¿Somos mejores las mujeres?
Opinión

¿Somos mejores las mujeres?

Miscelánea

Es voluntad de Dios que seamos hermosas

Que amemos y seamos amadas

Y que tengamos éxito en todo lo bueno.

Para comenzar ofrezco una explicación a la pacientísima lectora que me pregunta por qué siempre me refiero al lector, ¿acaso las lectoras no existimos para usted? ¡Dios! Cuando uso el masculino genérico, es porque se trata del género gramatical que designa conjuntamente una pluralidad masculino-femenino. Según la Academia de la lengua, es correcto. “Que dejen toditos los libros abiertos/ ha sido la orden que dio el general/ que todos los niños estén muy atentos/ las cinco vocales van a desfilar”/ cantábamos en el kinder con Cri Cri; y nunca dudé de que ese “niños” incluía también a las niñas. Sin embargo, en adelante prometo añadir esa @, aunque confieso que me parece horrible. Ni modo, esas parecen ser las nuevas reglas de mundo. El futuro que estoy habitando ahora, me resulta inquietante. Me consuela pensar que no estaré aquí cuando la humanidad se declare no binaria, o sea que no se identifica con el género masculino ni femenino. Creo en el avance de las sociedades que reconocen el derecho que cada ser humano de asumir el género que más le acomode. Como ya he dicho aquí, respeto la diversidad, y estoy convencida de que la plenitud humana sólo se dará cuando nadie tenga que rendir cuentas de su sexualidad. En cuanto a mí, me gusta ser mujer con todos los atributos que conlleva: la femineidad, la intuición, la valentía, la fuerza, la capacidad de conciliar y el más sagrado de todos; el prodigio de dar vida. Admiro cada día la inteligencia de las manos femeninas que acarician, ordenan y alimentan al mundo. Me gusta ser mujer aunque no se me ocurre ni lejanamente pensar que somos mejores que los hombres. Sólo somos diferentes. Lo que me hace dudar de la inteligencia de los hombres es el hecho de que durante casi toda la historia humana, hayan necesitado someternos para no sentir su seguridad amenazada. Y no quiero importunar en este Día de la Mujer pero me parece oportuno parafrasear aquí algunas reflexiones de Sara Sefchovich: “¿Qué hemos ganado las mujeres con ese asunto de la liberación? Pues hemos ganado el derecho a la jornada múltiple, es decir, la obligación de ser y hacer lo que ya hacíamos antes, pero además; inteligentes, esbeltas y bonitas para salir al mundo a demostrar lo eficientes que somos. Todo eso sin descontar la exigencia de mantener siempre una buena actitud para que no se nos acuse de conflictivas. A la vuelta del trabajo nos espera la jornada de amas de casa, esposas y madres. Supervisar las tareas domésticas y las escolares, comprar lo que hace falta. Siempre falta algo; eventualmente hasta los imprescindibles disfraces de Halloween. Hay que llevar a los niños al dentista, y de pasada recoger la ropa de la tintorería. Arreglarnos por la noche para salir a cenar o a algún evento cultural, fundamental si queremos seguir siendo. Por si fuera poco, hacer el amor como una cortesana que hubiera pasado el día descansando, tomando masajes y bañándose en leche de burra”.

Para mis estándares, son varios trabajos para una misma persona, los cuáles deben hacerse día tras día con absoluta dedicación y energía; porque de no hacerse, se derrumbaría toda la estructura sobre la cual se asienta la liberación y la modernidad. ¿En qué parte de todo esto se encuentra la liberación? Assh, no sé, sólo se los dejo aquí para que lo piensen. Yo, sin la doble tarea de trabajo dentro y fuera de casa, alguna vez fui mamá de tiempo repleto: embarazos, pañales, escuelas, tareas, desayunos, comidas y esposo bien atendido. En fin, toda la pesada carga que significa el trabajo doméstico y que hoy, nuestras jóvenes hijas llaman con cierto desdén “jugar a la casita”. Pasados los años, pasada la vida, ante las exigencias que impone la liberación, debo asumir que lo mío fue un lecho de rosas. 

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