Gabriela Jauregui, la literatura asilvestrada
Entrevista

Gabriela Jauregui, la literatura asilvestrada

Feral, otro libro que aborda el tema del feminicidio en México, es la primera propuesta en formato novela de la escritora mexicana Gabriela Jauregui. Y es que las mujeres no sólo han tomado las calles para exigirse vivas y libres, también han intervenido páginas para ser ellas quienes escriban sobre su propia realidad. Saben que antes, su historia fue escrita por hombres. Pero hoy es distinto.

Hace ocho años, Jauregui identificó poca literatura dedicada al tema del feminicidio, y decidió abrir página. Mientras ocurría su proceso escritural, los estantes literarios se fueron llenando de libros en torno a esta violencia machista, y Gabriela pensó, que, quizá, su novela ya no tendría cabida.

Pero el recuerdo de una amiga asesinada y vivir en carne propia la violencia de género, le dio el empuje para concluir Feral, la historia de cuatro amigas que un día son trastocadas por la muerte de una de ellas. Ante la falta de respuestas de las autoridades, investigar quién fue se vuelve trabajo de las que se quedan, Gabriela Jauregui proyecta la rabia de la comuna, pero al mismo tiempo detona la acción y sobre todo la unión.

La carpintería narrativa de la autora nos propone, a través de diversas voces, otra forma de leer al feminicidio, un mal que cala hondo en la realidad del México contemporáneo.

En esta, su primera novela, el lenguaje genera un espacio de turbulencia y tensión entre el pasado de lengua domesticada y la posibilidad feral y desaforada del futuro. Feral es un viaje por los túneles del tiempo desde donde se construye el saber que explica las ruinas de nuestro presente. Un saber que es preciso reconstruir y recontar porque, como dicen las archivistas del futuro, personajes de este libro: “algún día este archivo será jardín”.

¿Cuál es el origen de Feral?

Hace ocho años cuando terminé mi primer libro de cuentos, ya estaba la situación de los feminicidios. Fuera de lo que sabíamos de las muertas de Juárez, ya estaban ocurriendo en otras partes del país y se empezaban a reportar desde espacios periodísticos, académicos, con especialistas, etcétera, pero yo sentía que en el mundo literario no se abordaba y me sentía muy interpelada, también, porque había muerto una amiga. Esas dos cosas son un poco la semilla por la que dije ‘tengo que escribir de esto’ porque nadie estaba escribiendo de eso, claro, de eso hace ocho años, ahora ya sabemos que desde la ficción, la narrativa, la literatura, la poesía, ya existen muchos libros que abordan, desde ángulos distintos, la tragedia de los feminicidios en nuestro país.

Eliges un título corto, pero contundente, de un significado poderoso ¿Qué representa, más allá de lo evidente, este término dentro del universo que propones en el libro?

Es una palabra hermosa, como dices, fuerte, potente y para mí era importante tomar esa palabra. La novela la encarna en muchos aspectos, por un lado están estas archivistas del futuro que justamente son personajas desdomesticadas, ya no son como las mujeres del presente, son otra cosa, entonces, por un lado, esta eso, por el otro me importaba feralizar el lenguaje de cierta manera, en la forma, no sólo en el fondo. Como si fuera cambiando el lenguaje del futuro, que no fuera el mismo, ni la forma de narrar que la del presente. Además me importaba mucho esta la idea política, (de interpretar) desde dónde nos pensamos las mujeres, ¿que quiero decir? Salir del ámbito de lo doméstico, pero no hacía lo profesional, es decir, como esta idea que nos han vendido mucho, de claro, cuando una mujer se libera, como las mujeres liberadas de otra época, que ya no son amas de casa y estas cosas, no me refiero a eso, me refiero a algo todavía más profundo. Me refiero, perdón, no quiero sonar pesada, pero al ser ontológico de qué quiere decir desdomesticarnos en la forma más profunda de nosotras y de nuestra educación, de los hábitos y de nuestro pensamiento, hasta de nuestro lenguaje y de cómo nos nombramos.

Entregas este libro en una realidad en la que, en promedio, matan a 10 mujeres por día, sin embargo, a lo largo de la novela leo destellos de esperanza, sobre todo al principio donde abordas, de una forma muy poética, la idea de que las mujeres que luchan hoy, dejarán un mejor lugar para las que vienen.

Sí, justo esa era mi intención. Para mí era muy importante el no quedarnos con la realidad que es espeluznante, abrumadora, y que da una rabia infinita. No quería que nos quedáramos sólo con eso. Eso es lo que tenemos nosotras hoy en día como mujeres y también como sociedad, y espero que esto sea algo que nos duela a todes, no sólo a las mujeres. No me quería quedar sólo con esa sensación, quería, por un lado, como bien dices y gracias por subrayarlo, nombrar y honrar la lucha de infinidad de mujeres que están haciendo una diferencia, que están cuidado, que están cambiando esas situaciones y luchando para que esto no siga siendo nuestra realidad y por el otro lado, narrarlo de una forma más poética y desde el futuro, un futuro en el que sí sobrevivimos, en el que el feminicidio ya no existe, que lo vemos como un objeto de una era pasada y oscurantista, y que ya no está sucediendo, en el que somos libres, en el que somos otras y diferentes de las que somos hoy.

