Asesinos seriales
Reportaje

Asesinos seriales

La fantasía violenta e idealización en el imaginario colectivo

Entre la aversión y la curiosidad morbosa, están las reacciones que causan personajes turbios que inundan los canales de misterio. Los sucesos más increíbles y extraños son los que más parecen interesar y perturbar. El imaginario popular se nutre de historias que, paranormales o no, beben un gran sorbo de la realidad para ser inspiradas.

Los personajes horrendos reales, son aquellos que más pueden generar preguntas y despertar la imaginación. Los motivos de sus acciones atroces, contexto e historia de vida, son elementos que sirven para no repetir ciertos errores o, simplemente, detalles morbosos que engordan a un entretenimiento con fondo sádico.

La paradoja del terror

Desde el infierno: Mr Lusk, Señor, le envío la mitad del riñón que tomé de una mujer que preservé para usted. La otra pieza la freí y la comí; fue muy agradable. Quizá envíe el ensangrentado cuchillo que lo sacó, si sólo espera un poco más. Atrapenme cuando puedan.” Esta es la más conocida de las cartas adjudicadas al asesino en serie Jack el destripador en 1888.

El conocido caso fue uno de los más sorprendentes y misteriosos asuntos policíacos, e inspiró a subgéneros enteros de ficción de terror, suspenso y policíaca, justo en una época en que este tipo de literatura sufría nuevos aportes que hacían notar su modernidad. El llamado terror psicológico aportaba una mirada diferente, apartándose de los fantasmas y monstruos, dirigiendo sus pasos hacia adentro para señalar los males que puede albergar la mente humana.

En el caso del destripador, se encuentran elementos importantes de las historias de asesinos más recientes. Lo abyecto de los crímenes, la persecución mediante pistas, y la figura de un criminal que burla a las autoridades y las reta a atraparlo. Un suceso en el que la realidad ha superado a la ficción.

Las primeras historias de terror pueden encontrarse en la literatura gótica del siglo XVIII, pero los intentos por provocar terror son difíciles de rastrear; se encuentran en el folklore mundial desde la existencia misma del lenguaje y la comunicación oral. Aristóteles al respecto, mencionaba que la popularidad de la tragedia, se debía a que permitía a las personas purgarse del miedo, entre otras emociones difíciles de procesar.

En los albores de la humanidad, la mente podía ensayar en caso de encontrarse con un depredador u obstáculo mediante la imaginación. Estos peligros físicos no suelen ser típicos en la vida cotidiana actual (o tal vez sí, en casi todo México y Latinoamérica), pero la tendencia imaginativa sigue presente, e incluso se ha refinado.

Gracias a esto tenemos la literatura, el cine o los videojuegos que, dicho sea de paso, estos últimos han sido usados para favorecer respuestas cognitivas y agilidad mental. En consecuencia, la sugestión por el peligro, la violencia y la muerte, se puede avivar independientemente de que alguna escena de estas producciones nos cause aversión.

Nuestro inconsciente indica que evaluar los riesgos es algo importante. Si existen ahí afuera un número pequeño de personas que matan sin motivo aparente, tal vez sea conveniente saber cómo identificarlos; conocer lo que los convirtió en un peligro y las motivaciones profundas que tienen.

Tal vez creando asesinos fantásticos como en el género slasher, nos podamos divertir imaginando situaciones, diciéndole a la posible víctima de la pantalla que no entre al lugar oscuro o que trate de tomar algún objeto que le pueda servir como arma. Tal vez el ejercicio imaginativo sea más satisfactorio siguiendo una serie de clichés que se repiten hasta el hartazgo.

La serie de estudios Capturado por el crimen real (2010) de la revista científica Psicología social y ciencia de la personalidad de la Sage Journals, arroja luz sobre la preferencia por estas historias. Indica que, de hecho, son consumidas por su contenido de supervivencia.

Los datos más interesantes están en su enfoque de género. Los estudios mostraron que los hombres están menos atraídos por historias de crimen, a pesar de que son los más implicados en los crímenes violentos reales (79 por ciento de las agresiones agravadas y 90 por ciento de los asesinatos).

