Titán, recuento de una tragedia
Ciencia

Titán, recuento de una tragedia

La delgada línea entre la determinación y la imprudencia

El ser humano es, quizá, la única especie que ha poblado casi la totalidad de climas y relieves sobre la tierra. Hace 100 mil años comenzó su larga travesía al salir de África para establecerse en el resto de los continentes. Su capacidad para adaptarse fue clave en esa conquista. Hoy, pese a todas las comodidades que trajo consigo la modernidad, hay quienes no se resisten a ese llamado de ponerse frente a frente con la naturaleza. Por eso, en 1953, Tenzing Norgay y Edmund Hillary pisaron la cima más alta del mundo, el monte Everest, por primera vez en la historia; y en 1969, Neil Armstrong alcanzó la Luna.

Cientos de personas se lanzan cada año a los rincones más recónditos del planeta sin otro propósito que el de explorar, experimentar la adrenalina de probar sus propios límites y, ¿por qué no?, alimentar su ego al saber que han llegado a donde pocos (o nadie) han podido hacerlo.

Sea lo que sea, el impulso expansivo de la humanidad se manifiesta en individuos cuyas hazañas se convierten en hitos históricos. El ingeniero aeroespacial Stockton Rush soñaba, desde temprana edad, con formar parte de ese grupo selecto. Su atención estaba puesta en las profundidades del océano.

Pero, el 18 de junio de 2023, el sumergible que él mismo había diseñado implotó en una expedición a los restos del Titanic, acabando con su vida y con la de los cuatro pasajeros que lo acompañaban. Estos habían pagado 250 mil dólares por cabeza para abordar el vehículo y dar un paseo turístico alrededor de los restos de la embarcación que, el 15 de abril de 1912, se hundió tras estrellarse contra un iceberg. En aquel incidente fallecieron más de mil 500 personas que se trasladaban de Inglaterra a Estados Unidos a través del Atlántico, en el buque de pasajeros más grande hasta entonces construido. La nave marítima contaba con innovaciones tecnológicas que permitían comodidades, lujos y seguridad nunca antes vistos sobre las olas.

De la misma manera, Titan, el sumergible construido por OceanGate, la compañía cofundada y dirigida por Stockton Rush, prometía ofrecer una experiencia única gracias a sus avances tecnológicos. Era, por ejemplo, el primer vehículo de su tipo hecho de fibra de carbono y no de metal. El ingeniero eligió ese material, tan popular en el rubro aeronáutico, por su resistencia y ligereza, lo que haría más maniobrable al sumergible que otros de su clase, además de abaratar los costos de fabricación y operación.

Sin embargo, esa decisión estructural presentaba ciertos riesgos. En un reportaje de Smithonian Magazine se menciona que las críticas no se hicieron esperar porque, “bajo presión, el casco experimental de fibra de carbono podría, en la jerga del mundo submarino, ‘colapsar catastróficamente’”. Aun así, Rush tenía fe en que su sumergible podría resistir un descenso de cuatro mil metros de profundidad, y así fue cuando se hizo una prueba sin tripulación.

Labores de búsqueda luego de que el Titan perdiera comunicación con la nave nodriza. Crédito: Guardia Costera de EUA

OceanGate desarrolló un sistema de monitoreo acústico que, aseguraba Rush, era capaz de detectar cualquier mínimo crujido que se produjera en el casco sumergido, lo cual alertaría sobre un posible colapso con suficiente anticipación como para evitar una falla fatal. Una vez en marcha ese sistema, el propio diseñador del Titan realizó descensos tripulados de doscientos, mil, dos mil, tres mil y, finalmente, los tan esperados cuatro mil metros. Decidió aventurarse sin compañía en caso de que ocurriera algún error inesperado, pero llegó a confesar que también lo hizo para ser la segunda persona en alcanzar esa profundidad en solitario. El único que lo había logrado hasta entonces era el cineasta James Cameron cuando bajó 11 mil metros en la Fosa de las Marianas, el punto más profundo del océano.

