“Nada que cultural y socialmente importe al mundo iberoamericano me es extraño. Pertenezco a ese mundo como pertenezco a la aldea donde nací.”, mencionó José Saramago en una entrevista para El País.
El llamado genio tardío, recorrió dificultades hasta llegar al punto de ganar un Nobel de literatura, apoyándose en su propia voluntad e interés de conocer el mundo que le rodeaba.
Figuras como Pascal Quignard, admiten en sus prólogos que su carrera no se hizo con una carrera formal o académica, sino únicamente leyendo. Al igual que él, Saramago es un autodidacta que tomó uno de los caminos posibles y a partir de él, se convirtió en un escritor célebre y bastante único en su tipo.
La distracción del destino
“Cuando todavía no había cumplido dos años, mis padres, emigrantes empujados por la necesidad, me llevaron a Lisboa, a otros modos de sentir, pensar y vivir, como si nacer donde nací hubiera sido consecuencia de una equivocación del azar, de una casual distracción del destino, que todavía estuviera en sus manos enmendar” (Las pequeñas memorias, 2006). La vida fue llevando a José Saramago por un camino inesperado desde poco después de nacer.
El escritor, periodista y dramaturgo portugués, es descrito, haciendo gran énfasis en su biografía, como bastante impresionante. Pero quedarse en la vida de carencias a la que sobrevivió y desde la cual se levantó para convertirse en el autodidacta ganador del Nobel, sería un recurso fácil y aspiracional. Sus logros pueden estar por encima de todo lo demás. Y, por supuesto, la manera en que describe él mismo su vida a través de sus biografías, que son obras literarias por sí solas.
El escritor dejó la escuela a los 15 años para trabajar, pero se había acercado irremediablemente a la literatura, interés que lo marcaría de por vida. Accedió a estudios técnicos e industriales y finalmente se hizo mecánico de soldadura, un oficio aparentemente alejado de la escritura.
En Máquinas de Vanguardia (Rubén Gallo, 2014), se muestra cómo la reparación de máquinas de escribir se convirtió en un negocio ampliamente redituable y al que se dedicaron muchos soldadores.
En la escuela industrial, el portugués ya se había encontrado con los clásicos en las asignaturas humanísticas en los años 30’s. Pero al trabajar como soldador, luego tipógrafo, y utilizar su tiempo libre para leer en la biblioteca pública, el joven avanzaba hacia el Saramago que el mundo conoce y recuerda hoy. Después, se dedicó a ser lector de textos y editor. El agregado final para el personaje, fue su militancia en el Partido comunista de un Portugal más conservador y con tendencia al autoritarismo en ese momento. El Estado Nuevo o Salazarismo, régimen dictatorial del país, comenzaría cuando el futuro autor tenía 10 años, y terminó cuando tenía 36.
Tierra de Pecado es el nombre que recibió una primera publicación de Saramago a sus 25 años (La Viuda, título original propuesto por su autor). Continuaría publicando otras seis novelas, aunque sería una gran controversia lo que lo impulsaría hacia un público amplio e incluso hacia la cultura popular.
El Evangelio según Jesucristo en 1991 fue tildada de blasfema, y encaminó a la fama a un Saramago que seguramente no se esperaba esta reacción. Aunque el Salazarismo había terminado, los problemas no se hicieron esperar. El escritor partía de sus intereses personales e, inseparablemente, del contexto social en que vivía, uno que después de todo, esperaba remover, por lo menos en la mente de sus lectores.
El pensamiento controversial
Es por lo menos llamativo cómo este vuelco enorme se dio debido a heridas abiertas que el mismo autor intentaba confrontar y, de alguna forma, intentaba contribuir a que sanaran. Había que desestabilizar aguas que se estaba estancando, exponiendo y criticando las narrativas a las que la humanidad había sometido su realidad por siglos.