Las mujeres, sin embargo, son quienes están más atraídas por relatos de asesinato reales, entre otras historias que giran en torno a la violencia. Pero, más importante aún, son las razones de esta preferencia: el potencial para aprender tácticas de defensa de estas historias es un factor que les interesa, tomando en cuenta las motivaciones del asesino y el contenido psicológico que permite comprender a estos personajes.

El contenido grotesco no hace menos atractivos estos productos. Hay una preferencia por la aparición de víctimas mujeres, lo que es señalado por el estudio como un factor que permite una mejor identificación y aprendizaje de los casos expuestos.

Según Samuel Turner y Paul Silvia, de la Universidad de Carolina del Norte, el interés no está relacionado con las sensaciones negativas, y por lo tanto estas no son una barrera que impida a las personas informarse sobre temas difíciles o escabrosos, incluso con detalle.

Queda claro que hay una relación importante entre aversión y atracción en el tema de los crímenes reales y géneros como el policíaco o el terror; lo que permite que sean disfrutados de forma incómoda. Por supuesto, en el contexto específico de los asesinos seriales como en los géneros mencionados, prevalece el fenómeno conocido como la paradoja del terror.

Emociones intrínsecamente desagradables como el miedo y el asco, son experimentadas con más facilidad cuando estamos frente a una ficción o un relato real que es un tanto improbable que nos ocurra. Es decir, desde cierta distancia este disfrute es mayor. En el caso del género slasher, un asesino muchas veces inspirado en una persona real, es atribuido con características fantásticas.

Sin embargo, a veces no se busca poner demasiada distancia mediante lo fantástico, a veces se busca perturbar basándose en hechos reales; lo que puede ser más efectivo para causar miedo. Para el filósofo del arte contemporáneo Noel Carroll, esto no es sorpresivo. En su libro La filosofía del horror o las paradojas del corazón (1991), sostiene que no existe en sí un fenómeno paradójico, puesto que lo que causa placer no son en sí las emociones displacenteras o extremas, sino la curiosidad por lo que va a ocurrir en la historia: las consecuencias de las acciones y las emociones que se generan en contraposición a lo desagradable.

Los relatos dramáticos sobre asesinos seriales, generan tensión en el espectador a la espera de imágenes sórdidas, explícitas o sugeridas, pero la investigación, los sobrevivientes o víctimas, tienen un papel importante para obtener una variedad de emociones.

En algunos casos, sirven para dar un mensaje sobre la naturaleza humana.

Memorias de un asesino de Bong Jon-hoo (2003), habla de la incapacidad de las autoridades para perseguir a un criminal, de la obsesión por encontrarlo, e incluso al final, hace un guiño a la complicidad que puede tener el espectador al continuar avivando una historia real.

En la ficción, Juegos divertidos (1997) de Michael Haneke, cuenta una historia de terror con violencia sin sentido para poner al centro de la conversación esta misma complicidad del espectador que prefiere este tipo de historias.

La película Vi al Diablo (2010) dirigida por Kim Ji-woon, se narra desde la perspectiva de un policía que decide perseguir hasta las últimas consecuencias a un asesino serial, convirtiéndose en un ser vengativo y, hacia el final, generando dudas éticas sobre su proceder; el de una persona aparentemente normal, que se acerca peligrosamente a su antagonista en cuestión de crueldad.

La idealización: un fin en sí mismo

A finales de la década de 1960, el conocido asesino del zodiaco, operó en Carolina del Norte. El caso levantó gran interés y terror por sus componentes inusuales. A la manera del caso del destripador, envió una serie de cartas a periódicos y a la policía, que retaban a las autoridades, algunas conteniendo mensajes encriptados. Las últimas que quedan hasta entonces no se han descifrado. Una de ellas se logró descifrar hasta el año 2020. El criminal nunca fue atrapado.

