Hoy no he podido estar tranquila, noto que mi respiración es corta, que a la menor provocación intento distraer los pensamientos. Me levanto, tomo una revista, la hojeo, pongo atención a la música de fondo, tecleo con fuerza el texto que lees y ni así consigo sentirme bien.
Es uno de esos días en que no salen las cosas, en principio porque te das cuenta que dejaste de hacer, hiciste, dijiste o callaste, olvidaste o recordaste y el resultado es inquietud.
Inquietud expresa a profundidad eso que ocurre en el interior, eso que te roba la paz, eso que te recriminas, eso que te hace ver que te equivocaste, que no mediste las consecuencias, que no eres tan “buena” como tu misma lo creíste. Me doy cuenta de que se agolpan las emociones y cedo un poco el estrés respirando conscientemente, aceptando que no puedes modificar lo que sienten o creen los demás de ti, pero sí puedes ejercer un cierto control en lo que sientes y crees de ti mismo.
Igual estoy mal, pero me pasa que sin mediar palabra alguna puedo reconocer la aceptación o rechazo de la gente, la información llega por la observación. ¿Cómo te saludaron?, si es que te saludaron; ¿hace cuánto que alguien no te busca? En el chat haces un comentario que se supone es jocoso y no le causa gracia a nadie, te sientes ignorada, incomprendida, no querida ni tomada en cuenta, pero en el fondo, sabes qué hay detrás de ese rechazo.
Sé que son momentos, y como tales, pasan. Pero cuando los vives se produce un vacío que no llenas con nada. Me pregunto: ¿por qué la necesidad de estar bien con todos? ¿Por qué dudamos de nuestras decisiones a partir de las interpretaciones que hacen otros? ¿Por qué esta desolación al sentir el rechazo o la distancia que nos pone alguien? No es tan difícil dar respuesta a estas interrogantes: es porque uno de nuestros principales miedos es no ser aceptados socialmente, esto puede ser consecuencia del autoconcepto, de conductas aprendidas en el seno familiar o de la baja autoestima.
Tal vez sea necesario revisar por qué el rechazo de algunos se vive sobredimensionado o por qué el rechazo de otros pudiera hasta ser intrascendente. Que alguien nos acepte incondicionalmente implica un nivel alto de estima, ya sea por consanguinidad, por amistad sincera o por así convenir a los intereses que privan en ese momento. Que alguien nos rechace viene aparejado con prejuicios, juicios y ausencia de lazos emocionales.
Pero la aceptación no siempre es sincera y el rechazo no siempre es total. Aceptar que no somos perfectos, que no todo mundo nos quiere, que no a todo mundo le caemos bien, que no todo mundo capta la intención de nuestros silencios, o que hay una cierta incompatibilidad entre lo que somos como personas, nos ahorraría muchos malos momentos. No podemos actuar tratando de quedar bien con los demás, pero eso no quita que busquemos ser considerados, amables, empáticos y solidarios.
Además, tendríamos que terminar de entender que no siempre cabes dentro de un grupo, por distintas razones: estatus civil, solvencia económica, viraje de intereses, diferencias ideológicas, envidias y mucho más. El rechazo que experimentas es tan doloroso que lo vives como una pérdida y eso incide en la salud física tanto o más que el daño que ocasiona un golpe real. Por eso hay que proteger nuestra salud en todos sentidos. Por más impactante que resulte, a veces es necesario darle vuelta a la hoja, renunciar, dejar ir; en lugar de empeñarte, rogar e insistir. A mí me resulta conveniente trazar una ruta que me conduzca a la tranquilidad, la cual toca los siguientes puntos:
- Pregunta, no supongas (a veces todo está en tu imaginación).
- Reconoce cuando a partir de un error emocional o social vives el rechazo.
- Ofrece una disculpa y si no es bien recibida, acéptalo.
- No vivas el rechazo como una pérdida, sino como un acomodo de tus relaciones.
- Deja la culpa de lado y dale paso a la observación de ti mismo.
- Retirarse a tiempo y con dignidad puede ser el principio de nuevas historias.
- Nunca impongas tu presencia.
Atraviesa el rechazo con humildad, sin minimizar los efectos, aceptando que mientras una puerta se cierra, muchas otras se abren.
Comentarios