La muerte de la reina Isabel II y el ascenso al trono del rey Carlos III suponen un fuerte cambio no sólo para el Reino Unido, sino también para todos los países que aún mantienen lazos políticos y de subordinación con la Corona británica.
Ahora, sin uno de sus símbolos de cohesión e identidad, en varios reinos está brotando un nuevo sentimiento nacionalista que podría detonar en los próximos años con una serie de naciones soberanas que anteriormente se encontraban bajo mandato monárquico.
Hoy día, un total de 54 países mantienen lazos históricos con la familia real del Reino Unido como miembros de la Commonwealth de Naciones o Mancomunidad de Naciones, una organización internacional compuesta principalmente por antiguas colonias británicas, pero el cambio se sintió con mayor intensidad entre los 14 miembros conocidos como reinos de la Commonwealth, que aún reconocen al monarca británico como su jefe de Estado.
En los días posteriores a la muerte de la regente, los líderes de esas naciones, entre ellos Canadá, Australia y Nueva Zelanda, emitieron proclamas en las que declaraban su lealtad al heredero de Isabel, Carlos III, como su jefe de Estado oficial, esto pese a que las naciones cuentan con amplia soberanía en sus asuntos políticos internos, sin embargo, tras la defunción de la monarca más popular del siglo XX, varios políticos han comenzado a plantear la posibilidad de convertirse en repúblicas presidencialistas.
Bajo este panorama Carlos III llegó el 13 de septiembre a Irlanda del Norte para su primera visita de Estado como monarca. Este país, junto a Inglaterra, Escocia y Gales, son la base fundamental del territorio del Reino Unido, y ahora, epicentro de una inestabilidad política en cuanto a nuevas soberanías por nacer sugieren
El resto de las 40 naciones de la Commonwealth que no reconocen a la monarquía británica como su líder, tales como India, Singapur y Kenia, sí seguirán reconociendo a Carlos III como nuevo jefe de la organización.
El papel del nuevo monarca británico al frente la Mancomunidad de Naciones es, en resumida cuenta, la protección del medio ambiente, impulsar el comercio y apoyar la democracia en todo el mundo, así como promover la unión entre el bloque de antiguas colonias británicas.
NACIMIENTO TRAS EL IMPERIO
La Mancomunidad de Naciones nació tras la desintegración del Imperio Británico, que cubría, en su apogeo, una quinta parte de la superficie terrestre a finales del siglo XIX.
Sus posesiones abarcaban desde Hong Kong hasta el Caribe, así como una amplia franja del sur y el este de África. La reina Victoria, cuyo reinado fue fundamental para consolidar el imperio, se convirtió en emperatriz de la India en 1877.
A medida que se expandía el imperio, algunas de sus colonias sintieron frustración con el modo en el que se ejercía la supervisión imperial.
En 1864, los representantes de las tres colonias británicas de la actual Canadá comenzaron a negociar su fusión en una confederación autónoma.
Los territorios de Nueva Escocia, Nuevo Brunswick y Canadá temían una posible agresión de Estados Unidos y querían establecer sus propias fuerzas de defensa. Además buscaban el libre comercio con su vecino del sur.
La reina Victoria, tratando de evitar otra revolución como la que había perdido casi un siglo antes Gran Bretaña, aceptó las condiciones de sus colonos en julio de 1867, no se renunció al control del territorio, en su lugar, ésta Canadá unida se convirtió en un dominio británico.
La distinción significaba que Canadá podía gobernarse a sí misma, pero sus leyes seguirían sujetas a la supervisión del Reino Unido, lo que equivalía a que podían ser vetadas a voluntad del monarca.
En las décadas siguientes, otras colonias británicas predominantemente blancas también se convirtieron en dominios, como Australia, Nueva Zelanda, Terranova, Sudáfrica y el Estado Libre de Irlanda, actual República de Irlanda.
Sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial, el creciente nacionalismo en los dominios que habían luchado junto a Gran Bretaña, provocó un impulso que iba más allá del autogobierno.
En 1926, Gran Bretaña y los dominios acordaron que todos serían iguales en estatus y "unidos por una lealtad común a la Corona". La declaración, formalizada en 1931 con el Estatuto de Westminster, dio paso a la fundación oficial de la Mancomunidad Británica de Naciones.
MANCOMUNIDAD MODERNA
La Commonwealth tardaría dos décadas en evolucionar hacia su forma moderna, con el impulso del movimiento independentista de la India.
Aunque la India participó en las conversaciones de 1926, no firmó el acuerdo que habría garantizado el reconocimiento de la monarquía británica; en su lugar, un movimiento liderado por Mahatma Gandhi luchó por la total independencia del dominio colonial.