Otro de los temas que tocas y que identifico casi no se aborda, es el duelo de las amigas que sufren un feminicidio, las que se quedan. Escribes que muchas veces lo que buscan es perdonarse por seguir vivas y no poder resolver el asesinato ¿Qué me puedes comentar al respecto?

En mi luto esa ha sido la sensación, de sentir una especie de culpa que tengo que transformar en algo útil porque la culpa no sirve para nada, más que para desmovilizarnos y paralizarnos y hacernos sentir mal. Existe la sensación de “y yo por qué estoy aquí. Por qué ella no, y yo sí”, como una especie de sentimiento de injusticia profunda y también de decir “bueno yo que si estoy viva, qué hago para merecerlo”. Es un sentimiento complejo, como turbio de cierta forma, perturbador e inquietante del cual quería hablar.

En la novela abundan escenas sobre hacer comunidad, una acción que, en los últimos años en México ha cobrado fuerza ante la poca respuesta del gobierno. Tú misma formas parte de colectivos y del movimiento feminista. ¿Cuál es la importancia de tender vínculos y generar afiliaciones?

Esas son las acciones que han mantenido viva a la sociedad, es decir, creo que el tejido social de este país está muy desbaratado, deshilvanado, desecho, roto, dolido, y muy herido, sin embargo se sostiene la vida en este país, y en el mundo en general entre tantas guerras y desigualdad y demás, se sostiene justamente en colectivo, en comunidad. Por esas personas, en el caso de este libro que son en general mujeres, pero en el mundo entero son personas que se unen para resistir y para cambiar la realidad dolorosa en la que vivimos, también era, como decías tú hace rato, un libro en el que quiero agradecer, honrar, nombrar esas labores de resistencia y cuidado en comunidad, en colectivo que se realizan en nuestro país y en específico por las mujeres desde hace ya tiempo y que para mí han sido salvavidas porque yo también soy sobreviviente de violencia machista y la neta si me salvaron mis amigas. Tenía ganas de escribir esto para dar las gracias, no sólo para nombrar a esos grupos sino, además, dar las gracias a esas amigas que salvan la vida y también desconocidas, (porque) no siempre son amigas las que te tienden la mano, que te acompañan en momentos en los que no sabes qué hacer.

Luego de que una mujer desparece o es asesinada, de pronto, su núcleo experimenta un traslado físico obligatorio al dejar su hogar para pasar más tiempo en las fiscalías, edificios mudos que ofrecen más desgaste físico y emocional que respuestas. ¿Por qué buscaste proyectar eso en Feral, y cuál es tu experiencia?

Desgraciadamente yo he tenido que ir a juzgados y desgraciadamente la experiencia, en general, que comparten muchas personas que se enfrentan al sistema de supuesta justicia en este país es que se topan con muros, con complicaciones, con personas que son muy indolentes en casos de mucho dolor y mucha violencia y que terminan por revictimizar a las victimas o a los familiares de las victimas. Se vuelven instituciones que en vez de procurar el bien común, la justicia y la mejora en la sociedad son cómplices de la violencia y lo vemos, sólo basta mirar declaraciones de las fiscalías en Monterrey, o en la ciudad de México, en casos recientes, como para darnos cuenta de que no están ahí para cuidarnos, sino al contrario.

Luego viene el concepto de la rabia como detonante de acción, de investigar por los que no investigan, de buscar por los que no buscan. Un ejemplo son los grupos de las madres que revuelven la tierra para buscar a los suyos ¿Es esta una respuesta contemporánea a la ineficiencia de las autoridades?

Dolorosamente sí. No tendría que ser así. El otro día platicaba con una periodista del libro y le decía que en el mejor de los mundos yo no lo hubiera escrito. Hace poco vi la película de Ruido y en el poema de Ximena González, al final, decía algo como: no tendríamos que estar aquí. Lo dijo también Araceli Osorio, madre de Lesvy (víctima de feminicidio) a las jóvenes estudiantes de filosofía y letras hace años: “ustedes no tendrían que estar aquí, ustedes tendrían que estar tomándose un helado”. Y un poco es eso, las madres no tendrían que salir a buscar los cuerpos de sus familiares, no tendríamos que estar picando el suelo con varillas y palas, para empezar no tendrían porque haber 100 mil desaparecidos. Pero como existe un estado omiso, o cómplice y lo que nos queda es la ayuda y el apoyo mutuo ciudadano, entre compañeras, entre personas. En el caso de muchas de estas familias que no se conocían y que se vuelven familia entre ellas, las madres de víctimas de feminicidio o las familias y los parientes, lo mismo de las víctimas de desaparición, entonces, eso es algo, por un lado, que no debería de ser y que es muy doloroso y que en efecto es una cosa que genera rabia, como de ganas de quemarlo todo, pero al mismo tiempo es algo tremendamente inspirador, de una generosidad, de una ternura, de un cuidado inmenso porque no sólo buscan y exigen justicia por sus hijas o hijos, sino también por los de todas las demás. Un grupo de amigas que tendrían que haber estado de fiesta, escuchando música, yendo a la universidad, o lo que sea, se vuelven expertas fiscales del caso de su amiga, ¿en qué mundo está bien eso? Pareciera que en ninguno pero definitivamente es la realidad que nos rodea en este país.