¿Cómo serían las cosas cuando no las miráramos? Es la pregunta que un Saramago niño se hacía a sí mismo, una que prefería no comunicar a los adultos para no ser tachado de ingenuo. Pero el fondo de esta idea implica que el mundo no es como se plantea en la superficie, y que subyacen en él verdades ocultas.
La superficie sensible, es sólo el envoltorio de una esencia profunda y permanente. Para un Saramago que había permanecido en su propia realidad hasta que descubrió la lectura. El despertar de una personalidad sumamente analítica, era solamente cuestión de tiempo.
El escepticismo de Saramago se gestaba desde sus primeros acercamientos a los clásicos, hasta sus publicaciones más tardías, denotando un amor por la duda y el análisis de la realidad.
En Tierra de pecado (1947) se nota en el autor un interés por el naturalismo y evolucionismo, ya que se cita constantemente, a través de la voz de su personaje el Doctor Viegas, al filósofo Herbert Spencer. La cuestión de la ética y la moral interpela al joven Saramago, sobre todo en esta etapa, ya que considera al humano como un ser éticamente desvirtuado que sólo a través de las leyes y normas se puede encarrilar, muy al estilo de la dicotomía moderna del humano bondadoso y la malvado por naturaleza. Saramago se inclinaba claramente por las ideas del filósofo Thomas Hobbes.
“Malo, pero de buen corazón” (Pequeñas memorias, 2006), es una frase con la que se describe en su autobiografía el comportamiento de un primo agresivo. El problema de “la cuadratura del círculo”, como él lo llama, es que, precisamente, las personas somos ambiguas, y en cada comportamiento subyace tanto una maldad como una bondad intrínsecas.
Con el posterior lanzamiento de Caín en 2009 (a 18 años de El Evangelio según Jesucristo), llegó una nueva controversia que comparte el mismo origen. Con la propuesta de humanizar los mitos bíblicos, Saramago hizo enfurecer a más de un lector (o seguramente no lector), al llamar “injusto, envidioso y orgulloso” al Dios del Antiguo Testamento.
No existía en él una gran pretensión que no estuviera fuera del producto literario o de la mera expresión literaria y de libre pensamiento. No escribía para “salvar a la humanidad”, ni para agradar o desagradar, sino para “desasosegar profundamente”: señaló él mismo en una rueda de prensa multitudinaria, llevada a cabo en La Casa de América (Madrid, España) en 1998. Es decir, que intentaba remover de algún modo lo que parecía inamovible.
Saramago se había encontrado por una nueva polémica, cuando la anterior le había hecho dejar Portugal para vivir en España. Esta vez, tal vez calmaba las aguas que en su momento había agitado el autor, ya que Caín gozaba de éxito y la reacción que suscitó no fue tan agresiva como la primera.
El problema de la identidad
Un joven Saramago poeta se pregunta a sí mismo, todavía sin ahondar tan profundo en la cuestión: “¿Qué habría pasado cuando los primeros hombres se encontraron cara a cara, hombre contra hombre, hombre contra mujer, clan contra clan?” (El año de 1993 ,1975). Para él, el parecido o la comparación, pueden ser motivo de choque irremediable. “La realidad no soporta su reflejo”, indica en su novela El año de la muerte de Ricardo Reis (1984).
No conforme con desasosegar, utilizando temas sociales, el piso en el que se pone de pie Saramago: la literatura, también sufre transformaciones. Él presenta sus ideas literarias, ya de por sí fuera de lo común y propias del realismo mágico, mediante recursos bastante idiosincráticos, que lo han convertido en un autor único en su tipo.
Desde la publicación de Levantado del Suelo (1980), los signos de puntuación, títulos y numeración de capítulos en las novelas de José Saramago, dejaron de aparecer. Los puntos y las comas son puestos en pocas ocasiones, y las mayúsculas indican cuando un personaje ha tomado la palabra después de una coma. El autor considera que son innecesarios y que mediante su exclusión, se puede apelar a la voz interna de los lectores. Ellos intuyen cuándo debe existir una pausa y cuándo no. El texto propuesto es uno inconcluso, por el que se puede transitar libremente.
