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Quiero hacer contigo, lo que la

Primavera hace a los cerezos.

Pablo Neruda

Debo confesar que el invierno con todo y su festivo diciembre, me entume, me entristece y me provoca una cierta dificultad de ser. Yo jarocha, gente de sol, de marimba, de cerveza bien fría, celebro cuando al invierno, cumplida su misión de congelarnos, nada le queda sino retirarse.

Desespero por el regreso del sol para abrir las ventanas y permitir que por la puerta grande, entre el dulcísimo mes de abril, el ángel de los meses según Vita Sackerville–West. Llegado el momento, agradezco al Señor que me ha permitido estrenar una nueva primavera en que cada instante es más grato que el precedente.

El día de la Candelaria, entierro las semillas: jitomates, calbacines, pimientos… y cada mañana me asombra el despertar de los brotes silenciosos. Descifro el mensaje de belleza y alegría que Dios nos manda a través de las flores.

Doña Primavera viste que es un primor/ viste el limonero/ y el naranjo en flor/ Lleva por sandalias/ unas anchas hojas, y por caravanas/ unas fucsias rojas. Salid a encontrarla por esos caminos/ ¡Va loca de soles/ y loca de trinos!/ Doña Primavera/ de aliento fecundo/ se ríe de todas/ las penas del mundo. No cree al que le hable/ de las vidas ruines/ ¿cómo va a taparlas entre los jazmines/ ¿Cómo va a encontralas/ junto de las fuentes/ de espejos dorados/ y cantos ardientes?/ De la tierra enferma/ en las pardas grietas/ enciende rosales/ de rojas piruetas/ Pone sus encajes/ prende sus verduras/ en la piedra triste/ de las sepulturas…/ Doña Primavera/ de manos gloriosas/ haz que por la vida/ derramemos rosas/ rosas de alegría/ rosas de perdón/ rosas de cariño/ y de exultación. (Gabriela Mistral)

Nada mejor que un poco de poesía para dar la bienvenida a esa complejísima trama de leyes secretas que con poderoso impulso y magnifica sinfonía, despiertan a la tierra del frío sueño invernal. Entre trinos, el verdor que renace y el amado sol que sale igual para los clasemedieros aspiracionistas como yo, que para el emperador del palacio; renazco con las trapadoras que cubren los muros y los colibríes que besan mis flores.

Abril es un presagio de adoración, rejuvenecimiento, revelación y gozo. El verde manto con que nos cubre la primavera, es un llamado a la esperanza. La naturaleza se alborota, estalla la sensualidad y me contagia. La dulzura de abril hace tomar protagonismo a mi cuerpo, a mis amores, a la holganza. Los colores me parecen mas intensos, la música más vibrante, y los estímulos visuales, más poderosos. Soy un barco con todos los motores encendidos. La primavera altera la sangre y desata el deseo, evoca la juventud. 

Si no era esto lo que pretendía el Creador cuando decidió embellecer la vida de los hombres con la fecunda primavera, entonces, no tengo idea de lo que es sagrado. Lo que toca ahora, es despojarnos de los trapos y tirados en la arena de cualquier playa, permitir que el cuerpo recupere su sazón.

El amor se respira en el aire y de pronto me encuentro canturreando la vieja canción que hizo famosa Yuri: pasa ligera/ la maldita primavera/ Pasa ligera/ para ti y para mí/ Y pues sí, pasa ligera pero hay que tener cuidado con las pasiones que despierta, para que en el otoño no aparezcan los bebés. Lo digo porque yo nací de un enamoramiento primaveral. Pasados los años le pregunté a mamá ¿dónde sucedió? ¿En que momento se descuidó mi abuela que aseguraba tener ojos en la espalda?  Bueno -me respondió– pues no había tele ni computadoras y  los chicos jugábamos en el jardín.  Eres grosera e insolente –dijo molesta cuando le pregunté a qué jugaban.

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