Si algo nos dejó el mundial de Qatar, más allá de una final cardíaca entre dos astros como Kylian Mbappé y Lionel Messi, con las críticas a un gobierno qatarí que nos enseñó la fuerza del dinero a nivel infraestructura e institucional por su relación con la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA), fue la nada inesperada, y prematura, eliminación de la selección mexicana en la fase de grupos. El desempeño ejercido por la selección del Tata Martino sería causa de constantes señalamientos, la más distinguida de ellas fue la realizada por la periodista Denise Maerker, quién puntualizaría al deporte del balón pie, en nuestro país, como una excusa más para ejercer a las oligarquías conflictos de intereses entre empresarios, televisoras, e, incluso, mandatarios. Si bien, el tema planteado en esta edición se juega desde otra cancha, es importante observar como las narrativas en nuestro país siempre son reveladas por fenómenos que reafirman la obviedad, debido a que mientras nos agotaba la espera para que arrancaran las fechas mundialistas por otra parte el gremio nacional de cine se abalanzaba contra las dependencias gubernamentales, se descalificaban la ausencia de fideicomisos y se amenazaba con la cancelación de una próxima edición de los premios Ariel, que son el Óscar mexicano.
Esto desmenuzaría la discusión frente a nuestro entorno fílmico nacional ¿Se acabaron los espacios para el cine en México? Pues, mientras tenemos ligas de fútbol que clasifican doce de dieciocho equipos en su fase final, en el cine se producen más de 250 películas anuales de las cuales sólo poco más de 70 llegan a ver la luz, y muchas de ellas se pierden en un espectro monopolizado por las grandes producciones, el star system y la fiebre de los superhéroes.
La constante discusión en nuestro espectro filmográfico es la realización de pocas películas, las que más se apoyan son las comerciales que o son de tira romántica o cómica, y no pasamos de ver otro actor que no sean un Derbez, un Chaparro o una Martha Higareda, pero ¿Realmente es así?, ¿Qué nos lleva a consumir lo que consumimos?, ¿El cine está tan olvidado como parece? o simplemente se encuentra opacada por otros mercados y consumos que nosotros mismos apelamos. La crisis del cine nacional tiene muchas dimensiones por medir.
La academia y el cine en México
Esta historia daría inicio durante el apogeo del cine de oro mexicano, cuando en 1946 se fundaría la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) un conglomerado de privados, culturales y relacionados a la industria del celuloide, que serviría como epicentro del interés y celebración de las producciones nacionales, todo ello a través del premio anual del Ariel el cual sería celebrado por primera vez en el año 1947. Por aquellos entonces el star system mexicano posicionaría al celuloide como un ejercicio artístico en ascenso, aquí se destacarían figuras como “Tin Tan”, Ignacio López Tarso, Agustín Lara, Silvia Pinal y María Félix. Durante los próximos años, unas instaurada la premiación del Ariel, veríamos figuras galardonadas como Emilio “Indio” Fernández, Dolores del Río, José Revueltas o Luis Buñuel. Esta prosperidad daría un giro en el año 1957, la muerte de Pedro Infante significaría el fin de la Época de oro en nuestro país, sumado a esto la crisis política y social del gobierno de Ruiz Cortines, entre problemas agrarios, huelga de maestros y movimientos ferrocarrileros, terminando así por perjudicar no sólo a la premiación realizada todos los años sino a la misma academia sumergiéndola en un letargo de 14 años. Esta ausencia significaría la reestructuración de la industria cinematográfica en nuestro país, por aquel entonces, el gobierno ya instaurado de Adolfo López Mateo compraría la compañía operadora de teatros que domaría los espacios de proyección. Este suceso estatizaría al cine. Salas, productoras, distribuidoras y estudios pasarían a manos del gobierno. Para 1960, época de la liberación y revelación de movimientos sociales e ideológicos, se fundaría la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, precedentes para un desarrollo consciente y fílmico del México moderno. Para el gobierno de Luis Echeverria Álvarez se destinaría al cine mexicano como epicentro de su política cultura, significando la reactivación de la AMACC, además de haberle inyectado al banco cinematográfico mil millones de pesos y fomentar las producciones de calidad con estímulos y reconocimientos. Así en 1972 se retomaría la premiación del Ariel.