LA AMBICIÓN DE UN PIONERO

Stockton Rush siempre dejó ver su ambición de explorador. De niño, su sueño era ser astronauta y, de hecho, la idea de rebasar la atmósfera terrestre lo abandonó hasta mucho después, en 2004, cuando acudió al lanzamiento del SpaceShipOne, la primera nave espacial privada con tripulación. En ese momento se dio cuenta de que no quería ser un turista más, sino un pionero. Muchos ya tenían la mira en hacer que el espacio fuera accesible para el público general, pero la competencia estaba menos reñida en otro ámbito con un potencial similar: el océano, que a la fecha solo ha sido explorado por el ser humano en un cinco por ciento, según datos de la UNESCO.

De esa inquietud nació OceanGate. El primer paso sería construir un sumergible innovador que pudiera ofrecer a sus pasajeros panoramas nunca antes vistos de los restos del Titanic. De ahí se abriría un mundo de posibilidades, desde la búsqueda de recursos submarinos hasta el desarrollo de asentamientos humanos en el fondo del mar cuando la superficie terrestre dejara de ser habitable.

“Vamos a colonizar el océano mucho antes de que colonicemos el espacio.”, dijo Rush a Smithonian Magazine, “Al fondo del océano debe haber un grupo de pulpos jugando ajedrez, preguntándose por qué nos ha tomado tanto tiempo llegar ahí”.

La premura del empresario era tal que estaba dispuesto a prescindir de las certificaciones de la DNV, la organización más grande del mundo encargada de verificar que todos los vehículos submarinos cumplan con los estándares internacionales de calidad y seguridad.

“No ha habido una lesión en la industria submarina comercial en más de 35 años. Es obscenamente segura porque tiene todas estas regulaciones, pero tampoco ha innovado o crecido”, declaró Rush. En una entrada de blog en la página web de OceanGate, titulada Why Titan is not certified? (¿Por qué Titan no está certificado?), se ahondaba en los motivos por los cuáles supuestamente no era necesario someter el sumergible a revisiones oficiales. El enlace a ese texto fue desactivado tras el fatal incidente y ya no es posible acceder a él.

Stockton Rush, diseñador de Titan y cofundador de OceanGate, en el interior del sumergible en 2018. Crédito: Arnie Weissmann

IRREGULARIDADES

El promocional del viaje turístico aseguraba que el sumergible pasaría todas las pruebas de la DNV, cuando en realidad no estaba en proceso de obtener las certificaciones y ni siquiera se tenía la intención de hacerlo. Asimismo, afirmaba que la NASA y la Universidad de Washington estaban involucradas en el proyecto. Luego del accidente, ambas instituciones aclararon que no habían participado en el diseño ni en la construcción de Titan; tampoco en las pruebas a las que se sometió. La NASA únicamente brindó consultorías a distancia.

En 2018, OceanGate inició una demanda contra su director de operaciones marítimas, David Lochridge, quien había expresado su preocupación respecto a la falta de regulación en el proyecto. Esto derivó en que la Marine Technology Society (Sociedad de Tecnología Marina) enviara una carta en que exhortaba a la compañía a completar las pruebas pertinentes.

“Esta carta se envía en nombre de cuatro miembros de la industria que han expresado colectivamente una preocupación unánime con respecto al desarrollo de TITAN y la Expedición Titanic planificada. Nuestro temor es que el enfoque experimental actual adoptado por OceanGate podría generar resultados negativos (desde menores hasta catastróficos) que tendrían graves consecuencias para todos en la industria.”, se lee en la misiva.

La empresa respondió despidiendo al empleado. En un artículo de The New York Times se presentan algunos de los puntos relevantes registrados en la corte. El trabajador alegaba que comenzó a preocuparse cuando se dio cuenta de que el cristal del casco estaba certificado para una profundidad de solamente mil 700 metros, cantidad insuficiente para los cuatro mil a los que se encuentra el Titanic. OceanGate, por su parte, acusó a David Lochridge de compartir indebidamente información confidencial, agregando que ni siquiera era ingeniero y que tenía problemas con el equipo técnico.

El litigio se resolvió a finales de 2018. El acuerdo al que llegaron los involucrados no ha sido revelado.

PROBLEMAS TÉCNICOS

Tras la pandemia, en 2021, iniciaron las pruebas previas a los descensos turísticos. En ellas se tiene registro de, al menos, una falla con el sistema de propulsión. Una vez comenzados los tours, los problemas siguieron.

