Campaña sin nombre
Opinión

Campaña sin nombre

Jaque Mate

Es una campaña que no se atreve a decir su nombre, pero que puede ser la más importante en el proceso de sucesión presidencial. Si bien la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales establece que las precampañas presidenciales no pueden empezar antes de la tercera semana de noviembre, el presidente López Obrador se ha adelantado para que sus corcholatas puedan promoverse ya por todo el país.

La ley que restringe la duración de las campañas es una tontería. Es muy difícil impedir que los políticos hagan política, especialmente cuando buscan el mayor premio de todos, el puesto más poderoso de la nación: la Presidencia de la República. Pero estas y otras limitaciones fueron impulsadas por la izquierda en la reforma electoral de 2007 porque sus líderes, entre ellos López Obrador, consideraban que así restarían fuerza al PRI y al PAN. Ya una vez en el poder, sin embargo, Morena, un partido que se dice de izquierda, ha preferido regresar a los usos y costumbres del pasado.

El presidente López Obrador insiste en que es un demócrata, que su poder deriva del pueblo y que el proceso de sucesión que ha iniciado es lo más democrático que pueda haber. Las cosas, sin embargo, no son tan claras. Para empezar, este es un proceso “democrático” que se dirimirá no por el sufragio libre y secreto sino por una encuesta de opinión respaldada por otras cuatro encuestas espejo. En un principio el partido dijo que no daría dinero a los “no precandidatos” para sus “no precampañas”, pero después accedió a darles a los cuatro de Morena cinco millones de pesos a cada uno. Esto evitará que los que no se han enriquecido tengan una mejor oportunidad, pero probablemente generará una revisión del INE.

López Obrador sabe que lo importante es dar a conocer a sus presuntos candidatos lo más posible entre la gente. Esa anticipación, en un momento en que la oposición no sabe ni siquiera por dónde empezar para lanzar a su candidato, logra precisamente esto. Este verano estará dominado por una gran precampaña de Morena mientras la oposición permanece atada de manos ante la prohibición que impide hacer campaña antes de la tercera semana de noviembre.

Dice el presidente que esto es un esfuerzo democrático, pero no quiere mucha democracia en el proceso. Las reglas son absolutamente restrictivas y están hechas para beneficiar a su favorita, Claudia Sheinbaum, quien se encuentra adelante en la mayoría de las encuestas. Los suspirantes deben abstenerse de debatir entre ellos o de polemizar. No deben acudir a medios de comunicación “reaccionarios” o “conservadores”. No deben expresar críticas al proyecto del gobierno. Su campaña debe estar diseñada para demostrar cuál de todos sería el mejor continuador de la obra del supremo líder.

Las encuestas sugieren que, hasta el momento, la fórmula del presidente está funcionando. Los principales aspirantes a la candidatura de Morena están todos adelante en las encuestas de popularidad. El carisma personal de López Obrador, su uso constante de las mañaneras para promoverse y las enormes cantidades de dinero que su gobierno reparte entre las familias a través de los programas de bienestar, le han dado al régimen una gran popularidad, a pesar de que en los temas fundamentales del país, como la inseguridad o el sistema de salud, la población se sigue sintiendo insatisfecha.

La popularidad del presidente es enorme. La gran pregunta es si ésta se trasladará de manera automática al candidato que finalmente surja de esta campaña sin nombre. La respuesta no la tendremos sino hasta 2024.

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