“Vuestra oportunidad sobre la tierra está enrollada en la cinta del celuloide que nos ha dado la verdad y la mentira, se nos ha poblado y hemos sido saqueados por el cine..’’ (Discurso en la XVI edición del Ariel)
Durante 1974 la producción estatal de cine, estrechada con privados, incrementaría obligando la creación de la Corporación Nacional Cinematográfica (CONACINE), siendo una empresa administrativa de fondos para el quehacer fílmico del gobierno, este año también sería fundada la Cineteca Nacional. Durante los ochentas la industria buscaría emanciparse del estado para poder permitir así la democratización del arte cinematográfico, no obstante, el presidente en turno, José López Portillo, desmantelaría todo lo erigido durante el gobierno de Echeverria con el fin de regresarle la industria del cine a los empresarios privados. La llamada Alianza para la producción sería un modelo que centralizaría el control de las empresas fílmicas del estado en una oficina aledaña a la secretaría de gobernación que sería la nombrada Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC). Esta dependencia estaría a cargo del nepotismo entregado a Margarita López Portillo, hermana del presidente. Si bien, la “Alianza”, entre estado y privados, significaría un modelo económico autofinanciable para futuros proyectos, también implicaría en una selección específica de formatos e historias que terminarían por estilizar las pantallas nacionales con balazos, desnudos, doble sentidos y figuras de “chupirules” como Alfonso Zayas, Luis de Alba, Rafael Inclán, entre muchos otros actores y comediantes. Ese portillato daría fin, significativamente, con la tragedia en combustión de la Cineteca Nacional en 1982, este abrazador suceso sería causada por la reacción ígnea de cientos de carretes de celuloide que aquí se alojaban. Se cree que Juan Orol, distinguido director de cine negro y algo así como el Ed Wood nacional, moriría de depresión al haber perdido en aquel incendio parte de su acervo fílmico junto con otras 6 mil películas, 2 mil guiones y 4 mil libros, significando una tragedia, de valor incalculable, para el cine y arte de nuestro país. Pero la tragedia de Portillo hacia el cine no terminaría ahí.
“Es como un campo de cultivo en algún momento fértil convertido en páramo desolado después del ataque de una plaga de langostas… La industria cinematográfica mexicana, como tal, parece condenada a ofrecer su infraestructura, los variados paisajes del territorio y la mano de obra, calificada barata, a los productores extranjeros con dólares.”, Tomás Pérez Turrent en Hojas de Cine.
Ese mismo año, tras una cadena de devaluaciones terribles y una falsa promesa de López Portillo por defender la moneda “como un perro”, se terminaría por empobrecer al país y por ende el cine mexicano quedaría vulnerable y sin presupuesto, pero eso sí, con muchas políticas que favorecieron a un cine comercial inundado por las ficheras y sexicomedias. El llamado Margarato no sólo significó la vulgaridad de nuestro cine nacional, sino un retraso considerable al poco progreso que había tenido nuestro acervo cultural.
En 1983 la academia se declararía incapaz, o impotente, de hacer entrega del Ariel de Oro, ante la ausencia de calidad en la industria. Pero ese año, el electo presidente Miguel de la Madrid, crearía el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), como un órgano rector y regulador del cine nacional. Años después, durante el sexenio neoliberal de Carlos Salinas, se venderían los estudios, las salas de cine y se extinguirían con ello productoras y distribuidoras, terminando así con una industria que sería sustituida por una Ley Federal de Cinematografía que instauraría un sistema de fideicomisos a responsabilidad del IMCINE. Durante el sexenio de Ernesto Zedillo se instauraría el Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (FIDECINE) como un fideicomiso federal, a la vez que por presión del gremio del celuloide, que incluye figuras como Arturo Ripstein y Felipe Cazals, Zedillo crea por decreto del ejecutivo el Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (FOPROCINE) significando así, encausar la estabilización del cine nacional frente a los tropiezos de la constante devaluación de la moneda sumada a la opacidad provocada por la industria hollywoodense.