India consiguió su independencia de Gran Bretaña en 1947, pese a que no estaba preparada para separarse del todo.
Dos años más tarde, el nuevo país soberano solicitó su ingreso en la Commonwealth con algunas condiciones. Aunque la India aceptaría al entonces rey Jorge VI como jefe de la Mancomunidad, se convirtió en el primer país en no jurar lealtad a la corona.
El entonces Primer Ministro Jawaharlal Nehru respaldó su decisión ante el Parlamento argumentando que “...En el mundo actual, donde hay tantas fuerzas perturbadoras en acción, donde a menudo estamos al borde de la guerra, creo que no es algo seguro fomentar la ruptura de cualquier asociación que se tenga”.
Las naciones miembros aceptaron las condiciones y en 1949 emitieron la Declaración de Londres, que permitía a India, Pakistán y Ceilán (actual Sri Lanka) unirse “como miembros libres e iguales”.
La declaración reformó la Mancomunidad de Naciones, que admitiría a otras naciones independientes sin jurar lealtad a la corona.
Ahora, algunos de los reinos de la Commonwealth han empezado a plantearse un cambio, sobre todo en las antiguas colonias del Caribe y el Pacífico, donde los más jóvenes ven la Commonwealth como una reliquia colonial.
En la década de 1970, Guyana, Trinidad y Tobago y Dominica dejaron de tener a la reina como jefa de Estado, aunque siguieron perteneciendo a la Commonwealth. Otros países les siguieron, pero hasta que Barbados tomó la decisión de eliminar a la reina como su jefe de Estado a finales de 2020, el último país en hacerlo fue Mauricio en 1992.
La decisión de Barbados podría señalar una nueva ola de sentimiento republicano. Richard Drayton, profesor de historia imperial en el King's College de Londres, declaró al New York Times en 2020 que la decisión de Barbados de retirar a la reina como su jefe de Estado "podría ser un punto de inflexión" para otros países como Jamaica, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas.
Mientras tanto, incluso los antiguos dominios se han planteado cambiar su relación con la Familia Real. En un referéndum celebrado en 1999, Australia estuvo a punto de hacerlo, con un 45 por ciento de los votantes a favor de retirar a la reina Isabel como jefa de Estado. Una encuesta realizada en febrero de 2021 reveló que el 55 por ciento de los canadienses cree que la Familia Real británica ya no es relevante en sus vidas, y la mitad dijo que la reina debería dejar de ser su jefa de Estado.
Sin embargo, mientras los países debaten estos pasos históricos, sus líderes se hacen eco de los sentimientos de Jawaharlal Nehru.
"Esperamos continuar la relación con la monarca británica", dijo la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, en un discurso pronunciado en octubre ante los miembros del Parlamento de Barbados.
La reina Isabel II fue una defensora de esta visión de la Commonwealth. En 1953, declaró durante su emisión del día de Navidad que consideraba al Reino Unido como socio igualitario de las naciones independientes que formaban la Commonwealth. "Así formada, la Commonwealth no se parece en nada a los imperios del pasado", dijo. "Es una concepción totalmente nueva, construida sobre las más altas cualidades del espíritu del hombre: la amistad, la lealtad y el deseo de libertad y paz".
FIEBRE DEL CARIBE Y AMÉRICA DEL NORTE
La región del Caribe es la primera en estudiar la posibilidad de romper lazos con la familia real británica.
En ese sentido, el primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, anunció el pasado mes de septiembre de este año que planea convocar a un referendo para que sus habitantes decidan si desean convertirse en una república presidencialista o si prefieren seguir bajo el mando de la Corona.
Recalcó, al igual que Barbados, que esto no representa un acto de hostilidad, motivo por el cual sigue reconociendo a Carlos III como su jefe de Estado, “pero es el paso final para completar ese círculo de independencia, para garantizar que seamos verdaderamente una nación soberana”, declaró.
La elección está condicionada a que Browne sea reelecto en el cargo el próximo año, para lo cual cuenta con mayoría en el Parlamento de su país.
Recalcó que la idea es que esa votación se realice en un período de tres años, a la fecha de su iniciativa. Sin embargo, Browne reconoció que no hay un movimiento independentista grande en el país ni un clamor popular al respecto. “Creo que la mayoría de la gente ni siquiera se ha molestado en pensar en ello”, confesó.
El primer ministro de Bahamas, Philip Davis, afirmó el 12 de septiembre que en su país está abierta la posibilidad de hacer también un referendo constitucional con el mismo objetivo.
