Literatura de autoficción
Literatura

Literatura de autoficción

Narrativas diluidas desde el yo

Actualmente existe una explosión de autoficción en los estantes literarios. En su definición más pura, se trata de un neologismo creado en 1977 por Serge Doubrovsky, crítico literario y novelista francés, para designar su novela Hijos. El término está compuesto del prefijo auto (del griego αὐτός: “sí mismo”) y de ficción. Es decir, el escritor echa mano de elementos autobiográficos, ubicándose, así, como narrador y personaje central, pero ficcionando desde un tono novelesco.

Bajo esta óptica existe un hecho real desde donde parte el que escribe. En el camino se diluye la historia, porque el autor ficciona y lo que parecía ser privado, se aleja.

Ejemplos hay varios, pero en esta ocasión nos centraremos en tres novelas contemporáneas que aparte de compartir la etiqueta de autoficción, también coinciden en la temática y en el abordaje de un personaje fundamental para toda familia: la madre. Además, son propuestas de plumas masculinas que observaron a sus respectivas dadoras de vida como personajes literarios en potencia.

Canción de tumba, Lengua dormida, y Justo antes del final, son los títulos en los que Julián Herbert, Franco Félix y Emiliano Monge, nos dan acceso a su historia personal, pero que usando con pericia diversas herramientas literarias, nos dejan el estigma de que no todo lo que se cuenta es verdad.

CANCIÓN DE TUMBA

Publicada en el 2011, esta novela del autor acapulqueño pero radicado en Saltillo, Julián Herbert, fue merecedora del Premio Jaén de Novela 2011 y del Premio de Novela Elena Poniatowska 2012.

Ver a su madre, Guadalupe Chávez, desdibujarse desde una camilla en el Hospital de Saltillo, fue el detonante para que Herbert abriera página para comenzarse a vaciar. Sin pensar en la forma, el escritor tecleó lo que él pensó pudiera ser una carta. En poco tiempo se dio cuenta que la historia de él con su madre tenía tintes literarios, y de ahí ya no se detuvo.

“La enfermedad de Guadalupe impone al protagonista un ejercicio autobiográfico que le llevará a sumergirse en su infancia y su juventud, al tiempo que indaga en la compleja relación con su madre, con sus propios hijos y con su país, México, asolado por la corrupción, la violencia y la destrucción. Pero, a pesar de lo autobiográfico, Canción de tumba trasciende lo autorreferencial gracias a que hay en ella una clara preocupación por el método de escritura, la verdadera ciencia secreta de la literatura”, se lee en la cuarta de forros de este libro que, aunque el autor ya observa un poco lejano, sigue representando un portal para abordar una figura que resulta compleja por lo cercana que es. Así, Julián pudo ser, quizá, una inspiración para que otros autores optaran por desdoblarse desde la autoficción, partiendo desde la persona que dio origen a todo su universo.

Julián Herbert. Imagen: Cortesía FILC

Otro rasgo a destacar de este libro es su tono poético, género que se asoma en diversos momentos en los que el autor se ve de frente con el dolor, la pérdida y la muerte.

Un ejemplo, este fragmento: “Enfermar posee un daltónico rango perceptivo que va del arruinamiento de tu fin de semana al horror. La estación más aguda de ese tren no se halla en los extremos sino en alguna zona indefinida del trayecto: el dolor pulido hasta la condición de diamante intocable. Alguien te conecta de pronto a un cable de intensificación. Es el sublime trueno de Kant despojado de crochet lírico y vesperales caminatas digestivas; sólo caverna húmeda. Una esfera sensitiva. Salvo que la esfera es un emblema de perfección. Y darle título de perfección a lo que está a punto de vivir mi madre sería maldad pura”.

LENGUA DORMIDA

De Franco Félix, resulta una apología de una madre finada. Al contrario que Julián, este autor, originario de Hermosillo, comienza esta novela al fallecer su madre, de la que aunque hacía apuntes recurrentes por resultarle una persona intrigante, fue hasta su muerte que se enteró de que tuvo una vida alterna.

Ana María se vuelve, entonces, aún más misteriosa para su propio hijo que se lanza a una exploración para descubrir que la mujer que le dio la vida tuvo otro esposo y otros hijos, y que por una razón poderosa, que se va asomando a través de la historia, los abandonó para procurarse una mejor vida, asegurándose que la anterior nunca lograra alcanzarla.

Con algunas partes oníricas, y escrita en primera persona, en Lengua dormida Franco Félix recupera el idioma de su madre y de alguna forma reivindica su historia dándole voz desde su propio silencio.

Este ejemplo de ejercicio literario no deja de ser un libro para abrazarse desde la orfandad, que narra un duelo universal, pues como sentencia el mismo autor que al morir la madre: “sabremos que hay alguien ahí afuera, con la misma herida, con la misma pérdida…”

Es Lengua dormida una autobiografía manipulada, que representa y se suma a la autoficción de nuestros tiempos.

JUSTO ANTES DEL FINAL

Justo antes de concluir este texto, hablaremos de la propuesta autoficcional de Emiliano Monge. Publicada apenas en el 2022, Justo antes del final es una poderosa novela sobre la memoria familiar y la construcción de los recuerdos en torno a la figura de la madre.

Emiliano Monge. Imagen: Cortesía FILC

Monge es un autor que no cree en la frontera entre la realidad y la ficción, lo cual resulta evidente al meternos a la espiral que resulta esta novela, en apariencia de estructura sencilla al ser estrictamente cronológica.

De 1947 al 2014, Emiliano Monge nos mete, usando la segunda persona, en los recuerdos de su madre, pero también en los de sus tías y tíos, y además nos empapa de su propia imaginación para contar la historia sí de su madre, pero también de una mujer a la que la locura le respiró en la nuca. Una perturbación mental que envuelve, o no, a todo su linaje.

Para Emiliano Monge escribir Justo antes del final no era una opción, supo que tendría que hacerla luego de concluir No contar todo, otra novela con guiño autobiográfico, donde aborda la historia de un abuelo, un padre, y la suya propia.

Lo que también hace Monge y es para destacarse, es un empate de los años en los que transcurre la vida de su madre con la historia universal, ejercicio con que además de hacer el retrato de una mujer, hace también una especie de fotografía narrativa de la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas del presente siglo.

Para concluir es interesante lanzar una cuestión: ¿por qué hoy en día se vive una explosión de autoficción? Tal vez no exista una respuesta, pero lo cierto es que existe una necesidad de los autores de contarse, y eso no puede ser más que una oportunidad para los lectores que, curiosos por naturaleza, pueden acceder a confesiones, secretos y a la vida de ellos, quienes con su pericia narrativa y amparados con esta manera de hacer literatura dan acceso a su privacidad, aunque no necesariamente.

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