Hay talento, hay presupuesto ¿Qué más falta?
Durante casi 20 años estos dos fideicomisos fueron vitales para la financiación de apuestas cinematográficas. Filmes que, aunque conquistaban los galardones, no terminaban por abastecer una taquilla, haciendo que paulatinamente el cine en nuestro país significara en menos inversiones debido a su poca rentabilidad. Estos apoyos han sido respaldo de figuras como Diego Luna, Eugenio Derbez, Felipe Cazals, Arturo Ripstein y Luis Estrada. Sin embargo, los muchos millones que se ven fondeados en estos proyectos no atienden reciprocidad alguna. El FOPROCINE, que apoya particularmente cine experimental, operas primas y documentales, ha respaldado, durante su funcionamiento, a más de 300 metrajes, como El crimen del padre Amaro, Perfume de Violetas y Presunto Culpable, con alrededor de mil 323 millones de pesos, inversión de la cual le fue reintegrada sólo 58 millones, apenas más del 4 por ciento invertido. Por su parte el FIDECINE, que se encarga de apoyar a cintas con un corte más comercial, entre 2002 y 2019 financió poca más de 200 metrajes, como Matando Cabos, Una película de huevos y No se aceptan devoluciones, con un presupuesto de mil 462 millones de pesos de los cuales recuperó 210 millones, poco más del 14 por ciento.
Hacer cine en México era insostenible, esto significó que en 2020 estos programas subsidiarios serían suspendidos junto con otros 109 fideicomisos como parte de un plan de austeridad y reestructuración del gobierno de López Obrador. Posteriormente estos fondos serían reemplazados por un programa de fomento al cine mexicano FOCINE. Este plan de austeridad también afectaría paulatinamente al IMCINE, quién de 2018, año que se instaura la 4T, a 2020 paso de un presupuesto de 274 millones a 237, una reducción del 13 por ciento, y del 2020 al 2022 decayó a los 201 millones, otro 15 por ciento. Por consecuente se afectaría a la misma AMACC, quién es financiada gracias a la aportación de recursos privados y públicos, principalmente por parte del Presupuesto de Egresos Federal (PEF), principal punto de afectación económica ya que ese apoyo otorgado a través de la Secretaría de Cultura no es recibido por parte de la academia desde 2019, según Leticia Huijara, directora de la AMACC, que incluye convocatorias del IMCINE tales como el FOCINE y el EFICINE 189. Según un reporte realizado por El economista en 2016 la academia recibía más de 10 millones por parte del PEF, cifra que para 2020 había descendido a los 3.5 millones y en este 2022 tuvo 1.5 millones.
“La sistemática destrucción del Cine Mexicano y sus instituciones- lo que llevó décadas construir- ha sido brutal. Sobrevivimos el sexenio de López Portillo, pero esto no tiene precedentes.’’ (Guillermo del Toro, vía Twitter).
El estado anémico que vive la industria, y mayormente la academia, llevó a que el pasado 11 de octubre, durante la celebración de la sexagésima cuarta edición del premio Ariel, Leticia Huijara, se pronunciara con la posibilidad de suspender posteriores premiaciones de la estatuilla, alegando una grave crisis financiera. Ante ello se pronunciarían Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, y la directora del IMCINE, María Novaro, para establecer un rumbo que evitaría la cancelación del Ariel, puntualizando en que, aunque el presupuesto haya sido reducido no se ha dejado al olvido el séptimo arte.
Las otras cifras
“Desde la Secretaría de Cultura lo decimos de manera contundente: El IMCINE -institución que se ha fortalecido en esta administración con modelos de estímulos directos y transparentes- otorga apoyos por casi 900 millones de pesos al año’’ (Alejandra Frausto vía Twitter).
