Paseando por la urbanidad de un Distrito Federal, antaño a nuestra ciudad capitalina contemporánea, se encuentra Gabriel viajando en su coche, regalo paterno recibido en su cumpleaños número quince. Saliendo con chicas, inventándose excusas o más bien inventándose chicas y saliendo con excusas, se la vive burlándose de quién se topa. Corriéndose entre calles, masticando un francés que no le corresponde y haciéndole al Chéjov(ito) denunciado de plagio, vivimos las experiencias de un joven que, escandalizado por la rebeldía del ajetreado mediados de los 60, intenta poner en tela de juicio una sociedad mexicana cobijada en las buenas costumbres, persignada y guadalupana.
Así es cómo José Agustín, ilustre escritor mexicano e integrante de la llamada literatura de La Onda, da inicio a su carrera literaria con La tumba, su opera prima, a la edad de 20 años resultado de tallerear con el escritor mexicano Juan José Arreola. Obra influyente que hoy día, y a pesar de reflejar un México de hace más de 50 años, conserva vigencia.
La novela
"Si el aburrimiento matase, en el mundo solo habría tumbas". La tumba narra las vivencias en primera persona de Gabriel Guía un adolescente, de clase acomodada, aburrido y fastidioso que cursa la preparatoria. Una historia sobre al autodescubrimiento, saber quién eres y a dónde quieres ir.
Con una tendencia rebelde y junto a una visión cínica y desencantada de la vida de nuestro joven protagonista intentará poner en jaque a una, fácil de escandalizar, sociedad tradicional de mediados de los 60.
Elementos como la música, la literatura y el pasar un momento agradable, no encerrado en las paredes de casa, se diluyen en esta obra recreando un trago refrescante que para su época de publicación generó revuelo debido a su temática y su muy marcado y distinguido coloquialismo.
Gabriel tiene problemas con las chicas, con sus padres, con su maestro quién no soporta que a su corta edad escriba tan bien denunciándole de plagio. En general, Gabriel tiene problemas con todos. Aunque poco le importa, se levanta el cuello en cuanto puede, le hace al tonto a la más mínima. Busca escaparse por ahí, no le interesa relacionarse con enmascarados, bebe y baila. Con una actitud muy a lo Holden Caulfield y un léxico muy a lo Alex DeLarge nos escapamos con unos ojos juveniles a recorrer un México de mediados de los 60.
Un pequeño-burgués al que su única preocupación es no caer en el letargo y aburrimiento de lidiar con sus papás, maestros y la bola de snobs con los que se topa. Entre vivencias buscará escapar de un constante clic que martillea su cabeza. Acechante le perseguirá hacía el fin de algo, ¿Quizás una bomba a punto de explotar? ¿Que tenemos en la cabeza, cerebro o líquido?
“Advertí que deseaba con ardor mandar todo al infierno, incluyéndome. Botar mi vida, ir a cualquier parte, pegarme un tiro o algo, algo que no encontré”.
En la literatura José Agustín busca al joven protagonista cómo alguien que piensa y tiene mucho que decir.
Existe una búsqueda de identidad dentro de nuestro personaje que a sus 16-17 años, puertas de la juventud, cuenta con todo lo material a su capricho, lo cual compra, de mala manera, sus carencias familiares y estructurales que dan duda a los valores y genera un terror desesperante a la inestabilidad. Todo esto ofrece un perfil muy acercado al individuo egoísta que describiría el sociólogo Emilie Durkheim respecto a los determinados cambios que afectan los comportamientos sociales. Una novela que, a sus más de 50 años de edad, escrita en un contexto muy distinto al actual, logra transmitir la experiencia real del proceso de crecimiento. Una lectura transgresora que genera una onda expansiva revitalizando la fórmula de hacer literatura en nuestro país.
La Tumba de la solemnidad y La Onda
La Tumba es considerada parte de las obras que dieron inicio a la (contra)corriente titulada Literatura de La Onda. Para aquel entonces la cultura se encontraba dividida entre las figuras solemnes o consagradas y la cultura popular, que se hizo para una clase que "no es culta". Sin embargo, empieza a surgir entre los jóvenes una cultura donde está la literatura que leen y la música que escuchan.
La Onda fue un término acuñado por la narradora y ensayista Margo Glantz como término despectivo hacia este nuevo tipo de escritores inspirados por autores de la generación beatnik, como Ginsberg, Kerouac y Burroughs, con aires bohemios y rechazo a los convencionalismos sociales.
Con groserías y aires juveniles, se dejaron de lado los cánones estéticos, más bien estáticos, de la literatura pasada. El pasado era bastante cuadrado. Los "onderos" fueron autores de anti-manuales para "estar en la onda" fresa. Las mentadas de madre se volvieron poéticas: va te faire foutre!. Con autores que viven el desenfreno, la fiesta, la lucidez y en los placeres. Todo lo prohibido, la ilegalidad e inmoralidad, era realizable. Nada de que espantarse, todo era elemental, esto sólo eran aportes de ideas para sus escritos. Todo era una proyección, sin insinuación. No haga esto en casa.
A esta onda, surgida a mediados de los 60, se montarían autores como René Avilés Fabila, Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña y el mismísimo José Agustín. Temas como las drogas, sexo y el rock and roll serían esenciales para ilustrar una nueva literatura, que, irreverente, pretendería fragmentarse de cara a la literatura tradicional con el uso de un lenguaje más abierto y honesto. Su temática urbana, como lugar común, sería punto de escape que daría réplica a tragedias como Tlatelolco (1968), El Halconazo (1971) y la represión de poder que azotó y monopolizó a nuestro país durante la llamada, por Vargas Llosa, Dictadura Perfecta. Este producto, concepción del desequilibrio social, manifestaría a una juventud incrédula de la autoridad institucional, como el Estado o la familia. Monsiváis definiría a La Onda como el primer grupo en divulgar el slang dentro de la literatura mexicana.
"...inmortalizaron en los libros la mera neta condensada, o como decía Don Benito Juárez: "cotorrearla es fácil, si sabes cómo". ¿Cómo ven, agarran la onda o me regreso?" - Carlos Monsiváis, Días de Guardar (1970)
José Agustín
Es un guionista de cine, periodista, dramaturgo y quién a su vez es uno de los escritores más importantes de nuestro país. Oriundo Jalisciense y fichado (registrado) Guerrerense escribió desde su juventud y a temprana edad ya daba rienda suelta a la pluma y junto a ello sus inquietudes y ansías de libertad. Cursó estudios de letras clásicas, dirección cinematográfica, actuación y composición dramática. Estudiaría en el Centro de Estudios Cinematográficos donde participaría en el taller literario de Juan José Arreola lo cuál sería crucial para su vida. Rompiendo con el esquema literario que sería de dominio de autores cómo Carlos Fuentes o Juan Rulfo, José Agustín impregnaría un estilo único, irreverente y lleno de humor. Ha escrito novelas como De perfil (1966), Ciudades desiertas (1982), Vida con mi viuda (2004) entre otros más, así como cuentos, ensayos, crónicas, teatro e incluso guiones cinematográficos. Además de participar como conductor y productor de programas culturales de radio y televisión; y coordinador de diversos talleres literarios.
“Cuando todo mundo andaba azotado yo me ponía a escribir, y al llegarle a la novela, palabra de honor que yo ya no estaba allí: yo andaba rolándola entre el sol vibrante y el marecito rico y en los gires de mis personajes”.
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