¿Literatura femenina o literatura escrita por mujeres?
Reportaje

¿Literatura femenina o literatura escrita por mujeres?

Profundizar en el mar escritural de ellas

A pesar de que en la actualidad es bastante común encontrar libros, cuentos, poemas y otros tipos de escritos producidos por autoras, el proceso para conseguirlo está lleno de historias, luchas y reflexiones que se extienden a lo largo de siglos. La presencia de las mujeres en la producción cultural, artística, intelectual y literaria ha implicado el cuestionamiento del status quo mantenido y perpetuado por una sociedad acostumbrada a que estos papeles fueran cubiertos de forma casi exclusiva, al menos pública y oficialmente, por hombres. Es por ello que vale la pena cuestionar con mayor profundidad las implicaciones de lo que se ha dado en llamar “literatura femenina”.

¿Existe la literatura femenina?

Esta pregunta aparentemente sencilla y básica resulta ciertamente insoslayable al incursionar en este tema, como se verá su respuesta no es tan básica y mucho menos sencilla y esto no es debido a que nadie la haya planteado o a una falta de interés en el asunto, sino más bien al contrario, resulta ser tan trabajada, admite tantos enfoques, tratamientos y su complejidad es tal que no existe consenso acerca de cómo debería entenderse la “literatura femenina”.

A principios del siglo XX, el escritor y editor Jorge Cuesta abordó esta cuestión, en su opinión definir una literatura como femenina suponía encerrar a la mujer en un criterio estético masculino. Son los hombres lo menos indicados para determinar lo femenino de la literatura; imposible pretender caracterizar, desde el grupo socialmente dominante, las manifestaciones de un sector en emergencia, como es el de las mujeres escritoras.

La escritora española Ana Lena Rievera Muñiz señala que, en un sentido de marketing literario, se ha adjudicado este término a aquellos escritos que son leídos mayoritariamente por mujeres. Por supuesto que esta definición conlleva distintas implicaciones, por ejemplo, el válido cuestionamiento de la clasificación de gustos sólo con base en factores de género, mismos que estás directamente relacionados con qué es aquello que se considera “masculino” o “femenino”; sin embargo, la autora hace énfasis en que esta distinción únicamente ha afectado a las lectoras, pues realmente nadie ha hablado de la existencia de una “literatura masculina” como concepto.

Mariana Dávila en una nota para El Universal fechada el 17 de noviembre de 2018 menciona que inicialmente, la literatura femenina se entendía como aquel conjunto de producciones literarias vinculadas con lo estrictamente ginecológico y con todo lo relacionado a esa área Así, históricamente, cuando las mujeres tuvieron la posibilidad de escribir y generar su propia producción, este desarrollo profesional estuvo siempre sometido a la disposición de tiempo libre, a la educación que lograba recibir y a la posibilidad que se le brindara, debido a los entornos de corte patriarcal y machista en que se desarrollaban.

Por su parte, Marina Fe, catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), resalta que si el foco de atención se coloca en las mujeres como autoras de eso que se da en llamar literatura femenina, puede notarse que, aunque a lo largo de los siglos no ha existido una presencia tan notoria o explícita de las voces femeninas, durante el siglo XX se observó una irrupción de la palabra escrita por mujeres en espacios antes reservados sólo para la opinión masculina.

Estas obras empezaron así a ser un medio de denuncia sobre problemáticas sociales y, sobre todo, injusticias de género, además de promover la ruptura de los tabúes sobre el cuerpo por medio de la poesía o invitar a la reflexión y cuestionamiento de la realidad a partir de la redacción de ensayos.

En opinión de la académica Susana Henao Montoya la importancia de este espacio literario radica en que provee de una perspectiva en la que el mundo se observa, se conoce, se nombra y se construye a partir de narraciones desde el punto de vista femenino, por lo que se describen de forma distinta las experiencias políticas, sociales y culturales. Sin embargo, escritoras como Virginia Woolf en su momento destacaron que, si bien la existencia de mujeres escritoras comenzaba a resultar más notoria, eso no elimina la abundante presencia de lagunas de silencio en la historia, ya que la producción escrita dependía en gran medida del contexto en el que se encontraran las mujeres y en sus posibilidades de desarrollo a partir de las costumbres sociopolíticas y postulados legislativos que regulaban sus derechos y libertades, entre ellos la posibilidad de manifestarse. 

