Desde pequeña estuvo rodeada por personas con una conciencia clara sobre el espacio. La arquitecta mexicana Elena Tudela Rivadeneyra es portadora de toda una tradición familiar dentro de esta disciplina. Aunque también apuesta por la innovación y, como diseñadora urbana, se preocupa por impulsar proyectos sostenibles ante el inminente futuro trazado por las afectaciones ambientales.
“Básicamente es la conjunción de dónde crecí. Mis abuelos fueron arquitectos. Mi papá es arquitecto, aunque también tuvo una influencia importante en mi vida, en el sentido que se dedicó después a ser especialista, experto en cambio climático y materia ambiental. Desde niña comencé a tener interés en temas ambientales. Mi mamá es historiadora de la arquitectura y entonces ahí también yo tenía un frente. De alguna manera, como bien dices, toda mi vida he estado rodeada de temas espaciales y de sistemas, de pensar en sistemas donde no sólo los seres humanos formamos parte”.
Elena está en Madrid, la capital de España, una ciudad a la que acude con constancia para supervisar proyectos y en la que se enlaza con Siglo Nuevo a través de una llamada virtual. Junto a los arquitectos mexicanos Adriana Chávez y Víctor Rico, es cofundadora de la Oficina de Resilencia Urbana (ORU), la cual se preocupa por trabajar en iniciativas de diseño urbano y paisajista, con la misión de proyectar tomando en cuenta el futuro de las habitantes y los ecosistemas de la Tierra. Otro de sus pilares es la participación de Guillermo Chávez quien encabeza el área administrativa, pues indica que sin ella una oficina de arquitectura no podría subsistir.
Tudela también es profesora. En la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de México (UNAM) encabeza el Laboratorio de Entorno Sostenible (LES), donde sus alumnos tienen la oportunidad de desarrollarse en el estudio e investigación de espacios arquitectónicos para contribuir al desarrollo sostenible de la humanidad. Por ende, mezcla la práctica profesional con la academia. Tudela cuenta con una maestría en Arquitectura por la Universidad de Harvard y cursa su doctorado en la máxima casa de estudios del país.
La arquitecta se respalda en su memoria para compartir sus orígenes. El primer espacio que captó su atención en materia de diseño fue la Ciudad Universitaria de la UNAM. En ese proyecto, su abuelo, el arquitecto Luis Guillermo Rivadeneyra, trabajó como diseñador en el anteproyecto del Estadio Olímpico. Su madre, sus hermanos y ella misma estudiaron en sus aulas. Se trata de un escenario de alta carga simbólica, donde transitó su infancia, su vida estudiantil y donde acontece su práctica profesional.
“Ciudad Universitaria es uno de los primeros espacios que identifico donde yo quería estar y también fue parte de mi decisión para estudiar ahí. Yo no sabía si estudiar biología, si estudiar artes visuales, si estudiar arquitectura y, finalmente, fue la Facultad la que hizo que me convenciera un poco más. Los libros que había en mi casa, la Facultad y su espacio en la Rectoría, en el campus central, me hicieron ver que en realidad yo iba hacia esa rama de conocimiento”.
La universidad le dio tablas, profundización y conocimiento dentro de sus temas de interés, pero no un rumbo distinto. Desde que entró a la licenciatura fue consciente de que su camino se diseñaba en el tema ambiental, en vincular los conceptos de la arquitectura con el espacio. Así mismo, reconocía la importancia los procesos con los que se llevan a cabo las obras. No es que la obra fuese lo más relevante para ella, sino observar cómo se llega de una idea hasta una implementación. Elena tudela percató entonces de que su aprendizaje se vinculaba más con esos procesos y no tanto con objetos.
Su tesis de licenciatura consistió en un proyecto dirigido por uno de sus mentores, el arquitecto Carlos González Lobo, que se aplicó en la zona de San Ángel, en Ciudad de México. El espacio dotado de elementos urbanos, de transporte y caos importantes, a traviesa la historia. Tudela propuso la continuación del metro subterráneo, de liberar la calle y generar huertos para retomar una identidad perdida en el tiempo.