La secretaria de Cultura puntualizaría que el año pasado se produjeron tan sólo en nuestro país 259 películas, significando así una cifra histórica. Ese número puede ser visible a través del Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2021, disponible en el portal del IMCINE y de acceso público. Pero lo que aquí también se esclarece es que de esos 259 filmes, 144 (56 por ciento) fueron producidas por el estado, mientras que los 115 restantes (44 por ciento) son obra de inversión privada, esto significa una medalla a medias sí es que buscan usar las producciones fílmicas como merito de un gobierno. Ahora, lo preocupante aquí sería visibilizar que de estas 259 películas producidas en 2021 sólo 70, un 27 por ciento, fueron estrenadas, esto no implica que las producciones no se estrenen después, pero para finalizar el año demuestra una cosa, se hace mucho pero no siempre se ve. Encausándonos en la visibilidad el Anuario Estadístico marca que en 2021 110 millones de espectadores asistieron al cine, pero de los cuales solo 4.9 millones fueron a ver específicamente cine mexicano. Poco más de un millón de asistentes pertenecieron a la película El Mesero, protagonizada por Vadhir Derbez; en segundo lugar, se encuentra Un rescate de huevitos con 934 mil asistentes, seguido de Chilangolandia y Juega conmigo con 500 mil cada uno. Esto significa que los casi 2 millones de espectadores que quedan se encuentran repartido en los 66 largometrajes restantes. Revelando así que nuestro país está sufriendo por la asistencia de un público que no le interesa o no se siente identificado por lo producido. Esto también puede devenir en la distribución y exhibición de este. El anuario revela que de todos los apoyos y estímulos económicos un 42 por ciento se encuentran centrados en la producción de metrajes y que tan únicamente en distribución y exhibición se centran en un 7 por ciento. Esto significa en los espacios, las duraciones y mayormente la visibilidad que reciben las películas en cartelera.
Sin exhibiciones y sin visibilidad
Los exhibidores reservarán el diez por ciento del tiempo total de exhibición, para la proyección de películas nacionales en sus respectivas salas cinematográficas, salvo lo dispuesto en los tratados internacionales en los cuales México no haya hecho reservas de tiempo de pantalla (Artículo 19 de la Ley Federal de Cinematografía).
En términos de taquilla es muy complicado que el cine mexicano haga frente a las superproducciones extranjeras, esto ha considerar factores tan incómodos como la brecha entre presupuestos que se invierten a la industria. Y esto tiene que ver con una inyección económica mayoritaria considerando que las producciones artísticas para un país como Estados Unidos, que nos monopoliza en ese ámbito, significan grandes ganancias algo que los vuelve sustentables dentro de la llamada economía naranja. Según el ya antes mencionado Anuario Estadístico, las películas mexicanas llegan a tener un coste en promedio de 13.7 millones de pesos, esto es mínimo en comparación al mega corporativo al que pertenece el mundo cinematográfico de Marvel, quién para su película Avengers: Endgame invirtieron poco más de 200 millones de dólares solo en pura publicidad, es decir, el presupuesto suficiente para financiar poco más de 290 películas mexicanas e incluso abatir el récord de producciones anuales. Esta exposición, y furor, incentiva a las exhibidoras, dominadas principalmente por Cinemex y Cinépolis, a ofrecer mayor tiempo y espacio a dichas producciones mientras que las demás propuestas quedan relegadas, entre ellas las nacionales. Si bien, una buena taquilla no es sinónimo de una buena película, si es lo suficientemente fuerte para mover a las industrias y a los consumidores. En nuestra era de postmodernidad, donde el hiperconsumismo y la ansiedad informática nos han vuelto más impacientes a la hora de seleccionar nuestro consumo, también nos nubla el panorama con el uso de modelos tendenciosos. Un ejemplo de ello fue una reciente acusación hacía el actor Dwayne Johnson, quién protagonizó y lideró la más reciente superproducción de Warner Bros, Black Adam. En la denuncia se le acusaba a The Rock de haber alterado en sus reportes la sobrestimación recaudada por la película. Si bien, aún existen puntuaciones respecto al suceso, no es de extrañar que esto suceda dentro de la industria del cine, a fin de cuentas, las buenas cifras de venta siempre han sido llamativas o ¿Acaso nunca hemos sido atraídos por un libro con sello de Best Seller?
