Cuentario de Angélica López Gándara
Nuestro mundo

Cuentario de Angélica López Gándara

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Con su libro de cuentos El renacer de Catalina, Angélica López Gándara (ALG) nos da una rebanada del pastel de la sociedad contemporánea. Sus narraciones se armonizan con las tendencias o corrientes sociales actuales de tolerancia ampliada. Los temas que escogió van de la eutanasia a la diversidad sexual, de la drogadicción al covid 19, de la liberación sexual al suicidio. Por otra parte, Angélica tiñe sus personajes y sus escenarios con pinceladas de ironía y sarcasmo y no permite freno que le impida usar el vocabulario antes considerado impúdico, de los bajos fondos, del lumpenproletariado.

El renacer de Catalina se suma a una larga lista de peripecias literarias y periodísticas de Angélica López Gándara, quien nació en Francisco I. Madero, Durango y ha vivido en Torreón muchos años. Su primer libro de narraciones cortas es El peor de los pecados (2010) y entre éste y el nuevo volumen publicó “el libro biográfico Rosa Gámez, trazos de fe”. Ha recibido en varias ocasiones el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila y dos veces el Premio Estatal de Periodismo Cultural. Escribe desde hace más de veinte años en El Siglo de Torreón y ha colaborado en varios diarios foráneos. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego en la revista Koralli, de Atenas. Estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria y un curso de Novela Filosófica.

Es de celebrar la libertad de la escritora ALG para incorporar con despreocupación, en el habla de sus personajes y en el de la voz narradora, aquellas palabras que se consideraban patibularias. La palabra como sonido, como imagen acústica (definición de Saussure) puede ser neutralizada en su significado por el superyó, pero leída puede penetrar todos los intersticios psicológicos del lector.

Un ejemplo del abundante aderezo de palabras antes censurables aparece en el habla de Jesús, jardinero de casa rica: “Antes de traerme aquí, los judiciales me llevaron a un lote baldío, Llegaron tres vatos con pasamontañas y me metieron una putiza. ¡Estoy vivo de milagro! Al final uno me besó en el cachete. ¡El muy culero! Luego, me volvieron a subir a la patrulla y me trajeron acá al reclusorio. Fueron El Judi y su gente, estoy seguro. Te dije que estaba emputado conmigo. Pero me las va a pagar el hijo de la chingada. ¡Se lo va a llevar la verga, al pendejo!”

Sin embargo hay en El renacer de Catalina otro aspecto del habla que usan la voz narradora y los personajes a los que nos acerca. Es el encanto de construcciones como la de una primera persona gramatical que al narrar hiperboliza: “en él no había un suspiro sano”. Los ejemplos de buen oficio en el uso de la palabra literaria saltan al abrir al azar el libro de ALG. Véase la siguiente graciosa analogía: “El médico me dejó el cuello como tlapalería con clavos, tornillos y una placa de titanio.”

El azar también lleva a encontrar esta imagen: “los párpados a medio viaje”. Y esta otra de unas manos esposadas: “La mano izquierda sube y baja toda lacia, encadenada a la voluntad que le impone su compañera.” Y una paciente de sanatorio psiquiátrico se ve “hambrienta de más dolor”; la hija de un carnicero alimentada con lo que los clientes despreciaban dice con el humorismo de ALG: “Eso significa que estoy hecha, predominantemente, de hígado encebollado y de tripas fritas.”

El humorismo festivo y el humorismo acerbo son otras de las virtudes de El renacer de Catalina donde un personaje-escritor dice: “Lamento haber caído en lo que siempre critico: ser un escritor que no sale de la autobiografía. Finalmente, acepté que las vivencias propias son lo mejor que se puede contar.”

El renacer de Catalina, nuevo libro de narraciones cortas de Angélica López Gándara es un manojo de oportunidades de pasar gozosas horas de lectura.

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