La apertura al público, en diciembre de 2017, del archivo personal de Gabriel García Márquez, clasificado y preservado por el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas en Austin, ha permitido ampliar la de por sí vasta bibliografía sobre el autor. Así, han surgido nuevos e interesantes estudios en torno a sus procesos de trabajo. Uno de ellos es Ascent to Glory. How One Hundred Years of Solitude Was Written and Became a Global Classic, publicado en agosto de 2020 por Columbia University Press. Este volumen fue el resultado de la acuciosa investigación emprendida por el historiador y sociólogo Álvaro Santana Acuña. El tomo, que en su versión electrónica tiene 934 páginas, arroja nuevas luces sobre las condiciones en que el colombiano escribió su obra maestra.
Santana Acuña dedica la primera parte de su investigación (capítulos 1 al 4) a analizar los elementos sociológicos, históricos, políticos, económicos y literarios que propiciaron la escritura de Cien años de Soledad. Nos recuerda que cuando nació García Márquez (1927) tanto críticos como lectores tenían en mente, al hablar de literatura latinoamericana, “un territorio fragmentado compuesto por veinte países, en donde se hablaban más de sesenta lenguas, con sus correspondientes literaturas nacionales”. Más que buscar pertenencia a Latinoamérica, los escritores prometían lealtad a una nación o a cierto estilo literario. Dos principios en particular contribuyeron a que los autores se repensaran bajo la idea de una tradición regional: el Latinoamericanismo y el Cosmopolitismo. Durante las cuatro décadas que le llevó a García Márquez nacer, crecer, recibir educación literaria y publicar sus primeros trabajos, tres generaciones de escritores y críticos colaboraron, sin saberlo, para crear un público para la Nueva Novela Latinoamericana. Así, Santana afirma que “Cien años de soledad se benefició de esta colaboración. Más de dos décadas de compromiso intergeneracional con los principios del Latinoamericanismo y el Cosmopolitismo hicieron posible que se imaginara una novela sobre un pueblo ficticio y remoto del Caribe colombiano. También que fuese imaginada por su autor, sus compañeros, sus críticos y sus primeros lectores no como una obra de arte provinciana, sino como una reflexión cosmopolita sobre la historia de América Latina y su lugar en la tradición cultural occidental” (la traducción del pasaje es mía).
En la segunda parte, conformada por otros cuatro capítulos y un apéndice, el autor analiza cómo la novela de Macondo se convirtió primero en un best-seller y más tarde en un clásico. En esta etapa también es fundamental el trabajo colaborativo. Elemento central en su análisis es el término corredor cultural (cultural broker), concepto que usa para designar a los “miles de intermediarios” que han actuado para socializar Cien años de soledad, de críticos literarios a sacerdotes, pasando por guerrilleros.
Como aclara el título, el libro de Santana está enfocado en la trayectoria de la novela más que en la de su autor. Aunque esto puede parecer una verdad de Perogrullo, no lo es: a lo largo de su obra, Santana deja claro que, una vez publicado, el destino de un libro resulta independiente de quien lo escribió. Como ocurre en otro clásico publicado por Mary Shelley en 1818, la criatura termina volviéndose contra su creador. Santana consigna el efecto “nocivo” que según algunos Latinoamericanistas tuvo la novela de Macondo sobre la imagen de la región: elementos tan ajenos a la obra como un pozo petrolero, un vino japonés, un hotel en el Caribe y hasta un balón promovido por la FIFA fueron nombrados en honor de Macondo.
Haría falta un espacio mucho más amplio para reseñar con justicia esta magnífica investigación que demuestra que el estudio de la vida y obra de Gabriel García Márquez no puede limitarse al ámbito de la literatura. A través de sus muchas iniciativas, el maestro logró establecer importantes conexiones y puentes que transformaron el campo cultural latinoamericano.
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