Sobredosis de streaming
Reportaje

Sobredosis de streaming

El bombardeo de los videoclubs contemporáneos

Eran negocios que aparecían, y desaparecían, con suma facilidad.

Hasta en zonas humildes de la ciudad había, con apenas una distancia de un par de cuadras entre uno y otro, tres o cuatro de estos establecimientos, parecían oxxos.

Para emprender en este giro bastaba con adquirir la mercancía, rentar una habitación, meter en ella un mostrador y cubrir las paredes con las carátulas de los títulos disponibles.

La membresía formaba parte del negocio. Cubierta la cuota de inscripción, el administrador pegaba la foto del cliente sobre un rectángulo de cartón (la credencial del club con vigencia de un año). Se abría un expediente con el nombre del miembro nuevo, es decir, una hoja de registro en la que se apuntaban el título de la película rentada, la fecha de salida y la fecha de entrega.

Frecuentar un videoclub significaba vivir una aventura cotidiana.

El cliente elegía entre ninjas, monstruos, soldados, asesinos, ladrones, detectives, policías, zombis y demás. Se iba a casa con la gala, o el bodrio, de su elección y el compromiso de devolverla al cabo de cuarenta y ocho o setenta y dos horas. Incumplir generaba recargos y hasta la cancelación de la membresía.

¿Qué historias había guardadas en los videocasetes, primero Beta y luego VHS, facilitados por aquellos emprendedores del entretenimiento?

Las cintas magnéticas guardaban los llamados blockbusters (éxitos de taquilla) y llamativos productos de serie B. Había una sección misteriosa, fuera del alcance de los menores, cuya única seña de identidad era la cartulina rotulada con tres equis.

Al cabo de un tiempo, los miembros más devotos del videoclub fatigaban en su totalidad el catálogo y advertían al administrador sobre la necesidad de adquirir más novedades.

Debe mencionarse que, merced a las geniales historias que contaban, al entretenimiento que prodigaban, televisor y videocasetera formaban parte de la familia.

Además, ese par introdujo en los hogares un tercer elemento: la regresadora, artículo necesario puesto que el club cobraba una multa si la cinta no era rebobinada.

Ya para finales del siglo pasado, esa feliz trío fue desahuciado. Entraron a cuadro los DVD y la posibilidad de rentar (luego comprar) las series favoritas de cada quien.

NUEVOS VIDEOCLUBS

Los videoclubs de estos tiempos se llaman Netflix. Apple TV, Starz y se disfrutan sin salir del hogar.

En realidad, son plataformas digitales y no rentan películas, venden el acceso a un catálogo más o menos nutrido de producciones audiovisuales.

Esos cuatro nombres, y los que se mencionarán más adelante, son agrupados en la categoría general de streaming, o emisión en continuo, y en la subcategoría de SVOD (video bajo demanda por suscripción, por sus siglas en inglés).

Su penetración en la cotidianidad, que va de la mano con el acceso a Internet de altas velocidades y la presencia de los televisores inteligentes en los hogares, así como el incremento de competidores ha dado relevancia a la pregunta de qué servicio de streaming conviene más.

Netflix, Disney Plus, Amazon Prime, Paramount, HBO Max (mientras dure), Apple TV, Starz Play, son algunos de los nombres propios del mercado del SVOD en México.

De la ecuación quedan fuera otros, como Peacock, Hulu o Sky TV, que no están disponibles en territorio nacional.

Todos esos nombres, y muchos más, libran una batalla sin cuartel por atraer los ojos de los televidentes (y sus billeteras), por hacerse con parte de un mercado cuyo valor ha sido estimado en más de 80 mil millones de dólares.

Un estudio de OBS Bussines School expone que a nivel mundial hay 900 millones de usuarios de plataformas de SVOD.

Este año, según proyecciones de la consultora Statista, las plataformas que operan en México reportarán ingresos por alrededor de 1.4 mil millones de dólares.

Más allá de los resultados que obtengan en territorio nacional, como industria en general y como empresas en particular, un seguro perdedor de la lucha es el cine.

Las salas mexicanas de la llamada pantalla de plata ingresaron 373 millones de dólares el año pasado, es decir, han sido ampliamente superadas como proveedoras de entretenimiento audiovisual.