¡Que viva México! Y Netflix
Ante los revuelos vividos por el cine nacional, Luis Estrada, director de películas como La Ley de Herodes (1999), El infierno (2010) o La dictadura perfecta (2014), hizo viral a través de la cuenta oficial de Twitter de su próximo estreno ¡Que viva México!, una fotografía rindiendo luto a la estatua del Ariel presente en los estudios Churubusco. Si bien se plantea ser reestablecidas las relaciones entre AMACC, IMCINE y Secretaría de Cultura, hay algo que no podemos olvidar y es la lucha existente entre las plataformas de streaming y el cine en pantalla, un vicio en donde los consumidores y hasta los mismos directores han caído. Según el Anuario Estadístico, existen 33 plataformas de streaming en México. Del total de películas mexicanas estrenadas en salas de cine, 41 por ciento estuvo disponible en plataformas digitales y 36 filmes tuvieron su lanzamiento directo aquí mismo. Pero el dato relevante es que mientras las producciones en nuestro país van en aumento, no significa que esta misma cifra también llegue a las salas, esto es algo que afecta el constante consumo de este acervo, además de convertirse en ofensa de aquellos quienes ven la asistencia a la gran pantalla como parte del ritual, entre una imagen definida y una calidad sonora única que se ve pelada con lo que se ofrece desde una plataforma digital.
Recientemente la plataforma de Netflix estrenó Bardo: Falsa crónica de unas cuantas verdades, que fue probablemente la película mexicana más esperada del año, Alejandro Gonzáles Iñárritu disfrutaría también de una exclusividad, preestreno de plataforma, de estar presente en las carteleras nacionales por hasta siete semanas. Para principios de mes también estaba programada, en la plataforma de la N roja, el estreno de ¡Que viva México! Película de Luis Estrada, sin embargo, entre inconformidades relacionadas al estreno en pantalla del largometraje, el director de Un mundo maravilloso enmarca la autodeterminación de llevar a cabo su propio trabajo de distribución para poder exhibir su película, que si bien ya debió haber sido distribuida terminó, a comentario del mismo director, postergándose hasta mediados del próximo año. Otro ejemplo fue lo sucedido con Pinocho de Guillermo del Toro, el cual tuvo un estreno muy forzado en las salas de cine antes de ser lanzado en Netflix, en busca de espacios, la exhibidora Cinemex se pronunció a darle el espacio que Netflix permite por reglamento, dos semanas, sin embargo, al poco tiempo de su estreno la empresa de cine se retractó sin una respuesta en especifica, obligando a que duras penas la película encontrase espacios de proyección antes de su estreno en plataforma. Demostrando así que incluso los mismos exponentes de nuestro cine nacional tienen complicaciones para exhibir su cine. Si bien nuestro cine no se resume simplemente a los tres amigos o Estrada, se ha demostrado que existen trabajos muy dignos como Una película de policías de Alonso Ruizpalacios, Cosas imposibles de Ernesto Contreras o Noche de fuego de Tatiana Huezo. Tal vez los 12 millones de mexicanos que forman parte de alguna plataforma digital no haga frente a los más de 110 millones de espectadores que se hacen presente en las salas de cine, pero si hacen mucho contra los 4.9 millones que van dispuestos a ver el cine nacional. Además no podemos olvidar que plataformas como Netflix han formado parte de los aconteceres, durante la pandemia la plataforma roja apoyó a la misma AMACC pagando los sueldos de aquellos trabajadores que quedaron sin trabajo durante la pandemia.
¿Es cine?