El contenido abyecto del caso real no es a lo que se ha dado más relevancia, sino a la trama detectivesca de la que investigadores profesionales, independientes y aficionados que han participado; es decir, a la dificultad e ingenio del que se envuelve el relato.

Lo enrevesado y extravagante del acontecimiento, hizo que pasara a la cultura popular rápidamente. La famosa película Seven, se centra en la persecución de un personaje, como muchos, basado en el caso del zodíaco, con una representación mucho más grotesca, megalómana y, se podría afirmar, escrito con una especial creatividad sádica.

La psicopatía y el coeficiente intelectual alto son algunos de los rasgos que más temor infringen en los espectadores, ya que es lo que hace a estos personajes más difíciles de eludir y más capaces de lograr sus terribles hazañas. De hecho, se suele pensar que los asesinos seriales están dotados de estas características siempre, cuando la mayoría de ellos son de hecho más impulsivos.

Estos rasgos al mismo tiempo que atemorizan, dotan a la figura del asesino de una especie de idealización, un mayor poder en la mente del espectador. Al atribuirlo de cualidades, pocas veces se recuerda que en realidad están en casos muy específicos y escasos.

La voz popular, las descripciones que se repiten constantemente en documentales y películas, suelen idealizar de esta manera a los asesinos en serie, dándoles títulos llamativos como “monstruo”, e incluso identificándolos como “asesinos de nacimiento” o como “encarnaciones del mal”. Muchas veces se trata de una manera de atraer espectadores mediante el amarillismo, pero no se demerita el hecho de que este tipo de acepciones les otorga cierto poder y los distancia de su humanidad, de una mirada más objetiva.

En la película La casa que Jack construyó (2018), del controversial Lars Von Trier, alude a un poema folclórico inglés y cuento encadenado infantil que trata una serie de animales siguiendo la cadena alimenticia y algunas acciones humanas que aluden a esta misma subordinación. La película se centra en un homicida que alcanza una maldad y ambición desmedida típica de la personalidad narcisista. Este rasgo hace incluso que intente la imposible tarea de salvarse del infierno.

Esta historia si bien se enfoca en un comentario más personal y simbólico, en que Lars Von Trier alude a sí mismo (así como suena), a la labor creativa y a los comentarios negativos que ha estado acumulando a través del tiempo a partir de comentarios desatinados que hizo sobre “simpatizar con Hitler. La reprobación que cosechó su figura pública y artística es expuesta en La casa que Jack construyó mediante una especie de sátira retorcida en que el personaje perverso es visto como artista. Es ya de por sí bastante provocador, pero no debe olvidarse que lo expone desde un humor enrarecido, pero al final humor.

La razón por la que esta obra es digna de mención, es que fuera de su trasfondo alejado del tema criminal, realiza una visión poco común pero idealizada de la figura del asesino, convirtiéndolo en alguien que expresa su individualidad de maneras horrendas, escandalizando al público.

El Sadismo cotidiano

El terreno se torna más azaroso en casos como el de Aileen Wuornos, que interesó a personas que incluso se intentaron volver sus amigos y pareja sentimental. Su caso logró despertar la empatía de muchos, ya que su historia es la de una víctima de una serie de abusos desde la niñez, y que la sociedad dejó de lado, teniendo que dedicarse a la prostitución durante gran parte de su vida.

Su trasfondo no redime sus acciones, pero hace que su caso se lea más como una historia dramática, o como una historia de venganza con motivaciones más marcadas. Cualquier personaje que no sea tratado de manera plana, es materia de ciertos tipos de identificación en el espectador. Esta sirve para dar respuestas más satisfactorias a sucesos que, aunque hayan ocurrido al otro lado del mundo, su difusión puede ser hasta cierto punto traumática, y puede tener repercusión en la mente del espectador.

Las noticias, sobre todo las más terribles, generan un impacto que el cerebro intenta integrar en su interpretación del mundo, a veces confundiéndonos, u ofreciendo explicaciones satisfactorias pero erróneas, que se relacionan más con sesgos personales.

