Cuando la economía japonesa dejó como imbécil al resto del mundo a finales de la década de 1980, se fraguó un pensamiento casi herético en todo el Occidente cristiano: ¿Sería posible que la religión japonesa, particularmente el sintoísmo, fuera la razón de la superioridad económica de Japón? No es que los gerentes europeos o estadounidenses quisieran construir un santuario dentro de la fábrica (aunque es común encontrar santos en los pasillos de muchas empresas de Latinoamérica) o que todos los empleados se reunieran en una meditación profunda todas las mañanas, pero si la religión realmente fuera un elemento clave en el éxito de Japón, el dominio económico del país podría ser permanente.
Independientemente del papel que jugó el sintoísmo en el auge empresarial de Japón, o no, según sea el caso, aún vale la pena hacerse la pregunta: ¿importa la religión para el desarrollo económico? Uno de los debates más acalorados al respecto fue iniciado en 1905 por Max Weber, con la publicación del libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo. El sociólogo alemán argumentó que la ética protestante del trabajo fue un factor importante en el nacimiento del capitalismo en el norte de Europa. La rama calvinista del protestantismo en particular sostuvo que el éxito económico individual en la Tierra es otorgado por Dios luego de haber trabajado arduamente. El trabajo es como la oración, la inversión es como la adoración, y esa es la mentalidad que impulsó al capitalismo en el norte global.
La tesis de Weber de que la religión es esencial en la economía se convirtió en uno de los trabajos más influyentes y más citados por académicos y estudiantes de economía y filosofía por igual y no ha dejado de ser discutido desde entonces. De hecho, existe una correlación: la región capitalista más antigua del mundo, Inglaterra, es predominantemente protestante; en algunos países, como Suiza o Francia, los protestantes eran especialmente ahorrativos y atraídos por los negocios; y el ascenso económico de Estados Unidos fue impulsado en su mayor parte por inmigrantes protestantes de Europa.
EDUCACIÓN
Ahora bien, es importante saber que correlación no significa necesariamente causalidad. En 2015, un siglo y 10 años después de Weber, otro economista alemán llamado Ludger Wößmann, que publicó en ese año The Knowledge Capital of Nations: Education and the Economics of Growth, encontró pruebas convincentes de un efecto subyacente que provocó el milagro económico protestante: la educación. La creencia de que cada cristiano debería poder leer la Biblia por sí mismo condujo a un auge educativo y mejoró la alfabetización en todas las regiones protestantes. Martín Lutero incluso favoreció las escuelas para niñas, una idea increíblemente progresista para la Europa del siglo XVI. Este sesgo a favor de la educación se convirtió en una ventaja competitiva: los datos que Wößmann analizó de la Prusia del siglo XIX mostraron un nivel de educación mucho más alto en las regiones protestantes que en las católicas. Además, los protestantes tenían ingresos más altos y era más probable que trabajaran en sectores modernos de la economía prusiana, como la industria textil o la minería moderna del carbón y el hierro.
Otro ejemplo de los efectos económicos a largo plazo de la educación se puede estudiar en el judaísmo, que impuso una norma religiosa que requería que los padres educaran a sus hijos desde finales del siglo II. Muchos economistas están convencidos de que esto tuvo una gran influencia en la historia económica y demográfica judía en el primer milenio: Los agricultores judíos que invirtieron en educación obtuvieron la ventaja comparativa y el incentivo para ingresar en ocupaciones calificadas durante la urbanización de las comunidades judías en Oriente Próximo y en Europa y fueron capaces de seleccionarse a sí mismos en dichas ocupaciones. Y como comerciantes, los judíos invirtieron aún más en educación: la alfabetización y la aritmética son las condiciones previas clave para construir redes comerciales.
Si el factor decisivo para el éxito económico de los creyentes no es la creencia en sí misma, sino la educación, la estrellita adhesiva a la religión económicamente más exitosa puede cambiar de frente. Un estudio de 2016 del Centro de Investigación Pew sobre religión y educación en todo el mundo vio al judaísmo en una fuerte ventaja (con más de 13 años de escolaridad en promedio), seguido de cristianos (nueve años), budistas (ocho años) y musulmanes e hindúes (ambos con menos de seis años). En la generación más joven, sin embargo, los budistas han alcanzado casi el mismo nivel educativo que los cristianos.