Desde finales de los noventa ya se empezaba a ver una decadencia de proyectos filmográficos de cara a nuestro país vecino. Ya con anterioridad habían existido vanguardias que buscaban hacerle frente como la Nouvelle vague o el Dogma 95 que apelaba principalmente a la democratización del cine, la irrupción de los estándares y las producciones de presupuestos insuperables. Incluso el mercado estadounidense ha sufrido estas consecuencias en donde incluso los metrajes de mediana producción se ven acomplejados, gracias a ello hubo que darle a espacio a productoras como A24 quien, de corte independiente, le permite el micrófono a nuevas voces como el caso de Greta Gerwig, Ari Aster, o los Daniels. Mientras que los filmes de superhéroes o cualquier blockbuster estadounidense con aires de James Cameron se da el lujo de tapizar todo espacio inalcanzable con sus promocionales, el demás cine queda a distribución de boca en boca. Aquí es donde entra parte del presupuesto público que se destina a la sostenibilidad de festivales.
Los festivales de cine, más allá de representar una fiesta que significa ver películas en un evento celebre, implica una instancia de negocio. Podríamos mencionar que, si no fuese gracias a un Goya, Ariel, Cannes o Palma de Oro, por mencionar algunos, muchas películas se quedarían en el limbo de la visibilidad. La exhibición no es equitativa, a fin de cuentas el cine es también un negocio que atiende a un mercado.
“Desde los años 80 ha habido un enfoque en los números. Es algo repulsivo. El costo de una película es una cosa. Es entendible que una película cuesta una cierta cantidad y se espera al menos recuperar esa cifra. El énfasis ahora está en los números, el costo, el fin de semana de apertura… cuantos espectadores tuvo’’(Martin Scorsese).
En nuestro país figuran un total de 161 festivales y eventos cinematográficos, estos lugares no sirven sólo como exhibidores, también se vuelven centro de conversación y negocio para distribuidores, productores y directores. El cine nacional como las salas de cine no han muerto como tal, puede que aún tengan bastantes años de porvenir, sin embargo, las cifras desproporcionadas nos muestran demasiados huecos en nuestra narrativa nacional. El ya “chole” con las producciones que muestran a Omar Chaparro y a Eugenio Derbez no demuestra otra cosa que por lo menos sus filmes responden de manera positiva ante la taquilla. La producción de No se aceptan devoluciones (2013) recibió un apoyo federal por parte del FIDECINE con un estímulo de 10 millones de pesos que convino en una reintegración en ganancias de 51 millones de pesos, esa misma producción reintegró varías de las perdidas que el mismo fondo estaba sufriendo. Probablemente el mercado comercial que hace mucho ruido a los consumidores sea muy criticado, pero al menos cumple su existir, claro no en todos los casos, lamentablemente. Esas pérdidas, incluso, dividen la discusión entre quitar o agregar fideicomisos, que si muchos alegan que la ausencia de estos representa la perdición de la industria nacional hay quienes alegan que la reestructuración firme y adecuada representan el dilema de hacer del arte un negocio, porque el presupuesto existe. No solo existe Cindy la regia, No manches Frida o películas de ese corte, pero si son los filmes que reciben asistencia, porque mucho del cine nacional que se produce sufre de espectadores ausentes.
La idea es darles asistencia a las producciones nacionales y no sólo aplaudirlas cuando juegan de visitante en el extranjero y ganan las estatuillas. Por mucho orgullo que signifiquen a nivel premiación figuras como Iñárritu, Cuarón o del Toro, no es significativo y más cuando su siembra es éxito de haber emigrado a otras tierras. Pero como bien dicen, nadie es profeta en su tierra.
“-Viniendo de fuera ¿Puedes entender lo que está pasando en tú país?
-No, a mi país no puedo entenderlo, solo puedo quererlo.
-Silverio, ¿qué debemos hacer para enfrentar al cartel más peligroso del planeta? El cartel corporativo de los Estados Unidos de América’’ (Bardo: Falsa crónica de unas cuantas verdades).
Comentarios