EL REY DEL STREAMING

El SVOD ha experimentado un crecimiento masivo.

Durante más de una década, Netflix fue el único jugador del mercado; hoy día, su preminencia está siendo severamente cuestionada por la casa del ratón Mickey.

No puede cuestionarse ni que algunos programas de Netflix son favoritos de un nutrido público ni que han obtenido numerosos premios a lo mejor de la televisión y el cine.

Sin embargo, en julio pasado, el llamado gigante del streaming informó que perdió 970 000 suscriptores a nivel mundial en el segundo trimestre de 2022. Un par de meses atrás, en abril, al presentar los resultados del primer trimestre, la compañía había reportado algo inusitado: por primera vez a lo largo de su historia había perdido miembros. El total es de 1.2 millones de cuentas menos en la primera mitad del año.

Directivos de la empresa aseguran que el resultado no fue del todo malo ya que esperaban un decremento de dos millones de clientes.

Series como Stranger Things, Better Call Saul o Squid Game (El Juego del Calamar) ayudaron a amortiguar las malas nuevas.

El balance del semestre, no sería tan negativo si se considera solamente que la empresa maneja 220.7 millones de suscripciones a nivel mundial; el dato cobra una importancia especial cuando se observa que entre las suscripciones de Disney Plus, Hulu y ESPN+, la casa de Mickey ya maneja más de 221.1 millones de cuentas.

En tan sólo tres años, Disney ha desbancado a Netflix como el principal proveedor de video bajo demanda por suscripción a nivel mundial.

Luego de ese resultado, las acciones de Netflix fueron a la baja, y la empresa despidió a cientos de empleados. Ahora, el gigante en predicamentos busca soluciones.

Formalizó una sociedad con Microsoft para alumbrar un nuevo plan: la idea es que la publicidad abarate la suscripción. La empresa ha anunciado que esta novedad llegará a finales de 2022.

BROTAN Y BROTAN

Los jugadores del streaming crecen y crecen a nivel mundial. A propósito de los recién llegados se observan dos tendencias:

1.- Unos son compañías globales, como es el caso de Disney o Apple.

2.- Otros son marcas pequeñas, pero especializadas, con series, películas y documentales exclusivos.

Hace poco se incorporó al tablero de juego en Estados Unidos y México un servicio de Televisa llamado ViX.

Sus diferenciadores de mercado consisten, de momento, en lo siguiente:

a) Un catálogo de contenidos prémium en español (por ejemplo, los capítulos de estreno de las novelas de la televisora mexicana).

b) Un modelo de negocios híbrido; ofrece una opción gratuita, AVOD (video bajo demanda con publicidad, por sus siglas en inglés), y la opción prémium, con pago de cuota.

Otra opción, Filminlatino, que tiene el apoyo del IMCINE, maneja un esquema denominado GratisMX que pone a disposición del público cine mexicano sin cobro alguno, sólo es necesario registrarse.

Disfrutar algunos de sus contenidos, tanto nacionales como extranjeros, exige un pago, esto para compensar a los propietarios de los derechos de las cintas.

La otra forma de ver largometrajes en Filminlatino es suscribirse, mediante un pago mensual o semestral. Así se pueden ver los títulos del catálogo tantas veces como se desee durante la vigencia de la suscripción.

No obstante, obras de estreno y producciones que sólo fueron autorizadas para ser rentadas no pueden visualizarse aunque se tenga la membresía.

Mención aparte merece FreeTV, una opción gratuita a explorar sin culpa alguna. Como su nombre lo indica, no hay desembolso de por medio, pero la emisión es interrumpida por anuncios.

Los usuarios navegan a través de categorías de contenido como Estrellas de Hollywood, Estrellas Latinas, Series Atrapantes y Originales, dan un clic sobre el título que consideran atractivo y listo.

ECONOMÍA NARANJA

Según el informe Repensar las políticas para la creatividad, publicado este año por la Unesco, las plataformas mundiales de emisión en continuo y los servicios especializados han superado a las emisoras tradicionales y a las televisoras de pago.

Tan se han ganado la preferencia de los consumidores de series y películas que ya adquirieron la etiqueta de referentes de la economía naranja, concepto que abarca las actividades productivas de índole cultural y creativo, en el ámbito de producción de contenido audiovisual.

