De a madres
Opinión

De a madres

Miscelánea

La maternidad no es sólo tener hijos

sino criarlos, educarlos

y edificar en ellos

a la sociedad del futuro.

Lo socialmente correcto hubiera sido titular esta nota “DE MADRES” pero me llama la atención que una inofensiva “a” le cambie totalmente el sentido. Sucede que la palabra madre, con sus significados y misterios, es todo terreno. Nada tan exaltado amado y reverenciado como la madre: “querida, adorada”, “es una santa”; como vapuleado y arrastrado por la implacable lengua que no perdona ni a madres: “ya valió…” “ A toda…”. “No tienes… “Tu rechi…” ; o arrojada como piedrazo en cualquier pleito callejero: “Te me vas mucho a chin… Pobre madre, traída y llevada sin descanso ni vacaciones.

Durante las veinticuatro horas de todos los días del año, madres van y madres vienen sin siquiera retiro por enfermedad. Debe ser porque de los casi ocho billones de seres humanos que habitamos en este momento el planeta tierra; a todos los ha parido una madre, dado que hasta ahora, que yo sepa no hay otro conducto para entrar a la vida. Somos la madre del mundo, poseedoras del insondable misterio de dar la vida, un don que sin embargo, nos llega con su dosis de veneno. Si bien casadas, además de la interminable labor de criar y educar a la prole sin desatender otros vínculos como la pareja y la carga extra del trabajo fuera de casa, hemos de enfrentar y compartir hasta el fin de nuestra vida el inquietante y caprichoso destino de cada uno de nuestros hijos.

Si madre soltera por elección o por abandono (estado civil que ennoblece y a la vez margina) además de ser madre y padre, afrontamos hirientes estigmas y hasta el juicio de los hijos cuando preguntan: mami, ¿dónde está mi papá?. Somos las mujeres que no quisimos tener hijos, las que no quisimos y los tuvimos, las que cuidamos a los hijos de otras mujeres, las hijas de una madre que nos quiso, o no, las mujeres que cuidamos de nuestras madres por amor o por necesidad.

Somos mucha madre. La figura de la madrastra, (aunque indudablemente existen madrastras amorosas) está de antemano lastrada por el desprestigio: “Pareces madrastra”, acusaba mi madre cuando me veía tramitar un desacuerdo con mis hijos. Otra opción que ofrecen los nuevos modos de estar en el mundo, es la de madre subrogada. De eso no puedo opinar, ya que ni siquiera alcanzo a imaginar el estado del alma de una joven que recibe un pago por llevar en su vientre a un hijo que ha de entregar al nacer. Deben tener sus razones “que mi corazón no comprende”.

En los infinitos vericuetos de la maternidad, están quienes quisieron ser madres y por razones biológicas no lo consiguieron. Ante eso, una posibilidad es la frustración y el dolor como la Yerma de García Lorca,: Señor, abre tu rosa en mi carne/ aunque tenga mil espinas”.

La otra opción es abrir el alma y aceptar con toda generosidad la adopción de niños que aun no siendo hijos biológicos, son a veces más amados y protegidos que los propios. Luchado también contra prejuicios sociales y hasta legales, están las madres monoparientales, esas valientes mujeres que asumen la maternidad en una sociedad que todavía muy lastrada por los prejuicios, se niega con frecuencia a ofrecerles un espacio amable.

De las jóvenes mujeres que por las difíciles circunstancias que plantea la vida moderna o simplemente porque tienen otro proyecto de vida, han decidido conscientemente no traer hijos al mundo, además del acoso de la tía, la abuela que en cada fiesta familiar preguntan a la susodicha ¿para cuándo?, enfrentan también el estigma social que carga el rechazo a la maternidad. En cuanto a mí, pertenezco a una generación que no tenía esos dilemas existenciales. Todo era más simple, uno nacía mujer, se casaba y tenía hijos, no era cosa de elegir. Aunque falta aún mucho camino por recorrer, un pequeño gran logro del feminismo es que el mundo comienza a aceptar que la maternidad no nos define. Antes que madres, las mujeres somos seres humanos con toda la libertad de elegir lo que mejor nos convenga.

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