Monserrat Barba Pan, en una nota de noviembre de 2019 para la revista digital AboutEspañol, señala que recientemente, se promovió el uso de la denominación “literatura femenina” para hacer referencia de forma casi exclusiva a novelas “rosas”, o cuya trama principal es de corte romántico, eso sí con grandes éxitos de ventas; en esa categoría se incluyó a autoras como Laura Esquivel, Isabel Allende o Stephanie Meyer, las cuales han sido menospreciadas por la crítica como si, por el mero hecho de los temas que abordan, tuviesen una calidad literaria inferior. En el mismo tenor Naiara Cristina Schuck, profesora de lengua y literatura portuguesas, destaca que a pesar de los prejuicios y estigmas, las autoras desmuestran que sus escritos van mucho más allá, pues su profesión da pie a establecer que este tipo de literatura permite un espacio a la existencia de un proceso de concientización femenina ligado a las experiencias individuales y colectivas, pero también al tratamiento de temas tradicional y sistemáticamente soslayados por los hombres, tales como la sexualidad femenina, el aborto, la maternidad o las presiones que implica elegir una profesión, siendo estos los principales temas que las escritoras contemporáneas abordan en sus textos, mostrando al público nuevas miradas sobre el universo femenino y haciendo explícita la subordinación de la mujer al hombre.

Por tanto, es posible asumir que por lo menos a nivel conceptual la literatura femenina existe, aunque su significado ciertamente no se encuentre unificado y dependa del contexto en que el término sea usado.

También es oportuno mencionar que existen sectores que no consideran el uso de este término de forma positiva o que directamente lo rechazan, argumentando que la literatura como expresión artística no debe ser catalogada como masculina o femenina, pero que tampoco debe darse por sentado que la producción y la experiencia masculinas son las únicas que deban considerarse como universales.

Sin embargo, este es un debate que está lejos de resolverse y en el mundo de la academia y el análisis cultural persiste la incógnita, y en consecuencia los estudios centrados en tratar de dirimir si el género condiciona o deja algún tipo de “huella” en la producción cultural, entre ella la literaria; la cuestión es importante en varios sentidos, uno de ellos implica que forzosamente el género del artista debe ser tomado en cuenta dentro de cualquier análisis que de su obra se realice, tanto como otros marcadores tradicionalmente aceptados como pueden ser aquellos de tipo ideológico, generacional, nacional, socioeconómico, lingüístico, etcétera.

¿Es preferible entonces usar otras denominaciones como “Literatura escrita por mujeres”?

Es por lo anterior que, tanto en el campo académico como en el mediático, surgió el cuestionamiento acerca de si el término “literatura femenina” es el más adecuado. La periodista Gretel Morales señala que socialmente la etiqueta de “literatura femenina” crea connotaciones negativas relacionadas con novelas de masas, plagadas de contenidos superficiales, llenas de banalidades y centradas en cuestiones “sentimentales”, cuyo interés supuestamente recae de manera exclusiva en las mujeres; así pues, decantarse por denominaciones alternativas como “literatura hecha por mujeres” evitaría al lector predisponerse al contenido de la obra, especialmente al lector hombre que podría entender “literatura femenina” en el sentido de literatura hecha para mujeres, asociándola a las características antes mencionadas y perdería interés en acercarse a ella.

Ya en 1936 la escritora argentina Victoria Ocampo pronunció una conferencia en la que abogaba por la literatura escrita por mujeres, invitándolas a expresarse y a hablar por sí mismas sin necesidad de la presencia de los hombres. Ocampo veía la escritura como un dominio por conquistar para las mujeres y aseguraba que cuando eso por fin ocurriera la literatura mundial se enriquecería, ya que las mujeres han abierto discursos basados en convertir temas íntimos en políticos (siguiendo el principio adoptado por la segunda ola del feminismo “lo personal es político y lo político es personal”) a través de distintos géneros literarios, específicamente desde la ficción.