Un dato estrella de la economía naranja dice que la construcción de la represa de las Tres Gargantas en China tardó treinta años en concluirse y tuvo un costo de 25 mil millones de dólares; en ese mismo periodo, los diez musicales más exitosos de Broadway (Cats, Los miserables y La bella y la bestia, entre otros) generaron una derrama de 26.9 mil millones de dólares entre taquilla y venta de mercadería.

Nadie pone en duda la riqueza que genera el streaming a nivel mundial.

Lo que sí se pone en entredicho es la diversidad cultural de los catálogos de los servicios de este ramo.

En el informe aludido, la Unesco señaló que “es necesario implantar cuotas de emisión de contenidos para este tipo de medios” y que conviene “empezar a velar por que las audiencias consuman contenidos diversos cuando utilizan servicios cada vez más individualizados”.

La Unión Europea (UE) ya dio pasos en ese sentido, recientemente reformó su Directiva de Servicios de Comunicación Audiovisual.

En ella se establece que los prestadores del servicio de video a la carta “deben disponer de un porcentaje de al menos el 30 por ciento de obras europeas en sus catálogos”.

Además, las naciones que integran la UE pueden obligar a las plataformas a realizar una contribución financiera para la producción de obras nacidas en el Viejo Continente, sea mediante inversiones directas en contenidos audiovisuales, sea a través de aportaciones a fondos nacionales.

MÁS INICIATIVAS

Otras propuestas que se manejan son que Netflix, Prime Video y compañía destinen un porcentaje de los ingresos generados en los países donde están presentes a financiar películas y series nacionales.

También se propone que parte de ese dinero sea destinado a financiar proyectos de productoras independientes y a filmar películas o series en el idioma del país en cuestión, en alguna de sus lenguas oficiales, o bien de sus dialectos reconocidos.

Se espera que en su calidad de referentes de la economía naranja, las plataformas de streaming contribuyan al desarrollo sostenible de los Estados.

La economía naranja, explica la Unesco, posee un potencial de consideración pensando en fomentar el crecimiento económico y la innovación, erradicar la pobreza, generar empleos, mejorar la calidad de vida de las poblaciones, así como para el empoderamiento de mujeres y jóvenes.

En general, puede ayudar a reducir la desigualdad entre países y al interior de cada nación.

Según el informe, que las plataformas de streaming inviertan en la producción de contenidos locales está justificado incluso desde la óptica de ampliar sus beneficios.

La historia reciente de empresas como Netflix y Amazon demuestra que es fundamental dedicar una mayor atención e inversión a los contenidos locales para impulsar el crecimiento en nuevos mercados”, se lee en el documento.

También se expone que las citadas empresas “están invirtiendo miles de millones de dólares en producir contenidos culturalmente específicos y en los idiomas locales para atraer suscripciones”.

Los datos de Netflix son elocuentes a ese respecto.

a) Entre 2018 y 2020 la empresa duplicó su inversión en contenido original en idiomas distintos al inglés.

b) En 2021, cerca de la mitad de sus nuevos títulos se produjeron fuera de Estados Unidos.

c) Al menos el 38 por ciento de su programación corresponde a contenido en lengua no inglesa.

DURA CAÍDA

El paso triunfal de las plataformas no está exento de tropiezos.

Hasta agosto pasado las plataformas de streaming han acumulado cuantiosas pérdidas de valor de mercado; Netflix aparece como el principal perjudicado. La empresa llegó a valer más de 306 mil millones de dólares en noviembre de 2021; a mediados de agosto pasado, su valor descendió a 110 mil millones.

A ese resultado contribuyeron factores como la competencia encarnizada y la relajación de las medidas contra el coronavirus.

Las actividades en exteriores alejan a las personas de las pantallas, de modo que el consumo de video a la carta disminuye, lo que provoca pérdidas de cuentas y, por tanto, una baja en el precio de las acciones de los jugadores de la emisión en continuo presentes en el mercado bursátil.

Los mayores daños los sufrieron las empresas cuyo principal, cuando no único, negocio es el streaming (empezando por Netflix).

Además de enfrentar una reducción de las suscripciones por cortesía de la normalidad postvacunación anticovid, el llamado gigante de la emisión en continuo debe luchar contra titanes como Apple y Amazon, compañías que tienen otras divisiones de negocios.