Bryanna Fox, profesora de criminología de la Universidad del Sur de Florida y profesora afiliada del Instituto de Salud Mental de Florida, declara para el New York Daily News, que algunas personas generan un “gusto” por los asesinos en serie debido a la emoción que les provocan. Pasando del terreno del simple interés, hasta una especie de obsesión.

Para Fox, este interés en personas sanas, se da al mismo nivel que la emoción provocada por las montañas rusas o los deportes extremos, pero siempre se tiene que dar desde una distancia segura. Al estar estas personas infames, muertas o encerradas, se puede experimentar inquietud o miedo de manera que no los afecte tan directamente ni suponga un riesgo. Lo cierto es que las emociones fuertes generan placer, lo que podría estar llevando a estas personas a confundir esta sensación con una identificación más profunda o gusto genuino por los criminales.

Existe un impulso por mejorar el estatus social o mantener una imagen fuerte o imponente ante los demás, lo que puede mejorar o ser un intento de mejorar o mantener un lugar en el grupo y parecer interesante para otros. La formación reactiva o compensación, es un mecanismo de defensa psicológico mediante el cual la incomodidad es procesada por la mente, para ser expresada con la sensación contraria.

Esta puede servir para explicar algunas formas de idealización de asesinos seriales y criminales que surgen en Internet, junto con comentarios que señalan lo “poco extremo” o “sangriento” que le pareció a ciertos fanáticos la serie de Netflix, Dahmer, o incluso que sintieron “hambre” con las escenas de canibalismo.

Si bien estos pueden ser gestos de provocación, son el tipo de comentarios que se tienen sobre algunas historias entre los seguidores del género de terror y gore, demostraciones de cierto estatus entre los miembros de este nicho, o muestras de competitividad. Estos mismos, obviamente, se vuelven cuestionables e inapropiados cuando se trata de una historia real.

Otra explicación está en la naturaleza misma de la crueldad, cualidad referida como intrínseca del ser humano. Mediante la empatía, las personas sanas pueden sentir algo del dolor de los demás. Al hacer daño a alguien que no significa una amenaza para nosotros, es posible que se sienta placer y funciona para mantener un lugar fuerte en el grupo social (el caso del bullying), pero no por eso estamos exentos a sentir culpa después de dicho acto.

El sadismo es una forma de adaptación mediante la cual se puede dejar de lado la empatía, cuando el entorno es inestable o competitivo, y por lo tanto complica la supervivencia. Básicamente, en sociedades en estado crítico, se facilita la deshumanización del otro, mediante la cual se despoja de rasgos humanos a otras personas, se toma distancia desde la cual se puede permitir que las consecuencias que se vierten en ellas se puedan ignorar.

Un mundo peligroso hace que la gente busque personajes que hagan realidad una fantasía violenta y de posible defensa, que no son capaces de realizar debido a sus consecuencias o debido a que su empatía no los dejaría; tal es el caso de los estudiantes que llegan a idealizar a tiradores escolares. En algunos casos puede tratarse de un rasgo adaptativo mediante el que las personas se identifican o asocian con un individuo agresivo, con el fin de ser menos vulnerables.

La hibristofilia o atracción sexual por personas peligrosas, por otro lado, es un fenómeno que ocurre en algunos casos, y que se relaciona con un interés insano por los criminales. Una característica importante es la excitación sexual proveniente de emociones límites (como la actividad criminal), pero la psicóloga forense Katherine Ramsland, obtuvo además mediante entrevistas, que las personas hibristofílicas suelen ver a los criminales como objeto de compasión, creen que el amor podría cambiarlos o buscan compartir la atención mediática que tienen. En cualquier caso, se trata de gente vulnerable con una psique que repite patrones insanos.

El terreno de una empatía radical

Doctora, ¿al mirar las pruebas de este caso, puede decirnos si el acusado sufre demencia o no?”, reza la traducción de uno de los primeros diálogos del documental dirigido por Alex Gibney Crazy, not insane (2020), traducido como “loco, no demente”. Estas palabras son dirigidas a la psiquiatra Dorothy Otnow Lewis, que estudia la mente de los asesinos seriales y sostiene que padecen serios problemas de personalidad que los determinan.