Cabe aclarar la diferencia entre submarino y sumergible: su autonomía. El primero puede partir de un puerto, internarse en las profundidades del mar y volver por sí mismo, ya que tiene suficientes reservas de energía para operar de forma independiente. Suelen ser de gran tamaño y su uso está usualmente ligado a la milicia. La segunda categoría, a la que pertenecía Titan, tiene recursos energéticos limitados y, por lo tanto, requiere de una nave que la transporte al punto donde ha de sumergirse y que la recupere una vez finalizada la exploración. Se trata de unidades más pequeñas, generalmente utilizadas para propósitos científicos.

Fotografía de los restos del Titanic tomadas desde el sumergible Titan. Crédito: OceanGate

David Pogue, periodista de ciencia y presentador de televisión, tuvo la oportunidad de formar parte de una de las inmersiones. En aquella ocasión, el sumergible perdió contacto con la nave nodriza por más de dos horas, situación que, según otros testimonios, no era inusual, al igual que los retrasos en los viajes debido a las condiciones climáticas.

La comunicación bajo el mar es limitada porque las ondas de radio no viajan en el agua. En el caso del vehículo de OceanGate, la única forma de hacer llegar alguna señal a la embarcación madre era a través de mensajes de texto cortos y mediante una onda sonora, enviada cada 15 minutos, para indicar que todo estaba en orden. El día del accidente, se dejaron de recibir informes por ambos medios aproximadamente una hora y 45 minutos después de haber iniciado el descenso. El único registro que se tiene alrededor de ese momento, y en esa zona, es el de una anomalía acústica detectada por la Marina Estadounidense, que corresponde con una implosión.

“El sumergible no sabe donde está en relación al Titanic, no pueden ver alrededor, solo hay una pequeña ventana. Arriba en la nave, el cuarto de control ve hacia abajo y dice ‘está justo a tu izquierda cien yardas’. Ellos dirigen al sumergible.”, aclara David Pogue en una entrevista para News Nation, en la que recuerda que el verano pasado hubo un grupo de turistas que jamás lograron ver los restos del famoso barco hundido. La nave nodriza no fue capaz de dar las direcciones correctas al vehículo. Tras un par de horas rondando sin resultados, tuvieron que regresar a la superficie.

“Tú sabes al meterte en esto que no va a ser el nivel de seguridad de DeltaAirlines”, continúa el periodista, “firmas una exención [de responsabilidad] que dice ‘estas son todas las diferentes maneras en que puedes morir’”.

The New York Times revela una parte del contenido de ese documento, que tuvieron que firmar todos los pasajeros que abordaron el Titan.

EL EXPLORADOR QUE SE SALVÓ

Las reacciones en medios masivos y redes sociales en torno al incidente son polarizadas. Una de las cuestiones más discutidas ha sido respecto a la insensatez de arriesgar la vida para ver lo que quedó de un naufragio ocurrido hace más de cien años. Independientemente de los juicios morales sobre las motivaciones de los pasajeros del Titan, los grandes éxitos implican grandes riesgos.

“Creo que, como humanos, nacimos para explorar, siempre lo hemos hecho; de lo contrario, nos habríamos quedado en el pequeño continente etíope donde nos desarrollamos. Salir a descubrir el mundo, experimentar nuevas culturas, hacer avanzar la ciencia, de eso se trata.”, afirma el explorador profesional Chris Brown en una entrevista para Le Batard Show. Él estuvo a punto de formar parte de la tripulación que falleció el 18 de junio de este año. Su amigo Hamish Harding, presidente de Action Aviation, sí abordó el sumergible ese día.

Chris Brown en el Polo Norte. El explorador estuvo a punto de abordar el Titan con la tripulación que falleció el 18 de junio. Crédito: inaccessibility.net

Entre la lista de hazañas de Brown se encuentra escalar el Monte Everest, visitar el Polo Sur y ser la primera persona en llegar a lo que se conoce como Polo de Inaccesibilidad Africano. También disfruta de participar en carreras de autos, esquiar y hacer el triatlón. Es evidente que las emociones fuertes no lo amedrentan y, aun así, decidió que el recorrido que ofrecía OceanGate era demasiado peligroso. Había pagado 10 mil dólares de anticipo cuando comenzó a notar “banderas rojas” en el viaje.