Unos pocos años han bastado para modificar el panorama del streaming: pasó de manos de un sólo jugador a decenas de plataformas que se disputan a los espectadores.

CUENTAS MEXICANAS

Los datos del video a la carta en México hablan de que su uso está extendido, no así el pago por hacer uso de él.

De acuerdo con reportes The Competitive Intelligence Unit (Unidad de Inteligencia Competitiva), una firma de investigación de mercados, la nación mexicana cerró el 2021 con alrededor de 12 millones de suscripciones a estas plataformas. Esta cifra, que superó por 13.8 % al número de usuarios del 2020, abarcó a un 55.6 % de los usuarios de internet en territorio nacional, es decir, a más de 50 millones de mexicanos.

Sin embargo, según el INEGI, sólo uno de cada cinco hogares mexicanos cuenta con un servicio de streaming de video o música.

En realidad, el mercado mexicano es pequeño comparado con el de los Estados Unidos. Al norte del río Bravo, ochenta y cinco de cada cien hogares tienen al menos un servicio de emisión en continuo de video.

¿Cómo está repartido el pastel del video a la carta en México?

Los datos disponibles, correspondientes al cierre de 2021, sitúan a Netflix en un cómodo primer sitio con el 63.5 % de los suscritos a proveedores de SVOD.

Enseguida vienen Disney Plus, con el 12.6 %, y HBO Max, con el 9.3 %.

Ya con participación mínima aparecen Amazon Prime Video (3.6 %) y Blim TV (1.9 %).

Si bien Netflix se mantuvo al mando, la marca tuvo una caída de 12.3 % con respecto a mediados del año pasado. Amazon Prime fue otra plataforma que registró un retroceso.

Apple Tv, Paramount y Star Plus, aunque no aparecen en la lista, aumentaron su demanda al 1.1 % cada uno en las preferencias de quienes pagan por acceder a sus catálogos en territorio nacional.

Los indicadores destacan el caso de Disney Plus. En menos de dos años, esta aplicación de la emisión en continuo logró posicionarse como la segunda opción favorita de los mexicanos.

Si bien su participación en el pastel del video a la cara es mínima, Blim TV y Claro Video llaman la atención en su carácter de marcas mexicanas que compiten con marcas transnacionales.

¿ME SUSCRIBO O CENO?

Netflix ofrece el servicio de transmisión prémium más caro en territorio mexicano: 299 pesos al mes. Sus paquetes estándar y básico cuestan 219 y 139 pesos al mes. El costo también afecta la calidad del video que se emite: en el plan básico, la empresa califica a esa calidad como “buena” mientras que en el prémium es “excepcional”.

El tipo de membresía también afecta el número de dispositivos de un hogar que pueden conectarse al servicio: cuatro en el prémium, dos en el estándar y uno en el básico.

Disney Plus cobra 159 pesos al mes, mientras que Star+ reclama 199 pesos de tarifa mensual. HBO Max manejan un plan estándar de 149 pesos al mes y otro, para móviles, de 99 pesos.

Prime Video es la quinta plataforma de streaming por costo al mes: 99 pesos. Le sigue Paramount+ y sus 79 pesos mensuales.

De momento, Apple Tv se destaca como el más barato entre los grandes jugadores: cobra 69 pesos al mes.

La penetración del streaming en México, cabe mencionar, todavía está lejos de la cobertura universal. Los proveedores no llegan a prácticamente la mitad de los internautas.

Un obstáculo, acaso el principal, es el tema económico. Un 14 % de los mexicanos no tiene un interés suficiente o bien carece de ingresos como para suscribirse.

El mexicano está dispuesto a pagar, en promedio, 182 pesos al mes por suscribirse a un videoclub digital.

Se trata de una cantidad inferior al plan estándar de Netflix, el líder del mercado y casi diez pesos superior al salario mínimo en territorio nacional que es de 172.87 pesos diarios (con excepción de la zona libre en la frontera norte del país donde la remuneración base es de 260.34 pesos).

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI (cifras actualizadas al segundo trimestre del año) 11 992 449 trabajadores mexicanos ganan hasta un salario mínimo al día (5 186.1 pesos al mes); otros 15 403 858 empleados cobran más de uno y hasta dos minisalarios diarios, es decir, sus ingresos no superan los 10 372.2 pesos mensuales.