Sin embargo, existen también autoras que sostienen la postura basada en que no es necesario especificar o categorizar su literatura como “femenina” o “hecha por mujeres”. Almudena Grandes, galardonada novelista española, por ejemplo, en una entrevista para El Heraldo con fecha del 9 de noviembre de 2018 declaró al respecto: “Creo que hay una literatura de mujeres en la misma medida que hay una literatura de hombres. Escribir es mirar el mundo y cada uno lo mira según sus ojos. La identidad de género es fundamental en la mirada de una persona. Pero no me gusta hablar de literatura escrita por mujeres como no hablamos de literatura escrita por hombres. Eso consolida la idea de que los hombres escriben gran literatura y lo que escribimos las mujeres es un subgénero. No estoy de acuerdo con eso. No creo que escribamos distinto. Hay tantas maneras distintas de mirar entre hombres y mujeres que no creo que se pueda asignar a un género concreto”.

En 2011 a la escritora Rosa Montero ante la cuestión de si existe o no una escritura femenina respondió: “Claro que no. Una novela es todo lo que el escritor es, su edad, su clase social, sus lecturas, sus amigos, sus enfermedades…. Y también su género sexual, claro, pero eso, el hecho de ser hombre o mujer, no es más que un ingrediente más dentro de los miles que componen el rompecabezas que es la propia identidad. Salvo en el caso de que ese género sexual te condene a una vida radicalmente diferente, como, por ejemplo, en la sociedad de los talibanes, con mujeres envueltas en burka a las que se les prohíbe estudiar, esa diferencia sexual es absolutamente imposible de objetivar”.

De la misma forma, la narradora y cronista venezolana Elisa Lerner resalta que a pesar de que la literatura femenina va en aumento, los libros escritos por mujeres tienden a ser etiquetados como domésticos, acerca del hogar, del tratamiento físico o de la importancia de la belleza, “y no a la acción valerosa comúnmente acometida por los hombres”.

Virginia Woolf, una de las autoras más conocidas en el mundo del análisis femenino, ya en los años treinta del siglo pasado resaltó que las mujeres han sido presentadas en infinitos libros escritos por varones (y no viceversa), y señaló la urgente necesidad de que surgieran escritoras para construir personajes femeninos por sí mismas y no sólo a través de sus relaciones con los hombres; de lo contrario nunca lograremos tener un retrato completo del ser humano; también opinaba que sería una lástima que las mujeres escribieran como varones, pues con ello se perdería variedad; pero tampoco deberían escribir pensando en su sexo: el verdadero artista es una mente andrógina. La literatura escrita por mujeres, como la percibe Woolf, estaba condicionada por una crítica parcial debido a su género y por una tiranía del sexo en sí mismo del que no se podían liberar. Sin embargo, siguiendo aún a Woolf, el problema no radica en identificar si una obra literaria tiene una temática mujeril, o si es escrita por una mujer o no, sino en saber qué se entiende por “femenino”. Esta autora también resalta en su crítica las condiciones de las mujeres del siglo XIX y principios del XX, mencionando que estaban reducidas en un primer momento a la escritura de novelas, que era el género al que más se tenía acceso, pero también constituía el género más fácil y era considerada como una forma artística menos concentrada.

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Por todo lo anterior podemos afirmar que ganar reconocimiento y apertura para las mujeres en la profesión literaria y el ejercicio de las letras en todas sus manifestaciones ha sido sólo el primer paso.

Llegar a conceptualizar la literatura femenina como disciplina aún requiere de estudio y la formación de algunos consensos por parte de la academia. En este sentido, se observa que el principal argumento para no tener ningún tipo de etiqueta específica es que de esa forma se segrega el trabajo y crea predisposiciones, prejuicios y límites en el público.

¿Hay una conexión entre literatura femenina y literatura feminista?

En este sentido, las implicaciones de la creación de la literatura escrita por mujeres como concepto han llevado a que se plantee su relación con la literatura feminista, ésta hace referencia a una crítica al espacio privilegiado que se tiene según el sexo. La profesora Niara Cristina Schuck la describe a grandes rasgos, señalando que una de sus funciones principales ha sido retratar las desigualdades y las violencias que atraviesa la sociedad y particularmente las mujeres a causa de la desigualdad de género; otro de sus objetivos es cambiar los discursos y dinámicas dominantes en pos de la construcción y afianzamiento de otros más igualitarios; además representa la lucha femenina por la vida, impulsando a las mujeres replantearse sus deseos, dificultades y elecciones acerca de cómo quieren vivir, y cuestionando todos los posibles papeles que tradicionalmente puede ocupar una mujer. También tiene entre sus propósitos abonar al trabajo intelectual de análisis que ellas realizan al momento de cuestionarse qué es lo que quieren expresar y de buscar las formas, medios y palabras para hacerlo.