Tal vez el enfoque no deba estar en si una actividad es peligrosa en sí, sino en las acciones que se toman para reducir la posibilidad de una catástrofe. Después de todo, astronautas, alpinistas, investigadores y un largo etcétera arriesgan su integridad física y mental cuando se embarcan en una misión. Pero eso no significa que no recurran a todos los medios a su alcance para salir victoriosos.

“[Al planear expediciones] ves todos los riesgos que involucra e intentas mitigar esos riesgos. Puede que quieras traer algunos expertos para ayudarte en un área en particular, puede que quieras emplear equipo especializado, puede ser algo tan simple como cambiar cuándo vas a ir.”, asegura Brown, a quien no le dieron buena espina los signos de alerta antes mencionados, además del hecho de que el control para operar el sumergible era básicamente uno de X-Box, o que en una de las pruebas todo el equipo eléctrico de la nave nodriza se echó a perder tras caerle un rayo. Al experto no le preocupó tanto el desastre natural, pues fue algo fortuito, sino la falta de un respaldo.

El explorador británico evita, como alguien que conoce de primera mano las inclemencias de la naturaleza, involucrarse en expediciones en las cuales prácticamente no va a tener control sobre los riesgos, ni rango de acción en caso de peligro.

SOBREVIVIENTES

Descender a la profundidad del Titanic es, de por sí, tarea difícil. Pocos se han aventurado a intentarlo, y aun menos lo han hecho sin contratiempos.

En 1995, durante la filmación de la película Titanic, el sumergible en que viajaba el director James Cameron se hundió debido a una tormenta de arena. Tras media hora de estar encallados en el suelo submarino, el piloto Anatoly Sagalevich finalmente logró maniobrar para escapar de la corriente e iniciar el ascenso.

La cápsula en la que el cineasta James Cameron, quien ha descendido varias veces al Titanic, llegó a las profundidades de la Fosa de las Marianas. Crédito: Mark Thiessen

El científico Michael Guillen fue el primer corresponsal invitado para reportear desde el sitio del naufragio, a donde fue transportado en un sumergible ruso en el año 2000, acompañado solamente de un buzo y el piloto.

En una entrevista para CTV News cuenta su cardíaca experiencia. Llegaron al sitio tras dos horas y media de descenso. Antes de iniciar la exploración, se detuvieron un momento para orar por quienes habían fallecido ahí. Posteriormente navegaron por casi tres horas. Guillen detalla cómo se maravilló al vislumbrar claramente la popa del Titanic, pero esa sensación fue sustituida de un momento a otro por una creciente preocupación, ya que el vehículo se acercaba cada vez más rápido al propulsor del barco: una corriente submarina los estaba arrastrando. El sumergible se estrelló contra la popa, donde quedaron atrapados por cerca de una hora, hasta que el piloto logró liberar el vehículo.

A diferencia del Titan, el sumergible de aquella expedición había sido construido específicamente para propósitos de investigación científica y había pasado numerosas pruebas de seguridad. Además, el piloto estaba debidamente entrenado para enfrentar situaciones críticas y en ningún momento dejó de tener comunicación con la nave nodriza. En conjunto, esas características bien pudieron marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

“Cualquiera que esté pensando en bajar al Titanic, por favor no lo considere un destino recreativo, esto no es un paseo de Disneyland. Tengan respeto por la madre naturaleza, tengan respeto por el océano, es despiadado, no perdona. Traten este sitio como debe ser: tierra sagrada. Es un cementerio donde mucha gente perdió la vida. No es un viaje de placer.”, concluye Guillen.

Todo parteaguas tecnológico suele pasar por cierto periodo de evolución antes de comenzar a ser accesible para las masas. Tuvieron que pasar décadas desde que los hermanos Wright inventaran el avión hasta que las aeronaves fueran vitales en la milicia, y aun más hasta que cualquier civil pudiera tomar un vuelo de una ciudad a otra. Tal vez el entusiasmo de Stockton Rush lo hizo querer acelerar lo que todavía es inviable: explorar el fondo del océano como si se tratase de un paseo familiar en una tarde de domingo.

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