Desde que somos pequeñas, las mujeres recibimos comentarios sobre cómo debemos vernos; qué debemos o no comer para ser delgadas; las dietas que nos recomiendan para no subir de peso; intensas rutinas de ejercicio para quemar calorías, así como decenas de restricciones alimenticias para “no perder la figura”.
A raíz de ello, las niñas que intentan seguir al pie de la letra estas recomendaciones y no lo logran, desarrollan sentimientos de culpa, ansiedad, vergüenza, baja autoestima, frustración; y, por lo general, tienen una mala relación con la comida, pues en lugar de verla como una fuente de energía y nutrientes, la ven como un enemigo; así, suelen clasificar los alimentos como “buenos” o “malos”.
Según estudios recientes sobre trastornos de la conducta alimentaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la edad en la que las mujeres inician una dieta restrictiva sin supervisión médica es cada vez más baja, con un promedio de 12 años. En suma, es muy común que estas dietas se vuelvan un ciclo constante: iniciar con un régimen alimenticio, romperlo o “fallar”, rendirse… y volver a comenzar.
“Se calcula que el 95 por ciento de las personas no pueden seguir una dieta; y, cuando sí lo logran, al pasar cierto periodo regresan al mismo peso en el que empezaron; incluso, de ese 95 por ciento, un tercio sube más”, explica Feny Villarreal, nutrióloga especializada en psicología de la alimentación y experta en dieta intuitiva.
Aunado a lo anterior, generalmente quien hace una dieta restrictiva sacrifica otros aspectos de su vida para no romperla; se limita excesivamente; puede llegar a odiar su cuerpo o sufrir los episodios de “descontrol” conocidos como “atracones”, lo que potencializa los sentimientos de frustración, ansiedad y tristeza.
En la década de los setenta, Janet Polivy y C. Peter Herman, ambos de la Universidad de Northwestern, iniciaron los primeros estudios sobre los efectos psicológicos de las dietas. Con sus investigaciones, mostraron que las personas que realizan una dieta tienen diferencias cognitivas en su manera de ver la vida. “Se convierte (la dieta) en parte de su identidad. Estas personas hacen un plan de alimentación de forma crónica y siempre están entrando y saliendo de uno”.
En su momento, este tipo de investigaciones fueron duramente criticadas por supuestamente “desmotivar” a los pacientes a seguir una dieta. Sin embargo, con el paso del tiempo, cada vez más especialistas decidieron decirles adiós a los planes de pérdida de peso convencionales y comprometerse con la alimentación intuitiva.
“Este método es una rama de la nutrición donde dejamos de seguir un plan alimenticio y reglas externas. Empezamos a escuchar a nuestro cuerpo y a poner atención a las señales que nos manda (…) más que nada, le hacemos caso a lo que pide”, explica Feny.
La alimentación intuitiva busca priorizar los alimentos más saludables y se basa en el hambre real, no la que viene de las emociones o situaciones externas. A diferencia de las dietas tradicionales, esta no restringe alimentos y su principal objetivo es aprender a comer de una manera más sana, libre y basada en las necesidades del organismo.
Adoptar la alimentación intuitiva en nuestras vidas tiene muchas ventajas. Al aprender a escuchar a nuestro cuerpo y entender sus señales se deja de pasar hambre, disminuye el nivel de estrés del paciente por intentar cumplir al pie de la letra el plan de pérdida de peso y se termina con todas las creencias que se tenía sobre cómo deber ser una dieta. Además, se mejora la relación con la comida y es posible romper el ciclo de las dietas restrictivas.
Sin embargo, no es tan fácil dar el primer paso. En palabras de Feny, “la desventaja es que cuando el paciente viene de una dieta está cansado de esforzarse y cree que el comer intuitivamente es comer todo lo que quiera cuando quiera. Al iniciar, se recomienda ir con un especialista para aprender a escuchar al cuerpo y a qué señales ponerles mayor atención”.
Otra dificultad de la alimentación intuitiva es que el paciente cree que ya no va a tener que esforzarse, lo cual es falso. No obstante, ahora el esfuerzo es diferente: va a trabajar en romper hábitos y creencias.