Así, en primer lugar, Nattie Golubov del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM establece que ambas literaturas están conectadas, entre otras cosas, a partir de su propósito, pues existe especial preocupación por las mujeres, ya sea como escritoras, lectoras y como objeto de representación. En el mismo tenor Monserrta Barba Pan señala que la escritura hecha por mujeres establece una forma de empoderamiento, considerado a su vez una reivindicación feminista, ya que les permitió a las mujeres construir un espacio social y cultural para su expresión y reconocimiento.

Por otro lado, Schuck señala que una de las principales aportaciones que ofrece la literatura femenina en el campo de lo feminista es la representación del cuerpo de las mujeres, pues pasa de ser visto desde las dimensiones de lo exclusivamente erótico o bien desde el fin de la procreación, a revelar también la violencia sexual contra la mujer y las prácticas legales que son necesarias y que deben ser implementadas para este tipo de crímenes.

Por su parte, la literatura feminista tiene como eje central la escritura y análisis de textos desde el contexto sociocultural y geográfico, lo que hace que los medios interpretativos de cada discurso femenino sean necesariamente políticos, lo que estaría relacionado con la literatura hecha por mujeres en su cuestionamiento abierto ante los estilos de escritura y los modelos y características de los roles establecidos, hablando de su contexto de una forma impensable.

Al respecto, Gretel Morales opina que “negar la existencia del término «literatura femenina» hace que caigamos en la telaraña del machismo, en la cual la araña espera pacientemente porque su víctima ha caído en el engaño completamente sola”; también hace referencia a este camino difícil que ha sido recorrido por cientos de escritoras a lo largo del tiempo, en el que la sociedad ha sido regida por el patriarcado de forma hegemónica, negando el lugar a nuevas perspectivas y al valor que tiene la visión femenina.

¿Qué características tiene la literatura femenina?

Todo lo anterior resulta suficiente para comenzar a plantear el camino que ha tomado la literatura femenina.

Una cosa a destacar es cómo las mujeres se enfocan en generar consciencia y trascender con temas sociales que no las limiten únicamente a las novelas rosas y temáticas similares tradicionalmente relacionadas con las mujeres, las escrituras han encontrado la manera de transmitir su pensamiento y anhelos a través de la escritura de tal forma que crean un mensaje que trasciende y que evoluciona.

Menciona Schuck, en su artículo titulado Literatura de escritura femenina, publicado en 2008, que anteriormente la virginidad, maternidad y fidelidad eran temas históricamente tratados pues eran considerados como puntos base de las relaciones, aunque en muchas ocasiones se escribían desde una postura satírica o en tono de burla hacia lo que la mujer debía hacer, pero ahora, la perspectiva es diferente, se habla del matrimonio pero ya no como algo determinante, como un destino único para la mujer, de esta manera se deslindan de la dependencia y la crianza sin posibilidad de tener un desarrollo personal y profesional, los tiempos han cambiado para bien y es en parte a que han encontrado la manera de hacer protesta desde las letras, rebelándose y alzándose contra lo que había estado impuesto durante tanto tiempo.

La literatura que más ha destacado en los últimos años, y que ha sido escrita por mujeres, es aquella que refleja sus luchas, los hechos y las acciones que han realizado para comenzar a cimentar las bases hacia un ambiente de igualdad, Silvana Aiudi, especialista en temas de género en un artículo de 2020 titulado Literatura y feminismo: una nueva cartografía latinoamericana, también habla acerca de cómo la literatura escrita por mujeres “propone hacer visibles las zonas íntimas de algo compartido: las desigualdades y violencias que atraviesa el género”, esto por la vía de abordar temas que hasta hace unos años difícilmente habían sido tomados en cuenta, y agrega: “Desde la ficción, comenzó a desobedecerse el registro imperante. Se produjo una huida de la «zona de confort» y comenzó a hablarse de la familia y del ámbito doméstico, pero también del erotismo y de la maternidad, de la sexualidad y los femicidios, de la perspectiva política de las mujeres. Frente a temas y escrituras de este tipo, era lógico que naciera la controversia”.