Tanto el título como la pregunta se refieren no a la demencia como padecimiento, sino a la incapacidad para discernir de estas personas, y en consecuencia, sobre la viabilidad de la pena de muerte a la que son condenados. Otnow se sitúa desde un punto de vista más científico y ético. Se aleja de términos como la “maldad”, al que considera poco objetivo al hablar de su peligrosidad.

La psiquiatra, que ha entrevistado a dos docenas de asesinos en serie, sostiene que la mayoría de ellos padece un trastorno disociativo de la identidad, lo que provoca que la persona desarrolle una o más personalidades con atributos adaptativos para el entorno difícil en que vivieron durante su infancia.

El “monstruo” que nace de esta disociación se forma para defender a la personalidad inicial, generalmente la de un niño que se encuentra indefenso ante los abusos de los que son parte. La personalidad resultante tiende a ser agresiva, brutal y sin motivaciones aparentes, con poca capacidad para distinguir límites y consecuencias, como lo es la personalidad infantil.

Según la perspectiva de la profesional, que de hecho fue objeto de burlas por aparentemente defender a estos criminales, el sistema límbico, el cerebro más primitivo y que está encargado de las emociones, es el que está fuera de control en los asesinos en serie. Pero es también a nivel emocional que se actúa contra ellos al ejecutarlos y utilizar el impulso de la gente común para hacer justicia.

La muerte por inyección letal, por supuesto, está lejos de equipararse a los crímenes que cometen estos homicidas, debido a que el estado debe actuar de manera más simbólica y sin equipararse ni mucho menos hacer posible una comparación entre sus actos y los de los asesinos. Pero las ejecuciones hacen posible que los políticos en turno se aprovechen del enojo de la sociedad para mejorar su estatus, en vez de fomentar un mejor estudio de los condenados, a juicio de Lewis.

Tanto los colegas de la doctora como los jueces encargados de varios casos, han estado en desacuerdo con ella en múltiples ocasiones, e incluso durante muchos juicios donde las personas se mostraban fuera de sí mismas, en un estado de aparente disociación. El asesino Arthur Shawcross, se presentó ante la doctora como un caníbal del siglo XIII, por ejemplo. La mayoría de los examinados mostrados en el documental muestran episodios muy inestables en que se consideran a sí mismos otras personas. Incluso el bastante conocido Ted Bundy, dice no haber sufrido ninguna clase de abuso en la infancia y atribuye su comportamiento al uso de pornografía, una explicación sin sustento y una disociación del maltrato que se sabe sufrió, en un momento bastante próximo a su ejecución, donde no tenía nada que perder.

Las hipótesis de la doctora se consideraron un montaje al principio, aunque ganó bastante notoriedad con el tiempo. Aún hoy, los comportamientos extraños de criminales como David Berkowitz (apodado el hijo de Sam), son considerados parte de un papel que actúan voluntariamente para ser considerados pacientes psiquiátricos y no ser condenados a prisión o inyección letal. Sin embargo, en muchos casos expuestos en el documental, las funciones cerebrales parecen hacerles imposible controlar sus actos.

El documental hace mención de la capacidad de desdoblamiento de la que es capaz cualquier persona sana, al actuar papeles en diferentes ocasiones e incluso creer sus propias mentiras. En el caso de la psicopatía existe una afectación a nivel cerebral que impide la empatía, por ejemplo en las consecuencias que tienen en los demás, los actos propios.

Loco, no demente, contienen una entrevista con un verdugo bastante orgulloso de su trabajo, que muestra signos de disociación conforme más ejecuciones realiza. El documento trata este caso como uno equiparable al de los asesinos seriales, con la única diferencia que tiene un permiso del estado.