Para iniciar este tipo de alimentación se recomienda el acompañamiento de un profesional de la salud. Como señala la especialista consultada, “es importante saber en qué enfocarte, entender el trasfondo de lo que a ti personalmente te está haciendo comer de más y llegar a la raíz de ello para que no sea solamente soltar la dieta, sino que realmente puedas lograr esa intuición deseada”.
Y aunque la pérdida de peso y grasa no es la meta principal de la alimentación intuitiva, se podría decir que es un “efecto secundario” de comer saludable. “Mucha gente cree que no se baja de peso, pero sí pasa. Al ir haciendo los cambios de hábitos e ir conociendo las señales, los antojos y la ansiedad bajan drásticamente, provocando la pérdida de grasa”, explica Feny.
DIEZ PRINCIPIOS BÁSICOS
Si bien la alimentación intuitiva no tiene reglas inalterables, sí tiene una serie de principios acuñados por Evelyn Tribole y Elyse Resch, creadoras de este método. El principal es: comer cuando realmente tengas hambres y parar cuando te sientas satisfecho. A continuación, se enlistan los más importantes:
1. Olvida la mentalidad de estar siempre a dieta. Al principio puede ser difícil hacer a un lado la cultura de la dieta, pero es de suma importancia dejar de enfocarse solamente en la pérdida de peso y disminución de medidas y tallas.
2. Pon atención al hambre. Contesta las siguientes preguntas: ¿cómo sientes el hambre? ¿Cambia tu estado de ánimo? ¿Te molesta sentir hambre?
3. Haz las paces con la comida. Enlista los alimentos que no te permites comer por ser considerados “malos” y, aunque sea difícil, permítete comerlos.
4. Escribe tus creencias sobre la dieta. Pasar tantos años a dieta y estar expuestos a mitos y desinformación podría complicar el inicio de la alimentación intuitiva. Para ser conscientes sobre dichos mitos y poder desmentirlos, un buen ejercicio es hacer una lista de todas las reglas que tienes sobre la comida. La meta es reflexionar sobre ellas y eliminar las que sean producto de una falsa creencia.
5. Descubre qué te hace sentir satisfecho. Cuestiónate lo siguiente: ¿qué es lo que te parece una comida satisfactoria? Piensa en también en cómo quieres sentirte al terminarla.
6. Siente tu saciedad. Cuando estés justo a la mitad de un platillo, consulta con tu cuerpo lo siguiente: ¿cómo te sabe?, ¿dónde están mi hambre y mi saciedad en este momento? Al inicio será complicado, pero con el tiempo será mucho más sencillo responder ambas preguntas y saber cuándo parar de comer.
7. Sé amable con tus emociones. En este punto también es necesario hacerse dos preguntas cuando aparezcan los primeros indicios de hambre: ¿qué estoy sintiendo ahora mismo? y ¿qué necesito ahora mismo? Las dietas tradicionales pueden crear una tendencia a reaccionar a las emociones comiendo. El objetivo de este ejercicio es aprender a hacerle frente a esas emociones.
8. Respeta tu cuerpo. No hagas comentarios sobre tu cuerpo y el de los demás. No te culpes por el tamaño de tu cuerpo.
9. Siente la diferencia del movimiento. Concéntrate en lo que sientes cuando te mueves: ya sea al hacer las labores domésticas, al caminar o al hacer ejercicio, pero también piensa en cómo te sientes cuando no te mueves. En este punto se busca que el paciente se active y ejercite por el gusto de hacerlo, no por la obligación de quemar cierta cantidad de calorías.
10. Honra tu salud con una nutrición gentil. El concepto de “nutrición gentil”, explica Tribole, se reduce en “seleccionar alimentos que honren tu salud y tus papilas gustativas al tiempo que te hacen sentir bien”.
Finalmente, la alimentación intuitiva nos recuerda que lo más importante no es sacrificarse para alcanzar una cifra en la báscula, ni castigarse con una serie de reglas estrictas, sino procurar nuestra salud y nuestro bienestar. Reconciliarnos con nuestro cuerpo y sus necesidades puede ser el primer paso hacia una vida mucho más saludable en todos los sentidos
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