En El Hombre Duplicado (2002), el autor utiliza un tópico de la literatura que es a su vez un miedo humano relacionado con algo que creemos tener sumamente seguro: la identidad. Esta misma, en el estilo de Saramago, no está delimitada. Nos deja intuir quién habla después de quién, dejando una mayúscula después de una coma para señalar una nueva intervención de diálogo. Sin nombres de personajes, sólo queda la intuición del lector.
Para la psicoanalista Melanie Klein, en las etapas más tempranas de la vida, las personas no somos conscientes de ser un individuo. El entorno, el único mundo que conocemos al estar en el útero, propicia la vida y nos consideramos parte y en completa comunión con él. Al nacer, la madre hace las veces de ese entorno que brinda sustento, pero al cobrar con el tiempo consciencia de que no somos parte inseparable de ella, surge el individuo.
Somos pues, una parte separada y autónoma, un individuo que toma sus propias decisiones. Creemos estar en control de las situaciones que nos rodean, pero muy en el fondo, la idea de que esta libertad pueda ser desafiada, nos confronta con un golpe de realidad.
Existe el otro que también busca su libertad y sus recursos, existen realidades que no alcanzamos a comprender, mecanismos políticos de los que no tenemos control, un mundo entero que nos sobrepasa.
La proyección, es definida por el psicoanálisis como un mecanismo de defensa que expulsa hacia afuera las partes de la personalidad que no son aceptadas, que nos son insoportables. Las deposita en alguien más. Tal vez en un caso en que se repriman muchas partes de uno mismo, la aparición de alguien que se parece a nosotros, nos molestaría, e incluso nos haría sentir repulsión.
¿Qué pasaría entonces, si todo lo que tememos en este sentido, pueda materializarse y desestabilizar nuestra individualidad? El otro tiene su propia identidad, como nosotros, pero respira y tiene las mismas necesidades, y de hecho puede ocupar nuestro lugar. El miedo al otro tiene ese origen, y su representación más extrema está en el doppelganger, una figura que es un duplicado de uno mismo.
El Hombre Duplicado relata un descubrimiento extraño. El protagonista al ver una película encuentra que uno de los actores es idéntico a él. Una curiosidad obsesiva le mueve a buscarlo hasta que acuerdan encontrarse y descubrir que son idénticos en voz, tienen las mismas cicatrices y lunares, así como fecha de nacimiento.
La envidia aparece rápidamente, el conflicto comienza cuando los idénticos tratan de comparar la hora de nacimiento para saber si existe un “original”. La verdad es tan insoportable, que deciden no volver a verse, hasta que uno de los dos trata de tomar el lugar del otro, porque comienza a desear a su esposa, ya que bajo la lógica del relato, sería natural que ambos sintieran atracción por la misma persona y, tal vez, desearan lo mismo para su vida.
Este tópico tiende sus alcances hasta tiempos más recientes con una adaptación de la novela al cine, dirigida por Denis Villeneuve (más conocido últimamente por la versión de Dune del año 2021), bajo el título de Enemigo (2013), que agrega, precisamente, un símbolo analizado por el quehacer psicoanalítico.
La araña, es el símbolo de una feminidad que es lo que termina por distanciar a los personajes idénticos. O por lo menos la feminidad agresiva, vista bajo una lente social como algo a alcanzar y por el qué competir. La envidia que enfrenta al protagonista y antagonista, poco tiene que ver con la esposa como persona individual, sino que, más bien, la despoja de su identidad y la trata como un objeto de valor.
Cegueras e intermitencias
Saramago utiliza una gran cantidad de temas que envuelven los mundos que propone, utilizando sus complejidades para hablar sobre la manera en que actúan los individuos en colectivo.
