Mateo Sujatovich, un loco en el desierto
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Mateo Sujatovich, un loco en el desierto

La voz heredera del rock argentino

La noche anterior dio un concierto en Monterrey, luego se subió a la van y cruzó el desierto en carretera. El músico Mateo Sujatovich (Buenos Aires, 1991) está a unas horas de presentarse en Torreón y, en la parte trasera del bar Ojo de Tigre, recuerda su infancia en la capital argentina. Ante la primera pegunta mira a la nada, toma el pensamiento para dibujar imágenes sonoras, señala las calles de Belgrano impregnadas de una mezcla de rock, pop y tango. “Mi infancia y mi adolescencia, los noventa y los 2000, fueron momentos de muy buenas bandas de rock”.

Nació en el barrio que nombra al creador de la bandera argentina. Se crió con la sonoridad anclada en la esquina de Cabildo y Juramento. Sujatovich es nieto de Pichona, la maestra que instruyó a Charly García en el piano. Su padre, Leo Sujatovich, tocó al lado de Luis Alberto Spinetta en la banda Spinetta Jade. Hay algo en su voz y semblante que revela las huellas del rock argentino, rastros de una tradición que invadió las estaciones de radio y desbordó los recitales en los principales recintos de Iberoamérica. Él lo acepta. ‘El Ruso’, como es conocido, es el vivo ejemplo de que esa tradición sostiene su vigencia como el talid de una guitarra.

Es algo que viene conmigo, que probablemente sea parte de mis ganas de haber querido estar en la música, de todos mis deseos e impulsos, que hayan tenido qué ver con venir de ahí, con venir de esa historia y cuento con todo eso, que no es poco. Me parece que es algo que debe de haber sido muy bueno para mí, dado también que son todas referencias muy buenas. Mi abuela era una gran profesora de piano, mi viejo es un gran músico y son personas muy buenas también, que eso no es poco.”

Su estancia en Madrid le marcó. Volar sobre el Atlántico para desprenderse de su tierra, revolucionó su juventud. Además del futbol, Sujatovich intentaba conectar con sus orígenes a través de la música argentina. Justamente, en suelo español comenzó a tocar la guitarra. Así, sintió una necesidad de escuchar e investigar musicalmente sobre cada traste que marcaba el mástil de su corta vida.

Escuchábamos muchos discos de rock argentino, de los setenta, de los ochenta y también los actuales de ese momento. Había un montón de bandas que en ese momento estaban muy bien. Estaba Babasónicos, Bersuit Vergarabat, sacando sus mejores discos… qué sé yo, había de todo. Estaban Los Piojos, que es una banda muy importante y después hay un boom de todo el rock barrial, que quizá no lo consumís tanto, pero bueno, estaban Los Ratones, estaba Intoxicados, bandas que estaban muy fuertes en ese momento. Con mi hermana, creo que estábamos los dos más metidos escuchando Invisible, La Máquina de Hacer Pájaros, Sui Generis y, obviamente, Spinetta Jade y todo eso”.

Luces rojas

El público comienza a cobrar vida tras la presentación de Casster, un talento local fortalecido en Monterrey. Hay percusiones de botellas mezcladas con el final de los acordes. El pequeño escenario se envuelve en luces rojas. En un muro, el resplandor neón de un letrero resalta: “El punk no ha muerto”. Pronto, Mateo Sujatovich demostrará que el rock argentino tampoco.

Tras años de arduo trabajo, su madurez musical indicaría también la necesidad de gestar Conociendo Rusia, su banda, su proyecto propio. La composición de algunas canciones lo trasladó al estudio, inmortalizó el sonido en grabaciones. No pasó mucho tiempo para que Mateo se percatará de que su proyecto tendría que trascender a otras latitudes.

El proyecto me pasó por arriba. Me empezó a demandar cosas. Por suerte, al haber tenido bastante background y tener 27 años en ese momento, y haber hecho bastantes cosas de música, sabía cómo responder a todo lo que empezaba a suceder. Pero fue una sorpresa para mí la demanda que empecé a tener: fechas, entrevistas. El proyecto comenzó a demandarme mucho y yo fui para delante con eso”.