Casi 12 millones de personas en México pues, tendrían que destinar la remuneración de un día de trabajo a cubrir la suscripción a una plataforma.

Puesto que acceder al video a la carta reclama conexión a internet, se alza en el panorama de gastos otra pregunta: ¿cuánto cuesta el acceso a la red de redes con tres de los principales proveedores del mercado mexicano en sus paquetes más económicos?

(Antes de avanzar, debe precisarse que los principales proveedores del acceso a la red de redes en México han hecho alianzas con las empresas de SVOD para ofrecer paquetes más atractivos.)

Megacable: 500 pesos mensuales por internet, un plan básico de televisión y el streaming de Paramount (con 120 pesos más, se agrega Netflix).

Telmex: 448 pesos mensuales por la conexión al ciberespacio y el acceso a Prime Video y Claro Video.

Total Play: 550 pesos al mes sólo por internet.

Para los cerca de 12 millones de trabajadores que ganan hasta un salario mínimo al día, contratar los planes más económicos de Megacable y Telmex representan, como mínimo, destinar el 9.6 % o el 8.6 % de su ingreso mensual a tener una red doméstica y una o dos plataformas de streaming.

Contratar el plan de Total Play y la membresía estándar de Netflix significa desprenderse del 14.8 % de la remuneración mensual.

¿CUÁL ME CONVIENE?

La respuesta depende de las inclinaciones y gustos de cada quien.

A los fanáticos de Star Wars, por ejemplo, no les queda de otra que suscribirse al video a la carta de Disney.

Atestiguar las últimas novedades inspiradas en la Tierra Media de Tolkien exige sumarse al videoclub de Prime Video.

La precuela de Juego de Tronos es el más reciente anzuelo de gran calado que lanzó HBO Max para pescar suscriptores.

Sin hacer tanto ruido, Apple TV estrena de cuando en cuando producciones atractivas (Slow Horses), lo mismo que Paramount (Halo).

En décadas pasadas se hablaba de las eras doradas de la televisión, tiempos irrepetibles que dieron lugar a títulos como Seinfeld, Amigos, Bajo Escucha (The Wire), Los Soprano, Volverse Malo (Breaking Bad).

Hoy día, estamos ante una época distinta, una donde cada vez escasea más el tiempo para paladear el más reciente episodio de la serie favorita; apenas termina la emisión y ya está en la línea el nuevo capítulo de otra producción de nivel similar o el estreno de esa otro título que ha generado expectativa.

Sin ir más lejos, cuando estas líneas sean publicadas ya se habrá estrenado la quinta temporada de Cobra Kai, serie de Netflix cuyo doble mérito consiste en conquistar a nuevas generaciones de espectadores al tiempo que complace a un público adulto que alguna vez soñó con propinar a un individuo molesto, o enemigo jurado, una inapelable patada de la grulla.

La mención de la enésima aventura de Daniel LaRusso y compañía sirve a otro propósito: recordar a YouTube Red, servicio de streaming que dio a luz las primeras dos temporadas de este programa y que pasó a mejor vida en 2018.

Puestos a añorar, qué lejanos parecen aquellos días de llevar dentro de la cartera ese pedazo de cartón que hacía las veces de membresía del videoclub Ricki.

Y qué impresionantes eran las imagenes que presentaban las carátulas de los filmes disponibles: un tal Chuck Norris listo a repeler una invasión a los Estados Unidos; un Sho Kosugi presto a perpetrar la venganza del ninja; un viejo duro llamado Charles Bronson armado con un deseo de muerte...

En esos tiempos no había dudas a la hora de responder a la pregunta de cuál videoclub me conviene más: el elegido era aquel que ofrecía estrenos varios, calidad de imagen y un trato amable de parte del dependiente; no como ese proveedor de piratería que ponía en circulación una cinta grabada, con mano temblorosa, directamente de la pantalla de cine.

A la distancia, hasta esa mercancía fallida tenía su encanto; cómo no sonreír cuando la escena terrorífica, o cómica, o trágica, o explosiva, era obstaculizada por las negras siluetas de un espectador y su bote de palomitas.

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