Para estos tiempos de feminismo efervescente y en la inercia de las efemérides me parece conveniente evocar la Conquista de México, cuyo hecho definitivo consideramos la caída de Tenochtitlan, consumada el 13 de agosto de 1521. Hace 501 años. En este contexto me gusta imaginar a Malinche dando instrucciones en pleno combate.
Evoco de esa manera a Malinche porque la tengo en la mente según la imagen que, de una parte de la batalla por Tenochtitlan, un tlacuilo dejó en el Lienzo de Tlaxcala. En ese documento pictográfico Malinche aparece dos veces, una, al llegar a un combate de los que desembocarían en el 13 de agosto de 1521 en el bergantín donde a sus espaldas se ve a Hernán Cortés; otra, en la que su mano, con el índice erecto, señala a los combatientes aliados que deben atacar a los mexicas.
La obra del tlacuilo tlaxcalteca me parece simbólica. Es una materialización de la dialéctica, el enfrentamiento de las fuerzas fundacionales del mexicano. El mexicano fundacional es el fruto de tres fuerzas. Quiero insistir en el término fuerzas por lo que su semántica implica.
El mexicano fundacional es la síntesis de tres fuerzas: la tlaxcalteca, tan poderosa que no había sido sometida por el imperio mexica; otra, el propio imperio mexica con capital en Tenochtitlan y, la tercera fuerza, el imperio español. México, en su surgimiento, es el fruto de las tres fuerzas.
La fusión de las tres fuerzas fundacionales del mexicano las inmortalizó el tlacuilo en su conjunto pictográfico de tres niveles. Es fácil encontrar el dibujo en Internet. En el nivel de arriba, Malinche aparece en primer plano y atrás de ella Hernán Cortés, el capitán conquistador. Nótese la preminencia de Malinche que por cierto es notoria en muchos dibujos y pinturas de los códices y del Lienzo de Tlaxcala. Los navegantes del lago que circunda Tenochtitlán-Tlatelolco han llegado en un bergantín para participar en la batalla por la capital mexica.
En el nivel intermedio de la imagen –muy significativa para quienes admiramos a Malinche–, en el lado izquierdo, los mexicas esperan la embestida de los conquistadores con su vanguardia de guerreros autóctonos que sin duda eran tlaxcaltecas. En los dos tercios restantes del mismo plano intermedio de la obra del tlacuilo, atacan los aliados de los europeos, es decir, los tlaxcaltecas. Entre ellos se ve el templo de la diosa Toci (gracias a ese teocali se sabe dónde ocurre la batalla, en Tecicuauhtitlan). En el extremo derecho del conjunto gráfico, el tlacuilo puso a un atacante europeo con la espada en alto y, junto a él, un tlatoani tlaxcalteca ya armado con espada española.
Lo que más me gusta del conjunto es que en el centro de esa escena épica aparece Malinche. Es muy de tener en cuenta la presencia aquí de la aliada de los europeos. Con su brazo izquierdo sostiene el chimalli de su protección, el escudo necesario al andar en plena batalla. Lo más interesante, con su mano derecha, con su dedo índice dirige, dirige, el embate de los conquistadores. En el nivel de abajo del dibujo –sigo al historiador Alfredo Chavero– varias canoas de mexicas apoyan a los defensores de Tenochtitlan-Tlatelolco.
Antes de concluir debo decir que la obra aludida del tlacuilo es la lámina 45 del Lienzo de Tlaxcala, monumental “pintura” conocida con ese nombre. Mide cinco metros de largo por dos de ancho. Salió de las manos prodigiosas del tlacuilo o los tlacuilos tlaxcaltecas a mediados del siglo XVI.
Ahora, en el 501 aniversario de la caída de Tenochtitlan-Tlatelolco, el Lienzo de Tlaxcala –y especialmente su lámina 45– sigue diciéndonos: mexicanos, sean fuertes; son la síntesis de tres fuerzas, las de dos imperios, el mexica y el español, y la fuerza del pueblo que no pudo ser sometido por el poderos y glorioso imperio mexica.
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