En el año 2012 la isla había nombrado una comisión para estudiar la viabilidad del cambio de régimen, aunque concluyeron que representaría un enorme gasto, el cual no fue especificado, al tener que eliminar las insignias reales de todos sus símbolos, documentos y moneda.
San Vicente y las Granadinas y Santa Lucía han contemplado la idea de desprenderse de la monarquía británica.
La visita entre marzo y abril de 2021 de los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, ahora príncipes de Gales y condes de Wessex, atizaron mucho más estos sentimientos.
El gobierno de Jamaica anunció planes para pedir una compensación económica al Reino Unido por forzar a más de 600 mil africanos a trabajar en las plantaciones de caña de azúcar y banano durante la época de la esclavitud.
Igualmente, a propósito de la celebración de los 60 años de su independencia, el primer ministro, Andrew Holness, aseguró que trabaja para lograr que Jamaica se deslinde de la Corona en las elecciones generales de 2025.
En Belice, independiente desde 1981, el ministro de Reforma Constitucional y Política, Henry Charles Usher, anunció en marzo la creación de una comisión para realizar consultas sobre el tema. “El proceso de descolonización está envolviendo al Caribe. Tal vez sea hora de que Belice dé el siguiente paso para ser verdaderamente dueño de su independencia”, sentenció.
Mientras, en Canadá, si bien el Gobierno del primer ministro Justin Trudeau no ha mostrado intenciones de separarse de la Corona británica, la población si ha comenzado a tener un interés independentista.
La mayoría de la población canadiense quiere que la nación de la hoja de Maple deje de ser una monarquía, según una encuesta dada a conocer en abril por el Instituto Angus Reid, que indica que 51 por ciento de quienes participaron en el sondeo está a favor de abandonar el actual sistema político y sólo 26 por ciento quiere mantenerlo.
Según la encuesta de Angus Reid, realizada entre el 5 y 7 de abril con entrevistas a mil 607 canadienses y que tiene un margen de error de 2.5 por ciento, el 24 por ciento de los canadienses encuestados respondió que no estaba seguro de su posición.
Además, un 50 por ciento dijo que la familia real británica no tiene ningún papel relevante en Canadá y sólo un dos por ciento afirmó que era más relevante que nunca.
La encuesta también confirmó que las personas de la provincia francófona de Quebec (antigua colonia francesa) son las más opuestas a la monarquía constitucional. Un 71 por ciento de los encuestados se mostró contrario al actual sistema, mientras que sólo un 11 por ciento expresó estar a favor de la monarquía.
Con respecto a los integrantes de la familia real británica, 63 por ciento de los canadienses encuestados aceptó tener una opinión favorable de la difunta reina Isabel II y 60 por ciento del príncipe Guillermo, pero el resto de los integrantes de la familia real fueron reprobados, con el príncipe Andrés, señalado de pedofilia, corrupción de menores y abuso sexual en complicidad con el magnate Jeffrey Epstein, se llevó la peor evaluación, con un 13 por ciento de apoyo.
En este sentido, una gran mayoría de quienes participaron en la encuesta expresó su oposición a reconocer a Carlos III y su esposa Camila, como los monarcas de Canadá.
FACTOR CARLOS III
Carlos III heredó de Isabel II una monarquía sólida. Cuando Isabel ascendió al trono, su imperio (que en su día fue el mayor de la Tierra) se desmoronaba: un país tras otro votó a favor de la independencia y muchos lo vieron como el principio del fin de toda la institución de la monarquía.
Isabel II, con poco más de 20 años, detuvo la descomposición ofreciendo su apoyo a la Mancomunidad, la convirtió en su prioridad y, bajo su dirección, pasó de ocho miembros a más de 50 en la actualidad, de los cuales, 14 aún se rigen bajo la monarquía.
Alejandro Chanona, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Essex, explicó para la cadena de noticias CNN que “la modernidad nos habla de movimientos antimonárquicos en las excolonias".
Aseguró que Carlos III deberá pensar adecuadamente los pasos a seguir, si quiere mantener la Mancomunidad de Naciones como se ha mantenido desde el fallecimiento de Isabel II.
Sobre el despojamiento del título nobiliario a Carlos III, es una cuestión de cada nación, pues están consagradas como naciones soberanas.
Meses antes del fallecimiento de Isabel II, en Kigali, capital de Ruanda, Carlos, que entonces era el príncipe heredero, aclaró que no se interpondría en la decisión de ningún país que quisiera cortar los lazos con la monarquía.
"La Mancomunidad de las Naciones contiene en su seno países que han tenido relaciones constitucionales con mi familia, algunos que siguen teniéndolas, y cada vez más los que no han tenido ninguna. Quiero decir claramente, como he dicho antes, que el acuerdo constitucional de cada miembro, como república o monarquía, es una cuestión que debe decidir cada país miembro", dijo el ahora monarca.
