María Izquierdo
Arte

María Izquierdo

Un pincel olvidado del muralismo mexicano

Quizás María Izquierdo no cuenta con la popularidad de Frida, pero durante su época fue una pintora reconocida y su obra, que logró destacar en una sociedad abiertamente machista, merece el recuerdo y el análisis. Influenciada por Diego Rivera y su ex pareja, Rufino Tamayo, Izquierdo labró el estilo de su pincel.

Su obra, post revolucionaria, está cargada de “mexicanidad”, colores fuertes y vivos, cultura indígena, mujeres sin limitaciones y paisajes. A través de sus pinturas, Izquierdo abordó las cuestiones de género y esto se puede ver en cómo representaba a los papeles femeninos que en obras de otros pintores eran vistos como secundarios. Izquierdo era amante de la cultura popular, rasgo que se refleja en su obra.

Biografía y formación

Originaria de San Juan de los Lagos, Jalisco, nació el 30 de octubre de 1902. A los 15 años la casaron con el militar Cándido Posadas, con quien tuvo tres hijos; finalmente, en 1928, divorciada, suceso poco común para la época, entró a la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) misma en la que Diego Rivera era director y atrajo la atención de este por su trabajo. Cabe destacar que, gracias al apoyo que se le brindó, sus compañeros la criticaban y hacían menos.

En la ENBA contó con maestros como Germán Gedovius y Manuel Toussaint, y se relacionó con Rufino Tamayo, quien le enseñó técnicas de acuarela y aguazo.

En 1929, Izquierdo expuso su obra en la Galería de Arte Moderno del Teatro Nacional, ahora palacio de Bellas Artes, tenía 27 años y contó con el apoyo de Diego Rivera, quien la consideraba una promesa del arte mexicano. Un año después, fue invitada por Frances Flynn Payne, para mostrar sus pinturas en el Art Center de Nueva York; fue una muestra de 14 oleos de paisajes y naturaleza muerta lo que se expuso de la artista.

En esa ciudad estadounidense, el curador René d’ Harnoncourt conoció su trabajo y decidió incorporarla a la exposición Mexican Arts (de arte popular y pintura) organizada por la American Federation of Arts en el Metropolitan Museum, misma donde se incluían obras de Rufino Tamayo, Diego Rivera y Agustín Lazo, entre otros.

Feminismo y obra

La iconografía de sus pinturas incluye naturaleza muerta, autorretratos, retratos, bodegones, altares de colores, desnudos, escenas de circo, etcétera. Piezas en las que la mujer tiene protagonismo.

La obra de Izquierdo aún no se analiza completamente desde la perspectiva del feminismo, lo cierto es que María tenía mucho interés en cambiar la forma en la que la mujer artista era vista en aquellos años. Sobre todo porque las figuras de los tres muralistas opacaban a los demás dentro del medio artístico.

Basta decir que sus pinturas muestran a la mujer como figura protagónica para considerarla, según su tiempo, una feminista. Durante la década de los 30´s, Izquierdo fue miembro de varios grupos de mujeres artistas, como Carteles Revolucionarios Femeninos para Bellas Artes y la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarias. En esa misma década dio una conferencia en radio llamada La mujer y el arte donde analizó los retos y dificultades a los que se enfrentaba la mujer artista post revolucionaria.

Luego, en la década de os 40’s escribió para la revista Hoy textos donde denunciaba la desigualdad entre sexos y, además, afirmaba que muchas mujeres atacaban el trabajo artístico de otras por desconocimiento y trataba de luchar con eso; una de las principales luchas del feminismo actual.

Me esfuerzo para que mi pintura refleje al México auténtico que siento y amo; huyo de caer en temas anecdóticos, folklóricos y políticos porque dichos temas no tienen ni fuerza plástica, ni poética y pienso que en el mundo de la pintura, un cuadro es una ventana abierta a la imaginación humana”.

A diferencia de los pintores de su época que retrataban a la mujer como maternidad o patria, Izquierdo se atrevió a retratar lo que de verdad representaba ser mujer en un contexto social tan hostil; María habla en sus pinturas de la imposibilidad de trascender artísticamente, de lo dura y agridulce que puede ser la maternidad, habla del silencio, dolor y melancolía que a veces envuelve a la figura femenina.

En cuanto a los colores que destacan en sus pinturas, Izquierdo decía “son siete los colores que me importan: el rojo, el bermellón, el carmín, ocre, blanco, rosa, ‘chicle’ (el rosa de los indios) y el tezontle (tierra quemada de Michoacán)”. Esto gracias a que durante los años 40’s observó que los pueblos indígenas tenían preferencia por los colores otoñales.

La obra de Izquierdo se apoya en espacios metafísicos donde se muestra la ausencia, el vacío y la angustia. Pintaba cuerpos femeninos decapitados contrastados con los intensos colores folclóricos. En sí, toda su obra habla de la imposibilidad de la mujer en el contexto post revolucionario. Durante la década de los 30’s su paleta de colores era obscura y la representación de sus figuras se comprometían con la estética; después, en los 40’s, la paleta se volvió más brillante y las figuras dinámicas.

La “cuarta grande” del muralismo

A pesar de que Diego Rivera la apoyó en sus inicios, en palabras de la artista también fue uno de los que le negaron la oportunidad de pintar el mural. Ella insinuó que había sido víctima de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y su monopolio del arte, el cual se volvió oficial en 1947, cuando se creó la Comisión de la Pintura Mural y los tres artistas asumieron el papel de jueces.

Uno de los momentos más duros de la carrera de Izquierdo fue en octubre de 1945, cuando el jefe del Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, canceló el contrato que había firmado meses atrás con María para que pintara un mural en el cubo de la escalera principal del antiguo Palacio del Ayuntamiento.

El hecho fue publicado en los periódicos y se habló durante meses: Izquierdo iba a ser la primera mujer en llevar su pincel hasta las paredes de un edificio de gobierno, tal como lo habían hecho Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, “los tres grandes” del muralismo; sin embargo, a pocos meses de que terminara el plazo fijado para la realización de la obra (diciembre de 1945) y sin darle ninguna explicación, el funcionario le dijo que no podía pintar ahí. En compensación le ofrecía los muros de cualquier escuela o mercado, espacios con menor importancia y carga política.

Después de lo ocurrido, María se negó a pintar en otro lado; y es que su carrera artística, formada desde los 20’s, la estaba por definir como una de las grandes muralistas mexicanas, un arte en el que México era punta de la lanza.

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