En Ensayo sobre la Ceguera (1995) se introduce un cambio en la cotidianeidad. Una epidemia en que los afectados pierden la vista, pone en un terrible jaque a la sociedad. El suceso puede ser interpretado casi como cualquier problema invisibilizado, sea la pobreza, la escasez o la misma enfermedad.
El suceso comienza por afectar al paciente de un oftalmólogo, cuyo caso no tiene explicación médica y se contagia rápidamente. Al hacer frente a la epidemia, se cometen errores importantes, por ejemplo aislar a los afectados y mentir sobre las cifras y la evolución del problema. Las personas quedan a merced de las malas decisiones del gobierno mientras que son invisibilizadas para no alarmar al resto de la sociedad.
Uno de sus personajes no es afectado por la ceguera y guía a un grupo de ciegos por el terreno que habitan los afectados, con recursos cada vez más escasos y condiciones deplorables. La decisión que toma esta persona con algo de poder pero benevolente, es parecida a la que toma el gobierno. Prefiere mentir a los ciegos, ocultar las atrocidades que ocurren a su alrededor.
Conforme el problema avanza, los afectados se vuelven más agresivos para intentar sobrevivir y los militares actúan contra ellos haciendo uso de fuerza excesiva. Frente a la crisis, un grupo de afectados se hace con el poder para aprovecharse de otros ciegos, a quienes despojan de sus objetos de valor y de la mejor comida.
Incluso quienes están en las mismas condiciones, pueden convertirse en nuevos victimarios. “Pobre no es sinónimo de ángel, y ángel no es sinónimo de pobre”, dijo Saramago en una entrevista para Rocha Informa. En situaciones de marginalidad y riesgo, hay quienes deciden parasitar más a su propio círculo.
Es así como expone partes clave de esta sociedad marginal, analizando el funcionamiento de la misma. Al utilizar la vista como un símbolo de gran peso, expone que algunos tienen el poder de ver la realidad social, y tomar la decisión de ayudar o para manipular a los demás. La vista sólo es posible por medio de la luz, símbolo de conocimiento. Quienes la usan para ayudar a los demás en un mundo enfermo, entregan cierta parte de sí mismos. Otros se sacrifican como en el mito de Prometeo.
El autor portugués utiliza este tipo de visión global más adelante, volviendo su carrera más extrema. En Las Intermitencias de la Muerte (2005), delimita un país anónimo en que la muerte deja de producirse.
“Al día siguiente nadie murió. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme…”. Otra crisis narrada por Saramago, que toma como eje principal, la desaparición de una parte de la vida que vemos como inamovible o imperturbable.
A través de esta problemática se explica cómo aparece una crisis existencial a la que se deben enfrentar las religiones, la filosofía y la erudición. Mientras tanto, el problema terrenal continúa, escapando y generando consecuencias: las relaciones del país anónimo con el exterior se tensan. Las personas, ancladas a su cuerpo, buscan migrar, alejándose de esta “ausencia de muerte”, para no permanecer en un cuerpo agónico para siempre. La humanidad, que prefiere no pensar en la muerte y que intenta trascender o por lo menos evadirse del tema lo más posible, ahora busca desesperadamente un final necesario.
El autor hace que la ubicación temporal y espacial de su relato no se exponga, y utiliza como personaje a la humanidad como colectivo, visto por un narrador extradiegético (fuera del relato), sin centrarse en un solo individuo. De este modo la obra cobra un sentido de universalidad mucho más marcado y ambicioso, donde lo existencial se mezcla con las decisiones que se toman ante la ausencia de la muerte, es decir, lo político y territorial.
La dicotomía final
“La santidad, esa manifestación «teratológica» del espíritu humano capaz de subvertir nuestra permanente y por lo visto indestructible animalidad, perturba la naturaleza, la confunde, la desorienta.” (Las pequeñas memorias, 2006).
El problema de Saramago es el de lo interno contra lo externo. Si la vida natural es simple, la vida social se convierte en un monstruo complejo y perverso, que destruye un orden inicial, desencajando el orden natural y generando trampas psicológicas, sociales y morales.