José, Gabriel y Daniel son algunos de tus personajes masculinos que nombras y presentas, pero que percibo más bien silenciosos y no tan activos ¿qué papel buscaste que jugaran dentro de la trama?

Es una muy buena pregunta y nadie me la había hecho hasta ahorita. Y te puedo decir que José es un personaje silencioso pero importante. No quería que fuera protagonista, es un chavo gay que es amigo de Eugenia, casi desde el principio, él y Diana, son como de sus amigos más viejos y que siempre está ahí, si te das cuenta es el que presta el coche, es el que posibilita un montón de cosas, es el que trae cosas de comer o de beber si hace falta, pero no cobra protagonismo, que a menudo a sucedido y que hemos criticado las mujeres de ciertos varones, de tener que aplaudirles porque están ayudando. Quería poner ahí (en la novela) a un varón solidario, cariñoso, amoroso, presente, pero desde su discreción, su silencio. Daniel y Gabriel digamos, son personajes ni siquiera secundarios, que son cuates muy divertidos y que justamente sí, ya cuando se pone muy rudo el tema, se van alejando un poco, porque también es verdad y sucede mucho en estos casos, de gente muy querida, muy amiga, compadres, hermanos, incluso parientes de personas que están buscando justicia, de pronto se desgastan, se cansan, o se hacen a un lado porque ya no pueden más, o no tienen, tal vez, la fuerza emocional para seguir sosteniendo ese nivel de dolor, de impunidad y se van esfumando. Las personas se sentirían muy solas sino fuera por esos colectivos que se acompañan en la lucha y en la búsqueda, porque la gente cercana se va alejando y no es por mala onda, sino porque quizá el nivel de dolor y estrés es demasiado. Daniel y Gabriel son un poco esos personajes.

Otra violencia perceptible en Feral es el abandono que sufre una de las protagonistas por parte de su progenitor. Una acción que en la historia genera ecos, y que además forma parte de una realidad latente.

Sí, y gracias por como lo planteas para no spoilear (risas). Pero sí, es algo que sabemos que sucede mucho, familias en las que, por diversas razones, faltan los padres, los progenitores, que justo son eso: sólo progenitores. Siento que es parte de la descomposición del tejido social, que nos lleva a otros tantos dolores y problemas, y tiene que ver con más cosas, ya sea migración, desplazamiento forzado, precarización, etcétera, pero también tiene que ver con expectativas patriarcales y machistas que les pesan a los varones, no sólo nos pesa y nos violenta a nosotras, también a ellos porque no pueden hablar de sus sentimientos, no saben cómo lidiar con sus emociones y abandonan hogares por todas estas razones y más. El papá de Eugenia es ese papá omiso, desaparecido, pero no por el estado o por la violencia sino por su propia violencia personal, que abandona a la madre, que abandona a la hija cuando algo se le puso difícil y eso, más adelante, como dices, lleva a unas consecuencias terribles.

Cuentas la historia a través de pensamientos, sueños, visiones y hasta cartas ¿cómo fue el trabajo desde tu carpintería narrativa?

Me encanta que digas carpintería narrativa, porque así fue, tal cual. Hay que encontrar esos ángulos, lijando asperezas y luego encontrar otra madera diferente, de otro tono. Me gustan mucho los libros polifónicos, que tienen voces distintas contando la misma historia. Para mí era muy importante en ese cómo contar la historia de algo tan doloroso, también tenía que ver como te decía al principio con el tema del lenguaje y una de las cosas que me gustaba era encontrar distintos registros del lenguaje, como dices, la voz de una carta, que son las cartas de Eugenia a su padre que son entre carta y diario, un padre que no conoce, que no existe, por eso es como una especie de diario también, las visiones de Diana, pero también las voces corales de estas archivistas, que van interrumpiendo la narrativa, esas voces en tercera persona de las amigas, tener todos esos distintos registros para mí era muy importante porque para poder contar una historia que es tan compleja y que tiene tantos ángulos y que se vive de tantas formas distintas, traté de traer esa diversidad de voces también para contrastar, por ejemplo lo que decías hace rato de la indolencia y la sensación de que la institución es un muro y eso, cómo se cuenta, sentía que tenía que ser distinto en textura, en sonido, en voz. Pensaba que cada una de esas cosas tenían que tener un registro de vocabulario, un tono de voz distinto. Por eso hay todas esas voces o distintas formas de texto dentro del texto, lo que tiene que ver, también, con la idea de lo feral, de lo no pulido, de lo no limpio, lo no perfecto, no igual, sino que es disparejo, desobediente a ese especie de mandato de que sólo tenga que ser una voz, un narrador, una forma.

Por último ¿cómo describirías a Feral?

Como una semilla y como un libro compañero.

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