Corría el año 2018 cuando se publicó el primer álbum de Conociendo Rusia. La pieza que lo inaugura lleva por nombre Loco en el desierto. El Ruso la compuso al “perderse en el intento”, es decir, al entregarse. El principio fue sencillo, indicó el nacimiento de una melodía y ritmo en la guitarra. No obstante, la letra se negaba a revelarse por completo, se tornó en esbozo, en una imagen que no termina por cargar. Su confección culminó cuando Mateo encontró brújula jugando al ping pong con un amigo.

Un loco en el desierto, eso parece ser Sujatovich, quien sube en solitario a un escenario torreonense, cuando el clima sabatino ha coqueteado con los 40 grados centígrados. En una tierra árida que parece ser hostil, allí se monta el Ruso, con una playera negra de tirantes y la guitarra del mismo color, portador de una sonrisa que refleja el cariño de sus seguidores mexicanos, porque no sólo el clima es cálido en la sala, el público también lo es.

México, por lo que voy dando cuenta y la experiencia de mis viajes, es uno de los pueblos más amantes de la música... de la música del mundo. Argentina o el público de Buenos Aires, creo que es un público mucho más cerrado a la música del mundo; muy fan de la música de ahí, de adentro, del pop, del mainstream, pero acá les gusta todo y se comprometen con el artista que les gusta”.

Mateo ha rasgado la guitarra y el alma de los presentes. Revela al micrófono que no puede creer que el público sea tan increíble. Un seguidor canta junto a su hijo, quien viste la remera del Barcelona y, desde Ciudad Juárez, un grupo de fanáticos viajó más de doce horas en carretera sólo para ver al autor de Quiero que me llames. Él dedica Mi casa tu casa, las cámaras de los teléfonos disparan su luz hacia el cantante, perpetuan el momento en las redes.

Mirá, todos dicen que el público argentino es el mejor del mundo, pero yo creo que hay competencia. Con el público mexicano hay una competencia sana, porque es un público increíble y realmente lo da todo en el concierto; es un público protagonista. Ayer, prácticamente hubo canciones que no tenía que cantar. No hace falta que yo cante, ¿para qué? Que canten ellos”.

Se interpreta Cabildo y Juramento, inspirada en las calles de Belgrano que esculpieron su existencia. El público canta a coros. Mateo pregunta: “Debe haber un cruce igual aquí en Torreón, ¿no?”. La respuesta se da a ritmo de dos calles: “Y me gusta pensar / que nos vamos a encontrar / en la esquina de Morelos y Colón”.

Aunque Conociendo Rusia tuvo buen recibimiento en el pasado Festival Vive Latino, su reciente gira en México, titulada como su banda, radicó su propuesta en la sencillez y la intimidad. El Ruso no necesitó más que una guitarra y el apoyo del público para surcar la noche a través de acordes y melodías.

Es un concierto más íntimo, con la guitarra, como las canciones salen, como te contaba. Es un lindo modo de comenzar a dar mis primeros pasos por acá”.

Su último álbum, La dirección (2021) se gestó en el momento más álgido de la pandemia. Fue un proceso de soledad, incluso de aburrimiento, donde la música palió y colocó en dirección al compositor, para que continuara con su proyecto, para que preparara y tuviera un álbum nuevo al momento de que disminuyesen los contagios por la pandemia, con la posibilidad de volver a tocar.

La canción que da nombre al álbum menciona en una frase: “Si no sabés cuál es la dirección / hay una brújula en tu corazón”. La pregunta lanzada a Sujatovich indaga hacia dónde apunta su brújula.

Acá, me apunta acá, hacia este momento presente, en mi gira en México, disfrutando de lo que me toca, en Torreón. Nunca en mi vida pensé que iba a estar en este lugar que no conocía y que conozco poco, porque llegué hace un rato y me voy en un rato, como en casi todos los lugares”.

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