Corazón de plata
Opinión

Corazón de plata

Miscelánea

No es lo que tenemos

Sino lo que disfrutamos

Lo que constituye

nuestra abundancia.

Epícuro

Amándome a mí misma como recomiendan los amigos Facebookeros, con las neuronas entumecidas atravesaba lo más oscuro del confinamiento cuando la Fundación Elena Poniatowska, me permitió trasladarme del aburridísimo yo, al acogedor nosotros. Y como siempre ocurre, cuanto asoma el nosotros, asoma lo humano, esa parte del alma que necesita compartir emociones y sentimientos a través de la poesía, el ensayo, en textos que florecerán en novela. La aparición de nosotros aunque sólo fuera en un taller virtual, nos ayudó a resistir amablemente la pesadilla.

Que desamparo tan grande hubiera sido atravesar la pandemia sin tener con quién compartir nuestras letras. Cuando desesperábamos por re-conocernos de “modo presencial” el gentil doctor Leo Martínez, desde su pantalla preguntó –¿cuándo vienen? Entusiasmados, levantamos la mano y allá fuimos, a sellar la amistad literaria frente al testigo centenario de la catedral, que bordada en cantera rosa, es la joya de la corona Zacatecana. Allá arriba, a lo lejos, La Quemada donde todo empezó. Y no, no la visitamos. Solo un saludo de lejos y el ejercicio de la imaginación para viajar a través de los siglos y sorprenderme como aquellos rudos españoles (los supongo franciscanos) cuando encontraron los vestigios de una población abandonada por causas tan misteriosas como los senderos ocultos de la ciudad, sus churriguerescas fachadas, sus conventos que ahora vuelven a la vida transformados en museos donde se alberga la inmensa obra de sus artistas.

Un mundo fantástico, espacio mágico entre la fantasía y la realidad que tan bien habita Rafael Coronel, y que ahora, olvidada toda solemnidad, da nueva vida al exconvento, colegio cárcel y ahora museo, que por si no fuera suficiente con la obra del artista, alucina también con las mil máscaras que enriquecen el acervo, confieso que el recuerdo de algunas de ellas, me sigue provocando pesadilas.

El estallido de color en la obra de Pedro Coronel, da nueva y feliz vida a un edificio que con quinientos años de historia a cuestas, ahora además de la obra del artista, se enriquece también una deslumbrante colección de arte chino, japones, indio, egipcio, y una suculenta biblioteca de libros antiguos. Cuando visitamos el último museo, ya era insuficiente la vista para capturar y retener la riqueza y la elegancia de Manuel Felguérez, ese gran señor que permanece entre nosotros a través de su obra.

Zacatecas posee una riqueza cultural que supera con mucho al oro y de plata con que Dios bendijo estas tierras. Y para que el paseo fuera completo, asado de boda en Los Jovitos, la alegria del vino “Tierra Nueva”, que con generosidad sin limites escanció nuestro gentil anfitión. Alboroto, risas, amistad, “flor y canto”. A veces la primavera se presenta dentro de uno, empieza a retoñar y de pronto florece. El pájaro azul se posó en mi hombro para inaugurar lujosamente el mes de abril. Olvidé por unos días la exasperación consuetudinaria que me provoca MALO, y me dispuse a la felicidad.

Haciendo a un lado mis tercos enojos; me dejé arrullar por el tiempo que en Zacatcas transcurre suave, dulcemente, haciéndonos piojito. Como siempre ocurre, al dar las doce la carroza se convirtió en calabaza. Ahí estaba yo de nuevo, atrapada y amordazada en el aeropuerto esperando un avión que ¡maldición!, siempre se retrasa. La burbuja había estallado arrojándome de nuevo a la áspera realidad; aunque en la memoria del corazón quedarán para siempre esos días de vino y rosas. Gracias querido anfitrión, gracias hermanos en letras que devolvieron por unos días a la buena vida.

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