En efecto, atreverse tocar estos temas, tratarlos y exponerlos fue difícil, sobre todo en sus inicios por la ruptura con el gran tabú que representaban y aún representan en muchos casos; sin embargo, resulta curioso notar que alguno de esos temas habían sido abordados por hombres y las críticas no habían sido tan desalentadoras, así pues, al parecer el problema no radica en el tema per se si no en que sea una voz femenina la que se atreva a alzarse. Otro gran problema en este aspecto es que se ha llegado a considerar que se trata simplemente de un asunto de “moda”, es triste y muy peligroso que se pueda llegar a relacionar temas de interés social con la palabra “moda”, ya que esto no hace más que degradar el contenido y reducir su valor, banalizando así lo que en realidad es una crítica y manifestación social y política válida, haciendo que la literatura femenina y lo que expone sea concebido casi como una especie de capricho y nada más.

Por último, para abordar este tema de forma general, Áxel Chávez en una nota fechada el 8 de marzo de 2022 y titulada Palabras combativas: la literatura escrita por mujeres, menciona la presencia de una literatura combativa, que se vuelve política por los temas que aborda y la manera en que lo hace, destaca además que hay obras escritas por mujeres cargadas de denuncias sobre injusticias por razones de género, menciona que la poesía ha roto tabúes acerca del cuerpo y que los ensayos ahora se presentan para generar reflexión y pretender un despertar de las mujeres y la sociedad en general para sembrar un ambiente de respeto e igualdad. Así pues, no es de extrañar que en un país como México la literatura hecha por mujeres tenga tintes políticos, como casi todo lo que sale de Latinoamérica para el mundo, sin duda muchas de las condiciones actuales son terriblemente difíciles pero es igualmente cierto que resulta necesario nombrarlas si lo que se pretende es generar cambios significativos.

La brecha de género en los premios literarios y la industria editorial

Como ya se mencionó el camino para el reconocimiento de la literatura escrita por mujeres no ha sido fácil y ha sido un constante exigir respeto y demandar el derecho a espacios de creación y difusión adecuado para sus obras, lamentablemente el ambiente literario en pleno 2022 sigue siendo dominado por un canon prestablecido, repleto de parámetros tradicionalistas que tiende a privilegiar aquellos productos de hombres occidentales, blancos y heterosexuales.

Al respecto, Enid Carrillo, doctora de Ciencias Sociales señala que: “Históricamente, la literatura hecha por mujeres ha sido poco galardonada, es verdad. Pero también había sido poco visibilizada, publicada, analizada y difundida. Las cosas han cambiado, pero eso responde al momento histórico que habitamos, no es una casualidad. Los hombres eran más galardonados porque tenían más tiempo para escribir y porque el mundo literario comparte, en gran medida, la lógica patriarcal y las hermandades entre hombres”. Las palabras de Carrillo son un mensaje fuerte y alentador para que estos temas incómodos y de los que casi nadie quiere hablar se sigan visibilizando.

Sobre este tema, la Universidad Veracruzana publicó un artículo el 11 de mayo del presente año sobre la participación y la premiación de las mujeres en la literatura en el que se menciona que revisando las listas de ganadores de 14 de los premios literarios más importantes en México hasta el 2020, estos han sido otorgados solamente en un 26 por ciento a mujeres y mientras que el restante 74 por ciento a hombres.

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La brecha de género existe y puede verse también en el hecho de que según los datos recopilados por Monserrat Barba, hasta 2018 las autoras sólo estaban presentes en un 25 por ciento de los libros que se publican, apenas un 12 por ciento en los libros de texto y tenían una representación cercana al 19 por ciento de reconocimiento en los premios literarios más importantes.

De acuerdo a un artículo publicado en el portal de Cultura UNAM la proporción de autoras publicadas en el Libro de lectura de cada grado de primaria para el ciclo escolar 2019-2020 es mínima en comparación con los autores. En el de primer año, únicamente seis entradas corresponden a escritoras: Rosario Castellanos, Gloria Fuertes, Juana de Ibarbourou, Evangelina Mendoza Márquez, Mónica Tirabasso y Silvina Ocampo son las elegidas, 12 son textos de origen folclórico o anónimo y 34 de autoría masculina; la predominancia de los hombres se mantiene a lo largo de los seis años que cubre la instrucción primaria y al concluirla los estudiantes habrán leído en este libro a un 13.7 por ciento de autoras, contra un 65.4 por ciento de escritores.

