En 1776 los miembros de un comité compuesto por algunos miembros de la élite de las Trece Colonias británicas en Norteamérica se hicieron llamar el Congreso, y declararon la independencia de las colonias, que se convirtieron en un nuevo país, reconocido por el Tratado de París de 1783 como los Estados Unidos de América. Aunque si en el plano político hubo una ruptura con el Reino Unido, las influencias inglesas siguieron enmarcado a las edificaciones construidas en esa parte del Nuevo Mundo. Las comisiones públicas, filantrópicas y comerciales se desarrollaron en paralelo con el crecimiento demográfico y la extensión territorial.
Los edificios de las nuevas instituciones federales y judiciales adoptaron el vocabulario arquitectónico del estilo neoclásico (columnas, cúpulas, porche, el color blanco predominante), en referencia a la Antigüedad grecorromana. Las publicaciones sobre arquitectura se multiplicaron: en 1797, Asher Benjamin publicó The Country Builder's Assistant. Los estadounidenses buscaron afirmar su independencia en todos los ámbitos: político, económico, pero también cultural, con la fundación de universidades y museos.
Fue a mediados del siglo XIX cuando mejor se expresó esta independencia y dinamismo, y así, mientras se construían espectaculares nuevos bancos y mansiones blancas de ensueño, se exponían para la Historia las costumbres lamentables que a cualquier nación le convendría justificar en defensa de su desarrollo económico. Las universidades no eran para todos, los museos exhibían las reliquias de pueblos saqueados y las mansiones del sur profundo eran el centro de los escenarios de la esclavitud.
La arquitectura residencial anterior a la guerra ubica de inmediato a las mansiones blancas y de fachadas frecuentemente poseedoras de una alta precisión y uniformidad geométrica. Era común que se tratara de la residencia de los dueños de plantaciones, construidas en el sur de los Estados Unidos (Georgia, Alabama, Mississippi, Louisiana, Tennessee, Kentucky, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Virginia y parte de Texas, Arkansas y Oklahoma) durante los 30 años anteriores a la Guerra de Secesión (1861-1865). Antebellum significa "antes de la guerra" en latín. El antebellum no necesariamente debe ser un estilo exclusivo de casas u otros edificios. De hecho, es un momento y un lugar en el tiempo, un período en la historia de Estados Unidos que mueve muchas emociones y desencadena debates infernales sobre heridas históricas y desigualdad, incluso, hoy.
ANTES DE LA GUERRA
Las características asociadas con la arquitectura antebellum posterior a las políticas públicas promovidas luego de la Independencia y que se relacionan más con el uso residencial fueron introducidas en el sur de Estados Unidos por empresarios angloamericanos que arribaron en la zona después de la compra de Louisiana en 1803. Desde entonces se manifestó una ola de inmigración desde Europa. La arquitectura "sureña" hasta ese momento rescataba elementos arquitectónicos de los países de origen de quienes habitaban cerca de la costa estadounidense del Golfo de México: españoles, franceses, criollos o nativos americanos. Sin embargo, esta nueva ola de empresarios comenzó a dominar no sólo la economía, sino también la arquitectura en la primera mitad del siglo XIX.
Tras el empobrecimiento generalizado en Europa, luego de la derrota de Napoleón, muchos europeos, particularmente ingleses, franceses e irlandeses vieron en el sur profundo una oportunidad de enriquecerse. Algunos lo consiguieron, iniciando plantaciones de algodón, tabaco, índigo y caña de azúcar. La economía estadounidense históricamente se caracteriza por la explotación de recursos bajo dudosos estándares de control; antes de la Guerra Civil, la explotación de recursos humanos fue suficientemente intensa como para convertir al país en una superpotencia. Las casas antebellum están tan entrelazadas con el recuerdo de la esclavitud que numerosos activistas anti racismo han exigido que sean destruidas.
BONANZA
Stanton Hall, en Natchez, Mississippi, es un extraordinario ejemplo del estilo antebellum durante su auge en los tiempos de la mayor bonanza esclavista. La mansión fue construida por Frederick Stanton en 1859. Nacido en el condado de Antrim, Irlanda del Norte, Stanton se estableció en Natchez y más temprano que tarde se enriqueció insólitamente con el comercio de algodón. Las casas de las plantaciones sureñas, como Stanton Hall, vieron su ocaso durante la Guerra Civil, pero nunca dejaron de expresar la riqueza y el gran renacimiento de un estilo arquitectónico cuyos exponentes uniforman sus características esenciales de manera elegante.
La mayoría de los hogares estadounidenses antebellum se ubican arquitectónicamente en un neoclásico sencillo, algunas veces en el colonial francés (más fácil de encontrar en Louisiana que en otros estados) y estilo federal: grandioso, simétrico y cuadrado, con entradas centrales en la parte delantera y trasera, balcones y columnas. Ese estilo, cuya sencillez no lo aleja de la opulencia, por mucho que se esfuerce, fue popular en todo Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX.
Los edificios ejemplares de los estilos neoclásico, colonial francés y federal comparten detalles arquitectónicos como techos a dos o cuatro aguas; fachadas simétricas; ventanas espaciadas uniformemente; columnas jónicas; porches y balcones amplios y cubiertos a manera de anillos; entradas principales destacadas, muchas veces ubicadas al centro, con escaleras solemnes; y en el interior salones para usos comunes (como salones de baile, estudios o comedores) con las mismas dimensiones; a menudo cúpula, aunque esa siempre fue una tendencia más norteña.
El antebellum, además de complementar la escenografía de hechos históricos de la realidad, remite a escenarios de ficción como Tara, la casa palaciega que aparece en la novela inmortal de Margaret Mitchell Lo que el viento se llevó (1936), y aún más en la película homónima de 1939, basada en la novela.
