No nos conviene, por eso preferimos ignorarlo. Lo que nos pasa del otro lado de la piel no nos interesa porque el conocerlo nos paralizaría. Sabernos de más, conocernos de más, no asusta. Tal vez todo nos funcione en orden, pero también quizás no y, después ¿qué haremos?
Contar con buena salud no nos hace cuestionarnos sobre el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, temas tan universales que en nuestro paso por la tierra, los seres humanos, no podremos, aunque intentemos, evitar.
El escritor monclovense Luis Jorge Boone sintió dolor, luego quiso explicárselo a él mismo. Optó por la literatura. Buscó en la voz de otros autores experiencias sobre la falta de salud. Los conflictos con su cuerpo lo llevaron a hurgar en libros dolientes (así él los llama) de plumas como la de Sylvia Plath, Abigael Bohórquez, Susan Sontag, Joan Didion, David Huerta, Roberto Bolaño, Oliver Sacks, Carson McCullers o María Luisa Puga, escritoras y escritores que reposaron sobre las hojas en blanco algunos de sus padecimientos.
Una caída provocada por una piedra le produjo a Luis Jorge un dolor infinito con el que aún dialoga. En la búsqueda de su salud conoció al otro que lo habitaba. El padecer y darse cuenta de que parte de su cuerpo ya no respondía igual lo hizo sentirse “extranjero de sí mismo”. Fue así, que el también autor de Suelten a los perros, parafraseando a Héctor Viel Temperley, fue hacia lo que menos conoció en su vida: fue hacia su cuerpo.
El resultado de esta navegación fue el ensayo titulado Cámaras Secretas: Sobre la Enfermedad, el Dolor y el Cuerpo en la Literatura publicado recientemente por Editorial Siruela, en el que la enfermedad funge como espejo y relato.
EL CUERPO
Algunas de las reflexiones de este ensayo se enfocan en el cuerpo, que aunque es fundamental para los individuos, poco lo conocemos por dentro. La mejor idea, teclea Luis Jorge, es no saberse porque luego nos resultaría insoportable. Para el autor es evidente que los seres humanos pasamos la mayoría del tiempo ignorando lo que nos pasa por dentro por una simple razón: saber de más significa sufrir. Pero el no conocimiento trae consecuencias porque, cita al escritor checo Milán Kundera, “Aquel que no piensa en el cuerpo se convierte más fácil en su víctima”.
Por ello, quizá Luis Jorge decidió narrarse a través de su cuerpo, y este ensayo resulta ser, hasta el momento, su obra más personal. Un padecimiento le abrió una brecha a la creación. El detonador exterior fue una piedra que lo hizo caer al piso, así, el autor viajó a su centro de vacío, a su núcleo de claridad. Pronto dedujo que su experiencia del dolor podría ser traducida a través de un muy completo ensayo, un material que en momentos también resuena su poesía por frases como: “La grieta, la herida, es la boca por la que se canta, es por donde entra la luz”.
Y es que para el escritor nacido en Monclova la poesía le resulta una forma de lucidez, que aunque no acaba de comprender, por momentos le revela verdades. La compara con la fiebre, estado en que los delirios nos revelan nuestros más profundos secretos.
“Los poetas están para descubrir mundos, o para mostrar nuevas formas de mirar este mismo”.
LA ENFERMEDAD COMO POTENCIAL CREATIVO
El ensayo en cuestión, también nos devela como la estética puede emerger desde la convalecencia, y en un estado de desgracia darle al dolor el don de un maestro transformador que nos cincela hacía la mejor versión de nosotros mismos. Boone cita al neurólogo y ensayista norteamericano Oliver Sacks, que enfatiza en que la enfermedad puede llegar a constituir un trance que obliga a la radical reestructuración del yo. Para Sacks la paradoja de la enfermedad es su enorme potencial creativo.
En Cámaras Secretas: Sobre la Enfermedad, el Dolor y el Cuerpo en la Literatura, Luis Jorge propone que bien valdría la pena preguntarnos si hacemos bien en considerar a la enfermedad como un estado desfavorable que disminuye nuestras potencias. Pues escribe que lo que propone Sacks es observar a la enfermedad desde una perspectiva dinámica. El cambiar de sentido las condiciones nos puede proponer a la enfermedad como un bienestar y a la normalidad como una enfermedad, “donde la excitación puede ser una esclavitud o una liberación, y donde la realidad puede residir en la ebriedad, no en la sobriedad”.
¿La enfermedad, entonces, como la mejor versión de uno mismo? Cuestiona Luis Jorge.
En cuánto al estilo literario, el escritor razona que se alimenta de convalecencias, manchas, borrones. Su caso en particular, de muchas visitas a médicos, de probar remedios y alternativas, solo para descubrir que después de su padecimiento jamás regresó a ser el mismo.
EL AMOR= A ENFERMEDAD
El transe del amor se asemeja al de la enfermedad. Se asevera en el ensayo.
El amor es un millón de enfermedades distintas, Boone respalda su discurso con esta frase de Ray Loriga. Y es que para Luis Jorge para el amante es mejor sentir dolor que no sentir nada. “El dolor es bueno porque nos dice que estamos vivos”. Aquí es donde entra la ya bien conocida analogía: es preferible morir de amor que vivir sin este.
El mal de amor también es una ramificación de dolor, por ello el autor dedica al tema un capítulo aparte en donde hace una breve antología del amor crepuscular.
LOS DOCTORES, LO ESCRITORES
En una parte de su propuesta ensayística, Luis Jorge Boone toca el tema de los doctores, personajes íntimamente ligados a los tópicos de la salud, y en cuyas manos, dice el autor, estamos desde que venimos al mundo.
En una especie de metáfora, el autor nacido en Monclova pone sobre la mesa el hecho de que los doctores son vistos como seres iluminados, cuyo imbatible conocimiento de las profundidades de la carne los vuelven entes mágicos capaz de mitigar nuestros males.
La reflexión en el ensayo es que, aún con toda la sabiduría que poseen pocas veces se tratan así mismos. Dice un refrán que en casa de herrero hay cuchillos de palo. Bajo esta idea y pensando en los ensayistas, puede ser que en sus reflexiones los lectores resolvamos dudas, pero es casi un hecho, que ellos, en el ejercicio, se quedan con más preguntas.
Los escritores también pueden ser vistos como seres iluminados capaces de mostrarnos otras aristas del mundo que habitamos. Un ejemplo es este ensayo que nos revela a través de las cámaras secretas de la literatura, como el dolor, la enfermedad el sufrimiento nos hace sentirnos más humanos y nos obliga a observarnos, sin reparo, hacía adentro.
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