El anterior es uno de los principios por medio de los que Saramago traza sus parábolas. Esta forma de abordar la realidad, por supuesto, tiene múltiples contestaciones filosóficas, pero lo importante es que la base desde la cual el autor parte, es esta misma que no permanece inamovible y crece junto con la complejidad de sus relatos y el pensamiento del portugués.
No se trata en sí de condenar un orden alejado de la naturaleza, sino de señalar lo que nos mueve como humanidad. Un ciclo en que los problemas son causados por la misma inercia que nos separa de la naturaleza, convirtiéndonos en “la herida y el cuchillo”, como escribe el poeta francés Charles Baudelaire.
El pensamiento de un joven Saramago fuertemente impulsado por la curiosidad, lo llevó rápidamente a explorar las pulsiones internas, muchas veces incontrolables, desde las que parte la humanidad para tomar decisiones individuales o colectivas.
Saramago cuenta cómo partiendo de un mundo físico y simple, el pintor Hieronymus Boch, despierta un mundo de tentaciones, monstruos de lujuria y pesadillas. Al intentar alcanzar la santidad, encuentra irremediablemente el mundo contrario. Pero es esto mismo lo que desemboca en la singular creatividad de la que fue capaz, y por la que lo conocemos.
Aunque persisten ideas románticas sobre el conocimiento y el arte, como liberadores o incluso como salvadores, lo cierto es que conocer intranquiliza, rompe la realidad que hemos construido y de la que tanto estamos seguros. O, en las palabras del mismo Saramago, “desasosiega”.
Como literato, su trabajo es mostrar realidades que se nos escapan. Sintetiza realidades huidizas mediante su creatividad e imaginación únicas; problematiza sin olvidar cualidades humanas como la compasión y el sacrificio, y adorna con su característica ironía. La Academia Sueca lo condecoró precisamente por lo anterior, su trabajo se transmite como parábolas comprensibles que hablan de tópicos sumamente complejos. Definitivamente, el autor no pierde el piso a pesar de sus pretensiones.
Que el mundo sea visto como un lugar no precisamente agradable ni predecible, es gracias al intento de conocerlo mejor. Esta visión cáustica no es única de Saramago. A ella se unen muchos reconocidos artistas, filósofos y escritores, mientras que la visión decididamente optimista e irreal queda como aquella a la que sería más fácil desconfiar.
Sin embargo, y a pesar de que la obra, vida e intereses intelectuales de José Saramago conocen de sobra esta premisa, él decide mantener una postura ante la vida bastante distinta a la de cualquiera que ha visto demasiado. Decide ser recordado por el ser amoroso y libre de amargura que fue hasta el final de sus días.
“Los sentimientos no se gobiernan, no son cosas de quitar y poner de acuerdo con las conveniencias del momento” (Las Pequeñas Memorias, 2006). Saramago amaba el mundo, y por eso mismo dejó literatura. Desasosegar, como uno de sus principios, significa plantar una semilla en el pensamiento, lo que puede ser leído como: amor a la humanidad.
Como si hablarle a la naturaleza, fuera hablarle a la naturaleza inicial de la humanidad. Él escribe en sus cartas sobre un posible saber misterioso que esconden los árboles y la vida en la tierra, uno que se podría expresar en nosotros de alguna manera, como si supiéramos de ella sin buscarla. Antes de fallecer, pidió que sus libros fueran editados en un papel no dañino para los bosques vírgenes del planeta. Su voluntad tuvo eco al asociarse a la campaña de Libros Amigos de los Bosques de Greenpeace.
“Soy nieto de un hombre que al presentir que la muerte estaba a la espera en el hospital a donde lo llevaban, bajó al huerto y fue a despedirse de los árboles que había plantado y cuidado, llorando y abrazándose a cada uno de ellos, como si de un ser querido se tratara.” (Carta, La Despedida de Jerónimo Melrinho).
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