La psicopatía puede tener su lugar predilecto en lugares más comunes y públicos: en entornos donde existe gran competencia, una escala de poder, y donde muchas veces no importan las afectaciones hacia los demás. Es decir, en los negocios y la política, donde se tiene total uso de razón y se toman menos riesgos para obtener beneficios. Sin embargo, en los casos en que se ha sufrido abusos en la infancia se generan otro tipo de problemas y desdoblamientos más extremos e incontrolables.

La Doctora Lewis está convencida de que los asesinos más perturbados, psicóticos o con más daños cerebrales hacen las cosas más extrañas y grotescas, y por lo tanto se elige a los más enfermos para ser ejecutados.

El interés morboso

¿Qué razones son las que tienen a miles de espectadores a la pantalla o al podcast, aprendiendo sobre asesinos seriales? ¿Es normal o ético mantener un interés en ellos? El interés va más allá de algo meramente informativo: se utiliza la tendencia natural a imaginar y aprender de situaciones peligrosas para entretener.

Estas historias se abordan sin dudar en indagar en detalles escabrosos. Se cuentan haciendo uso de los mismos, dramatizados, inspirados libremente o, como se prefiere, relatados de manera bastante fiel a la realidad.

La prevalencia de violencia y muerte en los noticieros es un indicativo importante de que el ser humano se rodea de información displacentera. Provenga o no de la realidad, mencione víctimas reales o personajes ficticios e incluso características fantásticas, la violencia se puede encontrar en la vida diaria con un sinfín de representaciones; algunas aptas para toda la familia. Una historia parece no estar completa sin la muerte de personajes, o el acercamiento casi inevitable al peligro y la muerte de los mismos.

Lo más escabroso y extravagante de los casos reales causa un choque, un golpe de realidad, y por lo tanto, interesa (sin mencionar otros factores sociales y globales que hacen dar más o menos importancia a estos eventos).

El origen de la atracción mencionada, ya de por sí fascinante, puede estar en la simple repetición de situaciones peligrosas mediante la imaginación. Según la revista científica Elsevier (En La psicología de la curiosidad mórbida, 2021), como humanidad estamos predispuestos a poner atención a rasgos del mundo, como caras, personas y sobre todo fenómenos peligrosos.

Cabe señalar, que una de las teorías sobre el objetivo de los sueños es, precisamente, prepararnos para el mundo exterior mediante sobrantes de información almacenados en el cerebro; una especie de ejercicio de la mente para superar obstáculos que puedan presentarse al siguiente día.

El sesgo de negatividad es una tendencia natural a enfocarse en emociones, vivencias y sensaciones desagradables, recordarlas y darles más importancia que a lo placentero. Visto por el psicólogo Rick Hanson, este sesgo se debe al aprendizaje de los primeros humanos a través del riesgo que supone cada decisión que tomaban. Donde algo se sintió mal, es mejor recordarlo, aunque se trate de un simple desaire o decepción, porque recordarla podría ser una clave para mantenernos con vida.

El espectador común permanece en su asiento y se ve motivado a saber más detalles horrendos por otra sencilla razón: intenta comprender su mundo. El criminólogo Scott Bonn plantea para la web Psychology Today, que este interés no es diferente al que generan los accidentes, desastres o tragedias de otro tipo, puesto que proviene de la confusión.

Los asesinos en serie son brutales en sus acciones y parecen alejarse de su humanidad, por lo que las personas sanas tratan de obtener detalles de los mismos para explicar la realidad; trabajo que el cerebro realiza naturalmente para dar sentido al mundo que nos rodea. Por supuesto, siempre y cuando esto no afecte la salud emocional, ni llegue a límites en que se romantice a estos personajes, o directamente se haga apología del crimen, se trata de una tendencia sana.

Los criminales más conocidos generan interés porque son casos extravagantes y excepcionales en que la realidad supera con creces la imaginación, brindando un pico de insanidad de la sociedad en que se desarrollan. Para quienes los ven con la suficiente seriedad, se convierten en algo más que historias de terror. Trastocan lo social y roban la inocencia de épocas, pero también hacen que dudemos de la estabilidad de nuestra propia mente y de los grandes misterios que aún alberga el cerebro humano.

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