Afirmó también que era hora de confrontar el legado de la esclavitud durante la colonización.
Este argumento es mencionado incluso por movimientos pro republicanos como el de Citizens for a Canadian Republic que lo sintetiza en su llamado de transformación del país.
REINO UNIDO, POR AHORA, INESTABLE
Si el papel las monarquías parlamentarias modernas es personificar la unidad entre los súbditos, particularmente cuando son varias las naciones que aceptan la unificación en la corona, la situación del Reino Unido, que ya ha perdido dos primeros ministros (Boris Johnson y Liz Truss) tras el fallecimiento de la reina longeva, coloca aún más en tela de juicio la convivencia dentro de un mismo estado.
Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte aceptaban, en algún caso con resignación, la preeminencia real personificada en Elizabeth II, pero la incógnita es si se mantendrá con el reinado de Carlos III.
El caso de Escocia es quizás el más destacado, con la primera ministra Nicolas Sturgeon llamando al Gobierno central en Londres a permitir la consulta independentista.
Los cambios más inmediatos podrían tardar años en gestarse, sin embargo es posible que la Unión Británica comience a desmoronarse y las tres naciones que están junto a Inglaterra, pasen a la Unión Europea.
El Brexit, salida del Reino Unido de la Unión Europea, ha sido catalogado como un punto de inflexión en la política británica, principalmente en países como Irlanda del Norte y Escocia, que reprueban la salida del bloque comunitario.
Cabe recalcar que en el caso de Irlanda del Norte el llamado es a la unidad con la República de Irlanda, cuya separación se vio por factores político religiosos.
En la isla de Irlanda, un censo del 2021 revelaba por primera vez más católicos que protestantes.
En Gales, la situación es distinta. Las reivindicaciones, actualmente, no pasan por un cambio de estatus constitucional, pero lo cierto es que la lucha por la vigencia del idioma galés, el Cymraeg, avanza a paso firme y que esa lucha es el embrión para reverdecer la nacionalidad galesa.
Al interior, la situación es más complicada.
Tras 45 días de Gobierno, el cual inició justo horas antes del inicio del protocolo London Bridge, activado tras la muerte de Isabel II, Liz Truss, dimitió el pasado 20 de octubre tras constantes reveses y fuertes críticas en su política económica, la cual ya estaba fuertemente dañada por la pasada administración de Johnson, así como la pandemia de COVID-19 y la guerra ruso-ucraniana.
Truss, que se convirtió en la primera ministra británica con menor tiempo en el poder, abrió la puerta para una nueva conformación de Gobierno, en representación de Carlos III.
La caída de la primera ministra del Gobierno central inició en la semana tres de su gestión, cuando el 23 de septiembre, su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, presentó una masiva bajada de impuestos, prometida por la propia Truss al inicio de su mandato.
Como consecuencia de este plan fiscal, la libra esterlina cayó hasta su mínimo en más de 50 años.
No obstante fue en la semana seis que todo se vino abajo, pues el 14 de octubre destituyó de manera fulminante a su amigo y aliado Kwarteng para colocar en su lugar al moderado Jeremy Hunt, y decide subir el impuesto de sociedades, pese a lo que había prometido, al tiempo que reconoce haber ido "demasiado lejos y demasiado rápido" con su plan.
El 17 de octubre, Hunt desmonta en el Parlamento, ante la mirada inerte de Truss, todo su programa económico. En una entrevista con la BBC, la primera ministra pide perdón por los "errores" de su Gobierno.
Dos días después, la ministra del Interior, Suella Braverman, del ala derecha del partido, dimite, lo cual marcó el fin de la gestión de Truss.
Con este panorama inicia el reinado, probablemente fugaz, de Carlos III, quien a sus 74 años será coronado este 2023 en la abadía de Westminster bajo una turbulencia política que pone en entredicho la confianza internacional en Reino Unido.
Sin embargo, al menos en Europa, la esperanza de que las relaciones puedan mejorar tras la renuncia de Truss, acciones que podrían favorecer a la monarquía británica en su papel protagónico en la política internacional, pues el antagonismo y las disputas posteriores al Brexit, especialmente sobre las reglas comerciales y el estado de la frontera con Irlanda del Norte, hicieron que la UE desconfiara profundamente de Londres.
Los pendientes del próximo líder británico incluyen reparar los tensos lazos diplomáticos y económicos con la UE, su mayor socio comercial, como parte de un esfuerzo más amplio para restaurar la credibilidad y la confiabilidad del gobierno, y con ello la permanencia de la Casa de Windsor.
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