El fenómeno del cómic, hoy día, se ha visto potencializado gracias a las grandes industrias filmográficas quienes han encontrado en el boom de los superhéroes a su gallina de los huevos de oro. Las estrategias de merchandising son visiblemente más exhaustivas cada vez que se estrena alguna adaptación al cine y televisión (o más bien servicio de streaming). La popularidad de ello genera en el mercado cifras multimillonarias entre adaptaciones como, por ejemplo: Marvel y DC, las cuales se hacen en su mayoría apelando a un público general; otras más alternativas, pero no menos importantes, cómo las aclamadas The Boys o Invencible de Prime Video, The Umbrella Academy en Netflix, e incluso en el mundo del manga con One Punch Man y My Hero Academia.
Pero esto no siempre ha sido así, lo que actualmente forma parte de nuestro espectro cultural anteriormente tenía un público muy específico y marginal, el cómic no solo era para los superhéroes sino para las historias fantásticas, los dramas catatónicos y la sátira social. Sin ahondar mucho en la extensa historia del cómic, nos dirigiremos a la mitad del siglo pasado; por aquel entonces la madurez del cómic en Estados Unidos no tenía mucho desarrollo, sin embargo, en Inglaterra los guionistas y dibujantes apelaban a un estilo más realista, de temas crudos y con tramas complejas. Esta generación de autores les daría una mayor importancia a las estrategias narrativas que a la onomatopeya misma, cimentando las bases de un nuevo género consolidado cómo novela gráfica. Tal ingenio haría que muchos de sus integrantes se trasladaran, a mediados de los ochentas, al mercado estadounidense; y de entre ellos el más distinguido sería Alan Moore.
Moore es actualmente considerado uno de los más grandes revolucionarios del mundo del cómic. Su estilo único le ha valido distinción al empatarlo junto a autores cómo: Neil Gaiman, quién actualmente goza de una popularidad debido al estreno de The Sandman en Netflix, y Art Spiegelman, premio Pulitzer 1992 por Maus, quienes con estrategias narrativas y visuales les han ofrecido a miles de espectadores una nueva perspectiva de escribir y consumir cómics.
Probablemente no sepas quién es Guy Fawkes, ni mucho menos que es lo que estaba haciendo en 1605 durante la conspiración de la pólvora, pero tal vez si hayas visto su rostro ya sea en una película de 2005 o como la cara de un grupo de hackers activistas, que popularizado por la serie de V for Vendetta demuestra la destreza de Moore para crear obras que impactan en nuestra sociedad. La envergadura de sus obras alcanzan tales limites que le ha traído el horror de todo autor pedante, romántico y filosófico: el mainstream.
Perfil
Alan Moore nació en 1953 en Northampton, Inglaterra. Sus primeros años los desarrolló en la localidad de The Boroughs, una de las zonas más marginadas y desfavorecidas del país europeo. Moore describiría vivir en un lugar tosco e insípido, lo cual le llevaría a resguardarse, a la temprana edad de cinco años, en los libros de cuentos mitológicos y cómics de superhéroes. Su situación se complicaría tras ser expulsado del colegio, algo muy común en su historial, desplazando al futuro escritor a una serie de incontables trabajos durante años, hasta que a finales de los 70 saborearía los inicios de su carrera.
Durante su vida laboral empalmaría un doble oficio de dibujante underground, llegando a colaborar con revistas independientes, y bajo pseudónimo comenzaría a producir sus primeros guiones decidido a no ser más un dibujante y centrarse en los aspectos literarios de sus obras. Revistas como 2000 AD, Warrior, Marvel UK, DC y America´s Best Comics serían el hogar del prometedor, en ascenso prolífico, escritor que años después ganaría culto y veneración a nivel mundial.
Su forma única de utilizar el medio constituyó una innovadora introducción de recursos literarios y gráficos que añadirían complejidad al trasfondo de sus obras resultado de incorporar un amplio abanico referencial de autores ajenos a los cómics, singularidad que haría enunciar al autor como un maestro de la novela gráfica.
Obras
Extrañas, profundas e incluso incomprensibles son los adjetivos que describen a la perfección los trabajos de Moore. Aunque distinguidas entre sí, comparten singularidades ofreciendo a sus lectores obras únicas e imperdibles. Su mundo es figurativo y se nutre de todos los elementos, simbolismos y discursos posibles, que elocuentes a su pesar construyen las obras que escritas ya hace años preservaran vigencia hasta que nos quede humanidad.
Watchmen (1986-1987)
El comediante ha muerto y su coagulante sangre se resbala sobre un mal chiste que acerca cada vez más a la humanidad al Armagedón. Es ahí cuando un grupo de héroes exiliados tienen que reunirse para reavivar sus años de gloria y con ello desenmascarar los hilos invisibles que entretejen esta espectacular historia. Con tan sólo doce números, este reloj del fin de los tiempos, se entrama una crítica social americana, que acomplejada y psicótica, se da de cara a su violento sistema de control gubernamental.
