La inflamación es la respuesta del cuerpo ante los daños celulares que producen agentes infecciosos (un virus, por ejemplo), accidentes o el estrés metabólico.
Uno se hincha porque el organismo se defiende de los invasores nocivos, trabaja para aliviarse de los traumas.
Donde uno se inflama hay calor, enrojecimiento, dolor, incluso pérdida de la función del órgano afectado.
Cuando desaparece, o se elimina, la causa del daño, el proceso inflamatorio concluye y se regresa a la normalidad. Eso es lo que ocurre por lo general.
Sin embargo, puede suceder que se convierta en inflamación crónica.
¿Por qué sucede esto?
Porque el estímulo sigue presente en la vida del aquejado.
Así se configuran tres escenarios:
1. La causa llega a romper las barreras protectoras del organismo, de modo que éste prolonga la vida y la actividad de células del sistema inmune.
2. Los mecanismos responsables de eliminar las amenazas no funcionan de forma óptima.
3. El cuerpo no sabe cómo responder ante el estímulo nocivo.
A diferencia de la hinchazón producida por un golpe, que es temporal, la inflamación crónica suele tener como causa alguna afección.
Padecimientos con vena inflamatoria son la artritis reumatoide, el asma, la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerativa, la fibrosis quística, la diabetes y los males cardiovasculares.
Por ello, conviene dirigir la atención hacia alimentos que proporcionan sustancias capaces de aumentar la liberación de hormonas capaces de inhibir, y hasta bloquear, la acción de agentes inflamatorios.
Son comestibles con propiedades para desintoxicar el organismo y mejorar el funcionamiento del cuerpo.
EJE DE LA SALUD
Estudios disponibles coinciden en que la mayoría de las células del sistema inmune (entre un 70 y un 80 por ciento del total) se ubica en el intestino.
Mantener en buena condición la microbiota intestinal es de suma importancia.
La microbiota es el conjunto de organismos vivos, bacterias, que forman un ecosistema dentro del ser humano.
Ese ecosistema depende de nuestra alimentación.
Una nutrición con enfoque clínico impide a los agentes infecciosos llegar al torreonte sanguíneo en cantidades mayores a las que el sistema inmune puede tolerar para aprender a lidiar con ellos y combatirlos de modo eficaz.
Hoy se habla mucho de las bondades y beneficios de una dieta antiinflamatoria.
No se trata de un plan alimentario para perder peso, ni tiene una duración definida.
Se trata de una propuesta nutricional que ayuda al organismo a mantenerse sano.
Está indicada para aquellos con enfermedades crónicas que desean mejorar su estilo de vida.
Se basa en comestibles cuyo aporte de vitaminas y antioxidantes reduce la inflamación crónica.
Está diseñada con base en factores nutricionales.
Beneficios destacados son:
a) Alivio de síntomas de afecciones que inflaman.
b) Pérdida de peso.
c) Reducción de riesgo de incidente cardiovascular.
e) Descenso significativo de los niveles de glucosa e insulina.
Los nutrientes contemplados en esta dieta proporcionan la cantidad de energía que requiere la persona, sin excesos.
Arroja mejores resultados cuando va acompañada de un estilo de vida activo, por aquello de disminuir la grasa corporal.
Esa grasa contribuye a la inflamación crónica.
Favorece la liberación de citosinas inflamatorias que activan sistema inmune.
Disminuye la sensibilidad a la insulina, lo que abre la puerta a la diabetes.
El consumo en exceso de grasas, azúcares y proteína de origen animal allana el camino de las manifestaciones inflamatorias.
EL EFECTO
No existe una definición única de la dieta antiinflamatoria.
En su descripción encuadra la dieta mediterránea o cualquiera que maneje un balance de los nutrientes.
En esencia consiste en combinar verduras, frutas, semillas, pescado, aceite de oliva y dosis medidas de vino tinto.
También en disminuir lo más que se pueda la presencia en la mesa de lácteos y carnes rojas.
Dar trámite a alimentos funcionales (aquellos cuyo efecto benéfico está comprobado, la avena, por ejemplo) puede ayudar a disminuir el riesgo de padecer enfermedades con base inflamatoria.
En general, los comestibles que se recomiendan generan un ambiente antiinflamatorio en el organismo.
La ingesta de frutas y verduras garantiza el arribo al organismo de nutrientes con efecto antioxidante y antiinflamatorio.
Conforman la base de una dieta contra la hinchazón gracias a su abundancia de contenidos saludables, entre vitaminas y antioxidantes.
En un régimen contra el cuerpo que se inflama, dos tercios de los alimentos contemplados son vegetales y los llamados caramelos de la naturaleza.
Gracias a ellos se consiguen niveles más bajos de marcadores inflamatorios en la sangre.
Los carbohidratos integrales, cuyo efecto en el índice de glucosa en el torrente sanguíneo es mínimo, son el pilar de la dieta antiinflamatoria.
Para obtenerlos, hay que recurrir a granos sin procesar, como el salvado, y no a sus productos refinados, que eliminan buena parte de los nutrientes.
También hay que dejar sitio en la mesa a las grasas antiinflamatorias, es decir, a alimentos ricos en ácidos grasos omega tres, como el pescado, o bien a suplementos que pueden proporcionarlos.
Cabe mencionar que el aceite de pescado ha demostrado ser un potente inhibidor de inflamación.
ATENTO A LA PROTEÍNA
Dentro de la dieta antiinflamatoria, la proteína se obtiene de plantas, pescado y cantidades medidas de carnes magras naturales.
Esto se debe a que la proteína animal contiene más niveles de ácidos grasos omega seis, considerados proinflamatorios.
Otro aspecto importante del consumo de carne tiene que ver con el método de cocción.
Carnes cocinadas a alta temperatura, o carbonizadas, son proveedoras de inflamación.
En general, si bien el régimen contra la hinchazón permite la ingestia de proteína animal, la de origen vegetal debe llevar mano.
Las leguminosas son otra excelente fuente de proteína vegetal.
La soya también contiene nutrimentos con efecto antiinflamatorio.
Muchas hierbas y especias tienen un impacto en la inflamación similar al de otros componentes de una dieta contra el malestar inflado.
El jengibre y la cúrcuma gozan de prestigio en ese sentido, al igual que el ajo y el orégano.
En síntesis, una dieta antiinflamatoria aumenta la inmunidad, ayuda al control de peso y previene malos ratos.
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