Desde grandes mansiones neoclásicas con columnas hasta espectaculares propiedades de estilo federal, el antebellum ilustra el poder e idealismo sin límites que compartían los terratenientes estadounidenses sureños hasta antes de la llegada de Abraham Lincoln a la Casa Blanca. Las sedes de las extintas plantaciones continúan rivalizando con las mansiones con tintes más urbanos de la Edad Dorada posterior a la guerra y a la reconstrucción (1870 - 1900) como los íconos reales de la riqueza americana. Algunos de los ejemplos más fotografiados de hogares antebellum son Oak Alley Plantation en Vacherie, Louisiana; Belle Meade Plantation en Nashville, Tennessee; Long Branch Estate en Millwood, Virginia; y propiedad Longwood en Natchez, Mississippi.
CAÍDA TRAS CAÍDA
Después de la guerra, muchas escuelas privadas compraron las propiedades para convertirlas en campus, aunque también se llegaron a transformar en orfanatos, complejos de departamentos e incluso hospitales. Hoy, muchas son destinos turísticos y algunas fueron absorbidas por la industria hotelera. Las discusiones sobre la preservación están presentes todo el tiempo en la vida de los edificios históricos del éste y de todos los estilos arquitectónicos. ¿Debería salvarse esta parte del pasado de Estados Unidos?
La plantación Boone Hall, cerca de Charleston, Carolina del Sur, fue establecida incluso antes de la independencia estadounidense: en el siglo XVII, los miembros de la familia Boone se acreditaron como colonos originales de Carolina del Sur. Hoy, los edificios en los terrenos de este actual destino turístico fueron reconstruidos en gran medida con intenciones de integración en la vida pública: El recorrido incluye una presentación con la historia de esclavos y eventos interesantes de la guerra. Además de ser una granja en funcionamiento, Boone Hall Plantation ubica al público en un momento y lugar en la historia de Estados Unidos que pretende sentirse ajeno a la actualidad, pero se asoma siempre en los discursos de la agenda política nacional.
Como todos en la arquitectura, estos edificios de tiempo y lugar ya cumplieron su propósito original, y la pregunta recurrente de la actualidad es: "¿Qué sigue?". Gran cantidad de las mansiones fueron borradas durante la Guerra Civil, y muchas otras a lo largo de la costa del Golfo de México recibieron un tiro de gracia del huracán Katrina en 2005.
Nueva Orleans no fue la única zona afectada por el huracán. La catástrofe puede haber tocado tierra en Louisiana, pero arrasó todo en su camino a lo largo del estado de Mississippi. El servicio Meteorológico Nacional en Jackson informó que millones de árboles fueron arrancados, rotos o severamente dañados, y que fueron los mismos árboles caídos los que causaron casi todo el daño estructural en edificios y carreteras y la caída de todas las líneas eléctricas en la región. Cientos de árboles cayeron sobre las casas en las ciudades y poblados causando daños menores a mayores .
Es imposible calcular el alcance total de los daños del huracán Katrina. Además de la pérdida de vidas, hogares y empleos, las ciudades a lo largo de la costa del Golfo en Estados Unidos perdieron algunos de sus recursos culturales más valiosos. A medida que los residentes comenzaron a limpiar los escombros, los historiadores y conservadores de museos comenzaron a catalogar la destrucción.
CASAS BLANCAS
La arquitectura es sin duda un reflejo de las intenciones de los pueblos y las naciones. Cuando se voltea hacia los centros históricos coloniales de las ciudades latinoamericanas queda claro que la intención del arquitecto era reproducir los espacios de la metrópoli imperial española, reproducir la belleza de lo conocido para engrandecerlo es una necesidad aparente de los seres humanos en muchos aspectos, y dicha necesidad no parece distinguir entre los sueños de todas las clases sociales. Hoy en día, por ejemplo, personas cuyos ancestros nunca hubieran podido poseer una hacienda próspera en el México porfirista se casan en el casco de una y quizá hasta sueñan con vivir en un edificio semejante.
Cuando los primeros peregrinos británicos pisaron tierra en la actual Costa Este estadounidense, estaban decididos a conformar una comunidad que se acercara lo más posible a un territorio heredado por Dios, y construyeron los hogares e instancias públicas en el estilo que creyeron más conveniente para ese propósito. Los hombres que unos siglos más tarde organizaron una revolución para emanciparse del Imperio Británico eran individuos privilegiados de su tiempo, dotados, si no, al menos ávidos, del conocimiento de la época que les permitiera engrandecer su nueva nación. Era el gran momento de la Ilustración y la fantasía de la Antigüedad grecorromana era totalmente relevante, como en todos los renacimientos intelectuales desde el final de la Edad Media. Muchos de esos empresarios y políticos obviamente estaban muy lejos de haber vivido en el auge grecorromano y algunos seguramente ni siquiera visitaron las ruinas en su vida, pero estaban seguros de que podían poseer el mismo porte y potencial imperial adaptado a su tiempo, el paso natural siguiente en el arte fue la construcción de sus magníficas casas blancas con sus columnas, escaleras y cúpulas. Los humanos son tan seguros de sí mismos que si se impresionan con los edificios monumentales de la Historia, los reproducirán en sus comunidades para sentirse igual de monumentales.
El antebellum estadounidense es quizá uno de los estilos más polémicos de la arquitectura dado su trasfondo histórico, pero no deja de ser estudiado tanto por los arquitectos e historiadores y engrandecido en la cultura popular. Está en Graceland, el paraíso de Elvis Presley, y de fondo en la era country de Taylor Swift.
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