Fascinante y divertida puede resultar la experiencia de adentrarse al mundo de las librerías de segunda mano, de ocasión o “de viejo”, como también suelen llamarlas. Depende si el cliente avanza o no unos metros más allá de la entrada y si tiene desarrollada la capacidad de la curiosidad.
Algunos bibliófilos llegan preguntando por algún título en específico, un clásico, un bestseller o por ese material que les encargó leer un maestro, con la esperanza de encontrarlo y no tener que pagar tanto por uno nuevo.
La exigencia o expectativa de que el encargado de la librería resuelva en un dos por tres una petición, es muy común. Pasillos ordenados y clasificados por temas o autores, los hay, por supuesto; pero de eso a que domine todo lo que hay en existencia es muy variable.
Y no tienen por qué. Uno nunca sabe si en algún tiempo había pronta respuesta, la cual se fue perdiendo por el descuido de los mismos clientes al sacar libros de su lugar y ponerlos en otro; multiplicada esta acción quién sabe cuántas veces al día. También está el visitante respetuoso que adivina el trabajo titánico de mantener en orden un negocio así y por ello deja en su sitio, el ejemplar que solamente hojeó.
Cuente o no la tienda con ese libro buscado y deseado, muchos compradores se pierden la oportunidad de conocer más autores que podrían enumerarse no por cientos sino hasta por miles, en las estanterías. Es por eso que por un lado puede verse a un comprador feliz, con el libro de su autor favorito en las manos y por el otro, a alguien cargando un bonche de obras de escritores por conocer.
¿Qué nos contarían, si hablasen; las paredes de un establecimiento de esta naturaleza? Podemos echar a volar la imaginación y maravillarnos nosotros mismos, sobre todo al tratarse de lugares de compraventa a los que se puede regresar una y otra vez, para descubrir piezas recién llegadas.
SEGUNDA OPORTUNIDAD
Ahí van a dar pilas completas de libros, quizá de algún recién fallecido y que tan sólo de haber adivinado que su acervo tan atesorado terminaría ofertado por su heredero, le daría el patatús.
Hay tal vez ejemplares jamás leídos o que pasaron por varias manos; primeras ediciones de esas que buscan los coleccionistas; unas muy bien cuidadas y otras ya sin pasta. Títulos y temáticas que en nuestra vida no nos hubiésemos imaginado que existían. Portadas que ya por el simple hecho de ver su diseño, sea creativo o kitch; nos mueve al antojo de leer la obra completa.
Además del curioso errante que no pasa del aparador, del comprador casual o incluso de quien acude por algún libro en específico; está el asiduo a estos lugares que si se le preguntase acerca de sus experiencias, seguramente nos platicaría sobre su emoción anticipada, del saborcito de triunfo ante un hallazgo inesperado o deleite de contemplar una rareza, al punto de pedir lo pellizcasen en ese momento, para cerciorarse de que no se trata de un sueño.
Muchas veces la búsqueda es de alguna obra que se disfrutó sobremanera y con el tiempo, el lector no supo dónde quedó y entonces visita la librería de segunda mano con el anhelo de encontrarla. Ya sea porque sale más económica o está descontinuada.
Es increíble toparnos con contenidos que en la actualidad nos parecen reveladores, nuevos o impactantes; pero resulta que ya desde los años 70s se planteaban temas distópicos, de un futuro próximo o distante, como la evolución de las máquinas y su competencia y alianza con el ser humano.
Algunas, digamos profecías, se han cumplido; otras tantas aunque fantásticas no están tan alejadas del rumbo que como sociedad, nos vamos a él encaminando.
VARIEDAD
Como autodidactas, hay mucho material por explorar; tanto que se podría terminar como erudito de un tema y hasta platicar al tú por tú con el más versado en la materia. De hecho, alguien que se considerase a sí mismo experto, bien podría echarse un clavado entre hojas amarillentas o no por el tiempo y acabar actualizándose, cuando se creía saberlo todo.