Este panorama puede verse muy diferente si se enfoca en una región específica en lugar de todo el mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, a principios del siglo XXI, la religión global con la cuota más alta de graduados universitarios eran los hindúes: el 67 por ciento había obtenido por lo menos un título universitario. Les siguieron los judíos, los musulmanes y los budistas, todos ellos todavía por encima de la media estadounidense del 33 por ciento. Muy por debajo del promedio estaban las cuotas de títulos universitarios de las creencias cristianas de nicho, como los bautistas o los testigos de Jehová. Con la educación como un indicador temprano de las tendencias económicas, es predecible un cambio en el éxito económico: de países predominantemente cristianos a regiones con un alto número de budistas e hindúes.
UNIFICACIÓN
En la Historia, sin embargo, la religión no siempre se ha distinguido por la competencia pacífica. Hay episodios por demás conocidos que muestran una fuerte combinación de religión y éxito desde plataformas violentas, como la militar. La expansión musulmana por todo el Mediterráneo entre los siglos VII y IX estuvo impulsada principalmente por el celo religioso, al igual que las cruzadas de la Edad Media o las conquistas de América en el siglo XVI: La Santa Cruz de Santiago prometía la victoria, es decir oro, mucho oro, a los aventureros españoles. “El elemento expansivo no es típico de todas las religiones”, dice el antropólogo alemán Dieter Haller. Él lo ve como una característica de las religiones que se definen a sí mismas como vectores hacia un ideal de paraíso, como el islam o el cristianismo: Este tipo de pensamiento teleológico o dirigido por objetivos está dinamizando el comportamiento moral y la acción económica.
En los negocios, si la religión puede o no ser un aspecto dinamizador, por lo menos sí puede ser una guía de conducta corporativa muy útil. Hay muchos empresarios que se identifican con una religión y la reconocen entre sus valores empresariales o manuales de buenas prácticas, desde la familia ultra católica Brenninkmeijer que dirige la cadena minorista C&A, hasta personalidades islámicas que dirigen banca y equipos de futbol, o actores de Hollywood millonarios con vínculos en la cienciología.
Al igual que con las historias de éxito militar, los casos comerciales vinculados a una actitud religiosa a menudo tienen lugar en una etapa temprana de expansión: el efecto unificador de una creencia fuerte puede conducir a una fuerza laboral más coherente, enfocada y motivada y puede ser un factor decisivo para vencer a la competencia ya que la empresa representa algo más que una oportunidad de ganar dinero, a su vez, puede crear una comunidad de trabajadores dispuestos a ‘rendir culto’ a su uniforme
MITIFICACIÓN
Devdutt Pattanaik, experto en liderazgo indio y ex "director de creencias" de una gran cadena minorista india, sugiere una mitificación de las empresas. Para él, una mitología es algo que le dice a la gente cómo debe ver el mundo, algo que una empresa con una misión sólida puede ofrecer a sus empleados. "Cuando las creencias institucionales y las creencias individuales son congruentes, la armonía es el clima corporativo resultante", dice Pattanaik. Sin embargo, no recomienda a los líderes que laven el cerebro a su personal. Todo lo contrario: "Cuando las personas son tratadas como interruptores en un tablero de circuitos, es cuando desciende la desarmonía".
Hay una delgada línea entre la armonía y la polarización cada vez que la religión entra en los asuntos seculares. Lo que parece el cielo en la tierra cuando las creencias de la fuerza laboral son homogéneas puede convertirse en una pesadilla del infierno tan pronto como los empleados y/o la gerencia pertenezcan a diferentes religiones.
El aumento en la diversidad definitivamente ocurrirá cuando una empresa comience a crecer más allá de la esfera cultural de su origen, y luego sea demasiado tarde para eliminar la religión, la fe o la mitología del ADN de una empresa. Entonces, incluso si la religión puede ser un motor de crecimiento para las empresas más pequeñas, será más como un límite de crecimiento para las más grandes.
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