V for Vendetta (1980-2000)
Una vez más el escenario orwelliano se deja caer en un Londres distópico de los años 80. Entre su fascismo y discurso totalitario surge un “terrorista” (vengador) que enmascarado con la figura revolucionaria de Guy Fawkes, hará frente a los horrores de un estado que ha sometido completamente a su ciudadanía. V de Venganza es una obra magna de ficción dedicada al anarquismo, que con su filosofía se ha convertido en icono de insurrección dentro del imaginario colectivo.
La cosa del pantano (Etapa de Moore)
Creado originalmente por Len Wein y Berni Wrightson, esta obra caería en las manos de un joven Moore dándole un giro revitalizado, y reestructurado, que ofrecería una etapa vigorosa a nuestro espectro pantanoso. Este mundo enarbola temas como la naturaleza, entremezclada de filosofía gótica, la brujería y el chamanismo.
Batman: La broma asesina (1988)
El Joker ha vuelto a escapar de Arkham. Para ello Batman debe buscarlo y hacerle preso. Sin embargo, nuestro espanto de payaso tiene un plan entre manos que, poniéndolo en práctica, desea demostrar que hace falta sólo un mal día para que una persona se vuelva loca y para ello usará de conejillo de indias a un comisionado James Gordon. Probablemente una de las mejores obras jamás escritas del hombre murciélago, equiparable a la majestuosa trilogía de Frank Miller. En sus 44 páginas de historia plantea la existente y conflictiva dualidad entre el Joker y Batman ofreciendo así un de las obras más aclamadas del universo DC.
Y aunque no menos importante no dejamos de mencionar obras cómo: From Hell (1989), The League of Extraordinary Gentlemen (1999), Lost Girls (1991) o Superman: Whatever Happened to the Man of Tomorrow? (1986).
La visión de un escritor
Dentro de su idiosincrasia, Alan Moore define el trabajo del escritor como un oficio de cierta nobleza y pureza que se debe de una responsabilidad enorme. En su oficio de narrador se vislumbra como un traficante de la ficción que, aunque se reconoce atractivo, no debe confundirse con la mentira. Para ello el autor considera que es importante no perder los elementos tangibles de las obras y que dentro de su elocuencia lo ficticio debe ser real a nivel humano. Para ello el arte, que se apoya de la fantasía ocasionalmente excesiva, debe conservar un eco emotivo. Un ejemplo a ello sería Watchmen, serie más famosa del autor, sobre un grupo de vigilantes, símbolos heroicos, que se observan torpes, demasiado humanos, a tal grado de volverse figuras antagonistas, o antiheroicas a su esencia, pero a doc con su figura de superhombres (Übermensch) que, dentro de su inmadurez y amoralidad, contraría a la filosofía de Nietzsche, se creen con la capacidad de generar su propio (ego)sistema de valores.
Artista renegado
La adaptación y trascendencia de sus obras y personajes se han visto calcadas en series e incluso películas, las cuales han llenado, y vaciado a su vez, estanterías y taquillas que han representado cifras millonarias para los corporativos. Y es que, aunque el autor intente negarlo, o evadirlo, su trabajo ha propiciado tal influencia sobre el colectivo que hoy día forma parte de la cultura contemporánea, volviéndole un icono de grandes dimensiones. Sin embargo, hace tiempo que Alan Moore perdió su propiedad intelectual hecho que le privaría de las ganancias producto de su imaginario. Su constante roce con sus superiores generó peleas y fricciones que terminó por alejarle de las editoriales, específicamente Marvel y DC Comics. Ver el “horror” de sus obras resumidas y adaptadas a los live action le han hecho renunciar a sus productos con tal de no ver su nombre en los créditos de una obra mutilada y estandarizada a los cánones hollywoodenses. Llevándole incluso a cortar de tajo su relación con el mundo de los cómics.
“Se producía y distribuía de forma barata para un amplio público adolescente, la edad en la que el público está más hambriento de ideas nuevas y radicales. Ahora, casi todos los cómics son para la clase media, y sobre ella. Mucha de esta audiencia literariamente moribunda es gente de mediana edad motivada por la nostalgia de su infancia y de tiempos más simples”.
A sus 62 años anunciaría su retiro del cómic deseoso de olvidar todo lo relacionado a su actividad. Actualmente su vida está centrada exclusivamente en la literatura y una que otra producción cinematográfica. Excéntrico, anarquista, misántropo, y famoso, a su pesar, es y será uno de los mejores escritores que la historia del cómic haya visto.
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