Podríamos encontrar en ciertas obras, conocimientos ahora desvirtuados u olvidados; formas prácticas de resolver cosas; reflexionar sobre las capacidades de nuestra mente; cómo mantenernos saludables y hasta escritos que como terapia y subidón de estado de ánimo, funcionan.
Hablando del paso del tiempo, el color de algunas cubiertas se ha decolorado e interiores casi deshojados de un lomo que parecería gritar “ya no puedo más”. Restos de cinta adhesiva, nos hablan del intento por mantener todo en su lugar.
También de repente, es posible encontrarse escondidos entre las páginas de un libro, timbres postales; boletos de transporte público; recados y hasta cartas olvidadas en pasajes de luchas con dragones, historias románticas o de suspenso. Todas reliquias que nos dirían algo del poseedor del ejemplar en cuestión.
Hay opiniones encontradas referente a que si subrayar un libro es de mal gusto y signo de descuido o por el contrario, nos habla de un lector que quiso hacer inolvidables ciertas líneas de un texto y les dio la importancia merecida,
Las librerías no están exentas de obras con algunos renglones descansando en líneas de tintas rojas, negras o azules; así como también el nombre de quien fue su poseedor.
Los libros muchas veces comparten el espacio con otro tipo de ejemplares, como revistas mensuales de espectáculos o deportes; ediciones coleccionables; recetarios; cómics; crucigramas y sopas de letras; así como música en formato vinilo; disco compacto y hasta audiocassette.
Si ese es el caso, el polvo que llega a acumularse en una pieza u otra, sobre todo si hablamos de locales amplios, no es pretexto para desdeñarlas. Con darle un soplido sobre la portada, basta para dar el primer paso en hacerla nuestra y brindarnos una nueva oportunidad al conocimiento, al disfrute y al placer de lo que tenemos en nuestras manos.
Hay de todo: literatura especializada en medicina; historia universal; biografías; nutrición; filosofía; economía; lógica; comunicación; cine; artes plásticas; ética; matemáticas; estadística; tecnología; aprendizaje de otros idiomas; religión; temas esotéricos que plantean revelaciones a preguntas ancestrales; novelas; ciencia ficción; diccionarios; enciclopedias; leyendas y relatos; psicología; en fin; ciencias exactas e inexactas.
Cada quien elige su propia experiencia, ya sea la de poner un pie en la librería por unos minutos y solicitar la localización de una obra o bien, darse la oportunidad de ir más allá y explorar otros autores, otras ideas, otros mundos.
Generalmente, como se acostumbra decir, donde se halla algo se encuentran sus similares y eso aplica no sólo para los libros clasificados por género, también para los negocios de libros de segunda mano, en sí.
A un costado o cruzando la calle, seguramente habrá otro establecimiento del mismo giro comercial. Esto lo vemos principalmente en grandes urbes como la Ciudad de México, en su conocidísima y céntrica calle Donceles que se extiende por varias cuadras y en ambas aceras.
De igual manera en ciudades de provincia, donde hay una librería, a unos pasos están otras; aunque con el tiempo se han visto reducidas, quizá por la competencia que representa la lectura en medios digitales.
Un libro de segunda mano no significa que sea una pieza que hay qué desempolvar, como en ocasiones se refiere al hablar de este. Muchas veces tienen más polvo los libros de algún coleccionista que sólo está cumpliendo con el estereotipo de ser culto, por contar con un mueble atiborrado de obras, algunas no leídas.
Lectores también hay de todos; pasando desde el empedernido hasta el que lee ocasionalmente, sean temas profundos o no. Está el que con gusto comparte un libro suyo, aunque sepa que probablemente no se lo devuelvan o quien está plenamente convencido que de soltarlo no regresa, pero sea como sea; ahí están las librerías de segunda mano y todo un mundo de obras esperando a ser descubiertas.
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