Adriana Pacheco, investigadora del Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Austin realizó un estudio en 2016 acerca de la presencia que tienen las escritoras en las aulas y planes curriculares; de acuerdo a su investigación el 41 por ciento de los profesores entrevistados aceptó no incluir a ninguna escritora en su temario, el 20 por ciento reconoció que solamente incluye a las escritoras “de siempre” y la gran mayoría no pudo nombrar a diez escritoras de las últimas tres décadas.

Otro dato relevante recuperado por Mercedes Casellas de 2019 titulada El sector editorial en la balanza de género es que el mundo del libro es un sector feminizado, en el que el 80 por ciento de los puestos de trabajo los ocupan las mujeres y en el que se encuentra que el 66.5 por ciento de las mujeres lee habitualmente frente a un 56 por ciento de los hombres.

A pesar de esto, y como es habitual, los altos mandos, los cargos de responsabilidad, los premios literarios y “los autores universales” continúan estando fuertemente masculinizados.

Existen ejemplos a granel sobre los problemas que implica ser mujer en el mundo literario, incluso entre escritoras ampliamente reconocidas, por ejemplo, en 2018 Margo Glantz contó en una entrevista para El País que sus primeros libros de ficción fueron soslayados “Sólo querían ensayos, rechazaban los de ficción y en parte se debía a que era mujer”; en la tumba de Elena Garro no había lápida hasta 2016 cuando fue colocada con motivo del centenario de su nacimiento, ese mismo año una editorial española reeditó Reencuentro de personajes, la novela se comercializó acompañada por un cintillo que presentaba a la autora como “mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges”.

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¿Qué temas están poniendo en la mesa las mujeres contemporáneas a través de la literatura?

En la entrada “Literatura escrita por mujeres” que puede consultarse en el sitio web de la Enciclopedia de la Literatura en México se sugiere que es probable que este concepto desaparezca a mediano plazo aunque consideran que es “importante registrar el momento crucial en que las mujeres se convirtieron en protagonistas en el ámbito literario, así como las características de sus propuestas estéticas”.

Como ya se mencionó antes, este tipo de literatura se hace desde lo crítico, en busca de un sentido y con la intención de transmitir una realidad. El surgimiento del feminismo ayudó a que resaltaran este tipo de lecturas y su fuerza permitió que salieran a la luz libros en los que se abogaba por la igualdad y la renuncia a los patrones de conducta establecidos por las generaciones pasadas.

¿De qué hablan ahora las mujeres contemporáneas? De injusticia, de desapariciones, desigualdad, de romper paradigmas, de la opresión que se experimenta en lo cotidiano, de brechas salariales, de respeto hacia sus cuerpos, de los estándares de belleza, de la sexualidad, el aborto, el placer, las fantasías, la masturbación, la menstruación, la represión, cuestionan la figura tradicional de la madre como ser anulado de personalidad propia y que existe sólo para ocuparse de su familia, de la amistad y la rivalidad con otras mujeres, etcétera. Hay pues un fuerte cuestionamiento sobre todos los aspectos tradicionalmente fijados acerca de lo que se supone que debe ser una mujer, en todos los aspectos.

Adelaida Martínez, en Feminismo y literatura en Latinoamérica menciona que la narrativa femenina en general trabaja prestando mayor fuerza a la oralidad “en la poesía por el tono de protesta, evocador del frito de indignación y angustia; y en la ficción por el tono confesional y la dispersión de la voz autoral en los relatos [pseudo] personales (autobiografías, memorias, diarios, cartas, conversiones)”.

A pesar de ser fuertemente soslayadas por el mundo editorial, la academia, la crítica, los planes de estudio escolares en todos los niveles o los premios, las mujeres escriben, están ahí afuera y para quien lo dude hay proyectos como el Mapa de Escritoras Mexicanas, desarrollado por la poeta Ester M. García desde mayo de 2020, y que en poco más de un mes de ser creado logró registrar a 405 escritoras y alcanzó más de 30 mil consultas. Así que no sólo hay mujeres escritoras, hay un público interesado en ellas.

Las escritoras contemporáneas hablan de necesidades y lo seguirán haciendo en espera de que las que vengan no tengan que luchar por el derecho a tratar estos temas siempre presentes en un mundo en el que las violencias de género en todas sus modalidades, físicas, psicológicas, económicas, sexuales, etcétera, continúan siendo una realidad cotidiana para un grupo que representa poco más de la mitad de la población global.

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