La abominable clase media
Opinión

La abominable clase media

Miscelánea

Yo soy de clase media y no tengo reflexiones tan profundas.

Juan José Millás

“Aspiracionistas sin escrúpulos morales de ninguna índole”, nos injuria. Aunque no hay que tomarlo mucho en cuenta dado que ofender, hacer escarnio, mofa, retar o denostar indiscriminadamente está en su naturaleza. Repetidas ad nauseam sus palabras favoritas (corrupción, neoliberales, mascotas, corcholatas) que sin recato escupe cada mañana, ya solo provoca burlas, memes, chistoretes.

Desde el principio la humanidad ha generado riqueza para unos cuantos (no siempre por méritos propios) y la ha negado a quienes (tampoco por deméritos propios) carecen de las oportunidades que ofrece un afortunado origen económico y social. Así se han dado las circunstancias, el azar, Dios, vaya usted a saber. Esclavos, siervos, masa, a los que ante la imposibilidad de nombrar se les masifica con el nombre de pueblo, son el gran capital político de los dictadores. Forzado por diferentes circunstancias: revoluciones, guerras, comunicación. En los albores del siglo XIX el mundo empezó a mostrar una fisonomía radicalmente nueva. Educación, empresa y empleo acortaron las distancias socioeconómicas que hicieron posible el surgimiento de las clases medias. Ciudadanos que, a través de la creatividad y el trabajo, han podido ofrecer a su prole la educación de la que ellos carecieron. Yo misma soy nieta de emigrantes y pueblerinos sin instrucción, que sólo con intuición, esfuerzo y muchos años de trabajo consiguieron un lugar en la naciente clase media. Desde entonces ahí andamos.

Me dignifica saber que no ha llegado a mi familia un solo peso que provenga de negocios cocinados al calorcito del gobierno. No hay ni ha habido, hasta donde yo sé, un político que a golpe de cash nos hiciera ricos. “Procura mantener siempre un perfil bajo, de preferencia que no te noten, los peores daños nos vienen de la arrogancia”, me instruyeron mis abuelos.

De clase media, estatura media, medio tonta, ni bonita ni feíta, más bien regularcita, nada tengo de qué presumir. Haciendo examen de conciencia, diría que hasta mis pecados son veniales. He vivido sin privaciones ni riquezas, aunque siempre he pensado que si la riqueza me eligiera, me adaptaría fácilmente.

Egoístas, aspiracionistas, hipócritas… somos también quienes con nuestro diario trabajo sostenemos la economía del país. Es por demás sabido que algunos ricos bien apadrinados escamotean los impuestos al fisco. Los clasemedieros somos causantes cautivos que con nuestros impuestos sostenemos el sueño de una educación pública eficiente, seguridad, salud… cuando en realidad lo que costeamos es la vida palaciega del emperador en turno y los apoyos económicos que, magnánimo, otorga al pueblo con objeto de asegurarse su voto. Las costosísimas “mañaneras”, y las permanentes y millonarias campañas políticas, consumen mayoritariamente nuestros impuestos.

Somos los clasemedieros quienes, ante la insuficiencia y precariedad de las escuelas públicas, pagamos escuelas privadas que ofrezcan mejores oportunidades de formación y trabajo para nuestros hijos. Carentes de un sistema eficiente de salud pública, los clasemedieros debemos atendernos por cuenta propia. Ante la falta de transporte seguro y eficiente, nos endeudamos para adquirir un vehículo. Sin embargo, el gasto más absurdo es el que pagamos por una supuesta seguridad. Con 184 mil delitos que padecemos por día en el país, al menos intentamos protegernos por nuestra cuenta.

Para terminar, reproduzco los renglones de una nota que recibí en mi celular, al que por cierto me estoy volviendo adicta. “Las clases medias somos el grupo poblacional más preparado, disciplinado, independiente y con mayor incidencia en la economía”. Ante un emperador que nos quiere pobres, sin aspiraciones y comiendo de su mano, “el Tigre” ciudadano ya despertó. Estamos listos para defender el legítimo derecho a un país próspero, seguro y democrático.

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