Tick, Tick… Boom!
Cine

Tick, Tick… Boom!

Entre sueños y frustraciones

Desde hace unos años, Lin-Manuel Miranda construye un sólido camino en el cine y la televisión. Empezó como actor, pasó por el trabajo de guion y banda sonora, hasta finalmente dirigir su primer largometraje. Una carrera que tuvo sus inicios en su juventud, donde se desarrolló artísticamente gracias al teatro musical, fungió como la base creativa de sus reconocidas obras In The Heights y Hamilton.

Para este debut como director de cine, Miranda nos trae la vida y obra de Jonathan Larson, uno de los héroes del teatro musical estadounidense y un artista fundamental para el desarrollo de este género en la década de los 90’s. De este modo, se evidencía desde un principio, que este filme es un proyecto personal de Miranda, repleto de amor y admiración por Larson, los musicales y el arte en general.

Hay un fuerte matiz de inspiración que se respira en cada escena, con el claro objetivo de enamorarnos, pero al mismo tiempo cuestionarnos a nosotros mismos y, de paso, mantener viva la llama creativa y la memoria de Jonathan Larson.

La película toma como base el segundo musical escrito por Larson, donde narra su propia vida antes de cumplir 30 años, cuando se encontraba en pleno proceso de escribir su primera obra: Superbia. Lo que podría ser un relato biográfico estándar, transformándose en otra tradicional biopic que rellena la cartelera anual de los cines, Tick, Tick… Boom! termina siendo un torbellino de emociones que, basándose en la vida y obra de Larson, es capaz de construir un mensaje universal sobre los miedos, las frustraciones, la pasión, la amistad, la vida y el amor. He ahí su gran fortaleza.

EL INICIO

El primer cuadro musical es la mejor representación de esa premisa donde, además de darle un inicio potente a la película, logra presentarnos al protagonista y lo que será su principal conflicto interior: los sueños versus la frustración. La canción 30/90 es un puñal en el corazón: “Turn 30 in 1990, Bang! You are dead” (“Cumplir 30 en 1990, Bang! Estás muerto”). Aquí se están exponiendo todos los temores de Larson: cómo la vida pasa y no logras cumplir tus sueños y cómo llegas a los treinta sin lograr las exigencias de la sociedad moderna (casa, empleo estable, familia), pero tampoco concretar tus sueños y anhelos (carrera musical, reconocimiento). Desde un inicio, la historia se encarga de ponernos entre la espada y la pared, entre el fracaso y el miedo, asumiendo una empatía con el protagonista de forma inmediata y orgánica. Podríamos reducir el conflicto a una crisis de los treinta, donde el personaje principal sólo está pasando por un momento crítico pasajero, pero el mensaje va más allá y he ahí el potencial que tiene la ópera prima de Miranda.

UN MENSAJE UNIVERSAL

El conflicto existencial planteado se transforma en una bandera universal para todo aquel que sueña y que sienta que la vida pasa sin lograr concretar eso que tanto anhela, y que muchas veces, no tiene que ver con incapacidades de uno, sino con el contexto, la sociedad, la vida, el destino, o como queramos llamarle. La lucha de Larson contra el mundo, al estilo de David y Goliath, es la épica que le da vida a la película. Sabemos que su lucha tiene sentido, nos hacemos parte de sus victorias y fracasos, porque, finalmente, es un ser humano como nosotros intentando hacer algo con su vida.

El fantasma de los 30 años que va apareciendo a lo largo del metraje, en cierto sentido, es similar al sentimiento que existe hoy en día en pleno siglo XXI. El exitismo y la velocidad de la vida contemporánea hacen que este mensaje no sea algo anacrónico, sino que encarna un sentimiento transgeneracional y que va a resonar en las cabezas de aquellos que se niegan a dejar de soñar, a pesar de caminar constantemente por la cuerda floja de la vida. Tick, Tick… Boom! es una luz de esperanza en un mundo plagado de falsas expectativas, anhelos quebrados y miedos existenciales. Es una invitación a no dejar que el tiempo pase y que la cuenta regresiva nos explote en la cara.

Teniendo en cuenta esa profunda narrativa que esconde este musical, hay que reconocer que uno de los grandes responsables de que la historia sea cercana y muy humana, es el actor Andrew Garfield. Es innegable el talento que ha desplegado en otras obras cinematográficas, pero en esta en particular, vemos un trabajo que va más allá. A través de su actuación logra plasmar un carisma que traspasa la pantalla y envuelve al espectador en cada número musical, haciéndolo parte de este drama. Además de su increíble compromiso con el personaje, al aprender a tocar piano y cantar, hay un vínculo especial que construye al convertir los sueños y temores de Larson en un mensaje comprensible, donde todos podemos empatizar. De la misma forma, el resto del elenco funciona perfectamente, logrando desarrollar las subtramas que le dan equilibrio al relato. Los ejemplos más evidentes son los de Alexandra Shipp como Susan, pareja de Larson, quien pone en tensión las relaciones amorosas con las carreras laborales de ambos; y el de Robin de Jesús como Michael, mejor amigo del protagonista, quien interpreta los sueños hipotecados en búsqueda de una estabilidad financiera, además de incluir temáticas delicadas como el VIH y el temor a la muerte. Ambos juegan un rol fundamental, con actuaciones sublimes y sensibles, retratando situaciones reales que suceden a diario y que se entrelazan con el camino de Jonathan Larson. Es increíble que, a pesar del carácter ficcional del musical, todos los elementos que lo componen son extremadamente verosímiles y todo está en el lugar que tiene que estar para que funcione. Un acierto cinematográfico.

CRISIS DE LOS 30

Finalmente, el miedo que persigue a Larson en forma de cumpleaños número treinta, es la vida misma con todos sus componentes. Así se va viendo en la evolución del personaje y de la trama, a lo largo de los distintos números musicales, los que dejan ver constantemente esa lucha interna y externa por superar los temores, no dejarse caer en las frustraciones y la serie de preguntas existenciales que rodean a la humanidad como especie. “Fear or love?” (“¿Miedo o amor?”) se cuestiona el protagonista en una de sus canciones finales, asumiendo la crisis y buscando esa respuesta que es nebulosa permanente; la que remata con una metáfora poderosa “Cages or wings? Which do you prefer? Ask the birds” (“¿Jaulas o alas? ¿Qué prefieres tú? Pregúntale a las aves”), dejando claro ese conflicto que lo consume y lo invita a hacer volar los sueños y no encerrarse en los miedos.

Un llamado de atención basado en la pasión por el arte y el amor por la vida. Tick, Tick… Boom! es una película realizada con mucho cariño y amor. Miranda y todo el equipo detrás se entregan a esta historia en cuerpo y alma… ¡y se nota!. La música es atrapante (mención honrosa al excelente soporte de Vanessa Hudgens), la historia es sencilla y la actuación de Andrew Garfield es intensa, una explosión de carisma que lo hace un digno competidor en la carrera por los premios Oscar de finales de marzo. Todos estos ingredientes permiten entregar un musical con personalidad y espíritu, disfrutable en todos los aspectos y, sobre todo, necesario y único en su tipo.

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