Trabajo colaborativo
Una característica en el perfil de Elena Tudela es que trabaja más en equipo que en proyectos individuales. Tras su estancia en Harvard, el nacimiento de ORU fue la confirmación de esta ideología. Para la mexicana, la arquitectura es un trabajo en conjunto, no es meramente creativo, sino que subsiste gracias a una serie de componentes.
“Me di cuenta de que me interesaba abordar lo urbano y lo urbano no es individual. Es imposible abordar la urbanidad desde la perspectiva de una sola mirada. Es decir, ni aunque lo queramos, una vez que se instala en la realidad de una ciudad, eso es retomado por cualquiera que la habita. La urbanidad es escrita y descrita por los que pasamos por ahí: ciudadanos, visitantes, etcétera. Cuando cambié hacia la escala de la dimensión urbana, me di cuenta de que mi voz no era tan relevante”.
En este campo, la arquitecta entendió que su papel consistía en articular diálogos y fomentar relaciones sin afán de protagonismo. Ni el ego ni el nombre deben opacar al trabajo en conjunto. Como si se tratara de la filmación de una película, Tudela indica que cada actor juega un rol importante en un proyecto de urbanismo. Se trata de una máxima vital para su trabajo: reconocer y diseñar equipos de colaboradores.
En el caso de la ORU, los tres fundadores se conocieron al cursar sus respectivas maestrías en la Graduate School of Design de la Universidad de Harvard, institución que ya contaba con un importante enfoque de urbanismo ecológico. Al volver a México, se volcaron sobre un nicho similar y encontraron un vínculo al tratar de entender el concepto de ciudad.
“Pensamos que, al hablar de la Ciudad de México, pocos hablaban de algo muy relevante: los riesgos a los que están sometida la ciudad. Si tu analizas un poco, en esta urbe no sólo son los sismos. Tenemos volcanes, inundaciones, problemas de seguridad, problemas de genero, tenemos una cantidad de problemas que nos invitaron a pensar en la Ciudad de México como nuestro laboratorio y que era imposible abordarla si no lo veíamos como percepción de riesgo y resiliencia. La resiliencia como esta capacidad de sobrellevar situaciones de tensiones o choques y que ponen a prueba el funcionamiento básico de cualquier sistema”.
Además de los proyectos del ORU, la mano de Elena Tudela se puede apreciar en proyectos ambientales colaborativos como el Parque Hídrico La Quebradora (2018), en la alcaldía Iztapalapa. El cual, gracias a la colaboración entre la UNAM y el Gobierno de la Ciudad de México, rescató el espacio de un antiguo baso regulador en las faldas de la sierra de Santa Catarina. Tudela coordinó el área de diseño urbano. Se conjuntó un equipo y se trabajó por alrededor de dos años. El proyecto alcanzó reconocimiento internacional al obtener el Globlal Lafarge Holcim Awards, el premio más importante en la rama de la sostenibilidad.
Futuro
Dentro de su papel como académica, Tudela percibe una preocupación ambiental en sus alumnos, sobre todo en las mujeres. Considera que las nuevas generaciones tienen más sensibilidad y, en materia de sostenibilidad, muchas mujeres jóvenes han encabezado proyectos a nivel internacional. Nota una intención de cambiar las cosas, de replantearse el mundo. La próxima década será esencial para el futuro de la humanidad en materia de cambio climático. Por tal motivo, al momento de hablar del futuro, indica que es esencial imaginar la ciudad donde se quiere habitar y colocar las ideas sobre la mesa.
“También toca hablar de otras especies, que casi no se habla de eso: el futuro multiespecie y de las comunidades vulnerables. Tampoco se habla de comunidades indígenas, pero eso sí, culturalmente ‘tienen mucho valor’. Tenemos que ser muchos más congruentes y salirnos de pensar que nuestra visión es la única que existe. Hay un grupo de visiones, de aspiraciones. No todos aspiramos a lo mismo ni al mismo formato de cuidad. Entonces, creo que toca reformular qué es ciudad, cómo se construye”.
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