendo su miedo de que se anexe a Ucrania, país al que en 2008 se le abrió una perspectiva de adhesión que desde entonces se quedó congelada y ni siquiera se incluye en la agenda. Vladimir Putin sin embargo, lo aprovecha para argumentar que sus movimientos deben ser entendidos solamente como un acto defensivo: “Simplemente no nos dejaron otra opción que defender a Rusia y a nuestro pueblo, que aquella a la que hoy debemos recurrir. Las Repúblicas Populares del Donbás pidieron ayuda a Rusia. En este contexto, en consonancia con el capítulo siete, artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, (…) tomé la decisión de llevar a cabo una operación militar especial”.

Los puntos aquí abordados ayudan a tener un panorama general, aunque no completo del conflicto entre Rusia y Ucrania, a comprender que no se trata exclusivamente de un conflicto entre dos naciones, de ser necesario un escenario más completo se requerirá un análisis profundo sobre la historia de Rusia, Ucrania y el desarrollo de la OTAN; otros enfrentamientos previos contra Ucrania y otros territorios como Chechenia, Georgia, Siria, Crimea y Kazajistán.

Sin embargo, con lo expuesto en este documento tenemos varios factores de la personalidad de Vladimir Putin que resulta importante considerar para contextualizar la serie de movimientos que se han desarrollado en los últimos días. Hasta el momento el conflicto de Rusia y Ucrania parece no tener un fin cercano, las soluciones diplomáticas cada vez parecen menos probables y dado que nadie parece dispuesto a ceder, se ha generado la movilización de miles de civiles que buscan asilo en otros países, mientras Ucrania hace lo posible para evitar que la invasión continúe expandiéndose.

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